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El cazador de almas perdidas – Creepy pasta 103.

 Secuelas del Poder.

El combate en las ruinas de Pisac había alcanzado su clímax. Las fuerzas de La Muerte Plata estaban siendo erradicadas poco a poco, pero la tensión seguía siendo palpable. Diana y Anael, tras acabar con sus respectivos enemigos, se unieron a Auxplex y los chamanes del Perú para reforzar el perímetro. Diana, con su velocidad descomunal y su dominio sobre su transformación licántropa, era un huracán de fuerza en el campo de batalla, mientras Anael, la druida de la magia celta, invocaba poderosos hechizos de la naturaleza para contener las energías oscuras que emanaban de los elementales derrotados.

Auxplex, concentrado, extendía su conexión con la tierra, buscando debilitar cualquier rastro de magia residual que pudiera quedar en las ruinas. Los chamanes, unidos en un círculo, recitaban antiguos cánticos en quechua, invocando la protección de los antiguos espíritus andinos. Era una lucha contra el tiempo, pero gracias a la sinergia entre las fuerzas chamánicas y las habilidades de Diana y Anael, estaban logrando estabilizar la situación.

Diana, con su mirada aguda, observaba la escena. Sus sentidos afilados como licántropa le permitían percibir cualquier anomalía. Giró hacia Anael y Auxplex, asegurándose de que todo estuviera bajo control.

—Este ritual está a punto de completarse —dijo Anael, limpiando el sudor de su frente mientras las energías de la naturaleza fluían a través de ella—. Pero esa criatura… la bestia con la que luchamos… no era normal.

Diana asintió, su rostro endurecido.

—Era una bestia demasiado cercana a la Sed de Sangre. La habríamos perdido si no hubiésemos actuado con rapidez. —Luego, mirando a Auxplex, agregó—: ¿Cómo están los chamanes? ¿Podrán mantener el equilibrio?

Auxplex, con una expresión serena pero concentrada, respondió:

—Hemos hecho todo lo posible para purgar las ruinas. La magia oscura de La Muerte Plata ha dejado su huella, pero los espíritus de la tierra están respondiendo a nuestros llamados. El equilibrio se restaurará, aunque tomará tiempo.

Fabián, Raúl, Lía, María y Óscar acababan de dar el golpe final a los dos últimos líderes de La Muerte Plata que enfrentaban. El grupo había luchado con una precisión y coordinación impecables. Fabián, recitando las Escrituras mientras liberaba sus ataques de fe, había sido el corazón espiritual del grupo, mientras María, utilizando su clarividencia y poder mágico, había logrado prever los movimientos de sus enemigos y guiar al equipo a través de los ataques más peligrosos.

Raúl, a pesar de sus heridas, se mantuvo firme hasta el último momento. La lucha había sido feroz, y su capacidad como Skinwalker había sido fundamental para contrarrestar los ataques físicos del Paladín de Sangre al que enfrentaban. Óscar y Lía, con una sincronía impecable, habían combatido como una verdadera fuerza letal, acabando con los líderes y asegurando que La Muerte Plata quedara desmantelada por completo.

Cuando todo terminó, el aire se sintió más liviano. Óscar se acercó a Raúl, viendo las profundas heridas que había sufrido.

—Tú necesitas atención médica de inmediato —dijo Óscar con preocupación, mientras ayudaba a Lía a cargar a Raúl.

Raúl, aunque adolorido, sonrió ligeramente.

—Esto no es nada, Óscar. He sobrevivido peores. Pero admito que no puedo moverme mucho más.

Óscar asintió y, junto a Lía, levantaron a Raúl para llevarlo a un lugar seguro. Dejaron a Fabián y María a solas entre las ruinas, con el eco de la batalla aún resonando a lo lejos.

Fabián y María, ahora solos, intercambiaron miradas. Había una tensión palpable en el aire, no solo por la batalla que acababa de terminar, sino también por todo lo no dicho entre ellos. A pesar de todo lo que había pasado, María sabía que no podía seguir escondiendo la verdad de Fabián, pero las palabras seguían atrapadas en su garganta.

—Hemos terminado con ellos, María. La Muerte Plata ha caído —dijo Fabián, rompiendo el silencio.

María asintió, intentando mantener la compostura.

—Sí, pero esto es solo el comienzo. Siempre hay algo más, Fabián. Siempre hay otra amenaza… —susurró, evitando su mirada.

