La Gran Decisión. Ahora o Nunca.
Respiro tres veces como le enseño un antiguo profesor de literatura. Los miró y Karl asintió, sintiendo el peso de la decisión que tenían por delante.
—Entonces, estamos todos de acuerdo en que necesitamos asegurarnos de que todo esté en su lugar antes de activar la máquina. Esta decisión no puede tomarse a la ligera. ¿estamos listos para seguir adelante con estos preparativos?
El equipo asintió en consenso, conscientes de la magnitud de la tarea. La reunión final los había preparado para enfrentar el desafío con una comprensión más clara y un enfoque renovado en la precisión y la coordinación.
Sara, viendo que era el momento adecuado, añadió:
—Descifré algo más. La máquina solo se puede utilizar una vez. Después de efectuar el disparo, se autodestruirá. Parece que la propia máquina provee la energía necesaria para el disparo final.
La revelación de Sara dejó a todos en silencio por un momento. La magnitud de lo que estaban a punto de hacer se hizo aún más clara.
—entonces, solo tenemos una oportunidad para hacer esto bien —dijo Karl finalmente—. No podemos permitirnos ningún error.
Lupe complementó, añadiendo otra pieza crucial de información.
—la máquina se puede activar ya, pero no se efectuará el disparo de inmediato. Estará latente, activada, esperando el 21 de diciembre a las 6 pm. En ese momento, realizará el disparo. Debe hacerse exactamente cuando el asteroide comience a salir de su órbita. Con el impulso de júpiter y Saturno, más el impulso de la máquina, el asteroide saldrá rumbo al sol.
El equipo asintió, entendiendo la gravedad de la situación. Se pusieron manos a la obra para asegurar que cada detalle estuviera perfecto antes del disparo final. El cronómetro en la mesa seguía contando regresivamente, y la fecha límite se acercaba cada vez más.
El descubrimiento de Lupe y Sara había dejado al equipo en un estado de intensa reflexión. La preocupación por la seguridad se mezclaba con la urgencia de asegurar que la máquina se activara correctamente. En medio de esta atmósfera cargada, Ahmed tomó la palabra con una propuesta crucial.
—Dado lo que Lupe y Sara han descubierto, sugiero que tomemos medidas adicionales para asegurar que nada quede sin revisar —dijo Ahmed con determinación en su voz—. Debemos copiar y registrar hasta el último rincón de la máquina. Cada símbolo, cada mecanismo, cada detalle debe ser documentado minuciosamente.
El equipo asintió, reconociendo la importancia de esta sugerencia. No podían permitirse pasar por alto ningún detalle.
—Eso nos dará una visión completa y precisa de cómo funciona todo —continuó Ahmed—. Y si surgen problemas, tendremos un registro detallado para analizarlos.
—Es una excelente idea —dijo Karl—. Necesitamos asegurarnos de que no haya sorpresas cuando llegue el momento de la activación.
Ahmed miró a cada miembro del equipo antes de proponer su siguiente paso.
—Además, propongo que nos demos un plazo de diez días para completar esta tarea. Esto nos llevará al 30 de septiembre. Ese día, hagamos una reunión para determinar la fecha y la hora exactas para la activación de la máquina.
—Diez días deberían ser suficientes para revisar y documentar todo —dijo Sara—. Y también nos dará tiempo para planificar un procedimiento de evacuación seguro.
—Estoy de acuerdo —añadió Lupe—. Este tiempo nos permitirá asegurarnos de que no haya errores. Y podremos practicar la evacuación varias veces para estar preparados.
Karl asintió, reconociendo la sensatez de la propuesta de Ahmed.
—Entonces, está decidido. Nos tomamos estos diez días para documentar todo y prepararnos. El 30 de septiembre nos reuniremos para decidir la fecha y hora de la activación.
El equipo se dispersó, cada uno listo para asumir su parte en esta tarea monumental. La sensación de urgencia se mezclaba con una renovada determinación. Sabían que cada paso que daban los acercaba al momento culminante en el que el destino del mundo podría cambiar para siempre.
