La Diosa Akna.
La Divinidad del Crepúsculo y la Luna.
Akna: La Divinidad del Crepúsculo y la Luna.
En el vasto escenario de la mitología maya, donde las estrellas y los dioses se entrelazan en una danza cósmica, la Diosa Akna emerge como una figura de enigmática belleza y poder. Su presencia resplandece en las leyendas antiguas, entrelazando lo celestial con lo terrenal en una narrativa que cautiva y fascina. En esta primera parte del relato, nos adentraremos en la presentación de Akna, explorando su nombre, contexto mitológico y el misterio que rodea su nacimiento.
El Nombre de Akna: Susurros del Crepúsculo.
Akna evoca una sensación de calma y misterio. En la lengua maya, Akna se traduce como “la que da luz” o “la que ilumina”. Este nombre no solo refleja su papel como diosa de la luna y del crepúsculo, sino que también captura la esencia de su influencia sobre el ciclo de la vida y la oscuridad. En las historias y leyendas, Akna es vista como la luminosa figura que guía a los viajeros nocturnos y protege a aquellos que buscan su camino en la penumbra.
La elección del nombre de Akna está íntimamente ligada a su dominio sobre la luz y la oscuridad, representando la dualidad de la existencia y la conexión entre el mundo de los dioses y el de los mortales. Su nombre resuena en las oraciones y cánticos de los antiguos mayas, evocando la imagen de una divinidad que no solo ilumina, sino que también protege y guía con su suave resplandor lunar.
Contexto Mitológico: La Diosa del Crepúsculo y la Luna.
Akna ocupa un lugar único en el panteón maya, siendo una de las deidades más enigmáticas y veneradas. Su dominio abarca el crepúsculo y la luna, dos momentos del día que representan la transición entre la luz y la oscuridad, la vida y la muerte. En la mitología maya, el crepúsculo es visto como un tiempo de cambio y transformación, un momento en el que los límites entre el mundo físico y el espiritual se desdibujan.
Como diosa del crepúsculo, Akna es responsable de la transición entre el día y la noche, guiando a los seres humanos a través de este liminal momento. Su presencia en el cielo vespertino es vista como un símbolo de esperanza y renovación, mientras que su influencia sobre la luna le confiere un papel de protección y vigilancia durante la noche. Akna es a menudo representada con una diadema de plata que brilla como la luna llena, y sus vestidos parecen estar hechos de las mismas estrellas que adornan el firmamento nocturno.
En las leyendas, Akna es una figura que simboliza el equilibrio y la armonía, manejando las fuerzas de la luz y la oscuridad con una gracia y destreza que sólo ella posee. Su dominio sobre el crepúsculo y la luna la convierte en una mediadora entre el mundo de los vivos y el de los muertos, una guía para las almas perdidas y una protectora de aquellos que se aventuran en la noche.
El Nacimiento de Akna: El Nacimiento de la Luna.
El nacimiento de Akna es una historia llena de misterio y magia, envuelta en el velo de la leyenda. Según los antiguos relatos, Akna nació en un momento de gran trascendencia cósmica, durante un eclipse lunar que marcó el nacimiento de una nueva era. En la mitología maya, los eclipses son vistos como eventos significativos que señalan cambios profundos y transformaciones en el mundo.
La leyenda cuenta que, durante el eclipse, el cielo se oscureció y las estrellas se alinearon en una danza celestial. De esta oscuridad emergió Akna, naciendo de la luna misma. Su llegada fue recibida con una sinfonía de cantos y ofrendas por parte de los dioses y los humanos, que reconocieron en ella el comienzo de una nueva fase en el ciclo cósmico. Su nacimiento se celebró con rituales que incluían la iluminación de fogatas y la creación de mandalas de flores, simbolizando la luz que traería al mundo.
Desde su nacimiento, Akna fue reconocida como una de las diosas más poderosas y benevolentes del panteón maya. Su llegada trajo consigo una nueva forma de iluminación, no solo física sino espiritual, que guiaba a las personas a través de los momentos de transición y cambio. Su influencia sobre la luna y el crepúsculo estableció una conexión entre lo divino y lo terrenal, ofreciendo protección y guía a aquellos que la invocaban.
El Rol de Akna en la Vida Cotidiana.
