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“Misterios Ocultos de TEOTIHUACÁN:

Entre la Historia y la Conspiración”.

Capítulo 2. 

 El primer Archivo.

 

Le dio risa. En la pantalla de su laptop, una ventanita se abrió mostrando unos libritos de colores, amarrados con un cinturón, acompañados de una frase lapidaria.

“¿Contraseña?”.

El maldito Zip pedía la contraseña. KARL no pudo evitar una risa amarga. En las películas, el protagonista suele batallar solo por un par de minutos. Introduce unas cuantas contraseñas al azar, frunce el ceño con concentración y luego, como si el universo conspirara a su favor, mira una foto de unas palmeras detrás de una familia sonriente con un perro en brazos. En ese instante, tiene una visión magnífica, digna de Nostradamus. La contraseña le viene a la cabeza como una revelación divina, casi como si los dioses de la informática le susurraran al oído.

El héroe teclea la clave a una velocidad de 500 palabras por minuto, y ¡listo! Maravillosamente, el archivo se abre apenas un par de segundos antes de que un virus maligno borre toda la información. La encriptación se desmorona como por arte de magia, revelando los secretos ocultos al héroe sagaz y perseverante. Todo sucede con una precisión coreográfica que solo el cine puede ofrecer.

Pero esto no era una película. KARL MASER se enfrentaba a la cruda realidad de más de un millón de posibles combinaciones de contraseñas. Sentado en la pequeña mesa de su habitación en el Fungi Hostal, miró la pantalla con una mezcla de frustración y resignación. En la vida real, no hay iluminaciones divinas ni revelaciones súbitas que resuelvan todos los problemas en cuestión de minutos. Aquí, cada intento fallido era un recordatorio de la complejidad y el tedio del mundo real.

Decidió probar las opciones más obvias primero. Comenzó con combinaciones simples: “123456”, “password”, “qwerty”. Nada. Luego intentó con fechas que podrían ser significativas, como el cumpleaños de Heinrich, el aniversario de su graduación, el año en que se conocieron. La pantalla permanecía imperturbable, devolviéndole el mismo mensaje cada vez.

“¿Contraseña?”.

KARL suspiró y se recostó en la silla. Sabía que no había forma de acertar a la clave por puro instinto. La situación requería una mente metódica y paciente, cualidades que, aunque poseía, no hacían la tarea menos frustrante. Tomó la libreta negra de cuero con la gran letra “B” y la abrió, buscando alguna pista que Heinrich pudiera haber dejado. Sin embargo, las páginas llenas de números y símbolos indescifrables solo aumentaban su desconcierto.

Se levantó y caminó por la pequeña habitación, intentando despejar su mente. Observó la decoración simple pero acogedora del hostal, oyendo el murmullo distante de los otros huéspedes y el canto de los pájaros en el patio. A pesar de estar lejos de la agitada Ciudad de México, su mente no podía encontrar tranquilidad.

Volvió a la mesa y conectó la memoria USB nuevamente. La pantalla se iluminó con la misma ventana de antes. Tomó un sorbo de agua y decidió cambiar de enfoque. En lugar de seguir probando contraseñas al azar, se propuso encontrar patrones en los documentos y notas que ya tenía. Abrió la libreta de cuero y comenzó a analizar las cifras y símbolos con más detenimiento, buscando cualquier cosa que pudiera parecer una clave o una serie de pistas encadenadas.

El tiempo pasaba lentamente. La tarde se convertía en noche, y la luz del sol se desvanecía, dando paso a la suave iluminación de la lámpara en su mesa. Cada número, cada símbolo en la libreta era examinado meticulosamente, pero la clave seguía siendo un enigma.

Finalmente, exhaló profundamente y cerró la libreta. Decidió que necesitaría ayuda, y estaba seguro que en esa habitación tenía que estar la clave, por ahora era su mejor opción. Sabía que no podía resolver esto solo. Apagó su laptop, resignado a esperar hasta el día siguiente para contactar a sus aliadas en esta misión.

Mientras se preparaba para dormir, no pudo evitar una última mirada a la memoria USB y a la pantalla que seguía exigiendo la contraseña. Mañana sería otro día de lucha contra los enigmas, pero por ahora, necesitaba descansar y recuperar fuerzas. Sabía que el camino hacia la verdad estaba lleno de obstáculos, pero también de aliados que harían todo lo posible para ayudarlo a descifrar los secretos de la Pirámide del Sol.

se regañó así mismo, como demonios no se le ocurrió antes, es lógico que tenga contraseña una información de ese tipo.

