El cazador de almas perdidas – Creepy pasta 115.
Verdades que Nos Quiebran.
Los minutos después de aquella dolorosa conversación parecían expandirse en un limbo de silencio incómodo. El aire estaba cargado de emociones intensas que ninguno de los tres —María, Tatiana y Drex— podía ignorar. Drex estaba destrozado. Aunque se mantenía físicamente erguido, por dentro sentía como si cada fibra de su ser se hubiera desmoronado. La imagen del joven inocente que había matado lo perseguía con una brutalidad aplastante, mezclándose con las confesiones de María sobre su relación con Fabián.
María, a pesar de estar profundamente herida por todo lo que había ocurrido, había decidido que ya no había espacio para más mentiras. Le había contado todo a Drex. Ya no tenía sentido seguir ocultando la relación con Fabián, y a pesar de que la confesión lo había sacudido aún más, María sabía que había hecho lo correcto. Drex necesitaba la verdad, toda la verdad. Ahora que las mentiras se habían expuesto, la carga que ambos llevaban parecía aligerarse, pero al mismo tiempo, la realidad de lo que venía se sentía más pesada que nunca.
—Voy a llamarlo —dijo María finalmente, rompiendo el silencio.
Tatiana, que hasta ese momento había estado sentada cerca de Drex, lo observaba atentamente. Sabía que Drex estaba luchando por mantener la compostura, pero también veía lo frágil que estaba. Estaba rota por dentro, pero ella y María habían logrado mantener algo de control. Drex, sin embargo, parecía al borde del colapso.
María sacó su teléfono y comenzó a marcar el número de Fabián, pero sus manos temblaban. Tatiana se acercó a ella, colocándole una mano en el hombro.
—No tienes que hacerlo sola —susurró Tatiana.
María la miró, asintiendo. Aunque no respondió, Tatiana supo que su apoyo era necesario en ese momento, y María se lo agradecía en silencio. Mientras el teléfono sonaba, la mente de María estaba llena de pensamientos caóticos. ¿Qué iba a decirle a Fabián? ¿Cómo podría explicarle todo lo que estaba pasando sin hundirlo también?
Finalmente, Fabián contestó.
—María, ¿qué pasa? —preguntó Fabián, preocupado. Podía notar el tono tenso en su voz, algo definitivamente no estaba bien.
—Fabián… —comenzó María, pero la emoción en su voz era palpable—. Necesitas venir. Ahora. Tatiana y Drex… ya saben. Ya saben todo.
Fabián guardó silencio al otro lado de la línea, su mente procesando lo que acababa de escuchar. Lo habían descubierto. Su relación secreta con María ya no estaba oculta. Pero lo que más lo impactaba era la mención de Drex. Había estado tan inmerso en su relación con María que no había prestado la atención que debería a Drex, a las batallas que él y Tatiana habían estado enfrentando. Y ahora, al escucharlo todo, el peso de su negligencia lo aplastó.
—Voy en camino —dijo Fabián finalmente, su voz firme pero cargada de culpa.
Mientras esperaban a que Fabián llegara, el silencio entre los tres era denso. Tatiana se mantuvo cerca de Drex, quien se había hundido en una silla, con la mirada perdida. Cada tanto, sus manos temblaban, y María podía ver que seguía luchando con el monstruo dentro de él, el tótem que lo estaba consumiendo lentamente.
—Drex… —susurró Tatiana, su voz suave pero llena de preocupación—. Estamos aquí contigo. No estás solo en esto.
Drex no respondió de inmediato. Sus pensamientos estaban atrapados en un bucle de culpa y desesperación. Pero el toque suave de la mano de Tatiana en su brazo le devolvió un poco de calma. Aunque estaba quebrado por dentro, sabía que al menos no estaba solo. María y Tatiana, a pesar de sus propios problemas, estaban allí, y esa pequeña verdad le dio un destello de esperanza.