Durante los siguientes diez días, el equipo trabajó incansablemente. Compilaron toda la información disponible, registraron cada rincón de la máquina y documentaron cada símbolo y mecanismo. La precisión y el detalle eran cruciales; no podían permitirse ningún error.
Para asegurar que todos estuvieran preparados, realizaron simulacros de evacuación de la cámara. Cada miembro del equipo, por turnos, practicó el procedimiento de evacuación una y otra vez. Querían asegurarse de que, en el momento crucial, quien activara la máquina pudiera salir rápidamente y sin contratiempos.
Karl, Sara, Lupe y Ahmed supervisaron personalmente estos simulacros. Colocaron un área de seguridad a cinco metros de la puerta de la cámara; nadie podía estar a una distancia menor. Era vital mantener esa zona despejada para evitar cualquier riesgo.
—nada puede quedar al azar —dijo Karl mientras supervisaba la limpieza del área. El piso quedó completamente despejado de cables, equipos, arena, y cualquier otra cosa que pudiera estorbar el paso de la persona que realizaría la activación.
Lupe y Amir se aseguraron de que todos los dispositivos estuvieran funcionando correctamente y que cada miembro del equipo conociera su papel en el plan de emergencia.
—Estamos listos —dijo Ahmed, después de uno de los simulacros. Había una determinación en su voz, pero también una tensión palpable—. No podemos permitirnos ningún error.
El 30 de septiembre, el equipo se reunió para revisar todos los preparativos y determinar la fecha y hora exactas para la activación de la máquina. La tensión en el aire era evidente, pero también había una sensación de confianza y preparación. Sabían que habían hecho todo lo posible para asegurar el éxito de su misión.
—Entonces, estamos listos para la reunión final —dijo Sara, mirando a sus compañeros—. Es hora de tomar la decisión final.
El equipo decidió tomarse un respiro de las tensiones y preparativos para compartir un almuerzo juntos. Bajo una carpa al lado de la pirámide, el sol egipcio brillaba intensamente, pero una brisa ligera hacía el ambiente agradable. La mesa estaba repleta de platos típicos, frutas frescas y bebidas.
—Hoy no hablaremos de la máquina —declaró Karl, levantando su vaso de agua en un brindis improvisado. Todos rieron y asintieron, agradecidos por el descanso mental.
La conversación pronto se volvió ligera y llena de risas. Sara y Tómas fueron los primeros en ser el centro de las bromas, con comentarios jocosos sobre su interminable debate sobre el significado de ciertos símbolos.
—Deberíamos escribir un libro juntos después de todo esto —dijo Tómas, sonriendo.
—”La historia interminable de Sara y Tómas” —bromeó Amir, provocando más risas.
Ahmed, que normalmente era serio, también fue objeto de bromas. La barba que había dejado crecer durante la expedición se había convertido en un tema recurrente.
—Ahmed, ¿planeas competir en algún concurso de barbas después de esto? —dijo Lupe, riendo.
—Solo si hay una categoría para “aventura en el desierto” —respondió Ahmed con una sonrisa, acariciando su barba.
Karl, decidido a probar el famoso vodka que Amir había traído, levantó su vaso en un brindis.
—Por el éxito de nuestra misión y la barba de Ahmed —dijo Karl, riendo antes de dar un sorbo. Sin embargo, el vodka era más fuerte de lo que esperaba, y terminó como siempre quemándose por dentro y consumiendo una jarra de agua sin respirar.
—¡Cuidado, Karl! —dijo Sara entre risas, dándole unas palmadas en la espalda.
Amir aprovechó el momento para hacer un anuncio inesperado.
—Quiero decirles algo —dijo, levantándose ligeramente de su asiento—. Si todo sale bien, me casaré en enero con la sobrina de Ahmed.
—¡Por si acaso! —dijo Ahmed, levantando su vaso en un brindis. Todos estallaron en risas y brindaron por Amir.
—Lupe, ¿y tú? —preguntó Sara—. ¿algún plan después de esto?
Lupe sonrió ampliamente.
—Sí, un año sabático. Comer, dormir y engordar. Es lo único en mi agenda.
