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En un lugar mágico del mundo, donde los colores del arcoíris siempre brillaban en el cielo y las aguas cristalinas de una cascada descendían con un suave murmullo, se encontraba la Cascada del Arcoíris Brillante. Este lugar no solo era hermoso, sino también conocido por ser una fuente de sabiduría y conocimiento. Los habitantes del cercano pueblo de Luz Clara visitaban la cascada en busca de respuestas y consejo.

Samy, un niño de diez años con una melena castaña y ojos llenos de curiosidad, vivía en Luz Clara. Siempre había sentido una conexión especial con la Cascada del Arcoíris Brillante, pues su abuelo solía contarle historias sobre los secretos que guardaba. Samy era un niño muy inteligente y siempre buscaba aprender algo nuevo. Su mejor amiga, Valery, una niña de nueve años con cabello negro y rizado y una sonrisa que irradiaba calidez, compartía su amor por la exploración y el conocimiento.

Un día, mientras jugaban cerca del borde del bosque, encontraron a Joan, un niño nuevo en el pueblo. Joan tenía el cabello rubio y los ojos azules como el cielo. Era un poco tímido, pero su curiosidad igualaba la de Samy y Valery. Decidieron invitarlo a unirse a sus aventuras, y pronto, los tres se volvieron inseparables.

Una tarde, mientras descansaban bajo la sombra de un gran árbol, Samy tuvo una idea.

—¿Por qué no visitamos la Cascada del Arcoíris Brillante? —propuso con entusiasmo—. He oído que quien bebe de sus aguas puede obtener sabiduría para enfrentar cualquier desafío.

Valery y Joan estuvieron de acuerdo al instante. Habían escuchado las historias sobre la cascada, pero nunca se habían aventurado tan lejos. Con emoción y un poco de nervios, comenzaron a planear su expedición.

Al día siguiente, bien temprano, se reunieron en la plaza del pueblo con mochilas llenas de provisiones y corazones llenos de entusiasmo. El camino hacia la cascada no era fácil; debían atravesar el denso Bosque de los Susurros, un lugar lleno de misterios y leyendas.

—¿Están listos? —preguntó Samy, mirando a sus amigos.

—¡Listos! —respondieron Valery y Joan al unísono.

Comenzaron su travesía, adentrándose en el bosque. Los árboles altos y frondosos bloqueaban gran parte de la luz del sol, creando un ambiente fresco y lleno de sombras. A medida que avanzaban, escuchaban los susurros del viento entre las hojas, como si el bosque les contara sus secretos.

—Este lugar es increíble —dijo Joan, mirando a su alrededor con ojos brillantes—. Nunca había visto algo así.

—Es un poco aterrador, pero emocionante —añadió Valery, apretando la mano de Samy para sentirse más segura.

Samy sonrió, sintiéndose responsable de sus amigos. Había leído sobre el bosque y sabía que, aunque podía parecer intimidante, era un lugar seguro si se mantenían juntos y seguían el sendero.

Después de unas horas de caminata, llegaron a un claro donde podían descansar. El sol se filtraba entre las hojas, creando un juego de luces y sombras en el suelo. Se sentaron a comer y beber un poco de agua, disfrutando del entorno pacífico.

—¿Cuánto falta para llegar a la cascada? —preguntó Joan, masticando un trozo de manzana.

—No mucho —respondió Samy—. Según el mapa, estamos a la mitad del camino. Si seguimos a este ritmo, deberíamos llegar antes de que oscurezca.

Con renovadas energías, los tres amigos continuaron su viaje. A medida que se adentraban más en el bosque, el sonido del agua se hacía cada vez más fuerte. Podían oír el murmullo de la cascada a lo lejos, una melodía suave y constante que los atraía como un imán.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, llegaron a un punto donde el bosque se abría y pudieron ver la Cascada del Arcoíris Brillante en toda su gloria. El agua caía desde una gran altura, formando un arcoíris perpetuo que brillaba con colores vivos y deslumbrantes. Era una vista impresionante que los dejó sin aliento.

