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En una hermosa y soleada playa, donde las olas suaves susurraban secretos al romper en la orilla y las gaviotas cantaban su alegre canción, vivían dos amigas inseparables: Stefy y Mary. Stefy era una niña de cabello rizado y ojos brillantes, siempre con una sonrisa contagiosa en su rostro. Mary, su mejor amiga, tenía el cabello lacio y largo, y una risa tan dulce que hacía sonreír a todos los que la escuchaban.

Stefy y Mary vivían en pequeñas casas de colores junto a la playa, rodeadas de palmeras y flores tropicales. Todos los días, después de la escuela, corrían hacia la orilla para jugar en la arena, nadar en el mar y explorar las maravillas que la playa les ofrecía. Su rincón favorito era una pequeña cala escondida entre dos grandes rocas, a la que llamaban “La Cala de los Susurros”.

Un día, mientras cavaban en la arena en busca de conchas marinas, Stefy encontró algo inusual: una botella de vidrio medio enterrada, con un pedazo de papel dentro.

—¡Mira, Mary! —exclamó Stefy, sacando la botella de la arena—. ¡Parece un mensaje en una botella!

Mary, emocionada, corrió hacia Stefy y juntas intentaron abrir la botella. Tras unos momentos de esfuerzo, finalmente lograron sacar el papel. Era un mapa viejo y arrugado, con dibujos de la playa y una gran “X” marcada en un punto específico.

—¡Es un mapa del tesoro! —dijo Mary con los ojos muy abiertos—. ¡Vamos a buscarlo!

Sin perder tiempo, las dos amigas siguieron las pistas del mapa. Caminaron por la playa, cruzaron un pequeño arroyo y finalmente llegaron a un lugar lleno de palmeras. Según el mapa, el tesoro estaba enterrado justo debajo de la más alta de todas las palmeras.

Stefy y Mary empezaron a cavar con entusiasmo. De repente, la pala de Stefy golpeó algo duro. Con cuidado, las dos amigas desenterraron una pequeña caja de madera. La caja estaba cerrada con un candado, pero en la tapa había una inscripción:

—”El tesoro más valioso no es el oro ni las joyas, sino aquello que une a las personas.”

Las niñas se miraron, intrigadas. Mary notó algo brillante cerca de la caja: una pequeña llave dorada medio enterrada en la arena.

—¡Aquí está la llave! —gritó Mary, levantándola triunfalmente.

Con manos temblorosas de emoción, Stefy insertó la llave en el candado y lo giró. Con un suave clic, el candado se abrió y la tapa de la caja se levantó. Dentro, no encontraron monedas de oro ni joyas, sino algo mucho más especial: un libro con la portada adornada con dibujos de risas y sonrisas.

Stefy abrió el libro y leyó la primera página en voz alta:

—”El verdadero tesoro es la risa, que une a las personas en los momentos más felices y más difíciles. Usa este libro para compartir risas y alegrías con tus amigos y familiares, y descubrirás el verdadero significado de la amistad.”

Las dos amigas se miraron y comenzaron a reír. No podían imaginar un tesoro mejor que la risa y la alegría que compartían todos los días.

—Stefy, este es el mejor tesoro que podríamos haber encontrado —dijo Mary, con lágrimas de felicidad en los ojos—. Vamos a usar este libro para hacer reír a todos en la playa.

Desde ese día, Stefy y Mary decidieron compartir el libro con todos los que conocían. Organizaron “Días de Risa” en la playa, donde invitaron a sus amigos y vecinos a contar chistes, hacer muecas graciosas y jugar a juegos que hacían reír a carcajadas a todos los presentes.

Uno de los juegos favoritos era el “Desfile de Sombreros Locos”. Todos traían los sombreros más divertidos y estrafalarios que podían encontrar, y desfilaban por la playa mientras los demás reían y aplaudían. Otro juego popular era el “Concurso de Chistes”, donde cada participante contaba su mejor chiste y un panel de jueces, formado por los niños más pequeños, elegía al ganador basándose en cuánto reían los demás.