Todos rieron, disfrutando del momento de camaradería y alivio. Era un recordatorio de que, a pesar de la gravedad de su misión, eran un equipo unido por la amistad y la confianza mutua.
Después del animado almuerzo, Ahmed se levantó y llamó la atención del grupo.
—Amigos, sé que hemos disfrutado de este tiempo juntos, pero es hora de enfocarnos nuevamente. Tenemos una hora para descansar y refrescarnos antes de la reunión formal. Hay algunas personas más que se unirán a nosotros.
—¿Quiénes más vienen? —preguntó Karl, curioso.
Ahmed miró a su alrededor y, con un tono serio, respondió:
—Vendrán unos agentes del pentágono, un miembro del gobierno egipcio y alguien de las naciones unidas. Esta reunión es crucial y necesitamos estar preparados para cualquier pregunta o decisión que se presente.
El ambiente en la carpa cambió ligeramente, volviéndose más serio. Cada uno entendía la importancia de lo que estaba por venir. Se levantaron lentamente, recogiendo sus platos y vasos, y se dirigieron a sus respectivas tiendas para prepararse.
—Tomemos esta hora para estar listos y relajados —dijo Lupe, mientras se estiraba—. Necesitamos nuestras mentes claras para la reunión.
Sara asintió, apoyando la idea.
—Buena sugerencia. Nos vemos en una hora, entonces.
El grupo se dispersó, cada uno tomando un momento para reflexionar sobre la magnitud de la próxima reunión. Mientras tanto, Ahmed se quedó en la carpa principal, revisando documentos y asegurándose de que todo estuviera en orden para recibir a los visitantes.
Karl se sentó en su tienda, mirando sus notas y pensando en los días que habían pasado juntos. La misión estaba llegando a su clímax, y sabía que las decisiones que tomaran en las próximas horas serían críticas para el futuro de todos.
Se alejó un momento de todos, se quedó mirando, el horizonte con nostalgia, Lupe se le acerco, y le dijo, me permites que te de un abrazo, Karl sonrió, por supuesto.
Se dieron un cálido abrazo de camaradería, Karl la miró y le dijo.
Karl mirando el horizonte añadió, – si yo también lo siento.
El tiempo se fue volando, una hora fue un suspiro.
Todos regresaron a la carpa principal, listos para la reunión. Ahmed se colocó al frente, con un aire de seriedad y responsabilidad. Los invitados ya estaban presentes: dos agentes del pentágono, un representante del gobierno egipcio y un delegado de las naciones unidas. La atmósfera estaba cargada de anticipación.
Ahmed comenzó la reunión con una breve introducción.
—Buenas tardes a todos. Antes de empezar, quiero presentarles a nuestros invitados. Tenemos con nosotros a los agentes del pentágono, el señor David Hamilton y la señora María torres. Representando al gobierno egipcio, está el doctor Ahmed Khalil, y de las naciones unidas, el señor Philippe Durand.
Los invitados asintieron cortésmente mientras Ahmed los presentaba. Luego, se dirigió al equipo principal de científicos.
—Quiero dejar claro que nuestros invitados están aquí como observadores. No tienen voto en las decisiones que tomaremos hoy. Están aquí para entender y posiblemente hacer preguntas, pero las decisiones finales recaen en vosotros: Karl, Sara, Lupe y Amir.
Hubo un murmullo de asentimiento entre los científicos. Todos entendían la gravedad de la situación y la importancia de tomar decisiones informadas y consensuadas.
Ahmed continuó.
—Vamos a repasar todo lo que hemos descubierto y las implicaciones de activar la máquina. Luego, discutiremos los próximos pasos y tomaremos una decisión. Sara, ¿puedes empezar por favor?
Sara se levantó y comenzó a exponer sus hallazgos, seguida por Lupe, Karl y Amir. Cada uno presentó su parte del descubrimiento, explicando con detalle los mecanismos de la máquina, los símbolos, y los cálculos necesarios para el disparo.
Después de las presentaciones detalladas y de responder algunas preguntas técnicas de los invitados, el equipo principal tomó un breve descanso para un refrigerio. La tensión en el aire era palpable, pero había también un sentimiento de resolución.