En la vida cotidiana de los antiguos mayas, Akna jugaba un papel crucial. Su influencia se extendía a las prácticas religiosas y rituales, donde se la invocaba para asegurar la protección y el equilibrio. Los sacerdotes y chamanes realizaban ceremonias en su honor durante el crepúsculo y las noches de luna llena, buscando su guía y bendición.
Además, Akna era considerada una protectora de los viajeros nocturnos y los aventureros. Los relatos cuentan que aquellos que se aventuraban en la oscuridad de la noche ofrecían oraciones a Akna para asegurar su seguridad y éxito. Su luz era vista como una guía en los momentos de incertidumbre, proporcionando claridad y dirección a quienes la necesitaban.
La presencia de Akna también se sentía en la vida doméstica, donde se creía que su influencia ayudaba a mantener el equilibrio en el hogar. Las mujeres embarazadas y los niños eran especialmente protegidos por su luz, que se consideraba un símbolo de salud y bienestar. En los momentos de adversidad, la invocación de Akna se convertía en un acto de fe y esperanza, buscando su intervención para superar los desafíos.
El Misterio y la Belleza de Akna.
La historia de Akna es una narrativa de misterio, luz y transformación. Su nombre y contexto mitológico nos revelan la profundidad de su influencia en la vida de los antiguos mayas, así como su papel como diosa del crepúsculo y la luna. Desde su nacimiento en un eclipse lunar hasta su impacto en la vida cotidiana, Akna emerge como una figura de gracia y poder, que ilumina los caminos de los mortales y ofrece guía en los momentos de oscuridad.
En esta primera parte del relato, hemos explorado los aspectos fundamentales de la diosa Akna, estableciendo el escenario para las próximas fases de su historia. En las siguientes partes, nos adentraremos en su infancia y desarrollo como diosa, sus grandes hazañas y sus interacciones con otros dioses y humanos, así como su legado duradero en la mitología maya. La historia de Akna nos invita a explorar la belleza y la complejidad de las creencias antiguas y a apreciar la riqueza de la mitología que ha dado forma a nuestras culturas y tradiciones.
La Infancia de la Diosa del Crepúsculo y la Luna.
En la vasta inmensidad del cielo maya, donde el crepúsculo se entrelaza con la noche estrellada, la diosa Akna comenzó su viaje divino. Esta es la historia de sus primeros años, un período lleno de misterio y maravilla, donde descubrió sus poderes, entrenó para cumplir su destino y creció hasta convertirse en la diosa venerada del crepúsculo y la luna.
Los Primeros Años: El Despertar de una Divinidad.
La infancia de Akna, aunque envuelta en el velo de la leyenda, es un capítulo fascinante de su historia. Nacida en un momento cósmico de gran trascendencia, la diosa comenzó su vida en un entorno de magia y esplendor. Desde el instante en que emergió del eclipse lunar, Akna fue rodeada por un aura de misterio y admiración. Los antiguos mayas creían que los primeros años de un dios eran tiempos de preparación y prueba, donde la divinidad recién nacida debía aprender a manejar sus poderes y entender su papel en el cosmos.
El joven Akna fue confiada a la tutela de las deidades mayores, quienes la guiaron en el conocimiento de los secretos celestiales y terrenales. En los bosques sagrados, bajo el resplandor de la luna creciente, aprendió sobre los ciclos del día y la noche, y cómo su luz podía influir en los destinos de los mortales. Sus primeras lecciones fueron impartidas en silencio, a través de visiones y sueños, mientras su corazón absorbía la sabiduría de los cielos y la tierra.
Descubrimiento de los Poderes: El Arte de la Luz y la Oscuridad.
A medida que Akna crecía, sus poderes comenzaron a manifestarse de manera tangible. En el crepúsculo de sus primeros años, la joven diosa descubrió su capacidad para controlar la luz y la oscuridad. Era un arte sutil y elegante, donde la luz de la luna y el resplandor del crepúsculo se fusionaban en un espectáculo de belleza etérea.
Su habilidad para crear la transición entre el día y la noche era un don innato, pero requería práctica y perfección. Con cada amanecer y cada atardecer, Akna perfeccionaba su destreza, ajustando la intensidad de la luz y el grado de oscuridad para mantener el equilibrio cósmico. Esta habilidad no solo era esencial para el ciclo natural, sino también para mantener la armonía entre el mundo de los vivos y el de los muertos.