Finalmente, la puerta se abrió y Fabián entró. Su expresión era de una mezcla de tensión y resignación. Sabía que este momento llegaría, pero no estaba preparado para enfrentarlo de frente. Al ver a María, a Tatiana y a Drex, entendió inmediatamente la magnitud de la situación. No solo se trataba de su relación secreta, sino de algo mucho más profundo, algo que había pasado desapercibido para él mientras vivía su relación con María.
Fabián se acercó lentamente, su mirada dividida entre María y Drex. Se dio cuenta rápidamente de que Drex no estaba bien. Su mejor amigo, su compañero, había estado batallando con algo monstruoso, algo que Fabián no había percibido del todo. Y ahora sentía una profunda culpa por no haber estado allí para él.
—Drex… —comenzó Fabián, su voz temblando ligeramente—. No tenía idea de lo que estabas pasando. Lo siento.
Drex levantó la mirada lentamente, sus ojos llenos de una tristeza insondable. Sabía que Fabián no podía haber estado al tanto de todo, pero eso no quitaba el dolor que sentía.
—Nadie sabía —respondió Drex, con la voz apagada—. Yo mismo intenté mantenerlo oculto. Pero ya no puedo más, Fabián. He hecho algo horrible. Y ya no puedo esconder lo que está pasando.
Fabián frunció el ceño, confuso.
—¿Qué quieres decir? —preguntó, temiendo la respuesta.
Drex respiró hondo, y con una voz que casi se quebraba, le contó a Fabián lo que había ocurrido durante su última cacería. Cómo había matado a un joven inocente, cómo había sentido que el tótem lo obligaba a hacerlo, y cómo ya no podía controlar el monstruo dentro de él.
El rostro de Fabián se endureció a medida que escuchaba la confesión de Drex. No solo se sentía culpable por haber estado ausente, sino que ahora entendía que lo que Drex y Tatiana estaban enfrentando era mucho más oscuro de lo que había imaginado.
—Drex… —susurró Fabián, con una mezcla de incredulidad y empatía—. No sabía que el tótem te estaba afectando de esa manera. Lo siento tanto por no haber estado allí para ti.
El silencio que siguió fue pesado, pero estaba lleno de una comprensión profunda. Fabián había estado ciego a lo que ocurría, atrapado en su relación con María. Y aunque no podía deshacer lo que había pasado, sabía que ya no podía continuar ignorando la verdad.
Drex, a pesar de estar destrozado emocionalmente, seguía siendo un estratega. Aunque su corazón estaba en ruinas, su mente aún funcionaba con claridad, y sabía que tenían que enfrentar la realidad de lo que estaba ocurriendo.
—Fabián, María… —dijo Drex lentamente, levantando la mirada hacia ambos—. Si esta relación va a continuar… y veo que ambos están comprometidos con ella… entonces deben pedirle a Vambertoken que les ayude. No pueden seguir ocultándose, no cuando hay tanto en juego.
María asintió, sintiendo el peso de las palabras de Drex. Tenía razón. Ya no podían ocultar su relación, y si querían sobrevivir a todo lo que estaba ocurriendo, necesitarían la ayuda de alguien más poderoso.
—Lo haremos —dijo María con determinación—. Ya no voy a ocultar más nada.
Fabián, por su parte, asintió en silencio. Sabía que Drex tenía razón, pero también sentía el peso de lo que Drex y Tatiana habían estado soportando todo este tiempo. Habían estado luchando contra una oscuridad que Fabián apenas comenzaba a comprender, y ahora sentía una profunda responsabilidad por no haber estado allí para ellos.
—Lo siento tanto… —murmuró Fabián, sintiéndose abrumado por la culpa—. No debería haberlos dejado solos con esto.
Tatiana, que hasta ese momento había estado observando en silencio, se levantó. Aunque estaba rota por dentro, sabía que ya no podían seguir lamentándose. Ahora necesitaban actuar. Necesitaban enfrentar la verdad y comenzar a encontrar soluciones.
—Ya no importa lo que hicimos o no hicimos antes —dijo Tatiana con firmeza—. Lo que importa es lo que vamos a hacer ahora.
