El Cazador de Almas Perdidas – Creepypasta 17
Sombras y Cuchillas
Las Sombras del Tintal
La noche había caído sobre Bogotá, envolviendo la ciudad en una penumbra que solo la luz artificial de los faros y las ventanas podía romper. En los alrededores del Tintal, una zona que, aunque en constante desarrollo, aún mantenía áreas de sombra y secretos, Drex se movía con la precisión y el sigilo de un cazador experimentado.
Había pasado días preparando esta misión. Sabía que enfrentarse a La Muerte Plata no sería una tarea fácil, y mucho menos sub estimable. Aunque esta célula era solo una red secundaria, Drex estaba seguro de que la información que pudiera obtener sería crucial para entender la verdadera dimensión de la amenaza que representaban. El apartamento que buscaba se encontraba en uno de los conjuntos residenciales que habían florecido en la zona, rodeado de pequeñas tiendas, parques, y calles que parecían tranquilas pero que escondían más de lo que mostraban a simple vista.
Drex llevaba consigo sus dagas de muñeca, pequeñas y mortales hojas ocultas que se desplegaban con un simple movimiento de la muñeca. Las había utilizado antes, pero nunca en una misión de infiltración tan delicada. Sabía que un solo error podría costarle caro, y aunque confiaba en sus habilidades, también era consciente de que cualquier enfrentamiento directo debía ser rápido, letal, y dejar el menor rastro posible.
La Red del Tintal
El apartamento que había identificado como la base de operaciones de esta célula estaba situado en el segundo piso de uno de los bloques más alejados del conjunto. No había mucho tráfico de personas a esas horas, y las luces del apartamento en cuestión estaban apagadas, pero Drex sabía que había alguien dentro. Lo había confirmado con su olfato agudo, capaz de captar los sutiles cambios en el aire que indicaban la presencia de varias personas.
Antes de acercarse, Drex recorrió los alrededores, asegurándose de que no hubiera cámaras o guardias ocultos. Su entrenamiento como agente de homicidios no resueltos le había enseñado a no dar nada por sentado. A pesar de la aparente tranquilidad, Drex podía sentir la tensión en el aire, como si el mismo entorno estuviera esperando el estallido de una tormenta inminente.
El acceso al apartamento era sencillo, un pequeño balcón que daba a un patio interior le proporcionaba una ruta de entrada sin tener que forzar ninguna cerradura visible. Subió ágilmente por la pared lateral, usando los resquicios entre los ladrillos como puntos de apoyo. Al llegar al balcón, se detuvo un momento, aguzando el oído. Dentro, el sonido de dos voces bajas y susurrantes se filtraba por la puerta entreabierta.
Drex deslizó una de sus dagas de muñeca, preparándola para cualquier eventualidad, y empujó suavemente la puerta. No hizo ruido alguno, y Drex se adentró en la penumbra del apartamento con la misma cautela con la que un depredador acecha a su presa.
Entre las Sombras
El apartamento estaba casi a oscuras, apenas iluminado por la tenue luz de la luna que se filtraba por las cortinas. El olor del lugar le dio a Drex las primeras pistas sobre los ocupantes. Podía percibir el sudor, la tensión, y algo más: una mezcla de miedo y nerviosismo. Quienquiera que estuviera allí, no era un soldado experimentado.
Drex se movió con sigilo hacia la sala principal, donde las voces se hacían más claras. Dos figuras estaban sentadas alrededor de una mesa, revisando lo que parecían ser documentos y mapas. Drex se agazapó en las sombras, escuchando atentamente.
—…nos ordenaron mantenernos en silencio hasta que recibamos más instrucciones desde Quito —dijo una de las figuras, un hombre joven con una voz temblorosa—. Dicen que es cuestión de tiempo antes de que nos movilicen.
—Lo sé, pero me preocupa que nos hayan dejado aquí solos —respondió el otro, una mujer de mediana edad con un tono de voz más firme—. Este lugar no es seguro, y si ese cazador está cerca…
Drex sonrió para sí mismo al escuchar la referencia a él. Su reputación lo precedía, incluso entre los cazadores de hombres lobo. Sabía que esa ventaja psicológica era algo que podía explotar.
Sin hacer un solo sonido, Drex se movió hacia la cocina, donde podría escuchar mejor la conversación y estar preparado para intervenir si fuera necesario. Su olfato le indicaba que había algo más en el apartamento, un tercer ocupante que no estaba en la sala. Los rastros de olor lo dirigieron a una puerta cerrada al fondo del pasillo.
Con cuidado, Drex se acercó a la puerta y la entreabrió ligeramente. Al otro lado, un hombre más mayor, quizás el líder de este pequeño grupo, estaba sentado frente a un ordenador portátil, revisando información que, desde esa distancia, Drex no podía leer con claridad. Este hombre tenía un aura de autoridad, y Drex supo de inmediato que aquí era donde debía concentrar sus esfuerzos.
La Información
Drex decidió que su mejor opción era neutralizar primero al líder, para luego encargarse de los otros dos. Se acercó lentamente, su respiración controlada, mientras el hombre continuaba concentrado en la pantalla. Justo cuando Drex estaba a punto de actuar, el hombre comenzó a hablar por teléfono, dictando instrucciones en un tono bajo y autoritario.
