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El cazador de almas perdidas – Creepy pasta 106.

la Cacería del Tótem.

La luna brillaba intensamente en el cielo sobre Nazca, iluminando las antiguas líneas que se extendían en la tierra como si fueran los trazos de una mano celestial. Drex sentía cómo el poder del Tótem lo dominaba poco a poco, empujándolo hacia una cacería que sabía que sería más brutal de lo habitual.

No había tiempo para titubeos. El hambre crecía en su interior como un fuego incontrolable, y aunque había prometido a Tatiana que controlaría su bestia, el Tótem exigía más. Siempre más.

Saltó de los tejados de un edificio, con el olor de su presa llenando sus sentidos, y aterrizó suavemente en un callejón oscuro. Allí, dos hombres desprevenidos caminaban sin saber que Drex los acechaba. El predador dentro de él se movía con precisión letal. El instinto lo guiaba hacia ellos, su visión licántropa detectando cada latido de sus corazones. Sabía que estos hombres no eran inocentes. Había olido la violencia en sus almas desde lejos, pero la violencia de Drex iba a eclipsar todo lo que estos hombres hubieran hecho.

Sin advertencia alguna, Drex se abalanzó sobre ellos. En cuestión de segundos, el primero cayó al suelo, con su cuello destrozado, el corazón aún bombeando cuando Drex lo arrancó de su pecho. El segundo hombre no tuvo ni tiempo de gritar antes de que Drex hiciera lo mismo con él, devorando el corazón con avidez, sintiendo cómo la energía vital lo inundaba.

El sabor de la sangre, el calor de la carne, el poder del Tótem… todo lo consumía, volviéndolo más salvaje, más fuerte. Drex sabía que estaba cruzando una línea peligrosa, pero era imposible detenerse ahora. Tatiana confiaba en él, confiaba en que no perdería el control, pero aquí, en la oscuridad de Nazca, el control parecía una ilusión lejana.

Cuando se levantó del segundo cuerpo, aún con los restos de sangre en su boca, Drex miró los cadáveres a sus pies. Algo en su interior empezó a retumbar. La culpa, la conciencia, la humanidad… todo se mezclaba en su mente, luchando por salir a la superficie. Por un momento, Drex sintió el peso de lo que estaba haciendo. ¿Cuántos más? ¿Cuántos corazones necesitaría devorar para satisfacer el hambre del Tótem? ¿Dónde terminaría todo esto?

El poder que había buscado durante tanto tiempo ahora lo consumía a él.

De repente, Drex se detuvo. Su respiración era agitada, el sabor de la sangre lo hacía salivar más, pero debía controlarse. Recordó las palabras de Tatiana, su preocupación, su miedo de que el Tótem lo llevara demasiado lejos. Y en ese momento, Drex supo que si seguía adelante, si continuaba alimentando a la bestia sin control, terminaría perdiendo su alma.

—Basta —murmuró para sí mismo, aún sabiendo que el Tótem lo escuchaba, burlándose de su intento de control.

Los cuerpos a su alrededor eran un recordatorio de lo que se había convertido. Dos vidas más en la lista de las que había tomado. Y aunque eran hombres violentos, delincuentes de los bajos fondos de Nazca, algo en el interior de Drex le decía que la línea entre el cazador y el monstruo se estaba volviendo cada vez más borrosa.

No podía quedarse más tiempo. Se obligó a dar la espalda a los cadáveres, a limpiar la escena con la misma precisión fría que había utilizado para cazarlos. No dejaría evidencia, no cometería errores. El Tótem lo hacía más salvaje, pero también lo volvía más astuto, más calculador.

Rápidamente, Drex borró las huellas de su cacería. Se aseguró de que no hubiera rastros de su presencia, usando su fuerza licántropa para ocultar los cuerpos, eliminar cualquier prueba que pudiera conectarlo a la masacre. Su mente estaba dividida entre el hambre y la culpa, entre la necesidad de más corazones y el deseo de detenerse antes de perderse por completo.

Una vez que el lugar estuvo despejado, Drex respiró hondo. La cacería había terminado, pero el vacío que dejaba en él era aún más profundo. No había terminado con el hambre, solo lo había aplazado.

Con sus manos temblando ligeramente, Drex sacó su teléfono y marcó el número de Fabián. La llamada fue breve.

—Fabián, soy yo. ¿Nos encontramos en el bar cerca de tu apartamento? —dijo Drex, su voz aún con un rastro de agitación, pero firme.

—Sí… claro, nos vemos allí —respondió Fabián al otro lado de la línea.