—Es… es increíble —murmuró Valery, sin poder apartar los ojos del arcoíris.

—Nunca había visto algo tan hermoso —añadió Joan, maravillado.

Samy, con el corazón latiendo rápidamente de emoción, dio un paso adelante.

—Vamos, acerquémonos. Debemos beber del agua para obtener sabiduría.

Los tres amigos se acercaron a la cascada con cuidado. El aire estaba fresco y cargado con una energía especial. Se arrodillaron junto al agua y, uno por uno, bebieron de la cascada. El agua era fría y refrescante, y mientras bebían, sintieron una extraña calidez que se extendía por sus cuerpos.

—¿Lo sienten? —preguntó Samy, mirando a sus amigos con ojos brillantes—. Es como si el agua nos llenara de conocimiento.

Valery y Joan asintieron, sintiendo lo mismo. Se quedaron un rato en silencio, absorbiendo la energía del lugar. Sabían que habían hecho algo significativo, aunque aún no comprendían del todo qué significaba.

Mientras descansaban junto a la cascada, un anciano apareció de entre los árboles. Tenía una larga barba blanca y vestía una túnica que parecía hecha de hojas y flores. Los niños lo miraron con asombro y un poco de temor.

—Bienvenidos a la Cascada del Arcoíris Brillante —dijo el anciano con voz suave—. Mi nombre es Aurelio, el guardián de este lugar. Veo que han bebido del agua sagrada.

Samy, Valery y Joan asintieron, sin saber qué decir.

—No teman —continuó Aurelio—. La sabiduría que han recibido los guiará en su futuro. Pero recuerden, el verdadero conocimiento no se trata solo de saber, sino de comprender y aplicar lo aprendido.

Los niños escucharon atentamente, sintiendo que estaban en presencia de alguien muy especial. Aurelio les contó historias sobre la cascada y les explicó que su verdadero poder radicaba en la capacidad de abrir sus mentes y corazones a nuevas experiencias y aprendizajes.

—La sabiduría construye caminos hacia el futuro —dijo Aurelio, mirándolos a los ojos—. Ustedes tienen la responsabilidad de usar este conocimiento para hacer el bien y guiar a otros.

Con esas palabras, Aurelio se despidió y desapareció en el bosque. Los niños se quedaron un rato más, reflexionando sobre lo que habían aprendido. Sabían que su aventura apenas comenzaba y que tenían mucho por descubrir.

Finalmente, decidieron regresar a Luz Clara, llevando consigo no solo el conocimiento de la cascada, sino también la responsabilidad de usarlo sabiamente. Mientras caminaban de regreso por el Bosque de los Susurros, sentían que sus corazones estaban más ligeros y sus mentes más abiertas.

La Cascada del Arcoíris Brillante les había dado un regalo invaluable: la sabiduría para construir un futuro lleno de posibilidades y esperanza. Y con ese regalo, estaban listos para enfrentar cualquier desafío que la vida les presentara, sabiendo que siempre podrían contar con la fuerza de su amistad y el poder del conocimiento.

Con el atardecer tiñendo el cielo de colores cálidos, los tres amigos se prometieron regresar a la cascada algún día, para seguir aprendiendo y creciendo juntos. Y así, su historia en la Cascada del Arcoíris Brillante apenas comenzaba, marcando el inicio de una aventura llena de descubrimientos y sabiduría.

Mientras los tres amigos descansaban junto a la cascada, sintiendo la energía y sabiduría del lugar, comenzaron a escuchar una serie de susurros que parecían venir de las aguas mismas. Samy, Valery y Joan se miraron con curiosidad, tratando de descifrar el origen de esos murmullos. Aurelio, el guardián de la cascada, había mencionado que la verdadera sabiduría no solo residía en el conocimiento, sino en la aplicación de este. ¿Sería esta una oportunidad para poner a prueba lo que habían aprendido?