—…sí, todo está listo para la operación en Quito. Pero necesito más hombres aquí en Bogotá. No podemos permitir que se filtre ninguna información. La Muerte Plata no debe ser descubierta antes de tiempo.
Drex sintió un frío recorrer su espalda. Esto confirmaba sus sospechas: La Muerte Plata no solo estaba creciendo en Colombia, sino que ya había extendido su red a nivel internacional. Quito era solo el comienzo.
No podía esperar más. Con un movimiento rápido y silencioso, Drex activó su daga de muñeca y la deslizó sobre el cuello del hombre, cortando su vida en un instante. El cuerpo cayó hacia adelante, sin emitir ningún sonido. Drex desactivó la hoja y se concentró en el ordenador portátil. Sabía que solo tenía unos minutos antes de que los otros en la sala notaran la ausencia de su líder.
Rápidamente, Drex comenzó a revisar los archivos en la pantalla. Encontró lo que buscaba: una lista de nombres, ubicaciones, y contactos que detallaban la expansión de La Muerte Plata por Sudamérica. Quito, Guayaquil, y hasta Lima estaban marcados como próximos objetivos. Drex descargó la información en una memoria USB que había llevado consigo, sabiendo que este tipo de pruebas serían valiosas para negociar un pago más alto con el regente.
Mientras realizaba la descarga, escuchó un movimiento detrás de él. Uno de los ocupantes del apartamento se había levantado de la mesa y se dirigía hacia la habitación. Drex se escondió en la sombra de una estantería, su cuerpo casi fusionándose con la oscuridad.
La mujer entró en la habitación, mirando hacia el escritorio donde el líder estaba desplomado. Con un jadeo ahogado, se acercó al cuerpo, dándole la espalda a Drex. Fue su último error. En un abrir y cerrar de ojos, Drex activó su otra daga y la hundió en la espalda de la mujer, quien apenas tuvo tiempo de darse cuenta de lo que ocurría antes de caer al suelo.
La Salida
El último ocupante, el hombre joven, estaba ahora en alerta, habiendo escuchado el breve sonido de la lucha. Drex sabía que debía moverse rápido. Se acercó a la sala principal, donde el joven había sacado una pistola y estaba buscando al intruso. Drex se deslizó detrás de él, usando su velocidad sobrehumana para desarmarlo antes de que pudiera reaccionar.
—¿Quién… quién eres? —balbuceó el joven, su voz quebrada por el miedo.
Drex no respondió, simplemente presionó su daga de muñeca contra el cuello del joven.
—Si gritas, no llegarás a vivir para contarlo —murmuró Drex en su oído—. Solo quiero información. Dime todo lo que sabes sobre la Muerte Plata, y te dejaré ir.
El joven, aterrorizado, comenzó a hablar rápidamente, revelando detalles sobre la estructura de la organización, las operaciones que habían planeado en Bogotá, y sus conexiones con otras células en Ecuador y Perú. Drex escuchó atentamente, su olfato captando el miedo en el sudor del joven, asegurándole que estaba diciendo la verdad.
Finalmente, Drex lo desmayó con un golpe preciso en la nuca, dejando el cuerpo inconsciente en el suelo. Sabía que no podía dejar cabos sueltos, pero también sabía que a veces la información era más valiosa cuando se dejaba un sobreviviente para contar la historia.
Con la memoria USB y la información obtenida, Drex salió del apartamento con la misma cautela con la que había entrado. Sabía que la Muerte Plata estaría al tanto de su presencia en cuanto encontraran los cuerpos, pero eso también era parte del plan. Quería que supieran que no estaban a salvo, que el cazador se había posado sobre ellos.
Un Regreso al Nido
Drex salió del apartamento y se deslizó por el pasillo en dirección a la salida. Mantuvo su ritmo constante, sus sentidos agudizados, atento a cualquier ruido o movimiento inesperado. Sabía que su escape debía ser tan limpio como su infiltración. A pesar de los cuerpos que había dejado atrás, no podía permitirse ser descubierto. El silencio en la oscuridad era su mejor aliado.
Cuando llegó al balcón, desactivó sus dagas de muñeca y las guardó cuidadosamente. Subió la pequeña barandilla y descendió por la pared del edificio con la agilidad de un felino. Tocó el suelo con suavidad y rápidamente se fundió con las sombras de la noche. Las calles del Tintal estaban vacías, y Drex aprovechó la falta de testigos para alejarse del lugar sin ser visto.
Sabía que lo que había encontrado en ese apartamento era solo la punta del iceberg. La Muerte Plata estaba mejor organizada y extendida de lo que había imaginado. Sus planes iban más allá de Colombia, y sus operaciones en Ecuador y Perú eran solo el comienzo de algo mucho más grande y peligroso. Esta información era vital, no solo para él, sino también para el regente de los hombres lobo. Drex quería asegurarse de que lo supieran y, por supuesto, que pagaran bien por ese conocimiento.
Con la memoria USB en su bolsillo, Drex se dirigió a la guarida del lobo en el centro de Bogotá. Sabía que esta información debía ser entregada directamente al regente, y cuanto antes lo hiciera, mejor. Mientras caminaba por las calles vacías, su mente seguía procesando lo que había aprendido. La expansión de La Muerte Plata a nivel internacional no solo era una amenaza para los hombres lobo, sino para todas las criaturas sobrenaturales que compartían este mundo en las sombras.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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