Fabián, sin embargo, no podía dejar de notar la distancia emocional que había entre ellos. Había algo más profundo que aún no le había sido revelado, algo que, aunque no podía entender completamente, sentía que existía.

—Trabajamos bien juntos, María —dijo finalmente Fabián, su voz suave—. Eso no se puede negar. Pero algo ha cambiado entre nosotros, ¿verdad?

María, sintiendo el peso de su confesión próxima, desvió la mirada.

Fabián, hay cosas que… no puedo explicarte ahora. Pero prometo que algún día lo entenderás. Solo confía en mí. —Su tono era suplicante, pero no podía revelar más.

En ese momento, una comunicación interrumpió el momento. Tatiana, al mando de las operaciones, recibió un mensaje directo de Vambertoken.

Tatiana, necesito que me traigas a Drex. Hay algo que debe discutirse sobre el poder que ha estado usando. El Tótem … noto su influencia.

Tatiana, visiblemente preocupada por el estado de Drex, respondió de inmediato.

—Lo llevaré contigo lo antes posible —dijo ella, volviendo su atención a Drex, quien apenas se mantenía de pie tras el agotador combate.

Tatiana, consciente del peligro que el Tótem representaba, sabía que este era un tema que no podían ignorar. Se acercó a Drex, con suavidad en sus palabras, pero firmeza en su tono.

Drex, Vambertoken quiere hablar contigo. Notó lo del Tótem. No podemos esconder esto por más tiempo.

Drex, exhausto, asintió débilmente. Sabía que el poder del Tótem lo estaba consumiendo, y aunque se había prometido a sí mismo no usarlo más, la batalla lo había forzado a hacerlo. Pero también sabía que Vambertoken no iba a ser indulgente con la situación.

Mientras tanto, Óscar y Lía, llevando a Raúl, se acercaban al grupo, con preocupación en sus rostros. Raúl estaba herido gravemente, pero todavía tenía fuerzas para bromear.

—No me digas que casi nos perdimos la mejor parte —dijo con una sonrisa cansada.

Óscar, sonriendo ligeramente, respondió:

—La batalla ha terminado, pero parece que la verdadera tormenta apenas está comenzando.

Las sombras de la noche se cernían sobre la aldea de Auxplex mientras el grupo de Oricalco se recuperaba del último ataque de La Muerte Plata. A pesar de la victoria, todos sabían que el peligro aún no había pasado, y en medio de la calma inquietante, Vambertoken había solicitado una reunión urgente con Tatiana y Drex.

El Tótem Atlante seguía pulsando en el cuerpo de Drex, afectándolo de manera cada vez más profunda. Aunque había logrado usar su poder para sobrevivir, cada transformación y uso del Tótem parecía acercarlo más a la bestia interior que amenazaba con consumirlo.

Tatiana, sosteniendo con fuerza la mano de Drex, lo miraba con una mezcla de preocupación y determinación. Sabía que algo debía hacerse para salvarlo, pero el precio que pagaban cada vez era mayor.

Finalmente, ambos llegaron al centro de operaciones donde Vambertoken los esperaba, acompañado únicamente por el padre de Auxplex. El anciano chamán, con su semblante sereno y sabio, intercambiaba miradas con Vambertoken, como si ya hubieran compartido secretos demasiado oscuros para revelarlos.

Tatiana, Drex —comenzó Vambertoken—, hemos llegado al punto en que no hay más opciones. El Tótem Atlante que está fusionado con Drex es demasiado poderoso para ser controlado sin ayuda. —El vampiro hizo una pausa, observando a Drex, que apenas podía sostenerse en pie—. Sabía que algo así podría ocurrir cuando sentí la magia en el aire. Este tipo de poder… —su voz se volvió más baja—, es Atlante. Y su hambre jamás se saciará.

Tatiana apretó la mano de Drex con fuerza, sabiendo que las palabras de Vambertoken eran verdad. El Tótem seguía consumiendo a Drex, pero había una esperanza, una única salida, y esa era Paititi.

Vambertoken se dirigió a Tatiana.

—Solo hay una forma de detener el progreso de esta magia antes de que sea demasiado tarde. Drex no puede entrar en Paititi debido a los efectos del Tótem. Si lo hace, el poder del lugar lo destruirá por completo. —Se giró hacia el padre de Auxplex, que estaba en silencio, esperando su momento—. Tatiana, deberás ser tú quien lo acompañe.

