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El cazador de almas perdidas – Creepypasta 200. Historias de Terror

El Licántropo Bestial y el Tótem Atlante contra la Fe.

El combate entre Drex y Fabián estaba a punto de comenzar, y el aire en la arena se sentía cargado de una tensión eléctrica. No era solo la emoción del momento; había historia entre ellos, aunque no todos la conocieran. Hace casi tres años, Fabián había sido el único en derrotar a Drex en un combate cuerpo a cuerpo. En aquel entonces, no existía el Tótem, y Drex era un licántropo más en la vasta red de sombras. María, aunque conocía la historia, no había estado involucrada. Fue Drex quien, mucho tiempo después, le contó que había sido un sacerdote, un hombre de fe, quien lo había vencido. Tatiana, en esa época, no hablaba con Drex, sus caminos estaban distantes.

Ahora, las cosas eran distintas. Drex no solo había ganado en poder, había logrado sincronizarse completamente con su bestia interior, dominando una habilidad que pocos licántropos lograban controlar. A pesar de ello, decidió no usar el Tótem, no porque quisiera subestimarlo, sino porque deseaba una revancha justa, un combate donde ambos pudieran demostrar lo que habían aprendido desde su último encuentro.

Fabián, por su parte, estaba más centrado que nunca. Su fe había alcanzado un nivel que lo hacía imparable. No llevaba consigo la Biblia física, pero ya no la necesitaba; la palabra de Dios fluía a través de él, transformando sus plegarias en un poder divino palpable. La energía que emanaba era tan imponente que incluso Asha y Vambertoken lo observaban con interés. Fabián era una fuerza de la naturaleza, un caballero santo con un poder inusual, capaz de rivalizar con criaturas como Drex.

—”Hace tres años me derrotaste sin piedad, Fabián,” —dijo Drex mientras tomaba su chokuto y la pistola—. “Hoy quiero ver si todavía eres capaz de hacerlo.”

Fabián lo observó con una calma inquebrantable. —”La fe no se mide en victorias o derrotas, Drex. Solo en el amor y la devoción. Hoy no lucho solo por mí; lucho por María, por nuestro amor, y eso me hace más fuerte que cualquier poder que puedas tener.”

El aire se congeló por un momento, y luego Drex, con una velocidad impresionante, se lanzó hacia Fabián. La chokuto silbaba en el aire, buscando impactar, pero Fabián alzó su mano y, con una recitación de las Escrituras, convocó una barrera de luz que desvió el golpe sin esfuerzo. La pistola disparó casi simultáneamente, pero las balas de Drex rebotaron contra la luz divina, incapaces de penetrarla.

Desde las gradas, María y Tatiana observaban. Aunque María sabía de la historia de la derrota de Drex, no había imaginado cuán poderoso se había vuelto Fabián. Tatiana, por su parte, sentía una mezcla de orgullo y ansiedad por Drex. Sabía que el licántropo había cambiado, pero también conocía el poder de Fabián. Este combate iba más allá de una simple revancha: era un duelo de convicciones y destinos.

Drex, retrocediendo brevemente, sonrió con confianza. —”No me subestimes. No soy el mismo de antes.” —Se lanzó de nuevo, esta vez con un giro que casi logró engañar a Fabián, pero una vez más, la energía divina lo protegió. Fabián no cedía.

—”El Señor es mi pastor, nada me faltará,” —recitó Fabián, y una ola de energía sagrada salió de su mano, dirigiéndose hacia Drex.

El licántropo apenas logró esquivarla, rodando por el suelo y levantándose con agilidad bestial. Su sincronía con la bestia le permitía moverse con una velocidad que asombraba a todos los presentes. No obstante, sabía que necesitaría más que velocidad para vencer a Fabián.

Tatiana, desde las gradas, no podía apartar los ojos de Drex. Sabía que el poder del Totem no estaba en juego, pero la sincronización de Drex con su bestia lo había hecho casi imparable. —”Drex no está usando todo su potencial,” —murmuró a María, quien también observaba con preocupación.

—”Ni falta que le hace,” —respondió María con una mezcla de fe en Fabián y temor por lo que podría ocurrir.

