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El cazador de almas perdidas – Creepy pasta 146. Historias de Vampiros

 El secreto de la Infiltración.

La decisión inevitable.

Los últimos tres días habían sido un caos silencioso para María y Fabián. La misión de infiltrarse en las cercanías de la oficina de Ragnarok había sido exitosa, pero el precio emocional que estaban pagando era cada vez más alto. Cada noche, después de haber utilizado el talismán, el silencio entre ellos se volvía más pesado, como si ambos evitaran tocar el tema que sabían que eventualmente los alcanzaría.

En el fondo, María sabía que Tatiana no era ajena a lo que estaba sucediendo. Pero, a pesar de las promesas que ambas hermanas se habían hecho, María había seguido posponiendo esa conversación, paralizada por el temor de decepcionarla. Esa noche, sin embargo, ya no podían postergarlo más.

Fabián, sentado en la pequeña mesa del apartamento que compartían temporalmente, jugueteaba con una copa vacía, sin atreverse a mirarla directamente.

—María —su voz era un susurro, apenas audible sobre el ruido de los coches afuera—. Tenemos que decírselo.

María estaba junto a la ventana, con los brazos cruzados sobre su pecho, como si intentara protegerse de la realidad que los envolvía. Sabía que Fabián tenía razón, pero la idea de enfrentarse a su hermana le provocaba un nudo en el estómago.

—Lo sé —respondió ella, su voz quebrada por la culpa—. Pero… ¿cómo le explico que he estado usando el talismán todo este tiempo? ¿Cómo le pido que lo entienda?

Fabián dejó la copa sobre la mesa con un suave clic y se levantó, caminando hacia ella. Tomó su mano con suavidad.

—Tatiana te quiere. Te conoce mejor que nadie, María. Si alguien puede entenderte, es ella —dijo con voz suave—. Y además, ya lo sospecha. No podemos seguir ocultando esto.

María apretó los labios, sintiendo que su estómago se retorcía de angustia. Sabía que Tatiana lo sospechaba, pero enfrentarlo de frente era diferente.

—¿Y si no lo acepta? —preguntó María, sus ojos brillando con un miedo profundo.

—Ya hemos cruzado demasiadas líneas como para mirar atrás. Tatiana puede estar enfadada, pero te quiere. Lo hará por ti —dijo Fabián, su voz más firme ahora.

María respiró hondo, asintiendo lentamente. Sabía que no podía seguir escapando de esa conversación. Había llegado el momento de enfrentarse a la verdad.

—Está bien. Vamos a verla —dijo finalmente, con un nudo en la garganta.

La caminata hacia el apartamento de Tatiana y Drex fue en completo silencio. Ninguno de los dos dijo una palabra, pero la tensión entre ellos hablaba por sí sola. Cuando finalmente llegaron, María se detuvo frente a la puerta, sin atreverse a tocar.

—No puedo hacer esto —dijo, sintiendo que sus manos temblaban ligeramente.

Fabián la miró con comprensión, pero tomó la iniciativa, tocando la puerta por ella. No podían seguir evitando lo inevitable.

La puerta se abrió, y Tatiana apareció al otro lado con una ligera sonrisa. Sin embargo, su expresión cambió al ver las caras tensas de María y Fabián.

—¿Qué sucede? —preguntó, haciéndose a un lado para dejarlos pasar.

María tragó saliva, su mente buscando desesperadamente las palabras correctas, pero no encontraba ninguna que aliviara lo que estaba por venir.

—Tati, tenemos que hablar —dijo María, su voz rota por la culpa.

Tatiana cerró la puerta y los guió hacia la sala, donde se sentaron en un silencio incómodo. Tatiana los observaba, con una mezcla de preocupación y anticipación.

—¿De qué se trata? —preguntó Tatiana finalmente, rompiendo el silencio que parecía aplastar el ambiente.

María tomó aire, sintiendo que el corazón le latía con fuerza en el pecho. No podía seguir evadiéndolo más.

—Hemos estado usando el talismán de Asha —confesó, sin rodeos, pero con la voz temblorosa.

Tatiana parpadeó, pero no parecía sorprendida. Un largo suspiro escapó de sus labios mientras miraba a su hermana en silencio.

—Lo sospechaba —dijo finalmente, su tono tranquilo, pero con un toque de decepción—. Pero esperaba que me lo dijeras tú antes. Nos prometimos no tener más secretos, María.

María bajó la cabeza, incapaz de sostener la mirada de su hermana.

—Lo sé, y lo siento. Tenía miedo de cómo lo tomarías… —respondió con un hilo de voz.

