El cazador de almas perdidas – Creepypasta 337.
La Reunión de la Manada.
Tras los resultados contundentes del último operativo, Vambertoken decidió otorgar dos días
de descanso a La Purga antes de retomar las misiones. Aprovechando esta pausa, la
manada decidió reunirse en la madrugada. El tema principal era uno que no podían seguir
evitando: ¿qué hacer con Alexia?
El día aún no había llegado, y aunque la cuestión de Alexia pesaba en todos, Tyrannus,
como líder, optó por empezar con temas más ligeros para crear un ambiente más cómodo
antes de abordar lo inevitable.
Tatiana tomó la palabra, relajada pero atenta a cada uno de sus compañeros. —Para
empezar suave, quiero compartir que las runas que encontraron Julián y Tyrannus no eran
Atlantes, sino Lemurianas —dijo, arrastrando las palabras con un toque de ironía—. Y, por
desgracia, aunque estoy aprendiendo Atlante, nadie en la Purga sabe leer Lemuriano.
Diana soltó una pequeña risa. —Entonces será otro misterio más para la colección. —La
loba de la manada se acomodó en su lugar, su tono cambiando al de un orgullo palpable—.
Ahora, ¡tengo algo que quiero que todos sepan! Olfuma se transformó por primera vez sin la
necesidad del hambre llamándola.
La noticia resonó en el ambiente. Drex fue el primero en reaccionar, acercándose a Olfuma
con una sonrisa amplia. —Impresionante, Olfuma. A mí me tomó casi un año lograrlo. —Sus
palabras estaban llenas de honestidad y respeto, reconociendo lo que había alcanzado la
joven licántropa.
Olfuma, emocionada y al mismo tiempo tímida por ser el centro de atención, no pudo evitar
sonreír. —Gracias, Drex. Todo este tiempo me sentí perdida, pero… con el entrenamiento
que Tiranus me ayudó a desarrollar en… la orgía, y lo que he aprendido de todos ustedes,
he logrado controlarme.
Tiranus asintió desde su asiento, satisfecho de ver los avances de Olfuma. La joven era el
orgullo de la manada, y la sonrisa en su rostro demostraba que ella lo sentía. Era querida,
aceptada.
Tatiana intervino, y con una mirada tranquila, cambió ligeramente el tema. —Tengo otra
buena noticia: el padre de Asha, Adkaj Latshiktor, ya se fue. Finalmente, el asunto de
Fabiola ha quedado enterrado para siempre. Para nosotros, siempre será Olfuma.
—Apenas terminó de decirlo, Diana la abrazó, agradecida y aliviada, la calidez del gesto
evidenciando lo importante que era cerrar ese capítulo.
—Gracias por todo, Tatiana —dijo Diana, visiblemente emocionada. A lo largo de los últimos
tiempos, el vínculo entre Tatiana, Diana y Olfuma se había vuelto sólido, como si fueran una
familia inseparable.
Drex, observando la escena, no pudo evitar sonreír. Le sorprendía ver lo cercanas que se
habían vuelto Tatiana, Diana y Olfuma, algo que en otro momento hubiera sido impensable.
Finalmente, llegó el turno de Drex. Con un brillo pícaro en sus ojos, se acomodó antes de
hablar. —Hay algo más que debo compartir —dijo con un toque de misterio—. Encontré un
dragón. No uno de mentiras, no uno que se parezca a un dragón. No, un dragón de verdad,
muerto, pero fresco.
La manada quedó en silencio por unos segundos, impactada. Diana fue la primera en
reaccionar con incredulidad. —¿Un dragón? ¿De verdad?
—Sí, de verdad —repitió Drex, sacando de su bolsillo seis escamas que había tomado del
cuerpo del dragón. Las mostró a sus compañeros, y el asombro creció.
Tatiana, en su papel de Directora General de Oricalco, fingió estar indignada.
—¡Drex! ¡No puedo permitir que hagas eso! ¡Soy la Directora General de Oricalco!
—exclamó, cruzando los brazos en una burla evidente.
—Vamos, Tatiana —dijo Drex, con una sonrisa mientras le mostraba las escamas—. No me
vas a regañar por esto, ¿verdad?
Tatiana se rió, sabiendo que no lo haría.
—Está bien. Pero, ¿qué planeas hacer con esas escamas?
Olfuma, emocionada e inocente, sugirió: —¿Se pueden comer?
—No, Olfuma, no son para comer —respondió Drex con una sonrisa divertida, evitando que
la joven tuviera una experiencia desagradable.
Tyrannus observaba en silencio, pero algo en su memoria se encendió. —Espera un
momento… —dijo—. Recuerdo haber visto algo similar cuando cazábamos a la Muerte
Plata. ¿Drex, no lanzaste fuego en tu forma de licántropo?