Cuando regresaron a la mesa de reuniones, Ahmed tomó la palabra nuevamente.
—Ahora es el momento de tomar la decisión final sobre cuándo activaremos la máquina. Hemos considerado todas las variables y necesitamos fijar una fecha que nos permita estar completamente preparados.
Karl asintió, mirando a sus compañeros. Sara, Lupe y Amir intercambiaron miradas, sabiendo que todos estaban en la misma sintonía.
—Proponemos el 15 de octubre —dijo Sara—. Esto nos dará tiempo suficiente para realizar unos videos y un documental, y repasar por centésima vez todos los detalles.
—Además, nos asegurará que todos los procedimientos de seguridad estén perfectamente afinados —Agregó Lupe.
—Estoy de acuerdo —dijo Karl—. Tenemos que estar absolutamente seguros de cada paso que demos.
Amir asintió también.
—El 15 de octubre suena bien. Nos dará tiempo suficiente para documentar todo y asegurarnos de que no haya errores.
Ahmed miró a los invitados, quienes asintieron en señal de aprobación. Aunque no tenían voto, sus gestos mostraban que comprendían la importancia de esta decisión.
—Entonces, es unánime —dijo Ahmed, cerrando la discusión—. La activación de la máquina será el 15 de octubre.
El equipo sintió una mezcla de alivio y expectación. Sabían que les esperaba un duro trabajo, pero también que estaban un paso más cerca de completar su misión.
Sara tomó la palabra nuevamente.
—Bien, ahora tenemos que planificar nuestros próximos pasos con precisión. Todos los detalles deben estar listos para el 15 de octubre. A partir de hoy, empezamos con la documentación y los ensayos finales.
La reunión concluyó con una sensación de logro y un claro plan de acción. Cada miembro del equipo sabía exactamente lo que tenía que hacer para asegurarse de que el 15 de octubre todo saliera a la perfección.
Se determinó que todos se encontrarían en ese mismo sitio el día 12 de octubre para la declaración final y el acordonamiento total de la zona. Que sería de 5 kilómetros a la redonda.
El tiempo comenzó a avanzar rápidamente, con mil cosas por hacer. El equipo estaba inmerso en los preparativos finales: grabando videos, documentando cada detalle y ensayando una y otra vez. La tensión aumentaba, pero también la determinación de lograr el objetivo.
Finalmente, llegó el 12 de octubre. Ahmed había convocado al equipo en la entrada de la cámara de la máquina para una reunión crucial. Todos sabían que era el momento de tomar la decisión final: quién activaría la máquina.
Reunidos frente a la imponente estructura, el grupo estaba en silencio. Ahmed rompió el silencio con una voz firme pero serena.
—Compañeros, hemos trabajado incansablemente para llegar hasta aquí. Cada uno de ustedes ha sido fundamental en este proceso, y ahora hemos llegado al momento crucial. Debemos decidir quién activará la máquina.
Karl dio un paso adelante, mirando a sus compañeros.
—Todos sabemos lo que está en juego. No solo se trata de activar la máquina, sino de hacerlo con precisión y salir de la cámara a tiempo. Necesitamos alguien que esté dispuesto y que pueda manejar la presión.
Sara miró a Karl, luego a Lupe y Amir. Sabía que cualquiera de ellos era capaz de hacerlo, pero también comprendía la gravedad de la situación.
—Yo estoy dispuesta a hacerlo —dijo Sara, con determinación en su voz—. He estudiado cada detalle de esta máquina y confío en que puedo activar el mecanismo correctamente.
—Sara, sé que estás preparada y dispuesta. Todos aquí lo estamos. Pero quiero aclarar algo —comenzó Lupe, con un tono serio—. Todos hemos estudiado a fondo todo lo relacionado con esta máquina, y cualquiera de nosotros está en condiciones de activarla. Sin embargo, debemos considerar la situación que ya conocemos: el peligro que representa para quien active la máquina.
El grupo la escuchaba atentamente.
—Es claro que la cámara se cerrará, posiblemente en cuestión de segundos —continuó Lupe—. No se trata de ofender a nadie, sino de ser lo más objetivos posible. Necesitamos evaluar todos los riesgos y capacidades para tomar la mejor decisión.