Probó con los otros archivos Zip; nada, todos piden una clave.

Se levantó, miro por la ventana y creyó ver una sombra en la cortina de la ventana de la pareja de frente, pero la verdad solo había una leve luz dispersa en el interior.

¿Cómo encontraría la contraseña?  es evidente que los ancianos deberían haberle dado la contraseña de lo contrario esto no tendría sentido.

Miro el bolso multicolor encima de la cama, y vio la libreta negra.

una vez más, se puso a revisar la desvencijada libreta y al pasar sus hojas, cayo una tarjeta. como no la vio antes?

Sintió un escalofrío y recordó del papel arrugado que el profesor Stoiber le entregara solo hace unas semanas atrás mientras agonizaba;

“Pirámide de TEOTIHUACÁN. México. Encuentra a los Guardianes. Ellos tienen las respuestas. Cuidado con los Sombras.”.   

Un número telefónico.

 Un nombre: Ramón.

Una palabra: ICINIUTI.

Recordó cómo le temblaban las manos al marcar el número que había en la hoja de papel, repicó una, dos veces y como una voz de mujer le contesto en un suave español ..bueno… suspiró, hacía tiempo no hablaba en español, recordó a su madre; una mujer de un carácter fuerte e incansable nacida en puebla, México, su larga cabellera negra y su risa escandalosa que resonaba en toda la casa, que bellos tiempos. su padre reconocido ingeniero alemán no novia un dedo sin la aprobación de la poderosa pintora mexicana, ella siempre quiso que aprendiera español y que no se alejara de sus raíces, pero de eso hacía mucho tiempo y todo había quedado atrás con la muerte de sus padres más de 20 años atrás, y ahora. sin quererlo estaba volviendo a sus raíces.

…- Si. bueno gracias. Ramón?.

Pronuncio el nombre y sintió como la mujer que estaba al otro lado de la línea tosió ligeramente, estaba llamando a alguien.

Un murmullo suave y la mujer dijo lentamente como asegurándose que el entendiera;

  • tiene algo para Ramón?.

Se desconcertó. tener algo para ramón? él no tenía nada, él no sabía nada, y peor aún, no estaba seguro de querer algo.

Miro el papel y sin mucha convicción pronuncio la palabra lo mejor que pudo.

  •  
  • ICINIUTI respondió la voz de la mujer al otro lado de la línea, papel y lápiz rápido,

 

  • Apunte este número de teléfono en ciudad de México, atento no lo repetiré.

52 55 51 30 18 77. diga que usted es ramón y si le preguntan dónde va diga

Tepamkali. Suerte.

 

 Sintió el corte de la comunicación.

Tenía muchas preguntas, quiso marcar nuevamente, y ese número de teléfono ya estaba apagado.

Se quedó mirando por la ventana. vio como un Audi blanco daba vuelta en la esquina muy lentamente.

Ahora 10 días después de esa extraña conversación telefónica, estaba en México, en un hotel color rosa; con una tarjeta de compra en las manos. casi sin dormir, y con el cerebro recalentado buscando una clave. esta nota debe ser la clave.

Se leía: “Comercio de La Ciudadela. Plaza de Artesanías. Calle Balderas.” pasillo 3 lateral 3.

Para señor Ramón.

Una catrina pintada por 300 pesos; trabajo por encargo.

Con un suspiro de resignación y un rayo de esperanza, decidió seguir esta nueva pista. La Ciudadela, con sus vibrantes colores y artesanías tradicionales, le parecía el lugar perfecto para ocultar un secreto. Tomó un taxi que estaba casi enfrente de su hotel rosa, saludo con un gesto a la pareja que se hospedaba en frente suyo y que parecían esperar a alguien; tras un trayecto de más de una hora, llegó a la bulliciosa plaza. el taxista se le hizo familiar.

Al entrar, el ambiente cambió drásticamente. Los sonidos de la ciudad quedaron atrás, reemplazados por la música folclórica y el bullicio de los comerciantes vendiendo sus artesanías. Pasó por puestos llenos de coloridos tejidos, cerámicas pintadas a mano y juguetes de madera. La tarjeta no especificaba un puesto en particular, así que comenzó a preguntar a los vendedores.