Drex asintió, mientras Tyrannus, maestro de la piroquinesis, reflexionaba. —Eso no es
posible para nosotros. Los licántropos no podemos usar magia en esa forma… pero ese
fuego era diferente. Más poderoso que cualquier fuego que haya visto.
—Exactamente —confirmó Drex—. Las escamas de dragón son el ingrediente clave para
una poción de alquimia que le compré a Daniel, el alquimista que trabaja con el Archicónde
Ramírez. Con una sola escama se pueden hacer cinco pociones, y cada una de ellas nos
permitirá escupir fuego como un dragón incluso en nuestra forma de licántropo.
La idea de tener ese poder hizo que la manada estallara en emoción. Tyrannus, quien sabía
lo que implicaba un fuego de dragón, estaba impresionado. Si esas llamas superaban las
suyas, el poder de la manada aumentaría exponencialmente.
—Parece que tendremos 30 pociones, cinco para cada uno —añadió Drex.
El ambiente se relajó después de la emoción inicial, y la manada finalmente se dispuso a
abordar el tema más delicado del día: Alexia. Sabían que la conversación no sería fácil,
pero ahora, después de tanta celebración y camaradería, estaban listos para enfrentarla
juntos.
—Tyrannus, ¿empezamos con esto? —preguntó Tatiana, sabiendo que el líder de la
manada era quien debía dirigir esa parte de la reunión.
La manada se preparaba, sabiendo que la discusión sobre Alexia marcaría el futuro de
todos.
La madrugada avanzaba mientras la manada se reunía bajo el cielo oscuro y despejado. La
tranquilidad del entorno contrastaba con la tensión que llenaba el aire. Después de tanto
tiempo evitando el tema, por fin había llegado el momento de discutir algo que todos sabían
que no podían seguir postergando: ¿qué hacer con Alexia?
Tyrannus, como líder de la manada, se situó al frente. La mirada firme de quien tiene la
responsabilidad de liderar, pero con la mente abierta para escuchar lo que cada uno tenía
que decir.
—Es hora de tomar una decisión sobre Alexia —dijo Tyrannus, rompiendo el silencio—. Ha
estado haciendo esfuerzos por acercarse a nosotros, pero eso no significa que sea fácil.
Cada uno de nosotros tiene su historia y razones para desconfiar o apoyar su integración.
Hoy vamos a discutirlo y tomar una decisión como manada.
La primera voz que se escuchó fue la de Drex. Sabía que su opinión era crucial, no solo
porque él era el más directamente afectado, sino porque la historia con Alexia era más
complicada de lo que muchos comprendían.
—Cuando Alexia me abandonó, no éramos parte de la manada. Eso es cierto —comenzó
Drex, su voz calma pero cargada de significado—. Pero eso no cambia lo que significa su
traición. Me transformó con su sangre, me convirtió en lo que soy, y aun así, decidió
abandonarme. Si fue capaz de dejarme a mí, que llevaba su sangre… —hizo una pausa,
buscando las palabras adecuadas—. No puedo evitar pensar que, si se uniera a la manada,
¿qué garantía tenemos de que no haría lo mismo con Olfuma? O con cualquiera de
nosotros.
El tono de Drex no era de resentimiento personal, sino de una fría realidad que comprendía
mejor que nadie. No era solo el abandono lo que le preocupaba, sino la posibilidad de que
Alexia repitiera el mismo patrón con alguien más vulnerable.
—No estoy diciendo que no pueda cambiar —continuó—. Pero lo que hizo me dejó claro
que no siempre se puede confiar en ella. No soy partidario de su inclusión en la manada,
pero tampoco voy a oponerme con fuerza. Lo que decidamos como grupo, lo respetaré.
Drex dejó que sus palabras flotaran en el aire. Era claro que su posición no estaba cargada
de odio, sino de una lógica firme y una comprensión de lo que estaba en juego.
Diana fue la siguiente en tomar la palabra, y para sorpresa de todos, su postura fue más
moderada de lo que muchos esperaban. Como protectora feroz de Olfuma, todos creían
que sería la primera en oponerse rotundamente a Alexia. Pero sus experiencias recientes la
habían hecho reconsiderar algunos aspectos.
—Miren, no es que confíe en Alexia ni nada parecido —empezó Diana, con su habitual
franqueza—. Pero la he visto en acción dos veces, y en ambas protegió a Olfuma como si
fuera parte de la manada. No me esperaba eso de alguien que abandonó a Drex, pero lo
hizo. Lo que me pone en una posición difícil porque… por un lado, no me siento cómoda
teniéndola cerca de Olfuma todo el tiempo, no después de lo que hizo. Pero, por otro lado,
no puedo ignorar lo que vi. Fue leal en esos momentos. —Diana cruzó los brazos,
claramente aún con reservas—. Si sigue demostrando que puede ser confiable, tal vez… tal
vez podría haber una posibilidad. Pero aún no estoy del todo convencida.