Ahmed asintió, comprendiendo la importancia de las palabras de Lupe.
—Tienes razón, Lupe. Debemos ser objetivos y considerar cada aspecto antes de tomar esta decisión. No podemos permitirnos ningún error.
Karl, Amir y Sara asintieron en acuerdo. La gravedad de la situación requería la máxima precaución y consideración.
—Entonces, debemos evaluar nuestras opciones y asegurarnos de que la persona elegida esté completamente preparada y consciente de los riesgos —dijo Karl, reafirmando la importancia del análisis.
El equipo sabía que tenían una tarea difícil por delante, pero estaban unidos en su determinación de hacer lo correcto.
Lupe tomó aire y continuó con su evaluación.
—Vamos a analizar cada uno de nosotros objetivamente. Ahmed, tú eres una pieza clave en nuestro equipo, pero no estás preparado técnicamente para manejar la máquina. Si se presenta algún imprevisto, no podrías solucionarlo.
Ahmed asintió, aceptando la realidad de su situación.
—Tienes razón, Lupe. No estoy capacitado para esa tarea.
Lupe continuó, dirigiéndose a Karl.
—Karl, eres uno de los más experimentados y preparados. Sin embargo, eres el mayor del grupo y no tienes la agilidad necesaria para escapar rápidamente si es lo que se requiere. No te fue bien en los test de evacuación.
Karl asintió, reconociendo la verdad de sus palabras.
—Entiendo, Lupe. La agilidad no es mi fuerte en este momento.
Luego, Lupe miró a Sara con una sonrisa.
—Sara, tú quizás seas la mejor preparada técnicamente. Pero también eres un poco lenta. —Lupe bromeó—. La agilidad no es lo tuyo, preciosa.
Sara rió junto con los demás, aceptando la broma.
—Lo sé, Lupe. Siempre he sido más rápida con la mente que con el cuerpo.
Lupe se volvió hacia Amir.
—Amir, tú eres el más rápido del grupo, sin duda. Pero no tienes los conocimientos en matemáticas necesarios para solucionar cualquier problema que pudiera surgir. Además, como nos confesaste, te casarás en enero. No vale la pena arriesgarse.
Amir asintió, entendiendo la lógica detrás de las palabras de Lupe.
—Es cierto, Lupe. No puedo poner en riesgo ese futuro.
Finalmente, Lupe se dirigió a todos.
—La conclusión es obvia. Yo, después de Amir, soy la más rápida. Soy la matemática del grupo y estoy perfectamente capacitada para solucionar cualquier inconveniente que pudiera surgir. Estoy dispuesta a hacerlo y, además —añadió con una sonrisa—, soy la más linda.
El grupo rió ante la broma de Lupe, aliviando un poco la tensión del momento.
—Está decidido, entonces —dijo Ahmed, con una mezcla de orgullo y preocupación—. Lupe será quien active la máquina.
Sara, Karl y Amir se acercaron a Lupe, mostrando su apoyo y determinación.
—Estaremos contigo en cada paso del camino —dijo Sara, abrazando a Lupe.
—Vamos a hacer esto juntos —agregó Karl, con una mirada firme.
—Tienes nuestro apoyo total, Lupe —dijo Amir, con una sonrisa.
Lupe sintió la fuerza de su unidad y se preparó mentalmente para la tarea que tenía por delante. Sabía que no estaba sola y que, juntos, lograrían completar su misión.
Los tres días que faltaban pasaron volando. El equipo trabajó incansablemente para asegurar que todo estuviera en orden. Se realizó un cordón de seguridad de 5 kilómetros a la redonda, asegurando que nadie estuviera cerca del sitio. Al final, solo había cuatro personas paradas a 300 metros de la entrada al túnel.
Lupe, Karl, Sara y Amir se abrazaron, sintiendo la gravedad y la importancia del momento. Lupe llevaba un pequeño casco con un sistema de video y audio integrado. Todo lo que ella hacía sería visto y oído por todos a través de los monitores en el centro de control, situado a unos 500 metros de distancia. Un pequeño dron la acompañaría, proporcionando una perspectiva adicional.