La plaza, un verdadero tesoro cultural, estaba llena de colores, sonidos y aromas que embriagaban los sentidos. Cada rincón estaba repleto de artesanías únicas, hechas a mano por talentosos artesanos mexicanos. Enormes sombreros de charro, tejidos de colores vibrantes, joyería de plata, y cerámicas meticulosamente pintadas decoraban los puestos.

KARL se detuvo un momento para admirar la artesanía que lo rodeaba. Los colores vivos de los textiles y las texturas ricas de los objetos reflejaban siglos de tradición y cultura. Recordó haber leído que La Ciudadela había sido fundada en 1968, durante la Olimpiada Cultural, como un espacio donde los artesanos de todo el país pudieran mostrar y vender sus productos. Este lugar no solo era un mercado, sino un centro vivo de la herencia artística mexicana.

Mientras caminaba, un anciano comerciante, con un sombrero de paja y una sonrisa enigmática, lo llamó desde uno de los puestos. “Señor MASER, ¿verdad?” preguntó con un acento marcado y una mirada sagaz. “Tengo algo para usted.”

KARL, sorprendido de que el hombre conociera su nombre, se acercó con cautela. El anciano sacó una catrina de cerámica bellamente pintada. La figura, una elegante representación de la muerte adornada con flores y colores, tenía un aire casi místico.

“Es para usted,” dijo el anciano, entregándole la catrina con una reverencia. “Me pidieron que se la entregara. Dicen que la estaba esperando.”

KARL tomó la catrina, examinándola con detenimiento. Las líneas detalladas y los colores vivos revelaban una artesanía excepcional. “¿Quién le pidió que me la entregara?” preguntó, sintiendo una mezcla de curiosidad y desconfianza.

El anciano solo sonrió y señaló alrededor de la plaza. “Los amigos saben más de lo que uno cree, señor. Disfrute su tiempo en La Ciudadela.”

Con la catrina en sus manos, KARL continuó explorando la plaza, pero su mente estaba ocupada con el enigma que ahora sostenía. La Plaza de las Artesanías La Ciudadela era más que un mercado; era un lugar donde la historia y el arte se entrelazaban, creando un mosaico vivo del patrimonio mexicano.

Cada puesto contaba una historia, desde los textiles de Oaxaca hasta las cerámicas de Puebla. Los artesanos, con manos hábiles y corazones apasionados, mantenían viva la esencia de sus antepasados. KARL no podía evitar sentirse fascinado por la riqueza cultural que lo rodeaba.

Sin embargo, la catrina en sus manos le recordaba que estaba en una misión.

Regresó al hotel con la catrina envuelta cuidadosamente. Una vez en su habitación, examinó la figura con más detenimiento. Era una calavera detallada, exquisita, con flores pintadas y joyas brillantes. Al girarla, notó una pequeña hendidura en la base. Con delicadeza, deslizó una uña por el borde y la abrió.

Dentro, encontró un pequeño papel doblado. Lo desdobló con manos temblorosas y leyó la combinación de números y letras: era la clave que necesitaba. Sin perder un segundo, se sentó frente a su laptop e ingresó la clave. El archivo se abrió, revelando información que cambiaría su comprensión de la Pirámide del Sol para siempre.

La adrenalina y la emoción lo invadieron. Ahora tenía acceso a documentos, fotos y planos detallados que confirmaban la existencia de la tecnología avanzada y el contacto con civilizaciones antiguas y extraterrestres. Su decisión de publicar esta información se consolidó aún más. El mundo debía conocer la verdad, y él estaba decidido a ser el mensajero, sin importar los riesgos.

También en los archivos se notaba claramente un archivo de texto con el nombre léeme amigo.

No lo dudo; lo abrió.

Si estás leyendo esta carta, significa que lo peor ha sucedido. ya no estoy entre los vivos lamentablemente, me entristece pensar que no logre terminar mi investigación a tiempo. Pero antes de que pienses en la gravedad de mi situación, debes entender por qué te he elegido a ti para continuar esta misión.

Desde hace meses, he sido perseguido por una organización siniestra que busca mantener ocultos los secretos que he descubierto. No sé quiénes son exactamente ni quién los dirige, pero están decididos a silenciarme. He notado que me siguen, que escuchan mis conversaciones y que vigilan cada uno de mis movimientos. He vivido en constante paranoia, siempre mirando por encima del hombro, sabiendo que en cualquier momento podrían atraparme.

