Que tenemos para ti

Lee GRATIS

En un pequeño pueblo llamado Valle de Sonrisas, la vida transcurría con tranquilidad. Los días eran cálidos y soleados, y los niños jugaban felices en el parque central. Entre ellos estaba Lila, una niña de diez años conocida por su risa contagiosa. Su risa era como música, y dondequiera que iba, la gente no podía evitar sonreír al escucharla.

Lila vivía con su madre, Clara, que era la enfermera del pueblo. Clara siempre decía que la risa era la mejor medicina para el alma, y Lila se lo tomaba muy en serio. Desde pequeña, había aprendido a ver el lado divertido de las cosas. Siempre tenía un chiste en la punta de la lengua y un brillo travieso en sus ojos. Sin embargo, últimamente, Lila había notado que algo había cambiado en el aire de Valle de Sonrisas.

Una mañana, mientras Lila caminaba hacia la escuela, se dio cuenta de que muchos de sus amigos parecían más serios de lo habitual. En el camino, vio a su amiga Sara, que estaba sentada en una banca, con la cabeza baja y una expresión triste en el rostro.

—¡Sara! —exclamó Lila, acercándose—. ¿Qué te pasa?

Sara levantó la mirada, sus ojos llenos de lágrimas.

—No sé, Lila —suspiró—. Es que desde que el abuelo de Diego se enfermó, todos están tan preocupados. La verdad es que siento que ya nadie ríe como antes.

Lila frunció el ceño, dándose cuenta de lo que decía su amiga. La enfermedad del abuelo de Diego había afectado a toda la comunidad, y la alegría que antes llenaba el aire se había desvanecido poco a poco. La escuela se había vuelto más silenciosa y los recreos ya no eran lo que solían ser.

Lila decidió que no podía permitir que la tristeza se apoderara de sus amigos. Si la risa era realmente la medicina para el alma, tenía que hacer algo. Así que, a partir de ese día, se propuso hacer reír a todos en su camino.

Cuando llegó a la escuela, Lila se sentó con sus amigos en la hora del almuerzo y comenzó a contar chistes.

—¿Por qué los pájaros no usan Facebook? —preguntó con una sonrisa en el rostro.

Los demás la miraron, confundidos.

—¡Porque ya tienen Twitter! —gritó, soltando una risa contagiosa.

Al principio, algunos de sus amigos la miraron sin saber si reír o no, pero poco a poco, la risa de Lila comenzó a resonar en la mesa. Una por una, las sonrisas aparecieron en los rostros de sus compañeros. Sara se unió a la risa y, al poco tiempo, la mesa entera estaba llena de carcajadas. Lila se sintió aliviada al ver que, aunque la preocupación seguía presente, la risa también podía encontrar su camino.

Después de la escuela, Lila decidió organizar un pequeño espectáculo de talentos en el parque. Se acercó a sus amigos y les dijo:

—Chicos, ¿qué les parece si hacemos un show de talentos este fin de semana? Cada uno puede mostrar algo divertido o emocionante, y así podremos reírnos juntos.

Al principio, algunos dudaron. Diego, el mejor amigo de Lila, se mostró escéptico.

—No sé si eso funcionará, Lila. La gente está demasiado preocupada por el abuelo. No creo que quieran hacer un show.

Pero Lila no se rindió. Con su energía inagotable, logró convencer a todos para que se unieran a la idea. Les recordó que la risa es una forma de aliviar la tristeza y que, aunque la situación era difícil, siempre había espacio para un poco de alegría. Todos se animaron, y pronto, el grupo empezó a planear el espectáculo.

El día del evento, el parque se llenó de risas y colores. Lila había hecho carteles coloridos que anunciaban el espectáculo, y sus amigos habían preparado diversas actuaciones. Algunos iban a contar chistes, otros a hacer trucos de magia, y algunos incluso iban a cantar. El ambiente se sentía festivo y la emoción era palpable.

Cuando llegó la hora del espectáculo, Lila se subió al escenario improvisado. Su corazón latía con fuerza, pero estaba decidida a hacer reír a todos. Comenzó con su chiste favorito:

—¿Por qué los esqueletos nunca pelean? ¡Porque no tienen agallas!