Era extraño ver a Diana considerando darle una oportunidad a Alexia, pero su razonamiento
era sólido. La lealtad de Alexia hacia Olfuma había sido evidente en varias ocasiones, y eso
pesaba mucho en su decisión.
Olfuma, que todos esperaban que defendiera a Alexia como lo había hecho en el pasado,
sorprendió con su honestidad. Sus manos temblaban mientras trataba de encontrar las
palabras adecuadas para expresar lo que sentía.
—Siempre pensé que… que la manada estaba siendo muy dura con ella —empezó, su voz
temblorosa—. Pensé que Alexia merecía una oportunidad, porque… porque todos merecen
una segunda oportunidad, ¿verdad? Pero… —se detuvo y respiró hondo—. He estado
pensando en lo que pasaría si alguna vez me quedo sola con ella, en una situación
complicada. ¿Y si me abandona, como lo hizo con Drex? —Olfuma no pudo evitar que sus
ojos se llenaran de lágrimas—. Me da miedo, mucho miedo. No sé si podría soportarlo.
Creo que es injusto lo que estamos haciendo con ella, pero no puedo evitar sentir este
terror.
La confesión de Olfuma cayó como una bomba. La joven licántropa, que siempre había
defendido a Alexia, ahora admitía sus miedos más profundos. Y ese miedo no podía ser
ignorado.
Tatiana, quien había permanecido en silencio hasta ese momento, sabía que su perspectiva
estaba cargada de emociones. Como directora de Oricalco y esposa de Drex, sus
sentimientos estaban profundamente entrelazados con la historia de Alexia.
—Lo que Alexia hizo me duele, aunque no estaba allí cuando ocurrió —dijo Tatiana, con la
voz contenida—. No puedo imaginar lo que fue para Drex en ese momento, y… cada vez
que pienso en eso, me duele aún más. Es difícil separar lo que siento por Drex de lo que
deberíamos decidir como manada, pero si soy honesta, no sé si puedo ser objetiva en esto.
Mi lealtad está con él, y eso empaña mi juicio. —Sus ojos se suavizaron cuando miró a
Drex, pero la dureza interna que sentía aún estaba presente—. No puedo apoyar la
inclusión de Alexia, no mientras sienta esto.
Tatiana admitía abiertamente que su juicio estaba nublado por el amor que sentía por Drex,
y aunque intentaba ser justa, no podía ignorar el dolor que le causaba la traición de Alexia.
Finalmente, Tyrannus, el líder de la manada, tomó la palabra. Había escuchado a cada uno
atentamente, como siempre lo hacía, sopesando las opiniones y emociones de todos.
—Alexia ha hecho avances para acercarse a nosotros, y no estaríamos discutiendo esto si
no fuera así —dijo Tyrannus, con su habitual calma—. Pero no podemos ignorar los miedos
de Olfuma. Si ella, que es la más joven de la manada, no se siente segura con Alexia,
entonces no podemos seguir adelante con esto. Nuestra prioridad es la confianza dentro del
grupo, y si ese vínculo no está asegurado, entonces no hay más que discutir.
La decisión fue clara y firme. Tyrannus no ignoraba los esfuerzos de Alexia, pero los miedos
de Olfuma pesaban más que cualquier avance.
—Alexia no será parte de la manada, al menos por ahora —declaró Tyrannus—. Cuando
Olfuma se sienta completamente cómoda y segura, podremos reconsiderar la situación.
Hasta entonces, el tema está cerrado.
Olfuma soltó un suspiro que había contenido durante toda la reunión. Sabía que la decisión
había sido influenciada por su miedo, y aunque la manada la apoyaba, no podía evitar sentir
que había influido demasiado en la decisión. Diana, viendo su incomodidad, la abrazó de
forma protectora.
—No te preocupes, Olfuma. Esto es por el bien de todos nosotros. La manada siempre va a
priorizar tu seguridad —dijo Diana, sus palabras suaves y reconfortantes.
Mientras la manada se preparaba para irse a cazar, Drex y Tatiana intercambiaron una
mirada significativa. Aunque el tema de Alexia no estaba completamente resuelto, al menos
por ahora, la manada había tomado una decisión, y el bienestar de Olfuma era lo primero.
Tras la intensa reunión sobre Alexia, el ambiente se sentía pesado, pero Tyrannus, como
buen líder, decidió que era momento de liberar tensiones. Se puso en pie con su imponente
figura y miró a cada miembro de la manada.
—Muy bien, se acabó la reunión —dijo con firmeza, mientras sus ojos brillaban con la
emoción contenida—. Nos vamos a la cacería.