—Estaremos contigo en cada paso del camino, Lupe —dijo Sara, sus ojos llenos de determinación y preocupación.
—Confío en ti, Lupe. Hazlo con calma y precisión —añadió Karl, con una firmeza en su voz que mostraba su apoyo incondicional.
—Recuerda todo lo que hemos practicado. Estamos aquí para ti —dijo Amir, dándole un abrazo final.
Lupe asintió, respirando profundamente. Sabía que este era el momento para el que se habían preparado durante tanto tiempo.
—lo haré bien. Lo prometo —dijo Lupe, con una sonrisa segura.
Con el equipo observando desde el centro de control, Lupe emprendió el camino hacia la cámara de la máquina. El túnel estaba silencioso, excepto por el leve zumbido del dron que la seguía de cerca. Cada paso resonaba en el vacío, mientras Lupe se dirigía hacia el destino que marcaría el futuro de su misión.
Llegó a la entrada de la cámara y se detuvo un momento, mirando la imponente estructura que tenía delante. Con un último vistazo a la cámara del dron, Lupe dio un paso adelante y entró en la cámara de la máquina.
El aire estaba cargado de energía, y los símbolos en las paredes brillaban con una intensidad que nunca antes habían visto. Lupe avanzó con determinación hacia el panel de control, cada movimiento calculado y preciso.
—Estoy en la cámara. Todo se ve bien hasta ahora —informó Lupe, su voz resonando en los monitores del centro de control.
—Recibido, Lupe. Procede con calma —respondió Ahmed desde el centro de control, sus ojos fijos en las pantallas.
Lupe colocó su mano en la marca grabada, sintiendo la energía recorrer su cuerpo. Los símbolos comenzaron a brillar con mayor intensidad, y la máquina se activó con un zumbido creciente.
—La máquina está respondiendo. Voy a proceder con la activación final —dijo Lupe, sus manos moviéndose con confianza sobre el panel.
El equipo observaba con nerviosismo y esperanza, cada segundo sintiéndose como una eternidad. Finalmente, Lupe presionó el último botón y la máquina emitió un destello de luz. La cámara comenzó a cerrarse lentamente.
—¡Lupe, sal de ahí! —gritó Sara, la urgencia en su voz evidente.
La puerta aceleró su velocidad de cierre, y Lupe quedó atrapada. No había sonido, pero en el video se observó por un par de segundos cómo una intensa luz lo bañaba todo y luego oscuridad total.
El centro de control quedó en silencio, los ojos fijos en los monitores que ahora mostraban nada más que estática. Un sentimiento de horror y desesperación se apoderó del equipo mientras asimilaban lo que acababa de suceder.
—¡No puede ser! —gritó Karl, golpeando la mesa con frustración.
—¡Lupe! —exclamó Amir, su voz llena de desesperación.
Sara se llevó las manos a la boca, sus ojos llenos de lágrimas. Ahmed se quedó inmóvil, incapaz de procesar la realidad de la situación.
—Qué… ¿Qué hacemos ahora? —preguntó Sara, su voz temblorosa.
—Tenemos que esperar —dijo Ahmed con voz ronca—. La máquina está en marcha. Ahora todo depende de ella.
El equipo se abrazó, buscando consuelo en la presencia de los demás. Sabían que Lupe había hecho el máximo sacrificio por el bien de la misión, y ahora solo podían esperar que todo saliera según lo planeado.
Pasaron quince minutos y un enorme temblor sacudió el lugar. Nubes de polvo se levantaron, oscureciendo el cielo, mientras un terrible pitido, como un zumbido ensordecedor, llenaba el ambiente. Duró solo unos segundos, pero se sintió como una eternidad. Luego, bajo la mirada atónita de Karl, Sara y Amir, la esfinge se desmoronó.
—¡No puede ser! —exclamó Karl, incrédulo, mientras observaba cómo el colosal monumento se derrumbaba en una nube de polvo y escombros.
—¡Lupe! —gritó Sara, su voz llena de angustia, mientras las lágrimas corrían por su rostro.