Uno de los momentos más significativos en el descubrimiento de sus poderes ocurrió durante un eclipse parcial, un evento que Akna había observado con fascinación desde su nacimiento. En este eclipse, la joven diosa comprendió que su luz podía atravesar incluso la más profunda oscuridad. Con un gesto sutil de su mano, transformó la oscuridad del eclipse en un resplandor plateado que iluminó el cielo nocturno, demostrando su control sobre las fuerzas celestiales.
Entrenamiento y Crecimiento: La Forja de una Diosa.
El entrenamiento de Akna para convertirse en una diosa plenamente reconocida no fue tarea sencilla. Requería no solo la perfección de sus habilidades, sino también el entendimiento profundo de su papel en el equilibrio del cosmos. Bajo la guía de los dioses mayores, la joven Akna aprendió a equilibrar sus poderes y a comprender el impacto de sus acciones en el mundo de los mortales.
Los rituales nocturnos se convirtieron en una parte fundamental de su entrenamiento. Cada noche, los sacerdotes y chamanes realizaban ceremonias en honor a la diosa, buscando su guía y bendición. A través de estos rituales, Akna aprendió a comunicarse con los mortales y a entender sus preocupaciones y necesidades. Este contacto directo con los humanos le permitió ajustar su influencia para ofrecer protección y orientación durante la noche.
En el corazón de la selva maya, donde los cielos se encontraban en perfecta armonía con la tierra, Akna entrenó en el arte de la meditación y la contemplación. Aquí, en un entorno lleno de calma y serenidad, la diosa perfeccionó su habilidad para escuchar los susurros del viento y las voces de los espíritus. Esta conexión profunda con la naturaleza le permitió mantener un equilibrio perfecto entre la luz y la oscuridad, y cumplir su papel como guardiana del crepúsculo y la luna.
El Reconocimiento como Diosa: La Ascensión al Firmamento.
El reconocimiento de Akna como una diosa plenamente realizada no llegó de inmediato. Fue un proceso gradual, en el que la joven deidad demostró su maestría y su comprensión de su papel en el cosmos. A medida que sus habilidades se perfeccionaron y su influencia creció, Akna fue celebrada no solo por los dioses, sino también por los mortales que dependían de su luz y protección.
En una ceremonia celestial que marcó el final de su entrenamiento, Akna fue adornada con una diadema de plata y gemas que brillaban como las estrellas. Esta ceremonia no solo simbolizaba su ascensión al estatus de diosa reconocida, sino también su compromiso con la protección y guía de los mortales. Los dioses mayores y los sacerdotes ofrecieron sus bendiciones, y la luz de Akna se convirtió en un faro de esperanza y equilibrio para el mundo.
Desde ese momento, Akna se estableció firmemente como la diosa del crepúsculo y la luna, y su presencia se convirtió en una constante en la vida de los antiguos mayas. Su influencia sobre la transición entre el día y la noche, y su capacidad para guiar a las almas perdidas, la convirtieron en una figura venerada y respetada en la mitología maya.
La Formación de una Deidad Eterna.
La infancia y los primeros años de Akna, llenos de descubrimientos y entrenamientos, formaron la base de su existencia como diosa. Su viaje desde el descubrimiento de sus poderes hasta su reconocimiento como una deidad completa es una historia de crecimiento, dedicación y belleza. En cada etapa de su desarrollo, Akna demostró no solo su habilidad para controlar la luz y la oscuridad, sino también su compromiso con el equilibrio y la protección.
Esta segunda parte del relato nos ofrece una visión profunda de la formación de Akna como diosa, estableciendo las bases para explorar sus grandes hazañas, sus interacciones con otros dioses y humanos, y su legado en la mitología maya en las siguientes partes de nuestra serie. La historia de Akna es un testimonio de la belleza y la complejidad de las creencias antiguas, y su viaje como diosa continúa iluminando el camino hacia una mayor comprensión de la riqueza de la mitología del mundo.
Grandes Hazañas y Enigmas Celestiales.