Drex colgó y se dirigió hacia el bar, intentando mantener la compostura mientras las sombras de Nazca parecían burlarse de él. Sabía que la conversación con Fabián sería crucial, tanto para su amigo como para él. Ambos estaban en un camino oscuro, y aunque Fabián no entendía del todo lo que Drex estaba enfrentando, ambos estaban luchando contra sus propios demonios.

El bar se acercaba en el horizonte, y con cada paso que Drex daba, sentía cómo la bestia dentro de él se calmaba, al menos por ahora.

Pero no había escapatoria. El Tótem seguía siendo una carga, y la próxima cacería no tardaría en llegar.

Tatiana había estado disfrutando su noche con María, pero desde que Drex le había mencionado que estaba de cacería, la angustia no la dejaba en paz. Cada vez que su teléfono vibraba, su corazón latía más rápido, temiendo recibir malas noticias. Sabía lo difícil que era para Drex mantener el control, especialmente ahora con el Tótem exigiendo más de él. Su amor por él la hacía sentir orgullosa de su esfuerzo por mantenerse fiel a sus promesas, pero no podía evitar sentirse aterrada cada vez que él se alejaba.

Cuando el teléfono sonó de nuevo, Tatiana lo tomó inmediatamente, viendo que era Drex. Su corazón dio un vuelco.

—¿Drex? —preguntó, su voz temblando levemente.

Tatiana… acabo de terminar la cacería —dijo Drex con un tono cansado pero sereno. No podía esconder el cansancio, ni la creciente sensación de pérdida que sentía tras haber devorado corazones nuevamente. No era el mismo hombre que ella conoció, y lo sabía, pero intentaba mantener la compostura.

El silencio de Tatiana fue breve, pero lleno de emociones. Estaba aliviada de que Drex estuviera bien, pero sabía que su alma estaba en guerra consigo misma. Sentía su dolor, aunque él no lo expresara abiertamente.

—Sabía que no estabas bien… —dijo finalmente Tatiana, su voz un poco más baja. —Cada vez que sales… siento que me estoy perdiendo más de ti. Temo que un día no regreses siendo Drex, sino… algo más —confesó, dejando escapar un suspiro entrecortado.

Drex se detuvo en su camino al bar. Sus palabras lo golpearon como una descarga. Sabía que lo que estaba haciendo le estaba costando, no solo a él, sino también a ella. El peso del Tótem no solo era físico, sino emocional, y Tatiana lo estaba cargando tanto como él, tal vez más.

—Lo sé, Tatiana… y lamento que tengas que sentir esto. Cada vez que me transformo… siento que estoy perdiendo partes de mí mismo. Y la promesa que te hice… se vuelve más difícil de mantener con cada cacería. Pero te juro que sigo luchando. No quiero que esta bestia me consuma. No quiero perderte a ti —dijo Drex, su voz cargada de sinceridad.

Tatiana tragó saliva, tratando de contener las lágrimas. Sabía que Drex hacía lo mejor que podía, pero el miedo seguía allí, constante.

—Solo… prométeme que no te perderás del todo, Drex. No quiero perderte, pero tampoco quiero que te pierdas a ti mismo —le pidió con un nudo en la garganta.

Drex asintió, aunque ella no podía verlo.

—Te lo prometo, Tatiana. Seguiré luchando. Por nosotros, por todo lo que hemos pasado. No dejaré que el Tótem gane —afirmó con toda la fuerza que le quedaba.

Hubo un largo silencio entre los dos, donde solo se escuchaban sus respiraciones, ambos conectados a través del teléfono, compartiendo un momento de vulnerabilidad.

Finalmente, Tatiana habló de nuevo, su voz más calmada.

—Estoy con María ahora. Vamos a las líneas de Nazca, intentaré despejar mi mente. Pero cuando vuelvas, Drex, hablaremos. Necesitamos estar bien, los dos —dijo, tratando de ser fuerte por los dos.

Drex asintió nuevamente, sintiendo el alivio de escuchar su voz más tranquila.

—Lo haremos, Tatiana. Te amo. Y gracias… por creer en mí —dijo antes de colgar.

Con la llamada finalizada, Drex suspiró profundamente, sintiendo que el peso en sus hombros disminuía un poco. La conversación con Tatiana le había dado la claridad que necesitaba. Aunque sabía que el Tótem lo seguiría acosando, tenía a Tatiana, su ancla, para recordarle quién era en realidad.

Sin perder más tiempo, Drex continuó su camino hacia el bar donde se encontraría con Fabián. Sabía que aún había mucho por resolver, pero lo haría un paso a la vez.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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