Las risas comenzaron a brotar, y a medida que avanzaba el espectáculo, las preocupaciones se fueron desvaneciendo, aunque fuera solo por un momento. La risa se convirtió en un bálsamo que curaba las almas de todos los presentes. La alegría que Lila había querido compartir con sus amigos comenzó a expandirse por el parque, y pronto todos estaban riendo y disfrutando de cada actuación.

El espectáculo continuó, y entre los participantes, Sara se animó a hacer un pequeño sketch sobre dos detectives que trataban de resolver el misterio de por qué nadie estaba riendo en el pueblo. La actuación fue un éxito rotundo, y las risas resonaron aún más fuerte. Lila se sintió orgullosa de su amiga y de todos los que habían participado. La energía positiva del evento era contagiosa.

Al finalizar el espectáculo, la comunidad se reunió en un círculo y Lila tomó la palabra.

—Quiero agradecerles a todos por venir y por participar. La risa es la medicina para el alma, y hoy hemos demostrado que, incluso en los momentos difíciles, siempre podemos encontrar una razón para sonreír. Vamos a seguir riendo juntos y apoyándonos, porque eso es lo que hacen los amigos.

La gente aplaudió, y en ese momento, Lila se dio cuenta de que había logrado lo que se proponía. Había devuelto la risa y la alegría a su comunidad, y aunque el abuelo de Diego seguía enfermo, la conexión entre los amigos y la comunidad se había fortalecido.

A medida que la tarde se oscurecía y las luces del parque comenzaban a brillar, Lila se sintió agradecida. Sabía que las preocupaciones nunca desaparecerían por completo, pero también entendía que la risa tenía el poder de unir a las personas, de sanar las almas y de crear recuerdos inolvidables.

Ese día, Valle de Sonrisas recuperó su nombre y su esencia. Gracias a la risa de Lila, el pueblo había encontrado un motivo para sonreír, y todos se marcharon a casa con el corazón un poco más ligero y una sonrisa en los labios. La risa había demostrado ser una poderosa medicina, y Lila estaba dispuesta a seguir compartiéndola con todos los que la rodeaban.

Los días siguientes al espectáculo en el parque se sintieron diferentes en Valle de Sonrisas. A pesar de la preocupación por el abuelo de Diego, la comunidad había experimentado algo mágico durante el evento: una sensación de unión, de apoyo mutuo. Lila se sintió más motivada que nunca para seguir haciendo reír a la gente, y decidió organizar un club de la risa en su escuela.

Cada viernes después de clases, Lila y sus amigos se reunían en un aula, donde compartían chistes, hacían juegos de improvisación y contaban historias divertidas. El club pronto se convirtió en el lugar favorito de muchos niños. La risa resonaba por los pasillos de la escuela, y todos esperaban con ansias los viernes.

Un día, mientras el club de la risa se preparaba para su reunión habitual, Lila se dio cuenta de que Diego no había estado asistiendo últimamente. Preocupada, decidió hablar con él. Al día siguiente, lo buscó en la hora del almuerzo.

—¡Diego! —gritó Lila al verlo sentado solo en una mesa—. ¿Por qué no has venido al club de la risa? ¡Te estamos extrañando!

Diego levantó la mirada, pero no parecía muy entusiasmado. Sus ojos estaban apagados, y Lila sintió un nudo en el estómago al ver que su amigo estaba claramente luchando con algo.

—No sé, Lila. Me siento mal por mi abuelo. Cada vez que trato de reír, me acuerdo de que él no puede hacerlo —confesó Diego con tristeza.

Lila sintió que su corazón se apretaba al escuchar esas palabras. Sabía que la situación del abuelo de Diego era seria, pero también entendía que la risa podía ser un refugio en tiempos difíciles. Con suavidad, se sentó junto a él y le tomó la mano.

—Diego, entiendo cómo te sientes. Pero recuerda que a tu abuelo le encantaría verte feliz. Estoy segura de que querría que te rieras y disfrutaras de la vida. ¿Qué tal si venías a una reunión del club esta semana? Tal vez puedas compartir un chiste con nosotros.