La noticia de los “Días de Risa” se extendió rápidamente, y pronto, personas de otras playas comenzaron a unirse a las festividades. La playa se llenó de risas y alegría, y todos se hicieron amigos mientras compartían momentos felices juntos.

Un día, mientras organizaban un “Día de Risa”, Stefy y Mary se dieron cuenta de que faltaba alguien muy importante: el viejo Capitán Barbosa. El Capitán Barbosa era un anciano marinero que vivía solo en una cabaña al final de la playa. Siempre estaba de mal humor y nunca se unía a las celebraciones.

—Tenemos que invitar al Capitán Barbosa —dijo Stefy con determinación—. Tal vez nuestra risa pueda alegrarle el día.

Mary asintió y las dos amigas se dirigieron a la cabaña del Capitán Barbosa. Cuando llegaron, golpearon suavemente la puerta. El Capitán abrió, frunciendo el ceño.

—¿Qué quieren? —gruñó el Capitán.

—Hola, Capitán Barbosa —dijo Mary con una sonrisa—. Queremos invitarlo a nuestro “Día de Risa” en la playa. Creemos que le haría bien reír un poco.

El Capitán miró a las niñas con escepticismo.

—¿Reír? —dijo con un tono amargo—. Hace mucho tiempo que no tengo nada de qué reírme.

Stefy dio un paso adelante y le mostró el libro del tesoro.

—Encontramos este libro en una caja enterrada en la playa. Dice que la risa es el verdadero tesoro, y queremos compartirlo con usted.

El Capitán miró el libro, luego a las niñas, y finalmente suspiró.

—Está bien, iré —dijo, sin mucho entusiasmo—. Pero no prometo reírme.

Las niñas sonrieron y llevaron al Capitán Barbosa a la playa, donde la celebración ya había comenzado. Todos se sorprendieron al ver al Capitán y lo recibieron con alegría. Al principio, el Capitán se mantuvo al margen, observando con los brazos cruzados. Pero poco a poco, algo comenzó a cambiar.

Primero, fue un pequeño niño con un sombrero ridículamente grande que hizo reír al Capitán con su desfile torpe. Luego, un chiste contado por uno de los vecinos arrancó una risa genuina de su boca. Antes de darse cuenta, el Capitán Barbosa estaba riendo a carcajadas, participando en los juegos y contando historias de sus días de marinero que hacían que todos se rieran hasta dolerles el estómago.

Al final del día, el Capitán se acercó a Stefy y Mary con una sonrisa en el rostro.

—Gracias, niñas —dijo—. Había olvidado lo maravillosa que es la risa. Este es el mejor día que he tenido en mucho tiempo.

Stefy y Mary se miraron y sonrieron. Sabían que habían encontrado el verdadero significado del tesoro del libro.

Desde entonces, la playa fue conocida como “La Playa de las Risas”, y cada día se llenaba de alegría y amistad. Las risas unieron a las personas, y todos los que visitaban la playa se llevaban consigo el recuerdo de momentos felices y nuevas amistades.

Stefy y Mary continuaron organizando los “Días de Risa” y compartiendo la alegría con todos a su alrededor. Sabían que mientras hubiera risas, siempre habría amistad y amor en la playa.

Y así, en la hermosa playa donde las olas susurraban y las gaviotas cantaban, la risa siguió uniendo a las personas, recordándoles a todos que la verdadera felicidad está en los momentos compartidos y en las risas que se escuchan en el aire.

Los “Días de Risa” se convirtieron en una tradición en la Playa de las Risas, atrayendo a más personas cada vez. Stefy y Mary disfrutaban cada momento, viendo cómo la risa unía a todos. Sin embargo, la felicidad en la playa estaba a punto de enfrentar un desafío inesperado.

