El cazador de almas perdidas – Creepy pasta 117.
El Precio del Poder.
El ambiente en la sede de la Purga era de una energía eléctrica, cargada de tensiones que se entremezclaban con la satisfacción palpable de haber logrado un avance significativo. Fabián y María habían regresado junto con Óscar, Lía, y el prisionero capturado. La misión había sido un éxito, y todo gracias al extraordinario poder clarividente de María, quien ahora se mostraba como la pieza clave en los planes de Vambertoken. El vampiro los recibió con una sonrisa que no intentaba ocultar su deleite. Estaba viendo los frutos de su trabajo y la consolidación de su poder.
María, de pie junto a Fabián, se sentía diferente. Ya no era la misma persona que había dudado y vacilado sobre sus habilidades. Ahora sabía quién era y de lo que era capaz. Y lo más importante, tenía a Fabián a su lado. Juntos, eran una fuerza que Vambertoken ya consideraba invaluable.
Vambertoken, con una sonrisa que parecía más profunda que su usual mueca sardónica, se acercó a Lía y Óscar, quienes escoltaban al prisionero.
—Lía —dijo el vampiro, con un tono que mezclaba mando y aprobación—, tú te encargarás del interrogatorio. Asegúrate de obtener toda la información posible. No escatimes en métodos.
Lía asintió, sin dudar ni un segundo. Sabía lo que se esperaba de ella, y después del éxito de la captura, no iba a fallar en esta misión.
—Óscar —continuó Vambertoken, volviendo su mirada hacia él—, liderarás un ataque a las sedes de Ragnarok. Ya tenemos la información que necesitamos. Toma diez escuadrones de Oricalco contigo. Debemos actuar rápido antes de que tengan tiempo de reubicarse.
Óscar inclinó ligeramente la cabeza, aceptando la misión sin una sola palabra de vacilación. Él también sentía la energía en el aire, y sabía que ahora estaban en una posición de ventaja. El ataque debía ser rápido y eficiente.
Cuando Óscar y Lía se apartaron para cumplir con sus órdenes, Vambertoken se volvió hacia Fabián y María. Su sonrisa seguía allí, pero esta vez tenía un aire calculador. Sabía que había logrado algo más grande al reunirlos. Con la clarividencia de María y la fuerza de Fabián, había encontrado el motor perfecto para su estrategia. Los había convertido en sus armas más poderosas, y eso lo hacía más fuerte de lo que había sido en siglos.
—Fabián, María —dijo Vambertoken, su tono casi ceremonioso—. Estamos entrando en una nueva fase. A partir de ahora, nada será igual.
Fabián lo miró con una mezcla de curiosidad y desconfianza. Sabía que habían entrado en un juego peligroso al aceptar la protección de Vambertoken, pero también sabía que era la única manera de mantenerse con vida y proteger a María.
—¿Qué significa esto exactamente? —preguntó Fabián.
Vambertoken sonrió de nuevo, con un brillo en los ojos que sugería que estaba siempre varios pasos por delante de todos.
—Significa que ahora son parte de algo mucho más grande —respondió el vampiro—. María, has demostrado que eres indispensable. Y tú, Fabián, eres el motor que impulsa su poder. Juntos, son el tipo de fuerza que no se puede ignorar. Pero también significa que deben ser cuidadosos. Están protegidos por mí, pero eso no los exime de la cautela.
Julián, que había permanecido en silencio hasta ese momento, se adelantó y puso una mano en el hombro de Fabián.
—Tiene razón —dijo Julián con un tono serio—. Aunque Vambertoken los esté protegiendo, no pueden arriesgarse a ser descubiertos. Fabián, no olvides que sigues siendo un hombre del Vaticano. Si alguien en la vida humana te descubre con María, esto podría complicar las cosas… para todos nosotros.
Fabián frunció el ceño, dándose cuenta de la gravedad de lo que Julián estaba sugiriendo. No había considerado del todo lo que significaba exponerse a la vista pública mientras mantenían esta relación secreta, sobre todo por sus lazos con el Vaticano.
—¿Qué sugieres que haga? —preguntó Fabián, sintiéndose más vulnerable de lo que había anticipado.
Julián suspiró, con la mirada cargada de preocupación.
—Debes ser discreto. No salir demasiado, no exponerte en lugares públicos donde te puedan reconocer. Y si lo haces, asegúrate de no estar con María —dijo Julián—. Mantén la distancia en los momentos en que sea necesario. Porque si te descubren… no habrá nada que pueda hacer para protegerte. Ni yo ni Vambertoken.
Fabián asintió, sabiendo que Julián tenía razón. Era un sacrificio que debía hacer, pero estaba dispuesto a asumirlo para mantener a María y a él a salvo.
—Entendido —respondió Fabián con un tono decidido.
Julián se tomó un momento para respirar profundamente, como si estuviera evaluando la situación. Luego, bajó un poco la voz y se acercó más a Fabián.
—También quiero que sepas algo más —añadió Julián—. Vambertoken es un ser calculador. Lo que está haciendo contigo y con María no es una simple transacción. Él ve más allá de lo que nosotros podemos ver. Si él te ha ofrecido su protección, es porque te ve como una parte clave en algo más grande. Ten cuidado, Fabián. No te dejes arrastrar sin pensar en las consecuencias.
Fabián asintió lentamente. Agradecía los consejos de Julián, y sabía que venían de un lugar de preocupación genuina. Aun así, las palabras de su maestro le dejaron una inquietud que no podía sacudirse fácilmente.