Drex retrocedió unos pasos, su respiración pesada, pero no por el cansancio, sino por la tensión del combate. —”Fabián, me enseñaste algo la última vez,” —dijo Drex con una sonrisa feroz—. “Me enseñaste que no todo es fuerza bruta. Pero yo también tengo algo que enseñarte hoy.”

En ese instante, Drex dejó caer su chokuto y pistola. El licántropo dentro de él rugió, no era su transformación, pero sus ojos brillaban con un resplandor animal. Cargó contra Fabián con una velocidad que ningún humano podría igualar.

Fabián apenas tuvo tiempo para alzar una barrera, pero la fuerza con la que Drex lo golpeó fue suficiente para hacerlo retroceder varios metros. Fabián alzó las manos y conjuró un rayo de luz, pero Drex lo esquivó con agilidad bestial, lanzándose hacia él de nuevo. La arena era un hervidero de energía y tensión.

Tatiana y María apenas podían seguir el ritmo del combate. Ambas sabían que cualquiera de los dos podría caer en cualquier momento, y la idea de perder a alguno las destrozaba.

—”Drex es más fuerte que antes, pero Fabián… él tiene algo nuevo,” —dijo Tatiana, mirando con atención cómo ambos hombres se enfrentaban a un nivel completamente distinto al que recordaba.

—”Él tiene la fe… y yo soy su fe,” —respondió María, susurrando, con los ojos fijos en Fabián, rezando silenciosamente por su victoria.

Mientras tanto, Drex y Fabián continuaban su combate feroz, la tensión subiendo a cada momento.

El enfrentamiento entre Drex y Fabián había llegado a un punto crucial. Drex, en su forma humana, ya estaba mostrando un poder abrumador, pero todavía no había llegado a desatar la verdadera bestia dentro de él. Su sincronización con su forma licántropa le daba una ventaja clara, pero Fabián, con su fe renovada y profunda, se mantenía firme, luchando con una calma que solo un hombre de fe podría tener.

—”Hace tres años me derrotaste, Fabián,” —dijo Drex con una sonrisa mientras desenvainaba su chokuto y la pistola brillaba en su mano—. “Hoy quiero ver si puedes hacer lo mismo, pero no soy el mismo de entonces.”

Fabián lo miró, con una tranquilidad que desafiaba las circunstancias. —”La fe no se mide en victorias, Drex. Solo en el amor. Hoy no lucho solo por mí, lucho por María, y eso me hace más fuerte de lo que puedas imaginar.”

Con un movimiento rápido, Drex lanzó una serie de ataques con su chokuto, cada uno de ellos certero, lleno de habilidad. Las balas de su pistola disparaban a una velocidad imposible para un humano, pero Fabián estaba preparado. Con una oración silenciosa, formó una barrera de luz que bloqueó cada impacto, desviando los ataques de Drex con una facilidad que sorprendió a los presentes.

Pero todos sabían que esto era solo el comienzo.

Desde las gradas, Tatiana observaba a Drex con creciente preocupación. Sabía que, en algún momento, él dejaría de contenerse. Sabía lo que venía. María, a su lado, compartía la misma preocupación por Fabián, aunque estaba orgullosa de verlo resistir, sabiendo lo que venía.

Y entonces sucedió.

Drex sonrió, y por un breve segundo, Tatiana sintió un escalofrío recorrerle la espalda. —”No te preocupes, Tatiana,” —le dijo Drex en un tono despreocupado, aunque sus ojos brillaban con una intensidad oscura—. “Todo está bajo control.”

Pero Tatiana lo sabía. Esa mirada, esa confianza no era la misma de antes. El poder del Totem estaba empezando a manifestarse, y Drex estaba a punto de desatarlo.

Sin previo aviso, Drex comenzó a cambiar. Su cuerpo se hinchó y creció, sus músculos aumentaron hasta triplicar su tamaño, y su estatura se elevó hasta los 3.5 metros. El pelaje comenzó a cubrir su piel mientras sus garras se alargaban y afilaban. Esta no era la simple transformación de un licántropo; era algo más. Era el poder del Tótem fluyendo a través de él, amplificando cada uno de sus aspectos, haciéndolo cincuenta veces más rápido, más fuerte, más ágil. Era una fuerza imparable.