Una mañana, mientras preparaban los juegos para el próximo “Día de Risa”, Stefy y Mary notaron que el cielo se estaba oscureciendo. Nubes grises comenzaban a formarse sobre el mar, y un viento frío soplaba desde el oeste.

—¿Has visto el cielo, Mary? —preguntó Stefy, mirando preocupada las nubes.

—Sí, parece que se acerca una tormenta —respondió Mary, frunciendo el ceño—. Pero aún falta para el “Día de Risa”. Tal vez pase rápido.

Decididas a seguir con sus preparativos, las dos amigas continuaron organizando todo. Sin embargo, la tormenta no pasó. Durante varios días, la lluvia y el viento azotaron la playa, haciendo imposible que los habitantes salieran de sus casas.

En la pequeña cabaña de Stefy, la tristeza comenzaba a apoderarse de ella. Se asomó por la ventana y vio cómo las olas embravecidas golpeaban la orilla, y las palmeras se doblaban bajo la fuerza del viento.

—Mary, si la tormenta no para, no podremos hacer el “Día de Risa” —dijo Stefy con un tono desalentado mientras hablaba por teléfono con su amiga.

Mary, desde su casa, también se sentía triste, pero trató de animar a Stefy.

—Tranquila, Stefy. La tormenta no durará para siempre. Y cuando termine, haremos el mejor “Día de Risa” de todos.

Los días pasaron y la tormenta finalmente se calmó. La playa, sin embargo, estaba irreconocible. Las olas habían arrastrado muchas de las decoraciones y juguetes que usaban para los juegos, y la arena estaba llena de escombros.

Stefy y Mary salieron de sus casas y se encontraron en la playa. Sus corazones se hundieron al ver el estado en el que se encontraba su lugar de diversión.

—¿Cómo vamos a arreglar todo esto a tiempo? —se lamentó Stefy.

En ese momento, el Capitán Barbosa, que había encontrado una nueva alegría en los “Días de Risa”, se acercó a las niñas.

—No se preocupen, chicas. La risa es poderosa, y no podemos dejar que una tormenta la destruya. Vamos a reconstruir la playa juntos.

Inspiradas por las palabras del Capitán, Stefy y Mary decidieron pedir ayuda a todos los habitantes de la playa. Juntas, fueron de casa en casa, explicando la situación y pidiendo a sus amigos que se unieran para restaurar la playa.

La respuesta fue abrumadora. Al día siguiente, la playa estaba llena de gente dispuesta a ayudar. Había niños recogiendo escombros, adultos reparando las cabañas y otros decorando con nuevas y coloridas banderas y cintas.

Stefy y Mary trabajaron incansablemente, siempre con una sonrisa en sus rostros. Se dieron cuenta de que la verdadera fuerza de los “Días de Risa” no estaba en los juegos o las decoraciones, sino en la gente y la alegría que compartían.

Poco a poco, la playa comenzó a recuperar su antiguo esplendor. Incluso el viejo faro, que había sido golpeado por la tormenta, fue reparado con la ayuda de todos. El Capitán Barbosa, con su vasta experiencia en el mar, dirigió la reconstrucción del faro, y su risa resonaba por toda la playa mientras trabajaba.

Cuando finalmente llegó el día del próximo “Día de Risa”, la playa estaba más hermosa que nunca. Stefy y Mary organizaron un desfile especial para celebrar la reconstrucción, y todos los habitantes de la playa participaron con disfraces divertidos y coloridos.

Uno de los momentos más destacados fue cuando el Capitán Barbosa apareció vestido de payaso, con una nariz roja y zapatos gigantes. Su actuación hizo que todos rieran a carcajadas, especialmente cuando intentó caminar con los enormes zapatos y terminó tropezando (intencionalmente) en la arena.

