‘El cazador de almas perdidas’. Creepy pasta 30.
La Sangre del Consejo Vampirico.
Habían pasado 48 horas desde la batalla en la base de operaciones de la Muerte Plata en Mocoa. La ciudad, sumida en la tranquilidad propia de la selva, había sido testigo de un evento que apenas comenzaba a desvelar sus consecuencias. Los noticieros locales y nacionales no dejaban de hablar del misterioso incendio que se había desatado en los restos de la base destruida. Durante las últimas 24 horas, el fuego había consumido lo que quedaba de la fortaleza, dejando poco más que cenizas y escombros humeantes. Para el público, era un trágico accidente, una catástrofe natural; para Drex y sus compañeros, era algo más: un encubrimiento cuidadosamente orquestado.
Drex, aún recuperándose en los aposentos del Consejo Vampírico en el barrio Sancancio de Mocoa, se encontraba en un estado de vigilia constante. Aunque sus heridas físicas estaban sanando, su mente seguía atrapada en la vorágine de la reciente batalla y las revelaciones que había traído consigo. Sabía que la paz que sentía ahora no duraría mucho. Siempre había más preguntas que respuestas, y en su mundo, las respuestas eran raramente agradables.
Fue en medio de esta meditación silenciosa cuando su teléfono comenzó a vibrar en la mesa a su lado. La pantalla mostraba un nombre que no le sorprendió ver: Fabián. Tomando el teléfono, Drex contestó, su voz áspera por el cansancio acumulado.
—Fabián, ¿qué novedades tienes?
La voz de Fabián, aunque firme, tenía un tono de preocupación subyacente que Drex captó al instante.
—Drex, ¿cómo te encuentras? Estoy en camino a Mocoa para una entrevista con Vambertoken. El Vaticano me ha pedido que hable con él en relación a los eventos recientes… ya sabes, la votación de no confianza y todo eso. La situación no debería escalar, pero…— Fabián hizo una pausa, su voz bajando un tono—. Tampoco creo que sea un encuentro amistoso.
Drex sabía que una entrevista entre el Vaticano y Vambertoken no era un asunto trivial. El Archiconde siempre había sido una figura envuelta en misterio y poder, alguien con la habilidad de influir en los eventos más allá de lo que la mayoría podía comprender. Una reunión como esta implicaba que las tensiones estaban llegando a un punto crítico.
—Fabián, ten cuidado—, advirtió Drex—. Vambertoken no es alguien a quien puedas sorprender fácilmente, y si hay algo que él no quiera que sepas, no lo sabrás a menos que él lo permita. ¿Estás preparado para eso?
Fabián soltó un suspiro pesado.
—Lo sé, Drex. Pero tengo un trabajo que hacer, y la situación es demasiado delicada para ignorarla. Mantén la calma y descansa por ahora. Te contactaré cuando llegue a Mocoa.
La llamada se cortó, y Drex se recostó en su asiento, su mente girando con pensamientos contradictorios. Fabián era capaz, pero enfrentarse cara a cara con Vambertoken era otra historia. Drex sabía que tendría que estar alerta, no solo por lo que Fabián podría descubrir, sino también por lo que podría desatarse a partir de ese encuentro.
No pasó mucho tiempo antes de que su teléfono volviera a sonar, esta vez mostrando un nombre diferente: María González. Drex sonrió levemente al ver su nombre en la pantalla, sabiendo que la llamada le traería un respiro en medio del caos.
—María—, saludó Drex con un tono más relajado—. Me alegra oírte.
La voz de María, suave pero firme, resonó al otro lado de la línea.
—Drex, solo quería saber cómo estás. Sé que la batalla fue dura, y me preocupé cuando no supe de ti después de todo lo que ocurrió.
—Estoy bien, María—, respondió Drex, sintiendo una calidez en sus palabras—. Solo necesito un poco más de descanso. Las cosas han sido… intensas.
María hizo una pausa antes de continuar, su tono volviéndose un poco más serio.
—Drex, hay algo que necesitas saber. Vambertoken ha convocado a Tatiana a Mocoa después de que ella terminara con la base de la Muerte Plata en Cali. Quiere que ella se encargue de algo, pero no me dio detalles. Sin embargo, me pidió que te dijera que cuando tengas un momento, vengas a verme. Hay algo que necesito mostrarte personalmente.
Drex sintió que la curiosidad se encendía dentro de él. Sabía que cuando María hablaba en esos términos, era algo importante.
—Tan pronto como pueda, estaré allí—, prometió Drex—. Y cuídate, María. La situación en Mocoa es tensa, y no sabemos qué más podría surgir de todo esto.
—Lo mismo te digo—, respondió María con suavidad—. Nos veremos pronto, Drex.
La llamada terminó, y Drex se quedó mirando el teléfono por un momento, sintiendo el peso de todo lo que estaba ocurriendo. Entre la entrevista de Fabián con Vambertoken y la misteriosa solicitud de María, había mucho en juego, y todo parecía estar convergiendo en un solo punto.
