El cazador de almas perdidas – Creepy pasta 113.
La Sombra del Ragnarok.
Llevaban ya cuatro días en Panamá. La situación se tornaba cada vez más tensa. Ragnarok, el enemigo al que debían enfrentar, se movía con una astucia y discreción inigualables. Ninguna pista había sido encontrada, ningún indicio sobre sus movimientos. Oricalco se encontraba sumido en la incertidumbre. Las calles de la ciudad vieja parecían mantener ocultos todos los secretos que Drex y su equipo intentaban desenterrar.
Drex había pasado la noche recorriendo las calles, interrogando a todo aquel que pudiera ofrecer la más mínima pista. Fabián y Julián, por su parte, se habían dedicado a hablar con los sacerdotes locales, buscando señales de cualquier actividad paranormal que pudiera vincularse a Ragnarok. Al mismo tiempo, Vambertoken se había reunido con antiguos conocidos separatistas, usando sus habilidades de doble agente para intentar obtener información crucial. Sin embargo, cada conversación, cada búsqueda, les dejaba con las manos vacías.
A pesar de la promesa que se habían hecho de no caer en sus deseos más profundos, Fabián y María se habían encontrado esa noche. Lo que comenzó con miradas furtivas y palabras contenidas terminó en una noche de lujuria, una que ninguno de los dos podría olvidar fácilmente. Mientras el resto del equipo intentaba descifrar el misterio de Ragnarok, Fabián y María se consumieron el uno al otro en la penumbra de la madrugada.
María se levantó antes del amanecer. Su cuerpo aún temblaba por las emociones que la noche anterior había despertado, pero su mente estaba enfocada. No podían permitirse ser descubiertos. Antes de que el resto del equipo despertara, María regresó silenciosamente a su habitación en la sede de la Purga. Sabía que cada día que pasaba, el peligro de que su secreto fuera revelado se hacía más grande.
Fabián, por su parte, permaneció en la cama, perdido en sus pensamientos. Sabía que no podían seguir ignorando la verdad. La culpa y la necesidad de consejo lo llevaron a levantar el teléfono y llamar a Julián.
—Necesito hablar contigo —dijo Fabián, su voz llena de duda.
—¿Ha pasado algo? —preguntó Julián, sabiendo que Fabián rara vez pedía ayuda sin razón.
—No puedo seguir así… María y yo… —Fabián no terminó la frase, pero el silencio al otro lado del teléfono le indicó que Julián entendía perfectamente lo que quería decir.
—Escucha —respondió Julián—. Sea lo que sea que decidas, hazlo después de que terminemos la misión de recoger información. No puedes permitir que esto te distraiga ahora. Ya tendremos tiempo de hablar, pero primero concéntrate en Ragnarok.
Fabián asintió, aunque Julián no podía verlo. Sabía que su maestro tenía razón, pero las emociones que lo consumían no eran tan fáciles de ignorar. Colgó el teléfono y trató de enfocarse en la tarea que tenía por delante.
Tatiana, que siempre había sido astuta, había comenzado a notar que las habilidades de clarividencia de su hermana María no estaban siendo utilizadas como debían. A pesar de que Ragnarok seguía siendo un fantasma imposible de atrapar, María parecía retraída, casi distante. Esto encendió las primeras chispas de sospecha en la mente de Tatiana. ¿Qué podría estar distrayendo a su hermana de la misión más importante de sus vidas?
Mientras tanto, Óscar tenía su propia misión. Se había reunido con uno de sus antiguos conocidos de la Muerte Plata, una organización con la que había trabajado antes de ser convertido nuevamente en humano por el Vaticano bajo un plan cuidadosamente orquestado por Vambertoken. Óscar había sido convertido nuevamente en vampiro, pero su pasado con la Muerte Plata seguía siendo un lastre que cargaba a sus espaldas. Durante la reunión, Óscar logró obtener una información crucial, una que podría cambiar el curso de la Purga.
Lía, su compañera y amante, aún no sabía la verdad sobre el pasado de Óscar. Ella desconocía que él había sido parte de la Muerte Plata, y cuando lo descubrió, fue un golpe devastador para su relación. Aunque estaba dispuesta a comprender que Óscar ahora era un nuevo vampiro, la verdad de su oscuro pasado con la Muerte Plata seguía siendo un obstáculo que ambos debían enfrentar. Lía se sentía traicionada, pero al mismo tiempo sabía que, si querían continuar juntos, debía aceptar que Óscar había cambiado.
Vambertoken, siempre el estratega frío y calculador, había comenzado a mostrar signos de desesperación. Cada llamada que hacía a sus contactos separatistas le traía la misma respuesta: no había rastro de Ragnarok. Sus ojos, normalmente tranquilos, mostraban una impaciencia que rara vez dejaba ver. Al convocar a Tatiana, su voz estaba cargada de frustración.
—No tenemos nada —dijo Vambertoken—. Cero informaciones. Si no encontramos algo pronto, estaremos en una posición muy peligrosa.
Tatiana, que nunca lo había visto así, se sorprendió por su tono. Sin embargo, todo cambió cuando Óscar entregó la información que había obtenido de su contacto. El alivio en el rostro de Vambertoken fue evidente. Su temperamento se suavizó de inmediato, y por primera vez en días, pudo ver una luz al final del túnel.