Durante el concurso de chistes, los niños contaron los chistes más ingeniosos y divertidos que conocían. Stefy y Mary se aseguraron de que todos tuvieran la oportunidad de participar y reír juntos. Incluso organizaron un nuevo juego llamado “La Carrera de la Risa”, donde los participantes tenían que correr hacia la meta mientras intentaban no reírse, pero la tarea se volvía imposible debido a los comentarios graciosos de los espectadores.

Al final del día, Stefy y Mary se subieron a un pequeño escenario improvisado y agradecieron a todos por su ayuda y apoyo. El sol se ponía en el horizonte, tiñendo el cielo de colores anaranjados y rosados.

—Este ha sido el mejor “Día de Risa” de todos —dijo Stefy, con una amplia sonrisa—. No porque tengamos las mejores decoraciones o los juegos más divertidos, sino porque hemos trabajado juntos y nos hemos apoyado mutuamente.

Mary asintió, mirando a todos los amigos y vecinos reunidos.

—La risa nos ha unido, y siempre nos unirá. No importa lo que pase, mientras tengamos la risa, tendremos la fuerza para superar cualquier cosa.

Los aplausos y las risas llenaron el aire, y la playa se iluminó con una nueva energía de alegría y amistad. La tormenta había intentado separar a los habitantes de la Playa de las Risas, pero en lugar de eso, los había unido aún más.

Mientras las estrellas comenzaban a brillar en el cielo nocturno, Stefy y Mary se sentaron en la arena, observando la escena a su alrededor. Sabían que habían aprendido una valiosa lección: la risa no solo trae felicidad, sino que también fortalece los lazos entre las personas.

Con el libro del tesoro aún en sus manos, Stefy y Mary prometieron seguir organizando los “Días de Risa” y compartir la alegría con todos. Porque en la Playa de las Risas, la risa no solo era un sonido, sino una fuerza que unía a todos los corazones.

El “Día de Risa” que siguió a la tormenta fue un rotundo éxito. Sin embargo, Stefy y Mary sabían que aún quedaba algo por hacer para asegurar que la Playa de las Risas permaneciera unida y feliz para siempre. Decidieron organizar una gran fiesta de agradecimiento para todos los habitantes, celebrando no solo la reconstrucción de la playa, sino también la amistad y la risa que los había unido.

Stefy y Mary trabajaron incansablemente en los preparativos. Junto con el Capitán Barbosa y otros amigos, decoraron la playa con luces y guirnaldas, creando un ambiente festivo y acogedor. Colocaron largas mesas llenas de comida deliciosa, preparada por los vecinos, y prepararon un escenario para actuaciones especiales.

Cuando llegó el día de la fiesta, la playa estaba llena de risas y alegría. Todos los habitantes se reunieron para celebrar, y el ambiente estaba cargado de felicidad. Stefy y Mary habían preparado una sorpresa especial para el final de la noche, algo que sabían que haría reír a todos.

La fiesta comenzó con actuaciones de los niños de la playa. Algunos contaron chistes, otros hicieron trucos de magia y unos pocos mostraron sus habilidades en el baile. Cada actuación era recibida con aplausos y risas, y el ambiente se llenaba de un sentido de comunidad y diversión.

El Capitán Barbosa también tuvo su momento en el escenario. Vestido nuevamente con su disfraz de payaso, contó historias divertidas de sus días en el mar, haciendo que todos rieran a carcajadas. Su espíritu alegre y su risa contagiosa se habían convertido en una parte esencial de la Playa de las Risas.

Después de las actuaciones, Stefy y Mary subieron al escenario. Stefy llevaba una caja misteriosa, y Mary sostenía el libro del tesoro que habían encontrado.

—Queremos agradecerles a todos por venir —dijo Stefy con una gran sonrisa—. Esta fiesta es para celebrar nuestra amistad y la risa que nos une.

—También queremos compartir algo especial con ustedes —añadió Mary—. Este libro del tesoro nos enseñó que la risa es el verdadero tesoro, y queremos seguir compartiéndola con todos.