Fue entonces cuando notó una llamada perdida de Auxplex, su amigo y aliado en Perú, que había llegado el día anterior mientras él dormía. Sintiéndose culpable por no haber contestado antes, Drex decidió devolverle la llamada.
El tono de marcación resonó una vez antes de que la voz calmada pero inquietante de Auxplex contestara.
—Drex, es bueno oírte—, saludó Auxplex—. Me estaba preguntando cuándo te pondrías en contacto.
—Lo siento, amigo—, respondió Drex—. Las cosas han estado bastante caóticas por aquí. Vi tu llamada perdida, ¿qué está pasando en Perú?
La voz de Auxplex se volvió más grave, indicando que había algo importante que compartir.
—Drex, ha habido movimientos extraños en la región—, explicó—. He visto a personas desconocidas llegar a Perú, y no parecen ser simples turistas. Han estado haciendo preguntas sobre lugares antiguos, ruinas que tienen una conexión con la Killa Rawa.
El corazón de Drex dio un vuelco al escuchar el nombre del objeto que había sido el objetivo de su búsqueda.
—¿La Killa Rawa?—, repitió Drex, sus pensamientos acelerándose—. ¿Estás seguro de eso?
—Tan seguro como puedo estarlo—, confirmó Auxplex—. Sus preguntas y comportamiento no son normales. Creo que la Killa Rawa está aquí en Perú, y estos extraños podrían estar involucrados en algo grande. No puedo decir más sin confirmar mis sospechas, pero la situación me tiene preocupado.
Drex sintió que todo encajaba. La Killa Rawa, un objeto de inmenso poder, había desaparecido de Mocoa, y ahora parecía que había sido trasladada a Perú. La Muerte Plata había sido lo suficientemente astuta como para ocultarla bien, pero no lo suficientemente rápida como para evitar que rastrearan sus pasos.
—Auxplex, estaré en Perú pronto—, dijo Drex con firmeza—. Traeré a algunos conocidos conmigo, y nos reuniremos en Cusco. Es hora de resolver esto de una vez por todas.
Auxplex aceptó con un tono que indicaba alivio.
—Te esperaré en Cusco, Drex. Nos veremos pronto.
La llamada terminó, y Drex sintió que la tensión en sus hombros se relajaba un poco. Sabía que la situación estaba lejos de resolverse, pero al menos tenía un nuevo objetivo: Perú.
El Encuentro Con Vambertoken.
A pesar de su agotamiento, Drex sabía que no podía descansar aún. Se levantó, se vistió y salió de los aposentos hacia el lugar donde Vambertoken solía recibir a sus visitantes, sabiendo que lo que iba a compartir con él sobre la Killa Rawa era crucial.
El camino hacia la mansión de Vambertoken era corto, pero en ese tiempo, Drex no pudo evitar preguntarse cómo reaccionaría el Archiconde a la noticia. Vambertoken siempre parecía estar un paso por delante, y Drex sospechaba que esta vez no sería diferente.
Al llegar, fue recibido por los guardias de Oricalco que lo escoltaron hasta una gran sala decorada con antigüedades y objetos de arte que reflejaban siglos de historia vampírica. Vambertoken estaba allí, como si lo hubiera estado esperando, con su figura imponente y su aura de poder.
—Drex—, lo saludó Vambertoken con una leve inclinación de cabeza—. ¿Qué noticias traes?
Drex se acercó y le contó todo lo que había descubierto durante su conversación con Auxplex. Habló de las sospechas de que la Killa Rawa había sido trasladada a Perú, y de los movimientos sospechosos en la región. Vambertoken escuchó en silencio, sus ojos fijos en Drex con una intensidad que no dejó escapar ningún detalle.
Cuando Drex terminó de hablar, Vambertoken esbozó una sonrisa, una mezcla de satisfacción e ironía.
—Sabía que la Killa Rawa no estaba en Mocoa—, dijo Vambertoken, como si todo fuera parte de un plan que solo él comprendía—. Y me alegra que la hayas localizado en Perú. Esto confirma lo que ya sospechaba.
Drex no pudo ocultar su sorpresa. Como de costumbre, Vambertoken ya sabía lo que Drex acababa de descubrir. Era como si el vampiro estuviera al tanto de cada movimiento que se hacía, siempre anticipándose a los demás.
—¿Cómo es que siempre sabes lo que ocurre antes de que te lo digamos?—, preguntó Drex, su tono incrédulo.
Vambertoken sonrió, pero antes de que pudiera responder, la puerta de la sala se abrió, y Fabián entró, su presencia llenando el espacio con una energía tensa. La llegada de Fabián interrumpió la conversación, pero Drex supo que sus preguntas no se quedarían sin respuesta.
Vambertoken miró a Fabián con una expresión neutral, pero sus ojos reflejaban un brillo de conocimiento que Drex no pudo pasar por alto.