Decidieron investigar más a fondo. Samy sugirió que exploraran los alrededores de la cascada, buscando pistas que pudieran revelar más sobre el misterioso lugar. Valery y Joan estuvieron de acuerdo, y juntos comenzaron a caminar por la orilla del río que nacía de la cascada. El ambiente estaba lleno de un aire místico, como si cada piedra y planta guardara secretos esperando ser descubiertos.

No mucho tiempo después, encontraron una antigua inscripción tallada en una roca grande. Las palabras, aunque desgastadas por el tiempo, eran legibles:

“El verdadero poder de la sabiduría yace en el corazón y la mente de aquellos que buscan aprender. Aquellos que deseen entender deben primero escuchar y luego actuar con bondad.”

Valery leyó las palabras en voz alta, y los tres amigos se quedaron pensativos. Joan fue el primero en romper el silencio.

—¿Creen que esto tenga que ver con los susurros que escuchamos antes? —preguntó, señalando hacia el agua.

—Podría ser —respondió Samy—. Tal vez necesitemos escuchar más atentamente para entender lo que la cascada está tratando de decirnos.

Decidieron sentarse en silencio junto al agua, cerrando los ojos y concentrándose en los susurros. Poco a poco, las voces comenzaron a tomar forma, y pudieron distinguir palabras sueltas: “corazón”, “bondad”, “acción”. Era como si la cascada les estuviera contando una historia antigua.

Después de un rato, Valery abrió los ojos y miró a sus amigos.

—Creo que entiendo —dijo con una sonrisa—. La cascada nos está diciendo que debemos usar el conocimiento que adquirimos no solo para nosotros mismos, sino para ayudar a otros.

Joan asintió, y Samy, con una chispa de determinación en sus ojos, se levantó.

—Entonces, pongamos esto en práctica. Volvamos al pueblo y veamos cómo podemos hacer una diferencia.

Con renovado entusiasmo, los tres amigos emprendieron el camino de regreso a Luz Clara. Mientras caminaban por el Bosque de los Susurros, se dieron cuenta de que las sombras que antes parecían intimidantes ahora les resultaban familiares y acogedoras. El bosque, que antes les había parecido un lugar de misterio, ahora era un símbolo de las posibilidades que la sabiduría y el conocimiento podían ofrecer.

Al llegar al pueblo, se encontraron con una situación que requería su atención inmediata. Un grupo de aldeanos estaba discutiendo sobre cómo resolver un problema con el suministro de agua. La sequía había afectado a Luz Clara, y muchos estaban preocupados por la falta de agua para sus cultivos y hogares.

Samy, Valery y Joan se acercaron al grupo y escucharon atentamente. Luego, Samy tomó la palabra.

—Creo que podemos ayudar —dijo con confianza—. Acabamos de regresar de la Cascada del Arcoíris Brillante, y aprendimos algo muy importante. La sabiduría no solo se trata de saber cosas, sino de usarlas para el bien común.

Los aldeanos se quedaron en silencio, esperando a que Samy continuara.

—Podemos construir un sistema de recolección de agua de lluvia —propuso—. He leído sobre cómo hacerlo, y estoy seguro de que, con la ayuda de todos, podemos asegurar que haya suficiente agua para todos.

Valery y Joan asintieron, apoyando a su amigo. Los aldeanos comenzaron a murmurar entre ellos, considerando la idea. Finalmente, uno de los ancianos del pueblo, conocido por su sabiduría y experiencia, habló.

—Es una idea excelente —dijo—. Y viniendo de jóvenes tan valientes y sabios, estoy seguro de que podemos lograrlo.

Con la colaboración de todos, los aldeanos comenzaron a trabajar en el sistema de recolección de agua. Samy, Valery y Joan lideraron el proyecto, compartiendo el conocimiento que habían adquirido y ayudando a coordinar los esfuerzos. Día tras día, trabajaron incansablemente, y poco a poco, el sistema comenzó a tomar forma.