Por eso, he decidido confiar en ti. Eres uno de los pocos a quienes puedo llamar amigo, y uno de los pocos en quien confío plenamente. Tu brillantez, integridad y dedicación a la verdad son cualidades que respeto profundamente. Sé que, si alguien puede llevar esta misión a buen término, eres tú.

En esta USB, encontrarás varios archivos comprimidos. En ellos, he guardado toda la información crucial que he recopilado sobre la Pirámide del Sol y sus secretos. Entre estos archivos, encontrarás textos, imágenes y documentos clasificados que revelan detalles impactantes sobre la verdadera naturaleza de esta antigua estructura.

El archivo de texto que has abierto es solo el comienzo. Dentro de estos documentos, he dejado pistas y claves que te ayudarán a descifrar el enigma. Sé que será un reto, pero confío en tus habilidades para superar cualquier obstáculo que se te presente.

Quiero que sepas que esta misión es de suma importancia. Los secretos que la Pirámide del Sol esconde tienen el potencial de cambiar nuestra comprensión del mundo y de nuestra historia. Pero más allá de eso, también pueden tener implicaciones para el futuro de la humanidad. No puedo enfatizar lo suficiente la gravedad de esta situación. Debes actuar con cautela, pero con determinación.

En mi última conversación con Elena Sinclair, una vieja amiga que seguro mas adelante conocerás, le dije que te contactaría en caso de que algo me sucediera. Ella está al tanto de la situación y te proporcionará apoyo desde su posición. También he dejado instrucciones para que se te preste protección y asistencia en cualquier cosa que necesites. Ella es una mente brillante y su ayuda será invaluable.

KARL, sé que esto es mucho para pedirte, y comprendo el riesgo que implica. Pero no tengo a nadie más a quien recurrir. Necesito que seas valiente y que sigas adelante con esta misión, no solo por mí, sino por la verdad y por el bien de todos.

Recuerda siempre estar atento a tu entorno. La organización que me persigue no se detendrá fácilmente, y ahora que tú tienes esta información, también estarás en su radar. Pero confío en tu capacidad para mantenerte un paso adelante.

Buena suerte, amigo mío. Espero que podamos encontrarnos de nuevo en un mundo donde la verdad ya no esté oculta en las sombras.

Con aprecio y confianza,

Hans Stoiber.

posdata.

Estimado KARL.

El descubrimiento de estos archivos no es el único tesoro oculto que te espera. En el corazón de la Pirámide del Sol, yace una pista que podría ser la clave para desentrañar todo el misterio. Debes ir a la pirámide y, una vez allí, alguien te contactará. No puedo revelar quién es ni cómo te reconocerá, pero ten la certeza de que te encontrarán.

Esta persona te guiará a través de un pasadizo medio oculto, un sendero que pocos conocen y que ha permanecido en las sombras durante siglos. El camino es peligroso y lleno de trampas, pero al final, encontrarás algo que cambiará el curso de tu investigación.

Recuerda, debes ser extremadamente cauteloso. La organización que nos persigue tiene ojos y oídos por todas partes. Cualquier movimiento en falso podría significar el fin de esta misión y, posiblemente, de tu vida.

Confía en tus instintos, KARL. Y mantén siempre presente que la verdad es más poderosa que cualquier fuerza que intente ocultarla.

“La clave está en la piedra central”. “Allí encontrarás una inscripción olvidada, una pista que te llevará más allá de lo que crees posible.”

Buena suerte.

 

El profesor se encontraba solo en esta pequeña habitación de hotel, rodeado de figuras alegres y coloridas, pero en este momento la situación no le permitía apreciar la belleza del entorno. La carta que había recibido de su fallecido colega y amigo aún ardía en su mente. Las palabras escritas con evidente sentimiento de frustración parecían susurrarle desde el más allá, instándolo a seguir el rastro de la verdad oculta. un último párrafo escrito después de la pista lo resumía todo.

“Querido amigo,” decía la carta, “has sido elegido para desentrañar el misterio que yace bajo las sombras de la pirámide de TEOTIHUACÁN. No temas, pues la verdad es tu guía y el coraje tu escudo. Sigue estos pasos y descubrirás lo que el mundo ignora.”

El profesor se levantó de su silla, sintiendo la urgencia de la misión. Se miró al espejo, buscando en sus propios ojos la determinación necesaria para enfrentar lo desconocido. “¿Por qué yo?” se preguntó en silencio. Pero sabía la respuesta: porque él era el único dispuesto a arriesgarlo todo por la verdad.

