El cazador de almas perdidas – Creepy pasta 112.
La Sombra de Paititi en Panamá.
El equipo de Oricalco llegó al Casco Antiguo de Panamá en el atardecer. Las ruinas del antiguo colegio de nigromancia se alzaban entre los edificios coloniales, testigos silenciosos de un poder olvidado. El lugar, abandonado durante los últimos dos años, seguía perteneciendo al Consejo Latinoamericano de Vampiros, y ahora, bajo las órdenes de Vambertoken, se convertiría en la nueva sede de la Purga.
El vampiro, con su habitual calma impenetrable, dio órdenes claras al llegar: desempacar y acomodarse rápidamente. Al día siguiente, la Purga comenzaría oficialmente. No había tiempo para descanso. América debía ser limpiada de la amenaza de Ragnarok, y cada segundo perdido era un segundo ganado por el enemigo.
Drex caminaba por los corredores del antiguo colegio, sintiendo la presencia oscura que impregnaba el lugar. Las paredes, aunque desmoronadas en algunos puntos, conservaban grabados y símbolos que sugerían un pasado peligroso y misterioso. Mientras sus hombres trabajaban para instalarse, Drex no podía evitar pensar en la creciente influencia de Vambertoken sobre Tatiana. Desde que ella había comenzado a aprender magia arcana del vampiro, Drex había sentido una grieta en la confianza que siempre había compartido con ella.
No pasó mucho tiempo antes de que uno de los vampiros de la guardia de Vambertoken se acercara a Drex.
—El Archiconde solicita su presencia —dijo, con una leve inclinación de cabeza.
Drex asintió y se dirigió al lugar donde Vambertoken lo esperaba, sabiendo que esta conversación sería importante. El vampiro raramente solicitaba hablar a solas, y cuando lo hacía, solía ser por razones más profundas de las que dejaba entrever.
Vambertoken estaba sentado en una antigua sala de reuniones, decorada con muebles desgastados pero que aún conservaban un aire de elegancia y poder. Cuando Drex entró, el vampiro lo recibió con una leve sonrisa, casi paternal, pero como siempre, difícil de leer.
—Drex, gracias por venir —dijo Vambertoken, su voz suave pero cargada de autoridad—. Hay algunas cosas de las que me gustaría hablarte antes de que comencemos con lo que se avecina.
Drex se sentó frente a él, manteniendo la calma. Sabía que Vambertoken tenía una habilidad especial para manipular a quienes lo rodeaban, y Drex no quería caer en ese juego.
—Lo primero —continuó Vambertoken—, es sobre el tótem que llevas. Quiero saber cómo lo estás manejando hasta ahora. Sé que es una carga difícil de llevar, y estamos por comenzar el trabajo conjunto con Tatiana para controlarlo mejor.
Drex apretó los puños inconscientemente. El tótem había sido una constante lucha desde que lo había obtenido, un poder inmenso pero incontrolable. Sabía que necesitaría ayuda para dominarlo, pero la idea de que Tatiana y Vambertoken trabajaran juntos lo ponía incómodo.
—Estoy manejándolo —respondió Drex, manteniendo la voz firme—, pero no me gusta que estés enseñándole magia arcana a Tatiana. No quiero que ella dependa de eso.
Vambertoken inclinó la cabeza, como si estuviera reflexionando sobre las palabras de Drex.
—Entiendo tu preocupación —dijo con calma—, pero lo que debes entender es que Tatiana no está buscando poder por ambición. Ella quiere protegerte, Drex. Sabe que el tótem puede volverse incontrolable, y la única forma en que ella puede ayudarte es siendo capaz de manejar ese poder junto a ti. No quiere recurrir siempre al tótem para salvarte, y con la magia arcana, podrá hacerlo.
Drex lo miró fijamente, intentando discernir si había algo más detrás de las palabras de Vambertoken. El vampiro siempre tenía un motivo oculto, pero en este caso, parecía hablar con sinceridad. Aun así, Drex no podía deshacerse de la sensación de que algo no cuadraba del todo.