Finalmente, después de semanas de trabajo arduo, el sistema de recolección de agua estaba completo. Los aldeanos celebraron con alegría, agradeciendo a los tres amigos por su iniciativa y sabiduría. La sequía ya no era una amenaza, y Luz Clara podía mirar hacia el futuro con esperanza y optimismo.

Samy, Valery y Joan se sentían orgullosos de lo que habían logrado. Habían aprendido que la sabiduría no solo se encontraba en los libros o en lugares mágicos, sino también en el corazón de cada persona dispuesta a escuchar, aprender y actuar con bondad.

Con la promesa de seguir buscando y aplicando el conocimiento para el bien común, los tres amigos sabían que su aventura apenas comenzaba. La Cascada del Arcoíris Brillante les había dado un regalo invaluable, y estaban listos para enfrentar cualquier desafío que la vida les presentara, sabiendo que la sabiduría siempre los guiaría hacia un futuro brillante.

Con el sistema de recolección de agua en pleno funcionamiento, la vida en Luz Clara comenzó a mejorar rápidamente. Los cultivos florecían y el ambiente en el pueblo se llenaba de optimismo. Los aldeanos ya no temían la sequía y sentían una profunda gratitud hacia Samy, Valery y Joan por su liderazgo y sabiduría.

Sin embargo, los tres amigos sabían que su viaje de aprendizaje estaba lejos de terminar. Habían prometido a Aurelio, el guardián de la cascada, que usarían su conocimiento para el bien común y seguirían explorando y creciendo. Un día, mientras paseaban por el pueblo, se encontraron con un cartel que anunciaba un concurso de invenciones y soluciones en el pueblo vecino de Brisa Clara. Los ojos de Samy se iluminaron al leer el anuncio.

—¡Chicos, deberíamos participar! —exclamó—. Podríamos presentar nuestro sistema de recolección de agua y aprender de otras ideas innovadoras.

Valery y Joan estuvieron de acuerdo al instante. Sentían que era una oportunidad perfecta para compartir su conocimiento y también aprender de los demás. Se inscribieron en el concurso y comenzaron a preparar una presentación detallada de su proyecto.

La semana siguiente, con la presentación lista, los tres amigos partieron hacia Brisa Clara. El viaje fue emocionante, lleno de paisajes nuevos y conversaciones sobre posibles mejoras a su invento. Al llegar, se encontraron con un ambiente vibrante de creatividad y entusiasmo. Los participantes del concurso eran de todas las edades y venían de diferentes lugares, cada uno con ideas únicas y soluciones innovadoras.

El día del concurso, Samy, Valery y Joan se levantaron temprano, ansiosos, pero también nerviosos. Montaron su presentación en un gran tablero, mostrando dibujos y explicaciones sobre cómo habían construido el sistema de recolección de agua. Mientras esperaban su turno para presentar, aprovecharon para recorrer el lugar y conocer a otros inventores.

Uno de los proyectos que les llamó la atención fue un sistema de filtración de agua diseñado por un joven inventor llamado Carlos. Él explicaba con pasión cómo su invento podía purificar el agua de los ríos contaminados, haciendo que fuera potable para las comunidades rurales. Samy, Valery y Joan quedaron impresionados y comenzaron a intercambiar ideas con Carlos, compartiendo también su experiencia.

Finalmente, llegó su turno para presentar. Con los nervios a flor de piel, pero con una determinación firme, Samy tomó la palabra.

—Buenos días a todos. Somos Samy, Valery y Joan, del pueblo de Luz Clara. Hoy queremos compartir con ustedes nuestro sistema de recolección de agua de lluvia, una solución que ha ayudado a nuestra comunidad a enfrentar la sequía.

A medida que hablaban, los jueces y el público mostraban un gran interés, haciendo preguntas y admirando el ingenio detrás del proyecto. Valery explicó cómo habían utilizado materiales locales y Joan detalló el proceso de construcción, mientras Samy hablaba sobre los beneficios que habían visto en su comunidad.