La arena misma pareció estremecerse ante su presencia. Su transformación había cambiado el campo de batalla por completo. La bestia que era Drex en ese momento irradiaba un poder tan oscuro y abrumador que muchos de los observadores comenzaron a retroceder en sus asientos, sintiendo el terror ante tal monstruosidad. El aire se volvió más pesado, más oscuro, como si la presencia del Tótem hubiera alterado la realidad misma.

Fabián, aún rodeado de su luz divina, sintió el cambio de inmediato. Lo que antes era un combate igualado ahora se había inclinado peligrosamente a favor de Drex. Cada movimiento de la bestia era tan rápido que incluso la fe de Fabián, por fuerte que fuera, apenas podía seguir el ritmo. Las barreras que antes habían desviado los ataques de Drex ahora se quebraban ante la pura fuerza del licántropo.

Tatiana, desde las gradas, sintió cómo su corazón se aceleraba. Sabía que Drex había desatado una fracción del verdadero poder del Tótem, pero no esperaba que fuera tan aterrador. —”Drex… ¿qué estás haciendo?” —susurró para sí misma, incapaz de apartar la vista.

Asha, por su parte, sonrió de lado mientras observaba el espectáculo. —”Querido Seraph,” —le susurró a Vambertoken—, “¿quién hubiera imaginado que este simple humano, este Fabián, pudiera mantenerse de pie contra tal monstruosidad? Es… fascinante.”

Fabián, aunque estaba siendo empujado al límite, no retrocedió. No podía permitirse retroceder. Su fe lo mantenía firme. —”El Señor es mi pastor; nada me faltará,” —gritó con convicción, y con un movimiento de sus manos, lanzó una ráfaga de luz divina hacia Drex.

El rayo de energía sagrada golpeó directamente a la bestia, pero Drex apenas vaciló. Rugió, y su rugido resonó en toda la arena como un trueno que sacudió los cimientos del lugar. Sin perder tiempo, Drex cargó contra Fabián con una velocidad y una fuerza que parecían imposibles para algo tan grande. Sus garras chocaron contra la barrera de Fabián, que crujió bajo la presión.

María, observando desde las gradas, sintió que su corazón se aceleraba. Sabía que Fabián estaba luchando con todo lo que tenía, pero Drex… Drex estaba llevando el combate a otro nivel. La preocupación comenzó a crecer en ella, pero también el orgullo. Fabián no estaba retrocediendo, incluso ante semejante monstruosidad.

Fabián, empujado al límite, recitó otra oración, y una explosión de energía sagrada envolvió la arena. Por un momento, Drex fue empujado hacia atrás, pero no cayó. Al contrario, sonrió. Era una sonrisa peligrosa, casi animal.

—”Esto es lo que he estado esperando,” —gruñó Drex, su voz gutural y casi inhumana—. “Tu fe es poderosa, Fabián… pero yo también lo soy.”

El poder del Tótem había cambiado todo. La velocidad, la fuerza y la agilidad de Drex eran abrumadoras. Fabián apenas podía mantenerse al día, y la presión sobre él era insoportable. Sin embargo, seguía de pie, su fe brillando como una antorcha en la oscuridad que Drex había desatado.

Finalmente, Tatiana, viendo que el combate estaba a punto de salirse de control, se levantó de su asiento. —”¡Drex!” —gritó con fuerza. —”¡Es suficiente! ¡Tienes que volver a tu forma humana!”

Pero Drex, en su forma bestial, parecía no escucharla. Para él, el combate continuaba. Había perdido la noción de su transformación. Creía que ya había vuelto a su forma humana, pero su cuerpo seguía siendo el de la bestia.

Tatiana corrió hacia él, acercándose con cautela. —”Drex… ya está. Volviste, pero debes des transformarte.”