Se vistió con ropas cómodas y se adentró en la noche. La luna se alzaba majestuosa ante él, su luz le transportaba a secretos ancestrales. El viento soplaba frío, pero el fuego en su corazón ardía más fuerte. “¿Qué buscare aquí?” se cuestionó mientras ascendía por la calle solitaria en un pavimento ya gastado.

La respuesta llegó como un eco en su mente. “La clave está en la piedra central”, le había dicho su amigo en la carta. “Allí encontrarás una inscripción olvidada, una pista que te llevará más allá de lo que crees posible.”

Recordó una inscripción en una tumba celta que había visitad hace muchos años allá en Normandía.

 “En la oscuridad, hallarás la luz. En el miedo, encontrarás el coraje. En la muerte, descubrirás la vida. Sigue el camino de las estrellas, y la verdad se revelará.”

El profesor cerró los ojos, dejando que las palabras se grabaran en su alma. No importaba el peligro que enfrentara; estaba decidido a seguir adelante. El mundo merecía conocer la verdad, aunque eso significara desafiar a los poderes ocultos que habían mantenido el secreto durante siglos.

Así, juro que con la pirámide como testigo y su amigo como guía desde el más llegaría hasta el final cueste lo que cueste. El miedo y la determinación se entrelazaban en su corazón, y supo que no había vuelta atrás.

La conspiración lo había atrapado, y él se convertiría en su voz. El mundo estaba a punto de cambiar, y él sería el mensajero de la verdad. una voz desde las sombras lo trajo de vuelta al lugar en donde estaba.

Profesor. regrese no debe estar solo por estos lados y menos en esta noche oscura. no pudo ver en las sombras quien le hablaba, pero se percató que estaba ya bastante alejado del hotel, sus pensamientos lo hicieron perder la noción del entorno mientras caminaba, se había alejado varias calles del hotel ya era tarde   había muy pocas personas deambulando, ya la ciudad dormía, mañana seria otro día y ya tenía una misión que cumplir, un paseo a la pirámide de TEOTIHUACÁN, quiso agradecer al desconocido que lo saco de su trance. pero ya no había nadie, el no supo quien era , pero es más que obvio que esa sombra si sabía quién era el.

Sin espera y a paso redoblado volvió al hotel no sin antes mirar un par de veces hacia atrás creyendo ver una sombra en cada esquina.

El profesor madrugó, ansioso por desentrañar el misterio que lo llamaba desde las sombras de la pirámide de TEOTIHUACÁN. El taxi lo llevó por calles estrechas, y él se sentó junto al conductor para tener una vista privilegiada. A medida que se acercaban, la pirámide emergía ante él como un gigante de piedra, sus contornos oscuros recortados contra el cielo matutino.

Mientras KARL se acercaba a la Pirámide del Sol desde la distancia, quedó maravillado por su imponente presencia. En el horizonte, la estructura se elevaba majestuosa sobre la vasta extensión del antiguo sitio arqueológico de TEOTIHUACÁN. La pirámide, con sus 65 metros de altura, dominaba el paisaje, visible desde kilómetros a la redonda. La sensación de asombro crecía con cada paso que daba hacia ella.

A medida que se aproximaba, los detalles de la pirámide se volvían más claros. Construida con millones de bloques de piedra volcánica, la superficie rugosa reflejaba la luz del sol, creando un contraste entre las sombras profundas y los tonos terrosos. La monumentalidad de la estructura era abrumadora, recordándole a KARL la grandeza de las civilizaciones antiguas que una vez habitaron este lugar.

Los escalones, desgastados por el paso del tiempo y las innumerables pisadas de los visitantes, formaban una empinada ascensión hacia la cima. Cada uno de los cinco niveles de la pirámide se desplegaba con una precisión arquitectónica asombrosa, testimonio del conocimiento y la habilidad de sus constructores.

Al llegar a la base de la pirámide, KARL pudo sentir la solidez y la antigüedad de la estructura al tocar las piedras frías y ásperas. La energía que emanaba del lugar era palpable, como si los secretos y las historias de milenios estuvieran impregnados en cada roca. La magnitud de la pirámide lo hacía sentirse pequeño, insignificante ante la inmensidad de este antiguo monumento.

Los alrededores de la pirámide estaban llenos de vida y movimiento. Turistas y estudiosos de todo el mundo caminaban por el sitio, admirando las construcciones y absorbiendo la historia que emanaba de cada rincón. A lo lejos, la Calzada de los Muertos se extendía, alineada con otras estructuras impresionantes; todas, parte de un complejo que alguna vez fue el epicentro de una civilización avanzada.