Drex, por su parte, sentía el llamado de la cacería. Cada fibra de su ser lo empujaba a salir, a buscar respuestas por su cuenta. Había sido paciente hasta ahora, pero el licántropo dentro de él sabía que no podían esperar mucho más. Decidió entonces llamar a Tatiana.
—Voy de cacería —le dijo, su voz firme.
Tatiana, resignada a los costos que su amor por Drex traía consigo, solo pudo asentir al otro lado de la línea.
—Ten cuidado —respondió—. Y avísame cuando termines.
Esa noche, mientras el equipo de Oricalco continuaba sus esfuerzos por encontrar a Ragnarok, Drex se adentró en las calles oscuras de Panamá, su instinto cazador guiando cada uno de sus movimientos. Sabía que estaba cerca, podía sentirlo. Y esta vez, no dejaría que Ragnarok se le escapara.
Drex se adentró en la oscuridad de la noche con una precisión fría y calculada, pero algo más profundo, más visceral, lo impulsaba esta vez. La cacería había comenzado, y cada músculo de su cuerpo respondía al llamado de la bestia que llevaba dentro. A medida que avanzaba por las calles silenciosas de Panamá, el tótem que colgaba de su cuello parecía vibrar con una energía oscura y antigua, alimentando su hambre y nublando su juicio.
Los instintos del licántropo lo guiaban hacia una víctima. Al principio, Drex pensó que se trataba de algún esbirro de Ragnarok, alguien involucrado en la conspiración que amenazaba con sumir a América en el caos. Pero a medida que se acercaba, algo dentro de él comenzó a cambiar. El olor de la presa no era el de un criminal, ni de alguien vinculado a las fuerzas del mal. Era el olor de un inocente.
Un joven. Caminaba por las calles, ajeno al peligro que se cernía sobre él. Sus pasos eran lentos, cansados, como si volviera de un largo día de trabajo. Drex, con la mente nublada por el tótem y el instinto de caza, no pudo detenerse. La bestia dentro de él lo empujaba a avanzar, y aunque su mente gritaba para detenerse, su cuerpo ya estaba en movimiento.
En un brutal instante, Drex saltó desde las sombras, derribando al joven al suelo. El chico no tuvo tiempo de gritar antes de que las garras de Drex se clavaran en su carne. El sonido de los huesos rompiéndose y la sangre manchando el suelo fue abrumador. La bestia, impulsada por el tótem, ya no distinguía entre culpable e inocente. Solo sentía la necesidad de saciar su hambre.
El corazón del joven, aún latiendo débilmente, fue arrancado de su pecho en un acto de pura brutalidad. Drex, en ese momento de frenesí, no pudo resistir. Se lo llevó a los labios, consumiendo la vida que aún quedaba en ese cuerpo inocente. Un nuevo componente emocional se entrelazaba con su sed de sangre: la culpa. No era un criminal ni un villano a quien había matado, sino a alguien inocente, un error impulsado por el poder incontrolable del tótem.
Cuando la sangre comenzó a enfriarse en sus manos y la realidad se impuso sobre él, Drex se dio cuenta del horror de lo que había hecho. Miró el cuerpo sin vida del joven y sintió el peso de su error aplastarlo. No había sido un enemigo, solo un inocente. Pero el tótem no permitía distinciones, y ahora Drex había cruzado una línea que nunca había querido cruzar.
Con manos temblorosas y la mente rota por la culpa, Drex sacó su teléfono y marcó el número de Tatiana.
—Tatiana… —su voz era baja, casi un gruñido—. Terminé.
El silencio al otro lado de la línea fue breve, pero se sentía eterno.
—Drex… —respondió ella, su tono cargado de preocupación—. ¿Estás bien?
—No —contestó él con frialdad, sin dar más detalles—. Necesito regresar.
La llamada fue corta, fulminante, y cuando Tatiana colgó, sintió cómo su corazón se hundía. Sabía que algo grave había ocurrido, algo más allá de lo que Drex estaba dispuesto a contarle por teléfono. El tótem estaba tomando el control, y ella era consciente de los costos cada vez mayores que Drex estaba pagando.
Tatiana se sentó, incapaz de mantener la calma. Era urgente que encontraran la manera de controlar el tótem antes de que destruyera a Drex por completo. Si el poder que contenía seguía llevándolo por ese camino, Drex dejaría de ser el hombre que ella amaba y se convertiría en una máquina de muerte sin control, una herramienta para la misma oscuridad que pretendían combatir.
Sabía que Vambertoken podría ayudarla, pero también sabía que el tiempo no estaba de su lado. Tatiana necesitaba encontrar información sobre Ragnarok cuanto antes, para poner en marcha los planes del vampiro y darle el tiempo necesario para que le ayudara con el tótem. Cada minuto contaba, y ahora más que nunca, Tatiana sentía la presión de salvar a Drex de la bestia que lo consumía desde dentro.
Mientras Tatiana trataba de organizar sus pensamientos, la cacería había terminado. Pero Drex no sentía el alivio de una victoria. Se había manchado las manos con sangre inocente, y aunque había saciado su hambre, el precio que había pagado era demasiado alto. Sabía que no podía seguir así, y mientras regresaba al refugio, no podía dejar de pensar en el futuro. ¿Cuánto más podría soportar antes de perderse por completo?
Tatiana debía encontrar una solución, y debía hacerlo pronto, antes de que la bestia del tótem destruyera todo lo que amaban.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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