Tatiana se quedó callada por un momento, procesando lo que su hermana acababa de confesar. Luego, se inclinó hacia adelante, su mirada fija en María.

—No se trata de que hayas usado el talismán, María. Entiendo por qué lo hiciste. Pero me duele que no confiaras en mí para decírmelo. No somos solo hermanas, también somos un equipo. No podemos trabajar así —su tono era severo, pero no había ira en su voz, solo decepción.

María asintió lentamente, sus ojos llenos de remordimiento.

—Necesitamos tu ayuda, Tati. El talismán está a punto de agotarse, y no podemos soportar la idea de matar a alguien para recargarlo —dijo, con la voz quebrada—. Pensamos que tal vez… Drex podría ayudarnos.

Tatiana alzó una ceja, claramente sorprendida.

—¿Quieres que Drex utilice la sangre de sus cacerías para alimentar el talismán? —preguntó, su tono incrédulo, pero entendiendo la lógica detrás de la propuesta.

Fabián intervino, sintiendo que la conversación se inclinaba hacia un lado delicado.

—Sabemos que no es una solución ideal, pero evitaría más muertes inocentes —dijo Fabián, su voz llena de nerviosismo—. Solo pedimos una oportunidad.

Tatiana dejó escapar un largo suspiro, pasando una mano por su cabello. Sabía que la propuesta no sería bien recibida por Drex, pero también comprendía las implicaciones de no hacer nada.

—Drex no estará contento con esto, pero… lo mejor es que tú mismo se lo pidas, Fabián —dijo Tatiana, mirando a Fabián con seriedad—. Si él va a aceptar esto, tiene que ser bajo tus términos, no bajo los míos.

Fabián asintió, sabiendo que tenía razón. Aunque le aterraba la idea de enfrentarse a Drex con una petición tan delicada, no había otra salida.

Justo en ese momento, la puerta del apartamento se abrió y Drex entró. Al instante, percibió la tensión en el ambiente y supo que algo importante estaba sucediendo. Sus ojos recorrieron el rostro de Tatiana, luego el de María, y finalmente se detuvieron en Fabián.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó, con voz grave.

Fabián se levantó lentamente, sintiendo que el peso de la conversación caía sobre él como una losa.

—Drex… ¿podemos hablar un momento afuera? —preguntó, su voz tensa pero firme.

Drex lo observó durante unos segundos antes de asentir. Ambos salieron del apartamento, caminando en silencio hasta un bar cercano. Una vez dentro, se sentaron en una mesa apartada, donde la música amortiguaba las voces a su alrededor.

Fabián no sabía cómo empezar. Sentía que cualquier palabra que dijera podría empeorar la situación, pero sabía que debía ser honesto.

—Sé que esto va a sonar mal, Drex, pero… María y yo hemos estado usando el talismán de Asha. Y ahora, solo nos queda un uso antes de que se agote —dijo finalmente, su voz temblando.

Drex lo miró en silencio, sin expresión alguna. Esperaba que Fabián continuara.

—No podemos… no podemos matar a alguien inocente para recargarlo. Pero pensamos que… tal vez tú podrías ayudar. Tú… ya cazas. Y podrías usar esa sangre para alimentar el talismán —dijo Fabián, cada palabra pesando más que la anterior.

Drex no dijo nada por un largo rato. Simplemente lo miraba, evaluando la situación. Finalmente, dejó escapar un suspiro profundo.

—Entiendo lo que me estás pidiendo, Fabián. Pero esto no es una decisión que pueda tomar a la ligera. Estás hablando de usar mi naturaleza para algo que… honestamente, no me agrada —respondió Drex, su tono medido.

Fabián asintió, sabiendo que Drex no lo haría de inmediato. Pero al menos había abierto la puerta a la posibilidad.

Drex observó a Fabián en silencio por un momento, su mirada penetrante y seria. La tensión entre ellos era palpable, y aunque Fabián se había armado de valor para pedirle ayuda, Drex no estaba dispuesto a dejar pasar las implicaciones de la situación tan fácilmente.

—¿Entiendes lo que significa realmente cazar a alguien? —preguntó Drex, su voz firme, pero no agresiva—. No estamos hablando de tomar la vida de un animal o de una simple criatura. Hablamos de una persona, un ser humano. Cuando cazas, no solo tomas una vida, sino que asumes la responsabilidad de esa muerte. El peso de ello.

Fabián asintió lentamente, pero Drex notaba en sus ojos que no comprendía completamente la magnitud de lo que estaba diciendo. Era algo que solo se podía entender realmente después de haberlo experimentado.