María la miró, asintiendo. Sabía que Tatiana tenía razón. Ya no podían seguir paralizados por el dolor o la culpa. Tenían que moverse hacia adelante.
—Voy a empezar a buscar información de verdad sobre Ragnarok —dijo María con determinación—. No puedo seguir fingiendo que estoy comprometida con esta misión cuando no lo he estado. Si encontramos algo concreto, podremos iniciar el plan de Vambertoken, y con eso, Drex y tú podrán empezar a trabajar con el vampiro para controlar el tótem.
Tatiana asintió, agradecida de que su hermana finalmente tomara las riendas.
—Así es —respondió Tatiana—. Ya no podemos seguir dando vueltas. La verdad ha salido a la luz, y ahora tenemos que actuar.
Drex, aunque seguía roto por dentro, sintió una pequeña chispa de esperanza
Fabián tomó aire profundamente, intentando calmar los nervios que lo carcomían. El peso de las últimas horas había sido abrumador: la confesión de Drex, la relación ya descubierta con María, la verdad sobre el tótem. Sabía que no podía seguir cargando todo en secreto. Era hora de enfrentarse a las consecuencias, no solo por el bien de su relación, sino también por el bien de todos.
Con manos temblorosas, sacó su teléfono y marcó el número de Julián, su maestro y mentor. Sabía que, si alguien podía ayudarlo en este momento, era Julián. El hombre había estado involucrado con Vambertoken por mucho tiempo, y aunque Fabián aún no comprendía completamente el alcance de esa relación, confiaba en él. Confiaba en que Julián lo ayudaría a encontrar una solución.
Después de un par de tonos, la familiar voz de Julián resonó en el teléfono.
—Fabián —dijo Julián, su tono sereno, pero con una ligera preocupación—. ¿Qué ocurre?
Fabián tragó saliva, buscando las palabras adecuadas.
—Maestro… necesito tu ayuda —dijo finalmente, sintiendo cómo su corazón latía rápidamente en su pecho—. Ya no puedo seguir ocultando la verdad. Drex y Tatiana… lo saben. Saben sobre María y yo. Y ahora… Drex está destrozado por lo que ocurrió con el tótem.
Hubo un breve silencio al otro lado de la línea. Fabián podía imaginar a Julián procesando todo lo que acababa de decirle, pero cuando su maestro finalmente habló, lo hizo con una calma que le infundió un poco de valor.
—Entiendo —dijo Julián lentamente—. Supongo que ya no hay vuelta atrás.
—No —respondió Fabián con firmeza—. No hay vuelta atrás. Y Drex nos ha sugerido que hablemos con Vambertoken. Que le pidamos ayuda para… proteger nuestra relación. María y yo… no queremos ocultarnos más, pero necesitamos su ayuda.
El silencio que siguió fue más largo esta vez, y Fabián sintió una punzada de incertidumbre. ¿Había hecho mal en mencionar a Vambertoken? ¿Había ido demasiado lejos?
Finalmente, Julián suspiró, y su voz se volvió más grave.
—Fabián… lo que estás pidiendo no es algo que deba tomarse a la ligera. Vambertoken es poderoso, sí. Y tiene los medios para protegerte a ti y a María. Pero debes entender las consecuencias de lo que estás pidiendo.
—¿A qué te refieres? —preguntó Fabián, sintiendo un nudo en el estómago.
—Lo que pides no es solo protección —explicó Julián—. Es una atadura. Cuando Vambertoken ofrece su protección, no lo hace sin esperar algo a cambio. Aceptar su ayuda significa entrar en su mundo, en sus reglas. Y una vez que lo haces, no hay forma de salir sin pagar un precio.
Fabián se quedó en silencio, asimilando las palabras de Julián. Sabía que el vampiro no era alguien con quien se pudiera negociar a la ligera, pero no había comprendido hasta ahora lo que realmente implicaba.