Stefy abrió la caja y sacó un montón de pequeños frascos llenos de un polvo brillante y colorido.

—Este es nuestro regalo para todos ustedes —anunció—. Es polvo de risa mágica. Solo tienes que lanzar un poco al aire y pedir un deseo relacionado con la risa y la alegría.

Los habitantes de la playa se acercaron, curiosos y emocionados. Uno por uno, tomaron un frasco y lanzaron el polvo al aire, pidiendo deseos llenos de risa y felicidad. El polvo brillaba bajo las luces, creando una atmósfera mágica y encantadora.

De repente, el polvo comenzó a transformar el entorno. Las luces brillaron con más intensidad, las guirnaldas comenzaron a brillar como estrellas y la música se volvió más alegre. Todos comenzaron a reír, no solo por la magia del polvo, sino por el simple hecho de estar juntos y compartir ese momento especial.

En medio de la risa y la alegría, Stefy y Mary sintieron una cálida sensación de satisfacción. Habían logrado su objetivo: unir a todos a través de la risa. Pero la noche aún no había terminado. Tenían una última sorpresa guardada.

Mary se acercó al Capitán Barbosa y le susurró algo al oído. El Capitán sonrió y asintió, y luego se dirigió al escenario.

—Amigos —dijo con su voz fuerte y alegre—, tenemos una última sorpresa para todos ustedes. Acompáñenme a la orilla, porque vamos a tener el espectáculo de fuegos artificiales más divertido y colorido que jamás hayan visto.

Los habitantes de la playa se dirigieron a la orilla, llenos de expectación. Stefy y Mary habían preparado una serie de fuegos artificiales especiales que no solo iluminaban el cielo con colores brillantes, sino que también formaban figuras divertidas y graciosas en el aire.

Cuando el primer fuego artificial explotó en el cielo, formando la figura de un payaso sonriente, todos estallaron en risas y aplausos. Los siguientes fuegos artificiales formaron figuras de animales, caras felices y otros símbolos de alegría y risa. Cada explosión era recibida con más risas y vítores, y la playa se llenó de un ambiente de pura felicidad.

Stefy y Mary se abrazaron, viendo cómo sus amigos y vecinos disfrutaban del espectáculo. Sabían que habían logrado algo especial, algo que perduraría en la memoria de todos.

Al finalizar el espectáculo, el Capitán Barbosa tomó el micrófono una vez más.

—Esta noche ha sido increíble —dijo—. Y todo esto es gracias a Stefy y Mary, quienes nos han recordado lo importante que es la risa y la alegría en nuestras vidas. Propongo que hagamos una promesa: cada año, nos reuniremos aquí en la Playa de las Risas para celebrar la risa y la amistad, sin importar lo que pase.

Todos aplaudieron y gritaron en señal de acuerdo. La idea de convertir la celebración en una tradición anual llenó a todos de entusiasmo y esperanza.

Mientras las estrellas brillaban en el cielo nocturno y la luna reflejaba su luz en las tranquilas olas del mar, los habitantes de la Playa de las Risas se despidieron con abrazos y sonrisas, prometiendo reunirse nuevamente el próximo año.

Stefy y Mary, agotadas pero felices, se sentaron en la arena, observando el mar.

—Lo logramos, Mary —dijo Stefy, sonriendo—. Hemos creado algo maravilloso.

—Sí, Stefy —respondió Mary—. Y todo gracias a la risa y a nuestra amistad.

Las dos amigas se quedaron en silencio, escuchando el suave murmullo de las olas. Sabían que mientras mantuvieran la risa en sus corazones.

La moraleja de esta historia es que las risas siempre tendrían la fuerza para superar cualquier desafío y hacer de su mundo un lugar mejor.

Y colorín colorín, este cuento llego a su fin. bueno mis súper oyentes. ¡NOS VEMOS MAÑANA! CON UN NUEVO CUENTO CON MORALEJA.

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