—Lo que me estás pidiendo —continuó Drex—, es que use mi naturaleza para algo que va en contra de lo que intento controlar todos los días. Yo cazo porque debo, porque mi ser me lo exige. Pero no lo hago a la ligera.

Fabián tragó saliva, sintiendo el peso de esas palabras sobre sus hombros. Sabía que pedirle a Drex que cazara para ellos no era una petición menor, pero había subestimado lo que realmente significaba para él.

—No… no lo había visto de esa manera —admitió Fabián, con la voz quebrada—. Pero no sé qué más hacer.

Drex dejó escapar un suspiro, bajando la cabeza por un momento, como si considerara la profundidad de la situación. Después de unos segundos de reflexión, levantó la vista nuevamente, su expresión más decidida.

—Haré esto por ti, Fabián, pero bajo una condición —dijo Drex, inclinándose ligeramente hacia él—. Si tú y María esperan que yo siga cazando para alimentar ese talismán, entonces ustedes deben cazar por mí. Deben entender lo que significa tomar una vida, sentir ese peso, esa responsabilidad. Solo entonces sabrán realmente lo que me están pidiendo.

Fabián sintió un escalofrío recorrer su columna. La propuesta de Drex era audaz, y en cierto modo, justa. Drex no estaba dispuesto a hacerles el trabajo sucio sin que ellos supieran lo que implicaba. No podían esperar que Drex cargara con todo.

—¿Una cacería? —repitió Fabián, su voz débil, como si no pudiera procesar del todo lo que significaba—. ¿Quieres que María y yo…?

—Exacto —interrumpió Drex, su mirada fija en la de Fabián—. No hay otra forma. Si aceptas esto, sabré que entiendes lo que realmente implica mi ayuda. De lo contrario, estarías pidiéndome algo que no comprendes del todo.

Fabián se quedó en silencio, sus pensamientos agolpándose en su mente. La propuesta de Drex era tan oscura como lógica. ¿Podrían él y María hacer algo así? ¿Sería capaz de tomar una vida, aunque fuera por una causa que parecía tan desesperada? Su estómago se revolvía ante la idea.

Pero, al mismo tiempo, sabía que no tenían muchas opciones. Si querían evitar más muertes inocentes, tenían que hacer algo. Tenían que comprometerse.

—Está bien —dijo finalmente, con la voz apenas audible, su decisión firme a pesar del miedo que sentía—. Lo haremos.

Drex asintió, como si hubiera esperado esa respuesta. Se levantó de la mesa, poniendo fin a la conversación.

—Volvamos al apartamento de Tatiana. Necesitas descansar. Mañana será un día largo —dijo Drex, dando por hecho el acuerdo.

Ambos salieron del bar y caminaron en silencio de vuelta al apartamento de Drex y Tatiana. Fabián, descolocado por completo, apenas podía procesar lo que acababa de aceptar. Su mente estaba atrapada entre el temor y la resolución, mientras trataba de asimilar lo que había dicho.

Al llegar al apartamento, María y Tatiana los esperaban. Fabián, con el rostro pálido y la mente revuelta, no pudo evitar lanzar una mirada a María, sabiendo que la decisión que había tomado cambiaría sus vidas para siempre.

—¿Todo bien? —preguntó Tatiana, rompiendo el silencio.

Fabián solo pudo asentir ligeramente antes de tomar a María de la mano.

—Nos vamos a casa —dijo en voz baja, sin dar más explicaciones.

Mientras caminaban de vuelta a su propio apartamento, María miraba a Fabián con preocupación, pero no dijo nada. Sabía que lo que había pasado entre él y Drex había sido crucial. Y aunque no tenía los detalles, sentía que el peso de lo ocurrido recaería sobre ambos.

Al llegar a su apartamento, Fabián finalmente se detuvo y, con la voz temblorosa, le contó a María lo que Drex le había propuesto.

—Drex… quiere que cace por él —dijo, su voz quebrándose al pronunciar las palabras—. Quiere que entendamos lo que significa realmente lo que le estamos pidiendo.

María se quedó en silencio, sus ojos grandes y llenos de asombro.

—¿Cazar? —susurró, apenas pudiendo procesar la magnitud de lo que eso significaba—. ¿Nosotros…?

—No tenemos otra opción, María —dijo Fabián, su mirada llena de dolor—. Si queremos seguir usando el talismán sin más muertes inocentes… tenemos que hacerlo.

El silencio entre ambos fue denso, cargado de miedo, incertidumbre y un profundo sentido de inevitabilidad. No había vuelta atrás.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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