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El cazador de almas perdidas – Creepy pasta 119.

El Camino hacia el Tótem.

Vambertoken se dirigía a Perú para cumplir con sus deberes en el Consejo de Ancianos Chamánicos, pero en su mente se desarrollaba un plan mucho más complejo. Sabía que la situación con el tótem que afectaba a Drex se estaba volviendo insostenible, y por eso había decidido mover las piezas adecuadas. Envió a Drex y Tatiana a Colombia para negociar un favor complicado con el Archiconde Ramírez, mientras que Fabián y María se dirigían a México en busca de un herrero capaz de forjar un amuleto con poder suficiente para contener el tótem.

La misión era extraoficial, y lo que la hacía aún más peligrosa era que, bajo ninguna circunstancia, se podía mencionar el tótem o el peligro que representaba. El Consejo Latinoamericano Vampírico tenía control absoluto sobre la Bruja Roja, Fabiola, quien estaba completamente aislada. Cualquier contacto con ella estaba estrictamente prohibido, y si alguien descubría lo que Drex y Tatiana estaban planeando, no solo ellos, sino también Ramírez, perderían todo.

Colombia: La Reunión con el Archiconde Ramírez.

Las calles de Bogotá parecían envolverse en un manto de incertidumbre mientras Tatiana y Drex caminaban hacia la residencia del Archiconde Ramírez. Ambos sabían que lo que iban a pedir era riesgoso y, sobre todo, extremadamente delicado. Ramírez, ahora Archiconde de Colombia, era un hombre de poder calculador, y aunque en el pasado había trabajado con Drex, este favor pondría todo su estatus en peligro.

Cuando llegaron, los guardias los recibieron con una formalidad cortante, como si supieran que la reunión que estaba por tener lugar no sería ordinaria. Al entrar en la sala de reuniones privada, vieron al Archiconde Ramírez, imponente en su trono de cuero, observándolos con una mirada evaluadora. Ya no era el Regente de los Licántropos que Drex había conocido, sino un hombre con mucho más en juego.

—Drex, Tatiana —saludó Ramírez con una voz fría—. No suelo recibir visitas para asuntos como este sin un aviso previo.

Tatiana dio un paso adelante. Sabía que no podía mencionar ni el tótem ni lo que estaba en juego de manera abierta, pero la urgencia del momento exigía que Ramírez comprendiera la gravedad de la situación, sin comprometer el secreto.

—Archiconde —comenzó Tatiana, su tono respetuoso pero firme—. Sabemos que lo que estamos a punto de pedir es… complicado. Pero es necesario. Estamos en una situación que requiere un recurso muy específico, y la única persona que puede proporcionarlo es Fabiola, la Bruja Roja.

Ramírez mantuvo su expresión neutral, pero sus ojos se estrecharon ligeramente.

—La Bruja Roja está bajo una custodia estricta por órdenes del Consejo —respondió, su tono haciéndose más duro—. Nadie tiene permiso de hablar con ella, ni siquiera yo, bajo ninguna circunstancia.

Drex sintió cómo la tensión en la sala se hacía palpable. Sabía que cualquier palabra mal dicha podría hacer que Ramírez los rechazara de inmediato. Pero no podían darse el lujo de retroceder.

—Entendemos la situación —dijo Drex, su tono tan controlado como podía ser—. Pero también sabes que hay momentos en los que es necesario ir más allá. Necesitamos información que solo ella tiene. No se trata de desobedecer al Consejo, sino de evitar algo peor.

Ramírez los miró en silencio, como si evaluara cada palabra que decían. Sabía que el riesgo era inmenso, pero también comprendía que Drex y Tatiana no harían tal petición a la ligera.

—Si acepto ayudarlos —comenzó Ramírez, sus ojos oscuros posándose en Tatiana—, ¿qué garantías tengo de que este asunto no se volverá en mi contra? No es solo mi posición lo que está en juego. Si el Consejo descubre lo que están pidiendo, no habrá clemencia.

Tatiana apretó los labios. Sabía que lo que estaban pidiendo lo ponía todo en riesgo, pero no tenían más opción. Ramírez tenía que entender que estaban en un punto sin retorno, sin necesidad de revelar el peligro real del tótem.