La diosa Akna, con su luminoso manto de luna y su dominio sobre el crepúsculo, no solo fue venerada por su capacidad para iluminar la oscuridad, sino también por sus épicas hazañas y sus complejas interacciones con el cosmos y los mortales. En esta tercera parte del relato, desentrañaremos las grandes gestas de Akna, sus vínculos con otros dioses, y las intrigas que rodearon su existencia.
El Equilibrio de la Luz y la Oscuridad.
Una de las más célebres hazañas de Akna se cuenta en el antiguo mito del “Equilibrio Celestial”. Según la leyenda, durante una era en la que el caos se apoderó del cielo, los ciclos de luz y oscuridad se desestabilizaron. La noche se extendió más allá de su límite natural, y el día se volvía interminablemente abrasador. Los dioses clamaron por ayuda, pues la armonía del universo estaba en peligro.
Akna, con su dominio sobre el crepúsculo y la luna, fue convocada para restaurar el equilibrio. La diosa, en su sabiduría y poder, se enfrentó a un desafío colosal: debía unir el poder de la luna con el del crepúsculo para crear una nueva era de equilibrio. En una noche sin igual, Akna se levantó en el cielo, su figura luminosa iluminando la oscuridad mientras tejía un hechizo que combinaba la luz de la luna con el dorado resplandor del crepúsculo. Su magia reestableció el ciclo natural, dividiendo el día y la noche de manera justa y restaurando la armonía en el cosmos.
La victoria de Akna fue celebrada con grandes festivales en la Tierra, donde los mayas realizaron danzas bajo la luz de la luna y ofrecieron ofrendas a la diosa, agradecidos por la restauración del equilibrio celestial.
Interacciones con Otros Dioses: La Alianza con Ix Chel.
Entre los dioses del panteón maya, Akna tenía una relación especialmente significativa con Ix Chel, la diosa de la luna y la fertilidad. Aunque ambas compartían el dominio lunar, sus roles eran distintos, y juntas formaban una poderosa alianza en la cosmología maya. La colaboración entre Akna e Ix Chel simbolizaba la unión de la luz y la oscuridad, la creación y la destrucción, un equilibrio esencial para el orden del universo.
En un relato famoso, se narra cómo Akna e Ix Chel se unieron para enfrentar a un dios rival que amenazaba con sumergir el mundo en la oscuridad eterna. Juntas, las diosas tejieron una red de luz mágica que contenía y disipaba la amenaza, usando sus poderes combinados para mantener el equilibrio y asegurar que el ciclo natural continuara sin interrupciones. Su colaboración no solo fortaleció su vínculo, sino que también consolidó su estatus como guardianas de la luz y la noche.
Interacciones con Humanos: La Guía de los Viajeros Nocturnos.
Los antiguos mayas tenían un profundo respeto por Akna, y su influencia se extendía a la vida cotidiana de la gente. La diosa era invocada en momentos de incertidumbre, especialmente por aquellos que se aventuraban en la noche. Las leyendas cuentan que Akna se aparecía a los viajeros en forma de un resplandor tenue, guiándolos a través de la oscuridad y protegiéndolos de peligros desconocidos.
En una historia popular, un joven aventurero llamado K’in se perdió en la selva durante una noche sin luna. Desesperado y sin rumbo, K’in invocó a Akna en busca de ayuda. La diosa respondió a su llamado, apareciendo como una luminiscente estrella que iluminó el camino de regreso a su aldea. Los ancianos del pueblo vieron este evento como una señal de la benevolencia de Akna, y el joven aventurero se convirtió en un ferviente devoto de la diosa, contando su historia a las generaciones futuras.
Amigos, Enemigos y Rivales: La Dualidad del Poder.
A pesar de su carácter benevolente, Akna no estuvo exenta de conflictos. Entre sus rivales se encontraba el dios del Sol, Kinich Ahau, cuya luz ardiente a menudo entraba en conflicto con el crepúsculo suave y la luz lunar de Akna. En un mito clásico, Kinich Ahau y Akna participaron en un duelo cósmico para determinar quién tendría el dominio sobre el amanecer y el anochecer.