KARL sabía que, dentro de esta impresionante pirámide, más allá de las piedras y los pasadizos, se ocultaban misterios que aún esperaban ser revelados. Se tomó un momento para contemplar la estructura en toda su magnificencia, sabiendo que estaba a punto de adentrarse en el corazón de un enigma que había perdurado por siglos.

¿Qué secretos guardaba? ¿Qué verdades yacen bajo su superficie?

La pirámide se alzaba majestuosa, sus escalones desgastados como la piel de un anciano sabio. El profesor imaginó a los antiguos sacerdotes ascendiendo por ellos, llevando ofrendas y plegarias a los dioses. ¿Habían sentido el mismo temor y asombro que él?

Las aves revoloteaban alrededor de la cima, como guardianes silenciosos. El profesor se preguntó si también habían visto a otros aventureros como él, buscando respuestas en las alturas. ¿Habían encontrado lo que buscaban o habían sido consumidos por el misterio?

El viento soplaba, susurros invisibles que parecían llevar mensajes desde el pasado. El profesor cerró los ojos y se dejó envolver por la atmósfera cargada. ¿Qué había impulsado a su amigo a enviarle esa carta desde la tumba? ¿Qué conocimiento prohibido había descubierto?

La piedra rugosa bajo sus manos parecía latir con vida. El profesor miró hacia arriba, hacia la cima inalcanzable. Allí, entre las nubes y el sol naciente, aguardaba la clave para desvelar la verdad. El miedo y la determinación se entrelazaron en su pecho, y supo que no había vuelta atrás.

Así, con la pirámide como testigo y su amigo como guía desde el más allá, el profesor comenzó su ascenso. Cada paso resonaba en su alma, y la sombra de la conspiración se cernía sobre él. Pero no retrocedería. El mundo merecía conocer la verdad, y él estaba dispuesto a arriesgarlo todo por ella.

El profesor KARL MASER se encontraba al pie de la imponente Pirámide del Sol, su mente ocupada en decodificar los enigmas que había comenzado a desenmarañar. Mientras contemplaba la estructura, un hombre con uniforme de empleado del lugar se acercó a él.

—Profesor MASER —susurró el hombre con discreción—, por favor, acompáñeme sin hacer preguntas.

KARL, sorprendido, asintió y siguió al hombre, que lo condujo a una pared lateral de la pirámide. Caminaban en silencio, y KARL no podía evitar sentir una mezcla de ansiedad y anticipación. La pared lateral escondía una entrada apenas perceptible, que daba paso a una zona de excavación restringida. El hombre miró a su alrededor, asegurándose de que nadie los estuviera observando, y luego abrió una puerta que conducía a un estrecho pasillo.

—Rápido, profesor. No tenemos mucho tiempo.

El pasillo estaba apenas iluminado, las sombras danzaban en las paredes y el aire se volvía más pesado a medida que descendían. A cada paso, KARL podía sentir el peso de los siglos de historia bajo sus pies. Después de lo que pareció una eternidad, llegaron a un túnel subterráneo aún más oscuro. La luz de las linternas de mano del guía apenas alcanzaba para revelar los contornos de las paredes, que estaban llenas de inscripciones y símbolos antiguos.

Finalmente, el hombre se detuvo frente a una puerta de piedra. La empujó con esfuerzo, revelando una recámara oculta. En el centro de la cámara, había una gran piedra, solitaria y enigmática, destacándose en la penumbra. El hombre se giró hacia KARL, con una expresión de urgencia en su rostro.

—Tiene solo cinco minutos. Busque rápido. Luego debo sacarlo de aquí. —Y con eso, se marchó, dejándolo solo.

KARL avanzó hacia la piedra central, su corazón latiendo con fuerza. La recámara estaba impregnada de un silencio sepulcral, roto solo por el eco de sus pasos. El profesor sacó su celular, utilizando la linterna para inspeccionar la piedra. La superficie era rugosa y fría al tacto, cubierta de extraños grabados que no se parecían a nada que hubiera visto antes. No eran jeroglíficos ni pictogramas, sino una serie de intrincados patrones geométricos que parecían cambiar y moverse bajo la luz.

Recordando la nota, KARL sabía que la clave estaba allí, en esos grabados. Comenzó a fotografiarlos frenéticamente, moviendo el celular para capturar cada detalle. La ansiedad lo invadía; el tiempo corría rápido y sabía que debía ser preciso. Los grabados eran fascinantes, casi hipnóticos, y parecían contar una historia que desafiaba la comprensión humana.