—Archiconde, esta será una misión completamente silenciosa —dijo Tatiana, su voz baja y contenida—. Nadie más sabrá de esto. Si conseguimos la información, desapareceremos antes de que alguien sepa lo que ocurrió.

Ramírez se levantó de su asiento, caminando lentamente por la habitación, meditando sus próximas palabras.

—Esto va en contra de todo lo que he construido —dijo en voz baja—. Si esto falla, el Consejo vendrá por todos nosotros. Y créanme, no habrá escondite suficiente para huir de su ira.

El silencio en la sala era casi opresivo. Drex y Tatiana sabían que Ramírez no estaba exagerando. El Consejo tenía los recursos y el poder para destruirlos a todos si descubrían lo que estaban haciendo.

—Queremos darte algo a cambio, Archiconde —dijo Drex con cautela, sabiendo que Ramírez no haría esto por simple lealtad—. Vambertoken está dispuesto a ofrecerte un apoyo significativo en tus futuras operaciones. Sabes que tenerlo de tu lado es más que valioso en este mundo.

Ramírez se detuvo, observando a Drex por un largo momento antes de hablar.

—Si Vambertoken está dispuesto a respaldar esto, puedo considerar ayudarlos. Pero lo que están pidiendo no es un simple favor. Si fallan, todos lo pagaremos.

Tatiana sintió un nudo en el estómago, pero asintió con firmeza. Sabía que no podían permitirse fallar. El éxito de la misión era crucial para todos.

—No fallaremos —dijo Tatiana, con una convicción que sorprendió incluso a Drex—. Solo necesitamos tu respaldo. Lo demás, lo manejaremos.

Colombia: El Peligroso Acuerdo con Ramírez.

Ramírez se mantuvo de pie frente a la ventana, observando la oscura ciudad de Bogotá. El silencio se prolongaba mientras Tatiana y Drex esperaban su respuesta final. La tensión en la sala era casi insoportable. Tatiana sabía que, a pesar de su convicción, la decisión que tomara el Archiconde podía cambiar el curso de todo. Si Ramírez rechazaba la propuesta, todo el esfuerzo hasta ahora sería en vano.

Finalmente, Ramírez se dio la vuelta, con una mirada calculadora.

—Acepto ayudarlos —dijo lentamente—, pero bajo una condición: no habrá margen de error. Si alguien fuera de esta sala se entera, negaré haber tenido algún contacto con ustedes, y los dejaré caer sin miramientos.

Drex asintió, comprendiendo completamente la gravedad de las palabras del Archiconde.

—Lo mantendremos en absoluto secreto —respondió Drex—. Nadie sabrá que tuviste algo que ver.

Tatiana, más tranquila ahora que habían asegurado la ayuda de Ramírez, sentía la presión disminuir ligeramente, pero sabía que la verdadera prueba aún estaba por venir. Convencer a la Bruja Roja no sería una tarea fácil, y lo que Fabiola podría pedir a cambio de la información sería aún más complicado de conseguir.

Ramírez, con su fría eficiencia, comenzó a trazar los pasos que seguirían para acceder a Fabiola, asegurándose de que no quedara ningún rastro de la operación. Drex y Tatiana salieron de la reunión con una mezcla de alivio y aprensión. Sabían que el camino para conseguir las esmeraldas de alma apenas comenzaba.

México: Fabián y María en busca del Herrero.

Mientras tanto, Fabián y María estaban en camino a México, enfrentando su propia versión de la misión. El herrero que necesitaban localizar trabajaba para los separatistas, una facción que se oponía al Consejo y operaba en las sombras. Convencer a alguien que se alineaba con una facción rebelde era un riesgo enorme, pero era la única forma de conseguir que forjara el amuleto capaz de contener el poder del tótem.

—Este herrero no es alguien fácil de convencer —dijo Fabián, mirando a María mientras viajaban hacia el taller escondido del artesano—. Lo conozco desde hace años. Es un hombre brillante, pero su lealtad a los separatistas es fuerte. No hará esto a menos que le ofrezcamos algo igual de valioso.