Diego dudó, pero la mirada esperanzada de Lila le dio un pequeño empujón. Decidió que intentaría asistir, aunque no estaba seguro de cómo se sentiría. Al día siguiente, llegó a la reunión del club con un poco de nerviosismo.

Lila se dio cuenta de que Diego estaba allí y se acercó a él con una gran sonrisa.

—¡Bienvenido de nuevo! —dijo entusiasmada—. Vamos a hacer un juego de improvisación. ¡Necesitamos tu energía!

Diego se sonrojó, pero al ver a sus amigos tan emocionados, se sintió un poco más animado. El juego consistía en crear una historia cómica en grupo, donde cada uno debía añadir una línea. A medida que avanzaban, la creatividad de todos se desató, y pronto el aula se llenó de risas.

—Entonces, ¡el perro comenzó a bailar salsa en la plaza del pueblo! —dijo uno de los amigos, haciendo que todos se descontrolaran de risa.

Diego, por un momento, se olvidó de sus preocupaciones. Se unió al juego, agregando líneas absurdas que hacían reír a todos. Al final de la reunión, se sintió mucho mejor. La risa había logrado hacer su efecto, aunque fuera por un instante.

Los días pasaron, y a medida que el club de la risa se hacía más popular, Lila comenzó a notar que el abuelo de Diego seguía sin mostrar mejoría. Cada vez que pasaba por la casa de su amigo, lo veía sentado en la ventana, con la mirada perdida en el horizonte. La preocupación de Diego no solo era palpable, sino que parecía afectar a toda la familia.

Un viernes, mientras el club de la risa se reunía, Lila tuvo una idea. Sabía que si su abuelo necesitaba risas y alegría, tal vez lo mejor sería llevar el club de la risa a su casa. Con un brillo en los ojos, se levantó y propuso su plan a sus amigos.

—¡Chicos! ¿Qué tal si llevamos nuestra risa al hogar de Diego? Podríamos hacer una pequeña presentación para su abuelo. ¡Sería una gran sorpresa!

Los amigos aplaudieron con entusiasmo. Todos estaban de acuerdo en que llevar alegría a la casa de Diego era una excelente idea. Al día siguiente, Lila se reunió con su grupo de amigos y se prepararon para el gran día. Cada uno eligió un acto divertido para presentar, desde chistes hasta pequeñas actuaciones de magia.

El domingo llegó, y Lila estaba nerviosa pero emocionada. Con una cesta llena de bocadillos y dulces, se dirigieron a la casa de Diego. Cuando llegaron, Lila sintió una mezcla de felicidad y ansiedad. Pero sabía que era por el bien de su amigo y su abuelo.

Cuando tocaron el timbre, Diego abrió la puerta, y su rostro se iluminó al ver a sus amigos.

—¡Chicos! ¿Qué hacen aquí? —preguntó, sorprendido.

—¡Sorpresa! —gritaron todos a la vez—. Hemos venido a hacer una presentación para ti y tu abuelo.

Diego sonrió, pero su mirada reflejaba un atisbo de tristeza. Lila tomó su mano y lo condujo hacia la sala, donde su abuelo estaba sentado en una silla, con una manta sobre sus piernas. Al verlo, Lila sintió un cosquilleo de emoción y determinación.

—Hola, abuelo de Diego —saludó Lila, con una gran sonrisa—. Hoy hemos traído un poco de alegría para ti. ¡Prepárate para reír!

El abuelo sonrió débilmente, pero su mirada mostraba una mezcla de curiosidad y escepticismo. Lila se dio cuenta de que tenía que hacer que ese momento fuera especial.

Los amigos comenzaron su actuación. Primero, uno de los chicos hizo un truco de magia que dejó a todos boquiabiertos. Luego, Sara compartió un chiste que hizo reír a la sala. El ambiente se llenó de risas, y aunque el abuelo no se reía a carcajadas, su rostro comenzó a relajarse y su sonrisa se hizo más amplia.