De repente, escuchó el eco de pasos acercándose por el pasillo. Sabía que su tiempo se había agotado. Terminó de tomar las últimas fotos justo cuando el hombre del uniforme regresó, esta vez con una expresión de urgencia aún mayor.

—Venga, profesor. ¡Ahora!

KARL guardó su celular y siguió al hombre a toda prisa, sintiendo la adrenalina correr por sus venas. Justo antes de salir de la recámara, pudo ver por un pasillo lateral un grupo de militares fuertemente armados que se acercaban para asegurar el lugar. La tensión en el aire era palpable.

El hombre lo guió por los túneles hasta que volvieron a la superficie. La luz del día lo cegó momentáneamente, pero la urgencia en la voz de su guía lo mantuvo en movimiento.

—Váyase ahora, profesor. No diga nada. Ha sido afortunado.

KARL asintió, sin decir una palabra, y se alejó rápidamente. Mientras caminaba, las preguntas se acumulaban en su mente. ¿Qué significaban esos grabados? ¿Por qué estaban los militares allí? Y lo más importante, ¿qué implicaciones tendría lo que había descubierto?

Con más preguntas que respuestas, KARL sabía que su misión estaba lejos de terminar. Pero una cosa era segura: los secretos de la Pirámide del Sol eran mucho más profundos y peligrosos de lo que jamás había imaginado.

El profesor KARL MASER regresó apresuradamente a su habitación en el Fungi Hostal, aun sintiendo la adrenalina correr por sus venas tras su intrépida incursión en los túneles bajo la Pirámide del Sol. Cerró la puerta con llave y se recostó contra ella por un momento, tratando de calmar su respiración. La pequeña y acogedora habitación, con su decoración rústica y paredes adornadas con arte local muy colorido, le ofrecía un falso sentido de seguridad. Sabía que debía mantenerse alerta.

Encendió su laptop y conectó su celular para transferir las fotos que había tomado en la recámara subterránea. Mientras las imágenes se descargaban, se dirigió a la pequeña mesa junto a la ventana y se sirvió un vaso de agua de la botella que había comprado en el camino de regreso. Sentía una mezcla de cansancio y emoción; había tanto que descifrar.

Las fotos comenzaron a aparecer en su pantalla, una tras otra, revelando los complejos y misteriosos grabados en la piedra central. KARL se inclinó hacia adelante, examinándolas con detenimiento. Los símbolos eran intrincados, una combinación de patrones geométricos y caracteres que no reconocía. No eran como ningún lenguaje antiguo que hubiera estudiado antes.

Sacó su libreta de notas y empezó a copiar algunos de los símbolos, intentando encontrar un patrón o una lógica en su disposición. Mientras lo hacía, una serie de ruidos provenientes del pasillo lo hizo detenerse y mirar hacia la puerta. Su corazón latió con fuerza. Se quedó inmóvil, aguzando el oído, pero los sonidos cesaron. Decidió que probablemente era solo otro huésped moviéndose por el pasillo, y volvió a su tarea, aunque más alerta que antes.

Los grabados en las fotos parecían seguir una secuencia específica, una narrativa oculta en su estructura. KARL se dio cuenta de que estos símbolos podrían ser una clave para descifrar el segundo archivo en su USB. Se sintió frustrado por la complejidad del código, pero también fascinado por el desafío que representaba.

De repente, un golpe fuerte en la ventana lo hizo saltar en su asiento. Miró hacia el cristal y vio la sombra de una rama movida por el viento. Dejó escapar un suspiro de alivio, aunque su corazón seguía acelerado. La paranoia lo estaba afectando, pero con razón. Las circunstancias eran excepcionales.

Volvió a concentrarse en las imágenes y notó algo peculiar en uno de los grabados: un conjunto de estrellas representadas de manera estilizada. La constelación era familiar, pero la forma en que estaba dispuesta era diferente a cualquier otra representación que hubiera visto. busco en san google un atlas estelar y empezó a compararla con las constelaciones conocidas. Después de unos minutos, se dio cuenta de que los símbolos representaban la constelación de Orión, pero con una configuración ligeramente alterada.