Drex miró a Tatiana, confundido, y finalmente comenzó a respirar profundamente. Poco a poco, su cuerpo comenzó a reducirse, el pelaje desapareció, y sus garras volvieron a ser manos humanas. Los pantalones tácticos y la gabardina mágica que Tatiana le había regalado volvieron a cubrir su cuerpo.

La arena quedó en silencio por unos momentos mientras todos procesaban lo que acababa de suceder. Incluso sin desatar todo su poder, Drex había demostrado ser una fuerza imparable. Pero el hecho de que Fabián hubiera resistido, con nada más que su fe, fue lo que dejó a todos sin palabras.

María, con lágrimas en los ojos, corrió hacia la arena, lanzándose a los brazos de Fabián, orgullosa de él. Los aplausos comenzaron a resonar en la arena. Oricalco estaba asombrado. Un simple humano había resistido contra la oscuridad más absoluta que Drex había desatado.

Vambertoken, observando desde las sombras, asintió con aprobación. —”Es impresionante lo que ambos han logrado. Pero aún queda mucho por ver.”

Drex, mientras tanto, parecía perdido en sus pensamientos, aún procesando lo que había sucedido. Sabía que había desatado solo una fracción de su verdadero poder, y eso era lo que lo hacía tan aterrador.

La arena de la Purga finalmente se había calmado. Tras los intensos combates, Drex, Tatiana, María y Fabián encontraron un rincón apartado para hablar. Aún sentían el peso de la batalla, pero las tensiones que habían cargado durante tanto tiempo finalmente comenzaban a disiparse. El respeto y el entendimiento mutuo se imponían sobre las diferencias pasadas.

—”No puedo creer lo que vi hoy,” —dijo María suavemente, tomando la mano de Fabián. Sus ojos aún brillaban con orgullo por lo que su amado había logrado—. “Sabía que habías recuperado tu fe, pero no tenía idea de lo fuerte que realmente eras. Lo que hiciste fue… increíble.”

Fabián la miró con una sonrisa tranquila. Su fe, renovada y más fuerte que nunca, emanaba de él con una calma imperturbable. —”El amor es la verdadera fuerza, María. Dios es amor, y tú eres mi amor. Por eso, hoy me sentí más poderoso que nunca. Bienaventurados los que creen sin ver, porque de ellos será el reino de los cielos. Hoy entendí lo que eso realmente significa.”

—”Eres increíble,” —susurró María, lanzándose a sus brazos. Lo abrazó con fuerza, sintiendo una mezcla de alivio, amor y orgullo que la invadía por completo—. “Te amo, Fabián. Y me haces sentir la mujer más afortunada del mundo.”

Tatiana, que observaba la escena con una ligera sonrisa, decidió finalmente hablar. Había algo que necesitaba sacar a la luz, algo que había estado en su mente desde su combate con María. —”María,” —comenzó con un tono serio, pero no severo—. “Hoy, mientras peleábamos… me di cuenta de algo. Eres mucho más fuerte cuando no estás bajo la voluntad de Asha. Lo que vi hoy, cuando te liberaste de ella, fue impresionante. No tengo ninguna duda de que todavía tienes algo de control cuando estás bajo su influencia, pero… es evidente que eres mucho más poderosa cuando eres completamente libre.”

María suspiró profundamente, reflexionando sobre esas palabras. —”Lo sé, Tatiana. También lo he sentido. Me gusta el tiempo que paso con Asha, he aprendido muchísimo con ella, pero es cierto… cuando soy libre, me siento… más completa. Es algo que he tenido que aceptar, y aunque duele, ahora lo veo con claridad.”

Tatiana dio un paso hacia adelante y le puso una mano en el hombro a su hermana. —”No importa lo que pase, María, siempre serás mi hermana. Hoy he visto lo poderosa que eres cuando estás libre, pero también he visto lo mucho que has crecido. Me enorgullece decir que no guardo ningún resentimiento. Me alegra que hayas encontrado tu camino, y me alegra aún más que sigas siendo tú.”

María sonrió, aliviada. —”Gracias, Tatiana. Yo también estoy feliz de que estemos bien. Hoy aprendí mucho sobre mí misma, y aunque algunas verdades son difíciles de aceptar, estoy lista para seguir adelante. Nada ni nadie va a separarnos.”