El padre de Auxplex finalmente habló, su voz grave y con un eco ancestral.

—En Paititi existe una fuente de agua sagrada. Esa agua tiene el poder de calmar la magia más oscura. Si logramos extraer un poco de esa agua y Drex la consume, podrá resistir mejor los efectos del Tótem. Pero el hambre… —El anciano bajó la mirada—. El hambre no desaparecerá. Siempre estará ahí, esperando.

Tatiana asintió, aceptando las palabras con una mezcla de alivio y temor. Pero sabía que había más.

—¿Qué debo hacer? —preguntó, sabiendo que entrar a Paititi no sería una simple tarea.

Vambertoken intercambió una mirada con el padre de Auxplex, y fue el chamán quien respondió.

Paititi está protegida por antiguas magias. Ningún mortal puede entrar y salir de allí sin hacer un juramento. Tatiana, deberás jurar, ante los guardianes del lugar, que no dirás una sola palabra de lo que veas o encuentres allí. Este es el precio que debes pagar para obtener el agua.

Los ojos de Tatiana se agrandaron, pero asintió nuevamente. Sabía lo que estaba en juego.

—Haré lo que sea necesario para salvar a Drex —dijo con firmeza, aunque su corazón estaba lleno de miedo.

Vambertoken, satisfecho con su respuesta, continuó.

—El padre de Auxplex te guiará. Él ya ha estado en Paititi antes, y su relación con los guardianes del lugar te permitirá entrar. Pero recuerda, Tatiana, una vez hagas ese juramento, estarás vinculada para siempre a la magia de Paititi.

Tatiana asintió. No había otra opción. Si no hacía este sacrificio, perdería a Drex.

Drex, que había permanecido en silencio durante toda la conversación, levantó la cabeza para mirar a Tatiana.

—No quiero que lo hagas —dijo con una voz entrecortada—. No quiero que arriesgues tu vida por mí.

Tatiana negó con la cabeza, sus ojos llenos de determinación.

—Te amo, Drex. Y no voy a perderte. No después de todo lo que hemos pasado.

Vambertoken asintió, sabiendo que no había más que decir.

—Preparen sus cosas. Partirán al amanecer.

Cuando llegó la mañana, Tatiana y el padre de Auxplex se encontraban ya en el borde del vasto territorio que rodeaba Paititi. El chamán iba al frente, moviéndose con una facilidad que demostraba su profundo conocimiento del terreno. Tatiana, por su parte, iba en silencio, meditando en las palabras de Vambertoken.

El viaje a Paititi fue largo y lleno de desafíos. Caminaban entre selvas espesas y cruces de ríos, hasta que finalmente, al caer la noche, llegaron a una gran puerta de piedra oculta entre la maleza. El padre de Auxplex se detuvo frente a ella, cerró los ojos y comenzó a murmurar en un idioma que Tatiana no entendía.

De repente, las piedras comenzaron a moverse, y la puerta se abrió lentamente.

—Estamos aquí —dijo el padre de Auxplex, señalando el oscuro túnel que se extendía ante ellos.

Tatiana tragó saliva, sabiendo que no había vuelta atrás.

—¿Qué debo hacer? —preguntó, mirando al chamán.

El padre de Auxplex extendió la mano y sacó un pequeño frasco de cristal.

—Tendrás que entrar sola a la cámara donde se encuentra la fuente. —Le entregó el frasco—. Llénalo con el agua sagrada y regresa lo más rápido posible. Pero antes… —el chamán levantó la mano— debes hacer el juramento.

Tatiana se puso de rodillas frente a la puerta y, con la guía del padre de Auxplex, recitó las palabras del juramento. Prometió no hablar jamás de lo que viera en Paititi, de guardar todos los secretos que le fueran revelados, y de usar el agua solo para salvar a Drex.

Cuando terminó, la puerta se abrió completamente, y una suave luz dorada iluminó el túnel.

—Ahora, ve —dijo el padre de Auxplex—. Pero recuerda, Tatiana, una vez dentro, no hay vuelta atrás.

Tatiana asintió y, con el frasco en la mano, se adentró en Paititi, sabiendo que lo que estaba a punto de encontrar cambiaría su vida para siempre.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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