A medida que avanzaba el espectáculo, Lila se dio cuenta de que su abuelo estaba disfrutando. Sus ojos brillaban un poco más, y por primera vez en semanas, parecía olvidarse de su enfermedad, aunque fuera por un momento.

Después de algunas actuaciones, Lila decidió que era su turno de brillar. Con su inconfundible energía, subió al frente y empezó a contar algunos de sus mejores chistes. El primero fue un clásico:

—¿Por qué los pájaros no usan computadoras? ¡Porque tienen miedo de los virus!

Las risas comenzaron a surgir entre los presentes, y cuando llegó el momento de su cierre, Lila decidió hacer algo especial. Con una gran sonrisa, dijo:

—Y ahora, para el gran final, quiero que todos hagamos un pequeño juego. ¡Vamos a reír juntos!

A pesar de la seriedad de la situación, el abuelo de Diego se unió a la diversión. Lila les pidió a todos que se miraran unos a otros y se sonrieran, incluso si no podían reírse. En ese instante, el ambiente se llenó de alegría y, por un momento, la tristeza se disipó.

Finalmente, el espectáculo llegó a su fin, y la sala estalló en aplausos. El abuelo de Diego aplaudió, con los ojos llenos de lágrimas. Lila sintió que su corazón se llenaba de felicidad al ver que su plan había funcionado.

—Gracias, chicos —dijo Diego, emocionado—. Mi abuelo no ha estado tan feliz en semanas.

Lila sonrió, sintiendo que había logrado algo importante. No solo había llevado risas a la casa de Diego, sino que también había creado un momento de conexión que les recordaría a todos que, aunque los tiempos fueran difíciles, siempre había espacio para la alegría y la risa.

Esa noche, mientras regresaban a casa, Lila se dio cuenta de que había aprendido una valiosa lección. La risa era, de verdad, una medicina poderosa, y su misión no había terminado. Sabía que debía continuar compartiendo alegría, no solo con Diego y su abuelo, sino con toda su comunidad.

A partir de ese día, Lila se comprometió a seguir haciendo reír a los demás, porque sabía que, aunque la vida pudiera ser complicada, la risa siempre encontraría su camino.

A medida que las semanas pasaron, la noticia del espectáculo que Lila y sus amigos habían organizado en la casa de Diego se esparció rápidamente por el vecindario. La comunidad de Valle de Sonrisas se unió más que nunca, inspirándose en el acto de bondad y alegría que Lila había promovido. Agradecidos, muchos de los vecinos decidieron organizar su propia “Tarde de Risa”, donde podrían compartir historias divertidas, chistes y juegos para todos.

Lila se convirtió en la coordinadora de este nuevo evento, un papel que asumió con entusiasmo. Junto a Diego y los demás amigos del club de la risa, comenzaron a planear las actividades para la primera Tarde de Risa, que tendría lugar en el parque de la comunidad.

El día del evento llegó, y el parque estaba decorado con globos de colores y pancartas que decían “¡Ríe y Comparte!”. Lila se sintió llena de energía mientras veía a las familias llegar, cada una con una sonrisa en el rostro. La música alegre resonaba en el aire, y los niños corrían de un lado a otro, llenos de emoción.

Cuando la hora del espectáculo llegó, Lila subió al escenario improvisado y miró a la multitud. Su corazón latía con fuerza, pero la calidez de las sonrisas que la rodeaban la llenó de confianza.

—¡Bienvenidos a la primera Tarde de Risa! —anunció con entusiasmo—. Hoy, vamos a compartir risas y alegría, y lo más importante: ¡vamos a recordar lo valiosa que es la risa en nuestras vidas!

Diego se unió a ella en el escenario, y juntos comenzaron la presentación. Contaron chistes, hicieron juegos de palabras y animaron a la audiencia a participar. Cada vez que un chiste hacía reír a la multitud, Lila sentía que su corazón se llenaba de satisfacción. Ver a las personas felices la hacía sentir que estaba cumpliendo con su misión.

Una de las sorpresas más grandes del día fue cuando el abuelo de Diego se unió a ellos en el escenario. Aunque aún no se sentía completamente bien, había decidido hacer un pequeño discurso. La multitud se quedó en silencio cuando vio al anciano acercarse al micrófono, pero lo que ocurrió a continuación fue inesperado.