El enfrentamiento entre ellos no fue una batalla física, sino una competencia de poderes lumínicos. Kinich Ahau intentó deslumbrar a Akna con su luz abrasadora, pero la diosa del crepúsculo utilizó su magia para crear un resplandor que combinaba las luces del sol y la luna, creando un amanecer y un anochecer que equilibraba la intensidad de su rival. Este acto de equilibrio no solo demostró su habilidad, sino también su rol como mediadora entre las fuerzas del día y la noche.
Entre sus amigos, la diosa Akna contaba con figuras como los guardianes de la naturaleza, quienes veían en ella una protectora de los bosques y los animales nocturnos. En una historia de la mitología, Akna ayudó a proteger una antigua selva sagrada de la invasión de espíritus malignos, invocando la luz de la luna para disipar las sombras y restaurar la paz en el bosque. Esta acción fortaleció su relación con los guardianes de la naturaleza, quienes la consideraron una aliada invaluable en su misión de preservar el equilibrio natural.
La Sabiduría y el Legado de Akna.
A medida que Akna continuaba sus grandes hazañas, su reputación como una diosa de gran poder y sabiduría se consolidó. Su capacidad para mantener el equilibrio entre la luz y la oscuridad, su habilidad para guiar a los viajeros nocturnos y su rol como mediadora entre los dioses la hicieron una figura central en la mitología maya. Su legado se reflejó en la veneración que recibía en templos y ceremonias, así como en los relatos que los antiguos mayas transmitieron a lo largo de los siglos.
Akna no solo representaba el equilibrio celestial, sino también la interconexión de todos los elementos del cosmos. Su influencia se extendió más allá de los cielos, tocando la vida de los mortales y asegurando que la armonía prevaleciera en el universo. Las historias de sus hazañas, sus relaciones con otros dioses y su impacto en el mundo humano continúan siendo un testimonio de la profundidad y la belleza de la mitología maya.
La Diosa que Ilumina el Crepúsculo y la Luna.
La tercera parte del relato de Akna revela una diosa que no solo ilumina la oscuridad con su luz, sino que también juega un papel crucial en la intersección de la divinidad y la humanidad. Sus grandes hazañas, sus relaciones con otros dioses, y su impacto en la vida de los mortales demuestran la complejidad y el poder de su presencia en el panteón maya. En la próxima y última parte del relato, exploraremos sus pruebas y tribulaciones, su muerte y el legado que dejó en la mitología, cerrando así el ciclo de su fascinante historia.
Pruebas, Tribulaciones y el Legado de la Diosa del Crepúsculo.
La diosa Akna, custodiana del crepúsculo y la luna, vivió una existencia que estuvo marcada tanto por sus grandes logros como por sus desafíos más oscuros. En esta cuarta y última parte de nuestro relato, exploraremos las pruebas y tribulaciones que enfrentó Akna, su eventual desaparición y el impacto perdurable que dejó en la mitología maya. Concluiremos con una reflexión sobre su legado y la influencia que su historia continúa ejerciendo en el imaginario colectivo.
Las Pruebas y Tribulaciones: La Oscuridad que Amenaza el Equilibrio.
Como cualquier divinidad de gran poder y responsabilidad, Akna no estuvo exenta de desafíos. Su existencia estuvo marcada por una serie de pruebas que pusieron a prueba su fortaleza y su habilidad para mantener el equilibrio cósmico. Entre estas pruebas, la más notable fue la confrontación con una entidad primordial conocida como Xibalba, el Señor de la Oscuridad.
Xibalba, un antiguo dios que regía sobre el inframundo y las fuerzas caóticas, había observado con envidia el dominio de Akna sobre el crepúsculo y la luna. Desafiante, Xibalba planeó sumergir el mundo en una noche interminable, para desestabilizar el equilibrio que Akna había trabajado arduamente para mantener. En una serie de eventos cósmicos, la oscuridad de Xibalba comenzó a extenderse, amenazando con eclipsar la luz de la diosa.
Akna, enfrentada a esta amenaza, se vio obligada a emprender un viaje al corazón del inframundo. Esta travesía no solo fue física, sino también espiritual, pues la diosa tuvo que enfrentar sus propios miedos y dudas. En el oscuro reino de Xibalba, Akna encontró los desafíos más temibles: ilusiones de desesperanza, monstruos de sombras y la tentación de sucumbir a la oscuridad. Sin embargo, con cada obstáculo superado, su luz se volvió más brillante, y su determinación más firme.