Amir se quedó paralizado, sin poder apartar la vista de la devastación que se desplegaba ante ellos. El silencio que siguió al colapso de la esfinge fue abrumador, solo roto por el ruido de las piedras cayendo y el gemido del viento que se llevaba el polvo.
—qué… ¿Qué acaba de pasar? —preguntó Amir, con la voz temblorosa.
Ahmed, que había estado observando todo desde el centro de control, llegó corriendo, su rostro pálido y lleno de preocupación.
—La máquina… La máquina se ha activado, pero algo salió mal —dijo Ahmed, con la voz rota.
El equipo se quedó en silencio, procesando lo que acababa de ocurrir. Sabían que habían tomado todas las precauciones posibles, que habían revisado cada detalle, pero, aun así, la máquina había causado una destrucción inimaginable.
—No era esto lo que debía suceder —murmuró Sara, mirando fijamente los restos de la esfinge.
—Tenemos que averiguar qué salió mal y si podemos hacer algo para evitar más destrucción —dijo Karl, tratando de mantener la compostura.
El equipo se unió, decidido a encontrar respuestas. Sabían que Lupe había hecho un sacrificio increíble y que ahora dependía de ellos continuar con su trabajo y descubrir la verdad detrás de la máquina y su propósito.
Sara observó los monitores con ojos llenos de lágrimas y, con la voz entrecortada, anunció:
—No, nada salió mal. El sonido que escuchamos fue una señal de radio que viajó rumbo a la luna. Tardó un poco más de un segundo en llegar. Los monitores indican que hubo un pequeño sismo en la luna y una nube de polvo se levantó. Algo se está moviendo. La activación, técnicamente, fue un éxito. Lupe lo consiguió.
Con estas palabras, Sara se quebró y empezó a llorar, las lágrimas corriendo por su rostro mientras el alivio y el dolor se mezclaban en su corazón. Karl y Amir se acercaron a ella, compartiendo su mezcla de tristeza y alivio.
—Lo logramos… —dijo Amir, con un susurro, aún asimilando la magnitud de lo que acababan de escuchar.
—Lupe hizo su parte —añadió Karl, con la voz ronca por la emoción—. Ahora tenemos que asegurarnos de que su sacrificio no haya sido en vano.
Ahmed, que había estado observando en silencio, asintió con firmeza.
—Debemos analizar todos los datos que tenemos y asegurarnos de que el disparo final se realice según lo planeado. Lupe confió en nosotros para completar esta misión.
El equipo, aunque abatido por la pérdida de Lupe, encontró una renovada determinación. Se dirigieron al centro de control, listos para revisar cada detalle y asegurarse de que el disparo del 21 de diciembre a las 6 pm se llevara a cabo perfectamente.
Tres días después del colapso de la esfinge y la activación exitosa de la máquina, el equipo había trabajado incansablemente para analizar todos los datos. Las comunicaciones con el observatorio lunar confirmaron que algo se estaba moviendo en la superficie lunar, probablemente debido al sismo causado por la señal de la máquina.
Sara, Amir, Karl y Ahmed se reunieron nuevamente en la entrada del túnel que había quedado sepultado por millones de toneladas de piedra. La atmósfera estaba cargada de tensión y anticipación.
—Estamos listos para el disparo final —dijo Ahmed, mirando a sus compañeros—. Todo está en su lugar.
—Lupe estaría orgullosa de nosotros —dijo Sara, con una sonrisa triste.
El equipo sabía que cada segundo contaba. Se aseguraron de que todas las medidas de seguridad estuvieran en su lugar.
—El 21 de diciembre a las 6 pm —dijo Amir, mirando el reloj—. Ese es el momento crítico.
Con todo en orden, el equipo se preparó para lo que sería el momento culminante de su misión. Sabían que el futuro dependía de su éxito y que el sacrificio de Lupe debía ser honrado con un disparo perfecto que enviara al asteroide rumbo al sol, asegurando la seguridad del planeta.
La espera hasta el 21 de diciembre estaba llena de nerviosismo y esperanza. Sabían que lo habían hecho todo lo posible y que ahora solo podían confiar en que la máquina, guiada por la brillantez de Lupe y el esfuerzo incansable de todo el equipo, cumpliera con su propósito final.