—Lo que no entiendo —dijo Drex, cambiando de tema—, es por qué luchaste tan intensamente por llegar a Paititi. ¿Qué era lo que realmente buscabas allí? Porque, hasta donde sé, no lograste nada.
Vambertoken dejó escapar una leve risa, como si esperara esa pregunta.
—Ah, Paititi… —dijo, su mirada perdida por un momento en los recuerdos—. Paititi no es lo que muchos creen. No es un lugar que deba ser conquistado, sino sellado. Mi propósito no era entrar, Drex. Mi propósito siempre fue evitar que otros entraran.
Drex frunció el ceño, sorprendido por la revelación.
—¿Sellarlo? —repitió—. ¿Por qué querrías hacer eso?
Vambertoken hizo una pausa, como si estuviera sopesando cuánta información debía compartir.
—Hace mucho tiempo, cuando era joven —comenzó—, Ausplex y yo éramos inseparables. Su padre y yo compartíamos una amistad que trascendía las diferencias entre vampiros y humanos. Juntos, comenzamos una búsqueda. Una búsqueda para encontrar Paititi, pero no con el fin de descubrir sus tesoros, como muchos creen. Lo que buscábamos era sellarlo. Paititi guarda secretos que no deben caer en manos equivocadas, y Ausplex y yo entendimos que, si alguien lograba entrar, lo que hay allí podría desatar un caos inimaginable.
Drex lo escuchaba atentamente, intrigado por la historia. No era común que Vambertoken compartiera tanto de su pasado.
—El padre de Ausplex y yo pasamos años buscando la entrada —continuó—. Finalmente, la encontramos. Pero sellarla no era fácil. Requería de conocimientos ancestrales, magia que ni siquiera yo dominaba en ese momento. Y aunque hicimos todo lo que pudimos, sabíamos que el sello no sería eterno. Mi propósito ahora es reforzarlo. Nadie más debe saber lo que hay allí, Drex. Solo Ausplex y yo conocemos los verdaderos peligros de Paititi.
Drex se quedó en silencio, asimilando la historia. Paititi, un lugar envuelto en leyendas, no era el paraíso oculto que muchos imaginaban. Era una prisión, y si Vambertoken decía la verdad, cualquier intento de abrir esa prisión podría desencadenar una catástrofe.
—Entiendo —dijo finalmente Drex—, pero sigo sin confiar en tus intenciones. Quiero creer que haces esto por el bien común, pero he visto demasiadas veces cómo manipulas a los que están a tu alrededor.
Vambertoken sonrió, pero esta vez fue una sonrisa melancólica, como si hubiera algo de verdad en las palabras de Drex que él mismo reconocía.
—No te culpo por dudar de mí —admitió—. Mi historia está llena de decisiones cuestionables. Pero en este caso, te aseguro que lo que hago es por el bien de todos. Paititi no debe ser tocado por manos indebidas. Ni siquiera las nuestras.
Drex asintió, aunque la desconfianza aún permanecía en su interior. Sabía que Vambertoken era capaz de decir una cosa y hacer otra, pero por ahora, no tenía más opción que seguirle la corriente.
—Muy bien —dijo Drex, poniéndose de pie—. Veremos qué sucede cuando empecemos a trabajar con el tótem.
—Eso haremos —respondió Vambertoken, sonriendo de nuevo—. Y no te preocupes por Tatiana. Ella sabe lo que hace. Solo quiere protegerte.
Mientras tanto, en otro lugar del colegio de nigromancia, Tatiana estaba ultimando los detalles de la nueva sede con Óscar y Lía. Los dos vampiros habían estado mostrando más abiertamente su relación, lo que no era un problema para la Purga, pero para Tatiana, la falta de profesionalismo comenzaba a ser preocupante.
—Escuchen —dijo Tatiana con un tono firme, llamando la atención de Óscar y Lía—. No me malinterpreten, no tengo ningún problema con su relación. Pero la forma en que se están comportando empieza a comprometer la profesionalidad de Oricalco. No puedo permitir que esto afecte la misión. Así que les pido, por favor, que mantengan las cosas bajo control.
Óscar y Lía se miraron, sabiendo que Tatiana tenía razón. Asintieron rápidamente, prometiendo ser más cuidadosos en adelante.