—Quiero que entiendas algo —continuó Julián—. Yo mismo he hecho un pacto con Vambertoken, aunque en circunstancias muy diferentes. Cuando mi relación con una humana terminó en tragedia, y mi hija fue convertida en vampira, tuve que recurrir a él. No había otra manera de mantenerla a salvo. Pero esa protección vino con un precio. Yo quedé atado a Vambertoken, y desde entonces, mi vida ha estado ligada a la suya de maneras que no siempre comprendo.
Fabián sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Sabía que Julián había tenido una relación difícil con su hija, pero no había conocido todos los detalles de su pacto con Vambertoken.
—Maestro… —dijo Fabián, su voz temblorosa—. ¿Estás diciéndome que si acepto su ayuda… estaré atado a él para siempre?
Julián suspiró una vez más.
—No necesariamente para siempre —respondió—. Pero sí por un tiempo considerable. Vambertoken es astuto. No te pedirá más de lo que puedas darle, pero todo lo que te pida tendrá un precio. Debes estar preparado para pagar ese precio, sea cual sea.
Fabián cerró los ojos, sintiendo el peso de la decisión que estaba a punto de tomar. Sabía que no podía proteger a María solo, no con todas las amenazas que los rodeaban. Pero también sabía que aceptar la ayuda de Vambertoken significaba entrar en un mundo del que no había escapatoria fácil.
—Lo haré —dijo finalmente, con una firmeza que sorprendió incluso a Fabián—. Haré lo que sea necesario para proteger a María. Incluso si eso significa estar atado a Vambertoken.
Julián guardó silencio por un momento, pero cuando habló, su tono era más suave, casi paternal.
—Sabía que llegarías a esa decisión, Fabián. Y aunque lamento que tengas que hacerlo, también sé que es lo correcto. Pero recuerda: no estás solo en esto. Yo estaré aquí para guiarte, como siempre lo he estado.
Fabián sintió una oleada de alivio al escuchar esas palabras. Aunque el futuro era incierto, al menos sabía que no estaría solo en este camino.
—Gracias, maestro —dijo Fabián con sinceridad—. Gracias por todo.
—Ve con cuidado, Fabián —respondió Julián—. Y cuando hables con Vambertoken, asegúrate de que entiendas todo lo que te está ofreciendo. No tomes decisiones apresuradas.
—Lo haré —prometió Fabián.
Colgó el teléfono, sintiendo que un capítulo de su vida estaba cerrándose, mientras otro, mucho más peligroso, estaba a punto de comenzar.
Tatiana, que había estado observando a Fabián desde el otro lado de la sala, se acercó a él cuando terminó la llamada.
—¿Todo bien? —preguntó, con una mirada de comprensión.
Fabián asintió, aunque todavía sentía el peso de la decisión en sus hombros.
—Julián me advirtió sobre los peligros de aceptar la ayuda de Vambertoken —respondió Fabián—. Pero ya he tomado la decisión. Haré lo que sea necesario.
Tatiana lo miró, con una mezcla de respeto y preocupación.
—Entiendo lo que sientes —dijo ella—. Todos estamos haciendo sacrificios aquí. Pero si Vambertoken puede ayudarnos, será un aliado poderoso. Y también… será peligroso.
Fabián asintió. Lo sabía. Pero ya no había marcha atrás.
—Lo sé —respondió—. Pero también sé que no puedo hacerlo solo.
Tatiana sonrió levemente, aunque el cansancio en su rostro era evidente.
—Ninguno de nosotros puede hacerlo solo —dijo suavemente—. Pero al menos ahora estamos siendo honestos. Y juntos, podemos encontrar una manera de superar esto.
Fabián asintió, agradecido por el apoyo de Tatiana. Sabía que las cosas serían difíciles, pero al menos ya no estaban cargando con el peso de las mentiras.
María, que había estado observando desde el otro lado de la sala, se acercó a Fabián y lo tomó de la mano.
—Estamos en esto juntos —le susurró—. No importa lo que venga.
Fabián la miró, y por primera vez en mucho tiempo, sintió que podían enfrentar lo que fuera.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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