Las dos hermanas se abrazaron, un gesto que sellaba su reconciliación. Habían pasado por mucho, y aunque sus caminos eran diferentes, el lazo que las unía era más fuerte que cualquier cosa.

Drex, que había estado escuchando en silencio, finalmente habló. —”Fabián,” —dijo con una sonrisa sincera—. “Debo felicitarte. Nunca imaginé que la fe pudiera ser tan poderosa. Hoy me lo demostraste. Resistir contra el poder del Tótem no es algo que cualquiera pueda hacer. Tienes mi respeto.”

Fabián asintió, devolviendo la sonrisa. —”La fe es lo que nos sostiene, Drex. Hoy sentí su verdadero poder. No importa qué tan oscura sea la noche… siempre habrá luz si hay amor.”

María, que estaba a su lado, sonrió orgullosa. —”Sabía que eras fuerte, Fabián, pero hoy lo vi con mis propios ojos. Eres increíble, y me siento tan orgullosa de ti.”

Mientras todos intercambiaban palabras de apoyo, Tatiana no podía dejar de pensar en lo que había sucedido durante el combate. Había visto algo en Drex que la preocupaba profundamente, y sabía que tenía que hablar sobre ello. Tomó aire y lo miró directamente a los ojos.

—”Drex… ¿qué pasó en el combate?” —le preguntó con tono de preocupación—. “Sabías que seguías transformado, ¿verdad? Por un momento, parecía que lo habías olvidado.”

Drex bajó la cabeza y suspiró. —”Lo sé… lo olvidé. Desde que me sincronicé completamente con la bestia, es más fácil controlarla, pero… a veces me pierdo en la transformación. Antes, cuando el dolor de transformarme y des transformarme era insoportable, sabía cuándo debía volver a mi forma humana. Pero ahora… el dolor ha desaparecido, y por un momento… me olvidé de que seguía transformado.”

Tatiana lo miró con preocupación y se acercó un poco más, tocándole el brazo. —”Drex… sé que ahora puedes controlar mejor la bestia, pero no puedes perder de vista quién eres. Aún eres humano. Me asusta la idea de que puedas olvidarlo completamente.”

Drex la miró con ternura y asintió. —”No te preocupes, Tati,” —dijo, usando ese apodo por primera vez, un gesto que no pasó desapercibido—. “Sé quién soy. Sé que a veces me pierdo, pero siempre vuelvo. Y siempre te tendré a ti para recordármelo.”

Tatiana no pudo evitar sonreír ligeramente ante el uso del apodo, aunque la preocupación seguía allí. —”Eso espero, Drex. No quiero perderte… ni perder al hombre que eres.”

El ambiente se volvió más relajado, y la preocupación de Tatiana comenzó a desvanecerse mientras lo abrazaba. Drex aún tenía mucho que aprender sobre su nuevo control sobre la bestia, pero Tatiana sabía que, con el tiempo, ambos encontrarían la forma de mantener ese equilibrio.

María, que observaba la escena, no pudo evitar sentirse conmovida. Todo parecía encaminarse hacia un nuevo equilibrio, uno donde el amor, la fe y la fuerza interna prevalecían sobre la oscuridad y las diferencias.

—”Me alegra que todo haya salido bien,” —dijo María, rompiendo el silencio con una sonrisa—. “A veces, es fácil olvidar lo importante que es tener a alguien que te recuerde quién eres.”

Tatiana asintió, agradecida por la paz que ahora sentía en su corazón. —”Es cierto. Todos necesitamos algo o alguien que nos mantenga en el camino.”

Fabián, con la serenidad de un hombre que había encontrado su propósito, miró a María y luego a Drex. —”Hoy he aprendido que el amor es el mayor de todos los poderes. Bienaventurados los que creen sin ver, porque de ellos será el reino de los cielos. Y hoy… nosotros hemos visto lo que es el verdadero poder del amor y la fe.”

Todos asintieron en silencio, sabiendo que, a pesar de todas las batallas y dificultades, lo que realmente los mantenía unidos era su amor y su fe inquebrantable.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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