—Lo entendemos, Tatiana —dijo Óscar—. No volverá a ocurrir.
Tatiana asintió, satisfecha con la respuesta, aunque sabía que tendría que vigilarlos de cerca. No podía permitirse distracciones en una misión tan importante como la Purga.
Esa misma noche, cuando todo el equipo estaba acomodado en sus respectivos espacios, María y Fabián encontraron un breve momento para cruzar unas palabras. Habían estado evitando cualquier interacción que pudiera levantar sospechas, pero en la oscuridad del colegio, sus miradas se encontraron y, por un breve segundo, todo lo que sentían se hizo evidente.
—Nos vemos más tarde —susurró María, apenas audible.
Fabián asintió, su corazón latiendo con fuerza.
—Ten cuidado —respondió, antes de que María desapareciera en las sombras.
Sabían que no podían permitirse más errores. Drex y Tatiana estaban demasiado atentos, y aunque Julián había intervenido a tiempo la noche anterior, la tensión entre María y Fabián crecía con cada encuentro clandestino. La posibilidad de ser descubiertos siempre estaba presente, como una sombra que los perseguía.
María se alejó rápidamente, deslizándose entre las sombras del antiguo colegio de nigromancia. Sabía que Fabián la seguiría más tarde, pero por ahora, ambos necesitaban mantener las apariencias. Mientras tanto, Fabián intentaba mantener la calma, conversando con otros miembros de Oricalco y participando en los preparativos para la Purga. Todo mientras su mente estaba ocupada con el próximo encuentro con María.
Horas más tarde, cuando la noche ya había caído completamente, Drex estaba terminando su inspección del lugar. Había sido un día largo y lleno de decisiones, pero no podía dejar de pensar en todo lo que había discutido con Vambertoken. Aunque el vampiro había dado respuestas satisfactorias sobre Paititi y el tótem, Drex seguía inquieto.
Mientras caminaba hacia su tienda, se encontró con María. Ella parecía haber estado esperando ese momento. Drex notó que sus ojos estaban cargados de algo más que cansancio.
—Drex, necesito hablar contigo —dijo María, con un tono serio.
—¿Pasa algo? —preguntó él, preocupado.
María vaciló por un segundo, pero sabía que debía ser lo más sincera posible para mantener intacta su fachada. Sabía que, si seguía ocultando todo, Drex acabaría sospechando.
—He quedado en verme con Julián esta noche —dijo finalmente—. Hay algunos detalles que quedaron pendientes de la conversación de la otra noche, y prefiero aclararlos antes de que avance más la misión.
Drex, aliviado de que no fuera nada grave, asintió.
—¿Vas a hablar con él sobre el trabajo en la Purga o algo más? —preguntó, queriendo asegurarse de que todo estaba bajo control.
—Sobre eso y algunos asuntos personales —respondió María—. Nada que deba preocuparte. Es solo que después de la confesión, hay algunos temas que siento que debo resolver con él.
Drex, sintiéndose tranquilizado por la explicación, sonrió levemente.
—De acuerdo. Me alegra que te tomes el tiempo para hablar con Julián. Todos necesitamos claridad de vez en cuando.
María asintió con una sonrisa de alivio en su rostro. Aunque Drex y Tatiana desconocían la verdad, las palabras de María habían logrado calmar cualquier sospecha. Al menos por ahora.
Mientras tanto, Tatiana y Vambertoken se encontraban en una sala privada del complejo, donde habían estado discutiendo los últimos detalles de la nueva sede. El antiguo colegio de nigromancia era un lugar poderoso, lleno de vestigios de magias antiguas, y ambos sabían que sería el lugar perfecto para continuar con su misión de detener a Ragnarok.
—Este lugar tiene el potencial que necesitamos —comentó Vambertoken, paseando la mirada por los grabados en las paredes—. Aquí podremos contener las fuerzas que se avecinan y preparar a Oricalco para lo que viene.
Tatiana asintió, observando con detenimiento las estructuras que los rodeaban. Aunque estaba emocionada por el nuevo espacio y las posibilidades que ofrecía, había algo que la inquietaba.