Mientras tanto, Drex, aún lidiando con el peso del tótem, sintió una oleada de curiosidad sobre algo que había evitado durante mucho tiempo. No podía dejar de preguntarse cómo había hecho Alexia, la mujer que lo había convertido en hombre lobo, para controlar el tótem en su momento. Había visto cómo Vambertoken intentaba ayudarlo, pero el proceso era dolorosamente lento, y el riesgo cada vez mayor.
Decidido, Drex sacó su teléfono y marcó el número de Alexia, esperando que ella pudiera ofrecerle alguna respuesta, alguna guía. Después de unos momentos, la familiar voz de Alexia contestó al otro lado de la línea.
—Drex… —dijo ella con una mezcla de sorpresa y reconocimiento—. No esperaba tu llamada.
Drex tragó saliva, sintiendo que este era un momento crucial para él.
—Alexia —comenzó, con su tono más serio—. He estado teniendo muchos problemas con el tótem. Me está consumiendo. Ya he hecho cosas que nunca creí que haría. Y necesito saber… ¿cómo lo controlabas tú?
Hubo un silencio prolongado al otro lado de la línea, y Drex pudo imaginar a Alexia reviviendo esos momentos oscuros.
—La verdad, Drex —dijo Alexia finalmente, con un tono más bajo—, es que nunca lo controlé por completo. El tótem… devoró gran parte de mis recuerdos, mis emociones, y me convirtió en algo que no reconocía. Estaba en un estado de lucha constante. Y cuando finalmente decidí deshacerme de él, fue porque ya no podía soportar más la sangre, los corazones, la violencia que me exigía.
Drex escuchaba con atención, sintiendo un escalofrío recorrerle el cuerpo.
—¿Cómo lo hiciste? —preguntó él, con desesperación en su voz—. ¿Cómo te deshiciste de él?
Alexia respiró hondo antes de responder.
—Fui al templo de descanso. Es un lugar donde las almas van a purgarse después de una vida de excesos… o de dolor. El tótem me estaba destruyendo, así que lo dejé allí. Pero lo hice justo antes de convertirte. No sé si es algo que pueda repetirse para ti, Drex. Lo único que sé es que no puedes enfrentar el tótem solo. Te devorará, tal como me devoró a mí.
Drex se quedó en silencio, procesando lo que Alexia acababa de contarle. Parte de su historia explicaba su comportamiento cuando lo convirtió. Ella estaba huyendo del tótem, buscando una forma de liberarse de su poder. Y ahora Drex estaba en una situación similar, pero la diferencia era que él no podía abandonarlo tan fácilmente.
—Gracias por contármelo —dijo Drex finalmente, aunque sentía que las respuestas que buscaba seguían siendo esquivas.
—Cuídate, Drex —respondió Alexia antes de colgar—. Espero que encuentres una manera de controlarlo antes de que sea demasiado tarde.
Drex guardó su teléfono, con una sensación de urgencia aún mayor. Sabía que el plan con Vambertoken seguía en marcha, pero escuchar la historia de Alexia solo reforzaba lo difícil que sería controlar el tótem. Sin embargo, estaba decidido a intentarlo, a seguir adelante. No iba a dejar que lo consumiera por completo.
La Oficialización.
Vambertoken se tomó un momento para observar a María, su mirada intensa, cargada de una satisfacción calculada. Había esperado mucho de ella, pero ahora estaba claro que María había superado todas sus expectativas. Su habilidad como clarividente no solo había proporcionado una ventaja clave en la batalla contra Ragnarok, sino que, con Fabián a su lado, se había convertido en una herramienta invaluable para su causa.
Dando un paso hacia ella, el vampiro hizo un gesto que indicaba que todos debían prestar atención. La sala, cargada de energía, se volvió aún más silenciosa. Drex, Tatiana y Fabián también estaban expectantes, conscientes de que algo importante estaba por ocurrir.
—María —comenzó Vambertoken, con un tono que se sentía más ceremonial que en ocasiones anteriores—. Has demostrado tu valor, tu poder y tu lealtad. Ya no hay razón para mantenerte en las sombras, como una asesora externa. A partir de hoy, formas parte oficial de la Purga.
María lo miró, su rostro sereno, pero con una chispa de determinación en sus ojos. Sabía que esto era un paso inevitable en su camino, pero también un reconocimiento de lo que había alcanzado. Vambertoken se detuvo frente a ella, levantando una mano, como si estuviera sellando un juramento.
—A partir de ahora, tu poder no solo servirá para tus propios fines, sino para los de Oricalco y mi misión. Estás bajo mi protección y, en consecuencia, compartes mi responsabilidad de traer equilibrio a este mundo, destruir a Ragnarok y proteger lo que hemos construido. Ya no eres una mera aliada. Eres parte de esta organización.
El silencio en la sala era casi palpable. Los ojos de todos estaban puestos en María, expectantes de su respuesta. Ella se mantuvo firme, sintiendo el peso de las palabras de Vambertoken, pero también el poder que le conferían.
—Acepto —respondió María, con la voz firme—. Estoy lista para lo que venga. Mi lealtad es contigo y con la Purga.
Vambertoken asintió con una sonrisa, satisfecho. La oficialización de María no solo era un paso clave en sus planes, sino también un movimiento estratégico que consolidaba su poder. Tener a la mejor clarividente de Latinoamérica bajo su mando lo convertía en una fuerza aún más imparable.
—Entonces es oficial —dijo Vambertoken, su voz resonando en la sala—. Bienvenida, María, a la Purga.
El ambiente, cargado de solemnidad, dejó claro que nada sería igual a partir de ese momento.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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