Esto lo llevó a una nueva hipótesis: los grabados no solo eran un lenguaje, sino también un mapa. Si la constelación de Orión estaba representada allí, ¿qué otros secretos podrían esconder ese mapa estelar? Continuó examinando las fotos, buscando más pistas. Encontró referencias sutiles a otros niveles bajo la pirámide, insinuando que lo visible en la superficie era solo la punta del iceberg.

Mientras continuaba su análisis, KARL recordó la nota que había encontrado en el archivo USB. Sus palabras resonaron en su mente: “La verdadera pirámide está debajo de todo”. Comenzó a considerar la posibilidad de que la Pirámide del Sol fuera una estructura mucho más compleja y extensa de lo que la arqueología convencional había revelado.

Otro ruido, esta vez un crujido en el pasillo, lo hizo detenerse de nuevo. Se levantó lentamente y se acercó a la puerta, escuchando con atención. El sonido se repetía, como si alguien estuviera tratando de ser sigiloso. KARL apagó la luz de su lámpara de escritorio y se quedó en la oscuridad, esperando. Tras unos segundos, el ruido desapareció. Decidió que estaba demasiado paranoico y que necesitaba concentrarse en su trabajo.

Regresó a su escritorio y abrió el segundo archivo de la USB. Dentro, encontró un documento de texto que parecía contener fragmentos de información crucial. Entre ellos, había referencias directas a la inscripción de la piedra. Se puso a trabajar en la traducción, utilizando los símbolos que había copiado y las pistas que había encontrado hasta ahora.

A medida que avanzaba, una imagen clara comenzó a formarse en su mente: la pirámide no solo era un monumento, sino también una especie de marcador o guía. Los símbolos de las estrellas indicaban posiciones y rutas, mientras que los caracteres parecían describir un viaje o una misión. Encontró menciones repetidas a un “paso subterráneo” y a “cámaras ocultas”.

Su excitación crecía con cada descubrimiento. A pesar de los sustos y las interrupciones, estaba logrando armar el rompecabezas. Sabía que debía ir más allá, explorar esos niveles subterráneos y descubrir la verdad oculta durante milenios.

De repente, un golpe en la puerta lo hizo dar un salto. Esta vez, los ruidos no eran producto de su imaginación. Se levantó con cautela, asegurándose de que su laptop y las notas estuvieran fuera de vista. Abrió la puerta una rendija y vio a un empleado del hotel.

—Disculpe, señor MASER, solo quería informarle que la limpieza de mañana se realizará un poco más temprano de lo habitual —dijo el empleado con una sonrisa—. Si necesita algo, por favor, háganoslo saber.

KARL asintió y cerró la puerta, sintiéndose un poco tonto por su reacción exagerada. Pero no podía dejar de lado la sensación de que estaba siendo observado. Se sentó de nuevo y volvió a concentrarse en los documentos y las fotos.

Finalmente, tras horas de trabajo meticuloso, logró descifrar un mensaje crucial. Las inscripciones de la piedra central hablaban de una entrada secreta a un nivel aún más profundo bajo la pirámide. El mapa estelar no solo era una representación del cielo, sino también una guía que señalaba dónde buscar. Las estrellas indicaban la ubicación de pasajes ocultos que llevaban a cámaras enterradas bajo la tierra.

KARL se sintió invadido por una mezcla de asombro y temor. Había descubierto una pista invaluable que podría cambiar la historia tal como la conocemos. Pero también sabía que esto lo ponía en un peligro aún mayor. Los poderes que intentaban mantener estos secretos enterrados no se detendrían ante nada para protegerlos.

Decidió que necesitaba descansar. Guardó todas sus notas y documentos en un lugar seguro y se preparó para dormir, aunque sabía que el sueño sería difícil de alcanzar. Las imágenes de los símbolos y los grabados giraban en su mente, y el misterio de la Pirámide del Sol lo mantenía en un estado de alerta constante.

Mientras apagaba la luz, una última pregunta cruzó su mente: ¿Qué más había oculto bajo la pirámide? Y, más importante aún, ¿estaba preparado para descubrirlo?

Se durmió, con un sueño pesado, cansado de esos inquietos en los que no estás seguro si duermes. veía la sonrisa de su madre, animándolo a que siguiese adelante, atrás su padre dando un afirmativo movimiento con la cabeza. luego la tierra se abría y un enorme hoyo en la tierra que se tragaba la pirámide y al mundo entero. se despertó con un sudor frio recorriendo su espalda, se levantó tomo un par de sorbos de agua y se durmió de nuevo, esta vez no soñó más.

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