En un enfrentamiento culminante, Akna utilizó su habilidad para combinar la luz del crepúsculo con la de la luna, creando un resplandor tan intenso que disipó las sombras de Xibalba. Esta victoria no solo restauró el equilibrio, sino que también demostró la inquebrantable fortaleza de la diosa y su capacidad para enfrentar incluso las fuerzas más oscuras.
La Muerte de Akna: El Último Crepúsculo.
A pesar de su victoria sobre Xibalba, la existencia de Akna como diosa no estaba destinada a ser eterna. En las leyendas, se dice que la diosa, después de siglos de vigilia sobre el crepúsculo y la luna, comenzó a experimentar el desgaste del tiempo. Sus poderes, aunque inmensos, empezaron a disminuir, y la luz de su presencia se volvió más tenue.
La muerte de Akna fue un evento de gran pesar y solemnidad en el panteón maya. Se creía que, al final de su ciclo, la diosa se retiró al rincón más remoto del cosmos, donde el crepúsculo se funde con la noche eterna. Su partida fue precedida por un último espectáculo de luces, donde su resplandor iluminó el cielo en un deslumbrante crepúsculo que se extendió por la eternidad.
Los antiguos mayas realizaron ceremonias en su honor, y la diosa fue celebrada como una heroína que había mantenido el equilibrio durante su vida. Su desaparición marcó el fin de una era, pero también el comienzo de una nueva fase en la mitología, donde su legado continuaría inspirando a futuras generaciones.
Impacto en la Historia y el Legado de Akna.
El impacto de Akna en la historia maya es innegable. Su rol como diosa del crepúsculo y la luna no solo influyó en la cosmología, sino que también dejó una marca indeleble en la cultura y las creencias de los antiguos mayas. Su historia de valor y equilibrio fue transmitida a través de generaciones, convirtiéndose en un símbolo de la lucha entre la luz y la oscuridad, y la importancia de mantener el equilibrio en todos los aspectos de la vida.
Los templos dedicados a Akna se convirtieron en centros de culto, donde los sacerdotes realizaban rituales para invocar su protección y bendición. Las representaciones artísticas de la diosa, con su luminiscencia etérea, adornaban los murales y las esculturas, testimoniando su influencia en el arte y la cultura. Las ceremonias nocturnas en su honor eran momentos de reflexión y agradecimiento, donde los mayas ofrecían tributos a la diosa que había iluminado sus noches y guiado sus caminos.
El legado de Akna también se reflejó en las prácticas astronómicas y los calendarios mayas. Su influencia sobre el ciclo lunar y el crepúsculo era evidente en la precisión con la que los mayas observaban y registraban los movimientos celestiales. La diosa se convirtió en un símbolo de la conexión entre el mundo terrenal y el celestial, y su historia continuó siendo una fuente de inspiración para los estudiosos y devotos.
Reflexión Final: La Luz que Perdura en la Eternidad.
La historia de Akna es un recordatorio de la belleza y la complejidad de la mitología maya. A través de sus pruebas y tribulaciones, su muerte y el impacto que dejó, la diosa del crepúsculo y la luna se convierte en un faro de equilibrio y luz en el vasto firmamento de la mitología. Su vida, marcada por la lucha contra las fuerzas de la oscuridad y la búsqueda de la armonía, refleja las verdades universales que trascienden el tiempo y el espacio.
Akna no solo iluminó el cielo nocturno, sino también el corazón de aquellos que la veneraron. Su legado es un testimonio de la capacidad humana para encontrar significado y belleza en las fuerzas cósmicas, y su historia continúa resonando a través de las generaciones. La diosa del crepúsculo y la luna permanece como un símbolo de la esperanza y la persistencia, recordándonos que incluso en los momentos más oscuros, la luz siempre encontrará su camino.
Así concluye el relato de Akna, una diosa cuya existencia y legado nos invitan a reflexionar sobre la interconexión entre la luz y la oscuridad, y el equilibrio que define el cosmos. En cada crepúsculo y cada luna llena, su presencia sigue iluminando el cielo, un recordatorio eterno de la belleza y la magia que se encuentran en los mitos y leyendas del mundo.
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