María, quien había estado en silencio la mayor parte del viaje, finalmente habló.

—Tenemos que encontrar la manera —respondió, su tono decidido—. Drex y Tatiana nos están confiando una parte vital de esta misión. No podemos fallarles.

La relación entre María y Tatiana siempre había sido una mezcla de comprensión y apoyo mutuo. Sabían que, aunque cada una enfrentaba sus propios desafíos, no podrían avanzar sin el apoyo de la otra. María sentía el peso de esa responsabilidad con más fuerza que nunca, especialmente ahora que Tatiana estaba más afectada por la situación con el tótem.

Al llegar a la ciudad, Fabián y María se dirigieron a un pequeño callejón en las afueras de Ciudad de México. Allí, escondido entre viejos edificios, estaba el taller del herrero. Fabián respiró hondo antes de entrar, sabiendo que esta negociación sería una de las más difíciles que había enfrentado.

Dentro, el aire estaba cargado del olor a metal y fuego. El herrero, un hombre alto y corpulento con cicatrices en sus manos, los miró con una mezcla de curiosidad y desconfianza.

—Fabián —gruñó el herrero—. Hace tiempo que no vienes por aquí. ¿Qué te trae de vuelta? ¿Y quién es ella?

Fabián mantuvo la compostura, sabiendo que cualquier paso en falso podía poner en peligro la misión.

—Tenemos una propuesta para ti —dijo Fabián, manteniendo su tono firme—. Necesitamos que forjes un amuleto muy especial. Algo que requiere tus habilidades.

El herrero lo miró por un largo momento, luego se volvió hacia María, evaluándola con ojos penetrantes.

—Los separatistas no suelen hacer favores, Fabián. Sabes que si trabajo para ustedes, necesito algo a cambio. Algo grande.

María, manteniendo la calma, intervino.

—Sabemos que buscas poder, y podemos ofrecerte algo que te dará una ventaja. Pero primero, necesitamos tu ayuda. Este amuleto no es algo que cualquiera pueda forjar, y tú eres el único con las habilidades necesarias.

El herrero rió entre dientes.

—¿Poder, dices? —murmuró—. Hay muchas formas de obtener poder, pero si están tan desesperados, debe ser algo importante.

Fabián sabía que estaban en una situación delicada. No podían revelar demasiado, pero también necesitaban algo suficientemente tentador para que el herrero aceptara el trato.

—Lo que forjes será algo que pocas personas en este mundo pueden manejar —dijo Fabián con cuidado—. Y eso te dará una ventaja que ningún otro herrero en tu posición tendrá. Pero lo primero es esto: nos ayudarás con el amuleto y luego discutiremos los términos.

El herrero entrecerró los ojos, pensativo.

—Muy bien, pero si veo que hay algo que no me están diciendo, romperé el trato en el momento —advirtió el hombre—. Este es un mundo peligroso, Fabián. No me importa involucrarme en sus guerras, pero necesito asegurarme de que no me están metiendo en algo que me destruirá.

Fabián y María intercambiaron una mirada, sabiendo que habían conseguido el primer paso. El herrero aceptaba trabajar con ellos, pero sabían que aún quedaba mucho por delante. El amuleto era solo una parte de la ecuación. El siguiente reto sería obtener las esmeraldas y asegurarse de que todo encajara a la perfección antes de que el tótem comenzara a causar estragos irreversibles en Drex.

Colombia: El Conflicto Silencioso.

Tatiana y Drex se encontraban en un pequeño apartamento en Bogotá, en silencio después de su reunión con Ramírez. La oscuridad de la noche se colaba por las ventanas, pero era nada comparado con la creciente opresión que ambos sentían. Aunque habían conseguido el apoyo del Archiconde, el peso de lo que venía seguía latente.

Tatiana estaba sentada en la esquina de la habitación, con la mirada perdida en el suelo. Desde hacía semanas, sentía cómo el tótem estaba afectándola de manera profunda, pero había mantenido todo bajo control, en silencio, por el bien de la misión. Drex, siempre en el centro de la tormenta, no parecía darse cuenta de cómo el tótem estaba afectando también a quienes lo rodeaban.