—Hola, amigos —dijo el abuelo, con una voz temblorosa pero llena de cariño—. Quiero agradecerles a todos por traer alegría a mi vida. A veces, la tristeza nos puede hacer sentir solos, pero la risa… ¡la risa es un regalo! Quiero compartir un chiste con ustedes.

La multitud aplaudió con entusiasmo, y el abuelo sonrió, sintiéndose motivado. Contó un chiste simple sobre un gallo que quería cruzar la carretera. La risa fue contagiosa, y pronto todos estaban riendo, incluidos Diego y Lila. En ese momento, Lila comprendió que la risa no solo había ayudado a su abuelo, sino que también había unido a la comunidad de una manera hermosa.

A medida que avanzaba la Tarde de Risa, cada persona compartió algo especial: algunos contaron historias graciosas, otros presentaron canciones divertidas y algunos, incluso, realizaron pequeñas obras de teatro. La energía era electrizante, y los corazones de todos estaban llenos de felicidad.

Cuando el evento llegó a su fin, la multitud estalló en aplausos y vítores. Lila, Diego y el abuelo de Diego se miraron, llenos de alegría. Lila se sintió más conectada que nunca con su comunidad. En ese momento, comprendió que la risa no solo es una forma de entretenimiento; es una manera de unir a las personas, de ayudar a sanar corazones heridos y de recordar lo que realmente importa en la vida.

A lo largo de los siguientes meses, la Tarde de Risa se convirtió en un evento regular en Valle de Sonrisas. Las familias esperaban con ansias cada encuentro, ya que les recordaba que, incluso en los momentos más difíciles, siempre había un motivo para sonreír.

Un día, mientras Lila y Diego caminaban de regreso a casa después de un evento, Diego le confesó que su abuelo había comenzado a sentirse mucho mejor.

—Lila, creo que la risa realmente ha hecho una diferencia —dijo Diego—. Mi abuelo sonríe más y siempre me dice que le encanta escucharme reír. Gracias por traer esto a nuestras vidas.

Lila sintió una inmensa felicidad al escuchar esas palabras. Supo que había cumplido con su propósito, no solo ayudando a su amigo, sino también a toda su comunidad. La risa, pensó, era verdaderamente una medicina para el alma.

La historia de Lila y su club de la risa se convirtió en un legado en Valle de Sonrisas, inspirando a nuevas generaciones a compartir alegría y a valorar el poder de la risa. Lila aprendió que, aunque la vida tuviera altibajos, siempre había una oportunidad para ser un faro de luz en la vida de alguien más.

Y así, Lila continuó su misión de hacer reír a todos a su alrededor, recordando que cada risa compartida era una oportunidad para sanar y crecer juntos. Porque en el fondo, cada día era una nueva oportunidad para ser mejor, y en Valle de Sonrisas, eso nunca se olvidaría.

moraleja La risa es la medicina para el alma.

Y colorín colorín, este cuento llegó a su fin. bueno mis amables oyentes. ¡NOS VEMOS MAÑANA! CON UN NUEVO CUENTO CON MORALEJA.

Audio Libro GRATIS

¿Te gustaría disfrutar de este contenido en formato de AUDIO LIBRO GRATIS? Aprovecha!!

Volver a la Lista de Cuentos

Recuerda que siempre puedes volver a consultar nuestros libros en formato de AUDIO LIBRO GRATIS en nuestro canal de Youtube. NO OLVIDES SUSCRIBIRTE

Síguenos en las Redes

Descarga nuestra App

Disfruta GRATIS de los mejores libros para Leer o Escuchar sobre Esoterismo, Magia, Ocultismo.

Disfruta GRATIS de los mejores libros para Leer o Escuchar para los pequeños grandes del mañana.

Disfruta de la historia de Terror más oscura y MARAVILLOSA que está cautivando al mundo.

Retira en Nequi, Daviplata, Tarjetas Netflix, Bitcoin, Tarjeta Visa Prepagada, ETC.