Al finalizar su presentación, recibieron un aplauso entusiasta. Los tres amigos se sintieron orgullosos y satisfechos, sabiendo que habían hecho un buen trabajo. Pasaron el resto del día observando otras presentaciones y aprendiendo de cada una, acumulando nuevas ideas y conocimientos.

Al final del concurso, se anunció que el proyecto de Samy, Valery y Joan había ganado el primer premio. La emoción y alegría que sintieron fue indescriptible. No solo habían compartido su conocimiento, sino que también habían sido reconocidos por su esfuerzo y creatividad.

El premio consistía en recursos adicionales para mejorar su proyecto y la oportunidad de participar en una red de jóvenes inventores, donde podrían seguir aprendiendo y desarrollando nuevas soluciones. Los tres amigos regresaron a Luz Clara con el corazón lleno de gratitud y una visión renovada para el futuro.

De vuelta en el pueblo, fueron recibidos como héroes. Los aldeanos los felicitaron y agradecieron por su dedicación y por representar a Luz Clara con tanto orgullo. Los amigos sabían que tenían una gran responsabilidad y querían seguir haciendo el bien. Decidieron usar los recursos del premio para mejorar aún más el sistema de recolección de agua, añadiendo filtros y mecanismos para almacenar agua durante períodos más largos.

A medida que trabajaban en las mejoras, también comenzaron a enseñar a otros niños del pueblo sobre la importancia del conocimiento y la innovación. Organizaron talleres y actividades donde compartían lo que habían aprendido, inspirando a una nueva generación de inventores y pensadores.

Un día, mientras caminaban por el Bosque de los Susurros, recordaron la promesa que se habían hecho en la Cascada del Arcoíris Brillante: regresarían algún día para seguir aprendiendo. Con una sonrisa, decidieron que era el momento adecuado. Reunieron a un grupo de amigos y, juntos, emprendieron el viaje de regreso a la cascada.

Al llegar, encontraron a Aurelio esperándolos. El anciano guardián los recibió con una sonrisa cálida y les preguntó sobre sus experiencias y aprendizajes. Samy, Valery y Joan contaron con entusiasmo todo lo que habían logrado, desde el sistema de recolección de agua hasta el concurso en Brisa Clara.

Aurelio escuchó atentamente, asintiendo con aprobación.

—Estoy muy orgulloso de ustedes —dijo—. Han comprendido que la verdadera sabiduría no solo se trata de adquirir conocimientos, sino de compartirlos y aplicarlos para el bien de todos. Han construido caminos hacia el futuro no solo para ustedes, sino para toda su comunidad.

Los niños sintieron una profunda satisfacción y agradecimiento. Sabían que su viaje de aprendizaje nunca terminaría y que siempre habría nuevos desafíos y oportunidades para crecer. La Cascada del Arcoíris Brillante seguiría siendo un símbolo de sabiduría y esperanza en sus corazones.

Antes de despedirse, Aurelio les entregó un pequeño libro antiguo, lleno de enseñanzas y consejos para futuras aventuras. Con la promesa de regresar y seguir aprendiendo, los tres amigos y su grupo emprendieron el camino de regreso a Luz Clara, listos para enfrentar cualquier desafío que la vida les presentara.

Y así, con el atardecer tiñendo el cielo de colores cálidos, Samy, Valery y Joan caminaron hacia el futuro, sabiendo que la sabiduría que habían adquirido los guiaría siempre. La Cascada del Arcoíris Brillante les había dado un regalo invaluable, y con ese regalo, estaban preparados para construir un mundo mejor, lleno de posibilidades.

La moraleja de esta historia es que la sabiduría construye caminos hacia el futuro.

Y colorín colorín, este cuento llego a su fin. bueno mis amables oyentes. ¡hasta MAÑANA! CON UN NUEVO CUENTO CON MORALEJA.

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