Drex, sentado cerca de ella, revisaba algunos de los pasos que seguirían con Fabiola. Pero algo en el aire cambió. Era como si un punto de ruptura invisible hubiera llegado, y Tatiana, sin poder contenerlo más, se levantó lentamente.

—Drex… —comenzó, su voz sonaba calmada, pero había algo en ella que capturó de inmediato la atención de Drex.

Él levantó la mirada, notando por primera vez en días el cansancio en los ojos de Tatiana. No era el cansancio físico de las largas jornadas de misión. Era algo más profundo, algo que había estado pasando desapercibido.

—¿Qué ocurre, Tatiana? —preguntó, aunque ya sabía que la respuesta no sería simple.

Tatiana dio un paso hacia él, apretando los puños. Había mantenido todo bajo control durante demasiado tiempo. No era solo el tótem lo que los estaba desgastando, era la acumulación de decisiones, de sacrificios que se sentían más pesados a cada paso que daban.

—No puedo más, Drex —susurró, y en ese momento, el control que había mantenido se quebró—. No puedo seguir pretendiendo que todo esto no me está afectando. No soy solo tu apoyo, no soy solo la que está aquí para ayudarte a ti.

Drex se quedó en silencio, sorprendido por el tono contenido, pero peligroso de Tatiana. Sabía que ella siempre había sido la más fuerte entre ambos, la que mantenía todo bajo control, pero no había visto la grieta formándose.

—Tatiana, yo… no sabía que…

Tatiana lo interrumpió, su voz subiendo ligeramente, pero no gritando.

—¡No lo sabías porque nunca te detuviste a mirar! —exclamó, su tono temblando, no de ira, sino de agotamiento—. Este tótem, Drex… no solo te está destruyendo a ti. Está arrastrándonos a todos. Y he estado aquí contigo, cada maldito día, intentando contener algo que no entiendo por completo, pero que siento… siento cómo me consume, cómo nos consume.

Drex se levantó, pero se quedó a una distancia prudente. No quería acercarse demasiado. Sabía que algo mucho más profundo se estaba desatando.

—No era mi intención… —comenzó, pero Tatiana negó con la cabeza.

—No es solo tu carga, Drex. ¡Eso es lo que no entiendes! —respondió, más calmada ahora, pero cada palabra tenía un peso aplastante—. He estado luchando contra esta sombra contigo, pero tú solo ves lo que te está haciendo a ti. Nunca te detuviste a pensar en lo que me está haciendo a mí.

Drex sintió el golpe de sus palabras como un impacto físico. En todo este tiempo, había estado tan concentrado en el tótem, en su propia lucha interna, que había olvidado mirar más allá de sí mismo.

—Lo siento —dijo Drex en voz baja, finalmente comprendiendo la magnitud del daño—. No me di cuenta… que también te estaba arrastrando a ti.

Tatiana lo miró a los ojos, el agotamiento emocional evidente en su rostro.

—No soy indestructible, Drex —susurró—. Estoy aquí porque creo en lo que estamos haciendo, pero no puedo seguir llevando esto sola. Necesito que estés más presente. Necesito que entiendas que no es solo tu batalla.

Hubo un largo silencio entre ellos. Drex asintió lentamente, sabiendo que no podía simplemente pedir perdón y seguir adelante como si nada hubiera pasado.

—No lo permitiré más —dijo finalmente Drex, con una resolución renovada—. No dejaré que esto te destruya también. A partir de ahora, vamos a enfrentar esto juntos, no como mi carga, sino como nuestra lucha.

Tatiana lo miró, midiendo sus palabras. Sabía que Drex lo decía en serio, pero también sabía que las promesas en medio de la oscuridad eran fáciles de hacer. Solo el tiempo diría si realmente habían aprendido a enfrentarlo como uno solo.

Ambos sabían que, aunque habían llegado a un entendimiento, el tótem seguía ahí, esperando, creciendo en poder. Y ahora más que nunca, necesitaban encontrar esas esmeraldas de alma antes de que fuera demasiado tarde.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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