No hubo palabras innecesarias, solo miradas de acuerdo. El impulso primitivo de la manada
se encendió al instante. Tyrannus lideró la salida hacia Cerro Blanco, y como una sombra
acechante, el grupo se lanzó en busca de su objetivo. Era una tradición que, aunque
algunos disfrutaban más que otros, siempre fortalecía su vínculo. Era un acto de pura
supervivencia, de conexión con sus instintos más salvajes.
Tatiana, siendo humana, encendió la motocicleta que la acompañaba siempre. Aceleró y
siguió de cerca a los licántropos, sus sentidos alerta. Aunque no podía transformarse, su
habilidad en combate y su experiencia eran invaluables. Su arma, una pistola equipada con
silenciador, descansaba firmemente en su mano, lista para disparar en cuanto fuera
necesario. No estaba ahí para ser una simple espectadora. Drex, Diana, Olfuma y
Tyrannus sabían que, aunque no podía transformarse, Tatiana era tan peligrosa como ellos.
La manada corrió con velocidad sobrehumana, sus cuerpos licántropos haciéndose uno con
el entorno mientras el viento cortaba sus pieles gruesas y musculosas. Olfuma, la más
joven, iba junto a Diana, su mentora, quien mantenía un ojo protector sobre ella. Ambas
licántropas, ahora en sus formas bestiales, se movían con precisión. Olfuma, llena de
emoción, había dominado su transformación, y esta era una de las primeras veces que
participaba en una cacería sin ser dominada por el hambre.
Tyrannus, al frente, lideraba con un gruñido bajo que indicaba la dirección de la caza. Su
olfato era infalible. Un grupo de humanos estaba acampando no muy lejos, ajenos al peligro
que se cernía sobre ellos. El rastro de su miedo aún no se había impregnado en el aire, lo
que significaba que los sorprenderían.
La primera señal del ataque llegó cuando Drex, transformado en su imponente forma
licántropa, dio un salto enorme, cubriendo varios metros en una fracción de segundo, y
aterrizó detrás de un par de humanos que habían comenzado a armar una fogata. En un
instante, Drex lanzó una mano enorme sobre el pecho de uno de ellos, sus garras
atravesaron carne y hueso con facilidad, arrancando el corazón aún palpitante. La sangre
brotó en un chorro, y Drex lo devoró con un crujido, mientras sus ojos brillaban con la
adrenalina.
Diana, no muy lejos, ya había derribado a otro de los humanos que intentaba escapar. Con
una velocidad bestial, lo arrastró hacia los árboles y, con una mordida certera, arrancó el
corazón, que devoró con un gruñido bajo. Para ella, era un ritual, un acto de poder. Sabía
que cada corazón le otorgaba más energía, más control sobre su propia bestia.
Tatiana, desde su motocicleta, observaba todo con precisión calculada. Aunque no podía
transformarse como el resto de la manada, eso no la excluía del ritual. Ella también se
alimentaba, pero lo hacía en su forma humana. Con su pistola equipada con silenciador,
apuntó a uno de los humanos que corría desesperado por el bosque, su respiración
entrecortada por el pánico. Su dedo se movió suavemente sobre el gatillo, y con un suave
“pff”, la bala atravesó su cabeza limpiamente.
Cuando se acercó al cuerpo inmóvil, Tatiana extrajo el corazón con precisión quirúrgica. Lo
sostuvo brevemente en sus manos, aún caliente y vibrante de vida, antes de morderlo.
Aunque era humana, había aprendido a alimentarse como su manada en pequeños
bocados, conectándose a través de ese acto a la misma fuente de poder que ellos.
Olfuma, por su parte, dudaba un poco. Aunque había crecido bajo la tutela de Diana, el
hambre no la dominaba. Sin embargo, cuando un hombre se acercó demasiado, presa del
pánico, ella se abalanzó sobre él, sintiendo el poder de su forma licántropa. Su mandíbula
se cerró sobre su garganta antes de que el hombre pudiera gritar. La sangre caliente fluyó, y
sus garras encontraron el corazón con precisión. Olfuma lo arrancó y, siguiendo el ejemplo
de los demás, lo devoró. Había hecho esto antes, pero nunca con tal control. Era su victoria
personal.
La cacería fue rápida y precisa. Tyrannus, como líder, fue el último en alimentarse,
arrancando el corazón del último humano con sus enormes mandíbulas. Los gritos y los
intentos de escape no significaban nada para él; era una cacería, y la ley del más fuerte
siempre prevalecía.
Cuando todo terminó, los cuerpos destrozados de las presas yacían inertes en el suelo, y la
manada, satisfecha y fortalecida, se reunió alrededor de Tatiana, quien guardaba su pistola
con una sonrisa. Era un ritual salvaje, pero uno que fortalecía sus lazos y les recordaba que,
más allá de sus luchas y preocupaciones, seguían siendo una unidad indestructible.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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