—¿Has notado algún rastro de magia residual? —preguntó, con un tono de preocupación.
Vambertoken asintió lentamente.
—Sí, lo he notado. Este lugar estuvo inactivo durante dos años, pero los hechizos antiguos no desaparecen tan fácilmente. Hay restos de lo que alguna vez fue practicado aquí. Sin embargo, eso puede sernos útil, no una amenaza.
Tatiana parecía estar considerando las palabras de Vambertoken cuando la puerta se abrió, y Óscar y Lía entraron, discutiendo entre sí. Aunque no estaban peleando, su conversación acalorada era notablemente inapropiada para el contexto en el que se encontraban.
Tatiana frunció el ceño, cruzando los brazos.
—Óscar, Lía —dijo con firmeza, interrumpiendo su conversación—. Sé que tienen una relación, y no tengo problemas con eso. Pero están poniendo en riesgo la profesionalidad de Oricalco con esta actitud. Aquí no hay espacio para distracciones emocionales que comprometan la misión.
Óscar y Lía se detuvieron de inmediato, conscientes de que Tatiana tenía razón.
—Lo sentimos, Tatiana —dijo Óscar, bajando la cabeza ligeramente—. No volverá a pasar.
Lía también asintió, avergonzada por la reprimenda.
—Nos aseguraremos de mantener las cosas bajo control —agregó.
Tatiana los observó por un momento más antes de asentir.
—Muy bien. Pueden retirarse. Pero recuerden, esto no es solo por ustedes. Oricalco depende de la disciplina de todos nosotros.
Los dos vampiros asintieron y salieron de la sala en silencio, dejando a Tatiana y Vambertoken a solas nuevamente.
—Es bueno que pongas orden —comentó Vambertoken, con una sonrisa ligera—. La pasión puede ser un gran motor, pero también una distracción peligrosa.
Tatiana no respondió de inmediato. Sabía que Vambertoken tenía razón, pero no podía evitar preocuparse por el equipo. La amenaza de Ragnarok estaba creciendo, y necesitaban estar en su mejor forma para enfrentarlo.
—Mañana empezamos la Purga —dijo finalmente, cambiando de tema—. Espero que el equipo esté listo para lo que viene.
Vambertoken asintió con seriedad.
—Lo estarán. Y si todo sale como hemos planeado, será el primer paso para erradicar esta amenaza de una vez por todas.
Mientras tanto, en un rincón más apartado del colegio, Fabián se preparaba para encontrarse con María. Aunque ambos sabían que estaban jugando con fuego, el deseo de verse era más fuerte que el miedo a ser descubiertos. Sabían que Julián seguía cubriéndolos, pero no podían depender de esa protección para siempre.
Cuando finalmente se encontraron en las sombras, apenas tuvieron tiempo para cruzar unas palabras.
—¿Estás bien? —preguntó Fabián, preocupado por cómo Drex había reaccionado.
—Sí, todo está bien —respondió María, intentando sonar calmada—. Drex no sospecha nada, gracias a Julián.
Se miraron por un momento, conscientes del peligro que corrían al estar juntos, pero incapaces de separarse.
—Tenemos que ser más cuidadosos —dijo Fabián en un susurro—. No sé cuánto tiempo más podremos seguir con esto sin levantar sospechas.
María asintió, sabiendo que tenía razón. Pero por ahora, al menos, estaban a salvo.
La noche avanzaba lentamente en el colegio de nigromancia, y mientras Oricalco se preparaba para lo que vendría, cada uno de sus miembros lidiaba con sus propios secretos y preocupaciones. Drex, ahora más tranquilo tras la charla con María, se retiró a descansar, confiando en que las cosas estaban bajo control.
Sin embargo, desconocía que María tenía planes muy distintos para esa noche. Mientras él dormía, ella se dirigía a su encuentro con Fabián, con el corazón cargado de emoción y miedo.
La sombra de Paititi, los secretos del tótem y las tensiones dentro de Oricalco continuaban creciendo, pero por ahora, el equipo debía centrarse en la amenaza inmediata: Ragnarok, una fuerza que amenazaba con destruir todo lo que conocían.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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