—Ah, Fabián—, dijo Vambertoken con un tono casi acogedor—. Justo a tiempo. Drex aquí tiene algunas preguntas sobre mi lealtad y cómo logro estar siempre un paso adelante. Curiosamente, creo que esas son exactamente las preguntas que tú también tienes en mente.
Fabián, que ya estaba preparado para una entrevista tensa, pareció titubear por un momento. Vambertoken no solo había anticipado sus preguntas, sino que las había desvelado antes de que pudiera pronunciarlas. La atmósfera en la sala se volvió más densa, cargada de expectativas y desconfianza.
Vambertoken, disfrutando visiblemente del control que tenía sobre la situación, dio un paso adelante y se presentó formalmente, como si estuviera proclamando algo mucho más grande.
—Soy Seraph Vambertoken II, hijo de la Archiconde Lunwox Vambertoken y de Zakfig Vambertoken—, declaró con orgullo—. Ambos son miembros del Consejo de Ancianos de los Vampiros Mundiales, la máxima organización vampírica del mundo. Soy fiel a mi sangre, a mi familia y al Consejo de Ancianos de Vampiros. Ellos dictan que el pacto entre todas las razas, incluidos los humanos, debe ser respetado. En este mundo, nadie tiene más poder que el Consejo de Ancianos de Vampiros, y así debe seguir siendo.
Las palabras de Vambertoken cayeron pesadas sobre los hombros de Drex y Fabián. Ambos sabían que estaban lidiando con algo que iba más allá de lo que podían comprender fácilmente. Pero lo que Vambertoken dijo a continuación, dejó a Fabián congelado.
—Y si quieres saber cómo adelanto tus movimientos, Fabián—, continuó Vambertoken, con una sonrisa irónica en sus labios—, es bastante fácil de imaginar. Tengo un infiltrado en el Vaticano. Uno muy poderoso, alguien a quien tú llamas maestro. Su nombre es Julian.
El impacto de las palabras fue inmediato. Fabián, que había llegado a Mocoa con una misión clara, sintió que el suelo bajo sus pies se tambaleaba. Julian, su mentor, había sido quien le había inculcado la desconfianza hacia Vambertoken, quien había iniciado la votación de no confianza en el Vaticano. Ahora, frente a esta revelación, todo lo que Fabián había creído saber se derrumbaba.
Vambertoken observó el titubeo de Fabián, su expresión suavizándose ligeramente.
—Ahora, Fabián—, dijo Vambertoken en un tono más suave pero igual de firme—, debes determinar si las respuestas que te he dado son suficientes para ti.
Fabián no pudo responder de inmediato. Estaba atrapado entre la lealtad a su maestro y la realidad que Vambertoken acababa de poner ante él. La confusión y el conflicto interno eran evidentes en su rostro.
Vambertoken, viendo la conmoción en Fabián, decidió no presionarlo más.
—Tu entrevista ha concluido, Fabián—, dijo Vambertoken con una formalidad que no dejaba espacio para objeciones—. Deberías regresar y reflexionar sobre lo que has aprendido aquí. Dejaré a Tatiana a cargo de la situación en Mocoa mientras yo continúo con mis propios movimientos. Y tú, Drex—, agregó, girándose hacia él—, prepárate. Pronto partirás a Perú. La Killa Rawa no puede caer en manos equivocadas.
Fabián apenas tuvo tiempo de procesar lo que había ocurrido antes de que Vambertoken se despidiera y saliera de la sala, dejándolo a solas con Drex. El silencio que siguió fue pesado, cargado de pensamientos no expresados y decisiones difíciles.
Fabián, aún en estado de shock, finalmente se giró hacia Drex, su expresión reflejando la tormenta interna que lo consumía.
—Julian…—, murmuró—. Siempre me dijo que desconfiara de Vambertoken. Fue él quien inició la votación de no confianza… y ahora resulta que ha estado trabajando con él desde el principio.
Drex, viendo el conflicto en los ojos de Fabián, supo que su amigo estaba enfrentando una revelación devastadora.
—Fabián, esto es más grande de lo que cualquiera de nosotros podría haber imaginado—, dijo Drex con suavidad—. Pero debemos mantener la cabeza fría. No podemos permitir que el caos nos consuma ahora.
Fabián asintió lentamente, aunque la confusión aún nublaba su mente.
—Tienes razón, Drex—, dijo con un suspiro pesado—. Pero… necesito tiempo para procesar todo esto. Y necesito respuestas.
La charla entre Drex y Fabián fue interrumpida por un profundo silencio, un entendimiento tácito de que las cosas nunca serían iguales. Sabían que las sombras que los rodeaban se estaban volviendo más oscuras, y que las decisiones que tomaran a partir de ahora tendrían consecuencias mucho más profundas de lo que jamás hubieran imaginado.
Con un último asentimiento, Fabián se despidió y salió de la sala, dejando a Drex solo para reflexionar sobre lo que vendría a continuación. Drex sabía que la batalla en Mocoa había sido solo el comienzo, y que las verdaderas pruebas aún estaban por delante. Pero una cosa era segura: nada sería como antes.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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