Se miraban unos a otros, ¿y ahora que pasaría? ¿habría valido la pena el sacrificio de Lupe? Solo les quedaba esperar.
La estación espacial internacional, que había estado monitoreando la luna, informó un hallazgo sorprendente:
—se observa una enorme esfera, como de cristal, que ha emergido del suelo lunar —anunció uno de los astronautas a través de la transmisión en vivo—. Está empezando a brillar. Parece que la luz del sol la está cargando.
El equipo en la tierra, compuesto por Sara, Karl, Amir y Ahmed, miró asombrado los monitores, viendo cómo la esfera en la luna irradiaba una luz intensa y hermosa. De repente, una señal se activó en los celulares del grupo, mostrándoles una serie de símbolos familiares.
—¡Es un mensaje! —exclamó Sara, mientras rápidamente comenzaba a traducir los símbolos.
Con cada símbolo que descifraba, las lágrimas llenaban sus ojos. Finalmente, levantó la vista hacia sus compañeros y, con voz temblorosa, les dijo:
—Es de Lupe. Fue enviado el 12 de octubre y programado para ser entregado hoy. Se está despidiendo de todos nosotros.
Los rostros de sus compañeros se llenaron de asombro y tristeza mientras escuchaban la traducción de Sara.
—Ella ya sabía que no podría salir a tiempo —continuó Sara—. Descubrió que no había forma de escapar, pero no nos lo dijo porque no podía permitir que nadie más se arriesgara. Nos dice que todo está bien, que sigamos con nuestras vidas. El disparo será perfecto, no tenemos de qué preocuparnos. Nos agradece y se despide.
El mensaje de Lupe resonó profundamente en el corazón de cada uno. A pesar del dolor, sintieron una inmensa gratitud y orgullo por el sacrificio de su amiga.
—Era tan valiente… —murmuró Karl, limpiándose una lágrima.
—Hizo esto por todos nosotros —añadió Amir, conmovido—. Tenemos que honrar su sacrificio continuando con nuestro trabajo.
Las semanas pasaron y, cada día, la esfera en la luna brillaba con mayor intensidad. Su luz comenzó a ser visible desde la tierra durante las noches, convirtiéndose en un faro de esperanza y un recordatorio constante del sacrificio de Lupe.
El equipo se encontraba reunido en el centro de control, observando con expectación los monitores. El reloj marcaba los últimos segundos antes del momento crucial. Afuera, en el cairo, la gente miraba al cielo, conscientes de que algo monumental estaba por suceder.
—Es el momento —dijo Ahmed, con un tono solemne.
Exactamente a las 6 de la tarde, una intensa luz brilló en el atardecer del Cairo. La esfera en la luna liberó toda su energía acumulada en un destello cegador, que iluminó el cielo y el horizonte. La gente en la tierra observaba con asombro y admiración, sabiendo que estaban presenciando el resultado de un esfuerzo monumental.
El equipo, con lágrimas en los ojos, vio cómo la luz del disparo se desvanecía lentamente. Sabían que el asteroide ahora estaba en curso hacia el sol, gracias al sacrificio y el trabajo incansable de todos ellos, especialmente de Lupe.
Está hecho —murmuró Sara, con una mezcla de alivio y tristeza.
Karl, Amir y Ahmed asintieron, conscientes de la magnitud de lo que habían logrado. El mundo estaba a salvo, y el sacrificio de Lupe sería recordado para siempre.
Mientras la luz en el cielo se desvanecía, un sentimiento de paz y satisfacción llenó los corazones de todos. Habían cumplido su misión y honrado el sacrificio de su amiga.
Nadie olvidaría ese 21 de diciembre, a las 6 de la tarde, cuando una intensa luz iluminó el atardecer del Cairo, marcando el fin de una era de incertidumbre y el comienzo de un futuro seguro para la humanidad. El equipo, aunque con el corazón pesado por la pérdida, sabía que su trabajo y el sacrificio de Lupe habían valido la pena.
Fin.
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