El cazador de almas perdidas – Creepypasta 198. Historias de Terror
La Máscara del Ministerio.
Una hora después de su reunión, Julián y Laura se encontraban en la oficina del Ministerio de Vampiros Convertidos. La habitación estaba decorada con símbolos de luz, cruces, y estatuas de santos que parecían irradiar esperanza para las almas perdidas. Pero la verdad que se ocultaba entre esas paredes era mucho más oscura.
Julián miraba a su hija, sintiendo el peso de todas las decisiones que había tomado por ella, el sacrificio constante de su alma para protegerla. Sabía que lo que estaba a punto de contarle podría cambiar su relación para siempre, pero ya no había vuelta atrás. Laura necesitaba saber la verdad, no solo sospecharla.
— Laura… este ministerio… — comenzó, su voz cansada, como si las palabras lo estuvieran desgarrando por dentro — no es lo que tú crees que es.
Laura, aún joven como vampira, lo miró directamente, sin apartar la vista de su padre. Desde que fue convertida, sabía que su vida había cambiado para siempre, pero hasta este momento no había comprendido la profundidad del abismo en el que se encontraba.
— Lo sé, papá. — Susurró ella. — Siempre lo supe. Sabía que Vambertoken no había dado este ministerio al Vaticano solo por misericordia. Hay algo más, y tú estás atrapado en ello por mí.
Julián suspiró. Su hija era más inteligente y perspicaz de lo que él creía, pero ahora estaba obligado a decirle todo.
— Este ministerio es una fachada. — comenzó, y cada palabra parecía salir de sus labios como veneno — Los vampiros convertidos que vienen aquí… — miró a Laura a los ojos, sus palabras cargadas de dolor — son los que buscan la redención, los que quieren encontrar a Dios. Pero ese no es nuestro verdadero propósito aquí. Hay otro lado del ministerio que solo tú y yo conocemos, y ese lado está controlado por Vambertoken.
Laura tragó saliva. Sus ojos brillaban con una mezcla de incertidumbre y resignación.
— ¿Prisioneros…? — Preguntó en voz baja, casi temiendo la respuesta.
— Sí. Humanos y vampiros, prisioneros del Vaticano y otros que Vambertoken desea mover sin que nadie se entere. El ministerio es su excusa, su fachada. Aquí, oficialmente, buscamos la redención para los vampiros convertidos, los que quieren volver a Dios. Pero al mismo tiempo, bajo esa luz, movemos prisioneros para ser sacrificados en la Purga o en otros rituales.
Laura sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Aunque siempre había tenido sospechas, escuchar la verdad de boca de su padre hacía que el peso de esa revelación fuera insoportable.
— ¿Y cuál es mi papel en todo esto? — Preguntó con una voz que intentaba no quebrarse.
Julián cerró los ojos por un segundo. Decirle a su hija la verdad era como clavarle un puñal, pero sabía que ella merecía saberlo.
— Tendremos que organizar un acto público, un gran acto de conversión. Algo que distraiga la atención de los ojos inquisidores del Vaticano. Mientras todos vean a los vampiros convertidos buscando redención, moveremos en secreto a los prisioneros… a la Purga. Es la única forma de que sigamos sobreviviendo sin que nadie se entere.
Laura permaneció en silencio por unos momentos, procesando todo. Sabía que su padre la había protegido toda su vida, y ahora estaba empezando a comprender el enorme precio que él había pagado por ello. Julián había entregado su propia alma para salvar la suya.
— Entonces… — murmuró, con una mezcla de tristeza y determinación — ¿seguimos con la fachada?
— Sí, hija. No tenemos otra opción. Vambertoken lo ha decidido, y mientras estemos bajo su protección, no podemos escapar de este destino. — Respondió Julián con una voz rota. — Este ministerio, tu ministerio, es la máscara que nos mantiene a salvo. Y como tal, debemos cumplir con su propósito, aunque en el fondo sepamos que es solo una ilusión.
Laura se levantó y caminó hacia él. Lo abrazó con fuerza, sintiendo el dolor de su padre, y en ese momento, entendió que ambos estaban condenados a cargar con este secreto para siempre. Pero ahora, más que nunca, sabían que tendrían que enfrentarlo juntos.
— No estás solo, papá. — Dijo Laura, mientras sus ojos vampíricos brillaban con una mezcla de determinación y resignación. — Lo haremos. Sobreviviremos. Juntos.
Julián sintió una lágrima caer por su mejilla. Su hija, la persona por la que había sacrificado todo, ahora era su mayor fuerza.
— Por nosotros. — murmuró, mientras ambos se aferraban a esa única verdad que les quedaba en medio de un mundo lleno de mentiras.
En Bolivia no obstante seguía el torneo de la Purga
María levantó su mano derecha, en la que el hechizo de sangre comenzaba a formarse. Gotas de sangre se separaban de su propia piel, elevándose en el aire, girando y tomando la forma de pequeñas dagas carmesí que flotaban frente a ella. Tatiana, observando el movimiento, alzó una barrera de energía arcana a su alrededor, consciente de que esas dagas, a pesar de parecer frágiles, eran letales.
—”Vamos, hermana… sé que puedes hacerlo mejor que eso,”— dijo Tatiana con una mezcla de desafío y burla en su voz, manteniendo su atención en cada movimiento de María.
María entrecerró los ojos. El hechizo en su mano estaba completo, pero sabía que Tatiana estaba preparada. Sin embargo, en el fondo, algo en ella quería demostrar más… algo que estaba atrapado, contenido por las restricciones de su propio acuerdo con Asha. A pesar de estar bajo el control de su maestra, sentía que su verdadero potencial estaba siendo reprimido.
—”No es mi verdadero poder el que estás viendo, Tatiana… pero aún así, te derribaré,”— susurró María con un tono sombrío.
Con un rápido movimiento, lanzó las dagas de sangre hacia Tatiana, apuntando a puntos clave en su barrera arcana. Las dagas silbaron en el aire, dirigiéndose hacia la barrera con una precisión mortal.
Tatiana, rápida y calculadora, fortaleció la barrera, pero a medida que las dagas impactaban, sintió que cada golpe drenaba parte de su energía. Estas no eran simples armas; cada una de ellas llevaba una parte del alma de María, y cada impacto debilitaba a Tatiana más de lo que ella esperaba. Tatiana respondió con una explosión de energía arcana, invocando un espectro que se lanzó hacia María, buscando desviar su atención.
—”¡Te equivocas, hermana! Siempre has sido buena, pero yo siempre he sido mejor en la estrategia,”— dijo Tatiana, esbozando una sonrisa confiada.
María frunció el ceño, mientras el espectro de Tatiana se abalanzaba hacia ella. Con un giro ágil, María creó una nueva barrera, formada por una fina capa de sangre que envolvió su cuerpo, deteniendo el avance del espectro, que chisporroteó al contacto con el hechizo. Sin embargo, la fatiga comenzaba a hacerse presente en María.
Asha, desde el palco de observación, observaba con una sonrisa satisfecha. Sabía que Tatiana estaba dominando, y que su aprendiz estaba llegando a su límite. Pero Asha no planeaba permitir que eso ocurriera sin mostrar el verdadero poder de María.
—”Mi querida María,”— dijo Asha con una voz melosa, resonando en la sala de combate, atrayendo la atención de ambas hermanas—, “¿por qué no te liberas un poco de esas cadenas invisibles que te he impuesto? Este combate no se merece menos que tu verdadero poder.”
Las palabras de Asha cayeron como un eco en la mente de María, y en un instante, la sensación de peso que la había estado oprimiendo desapareció. Era como si una cortina hubiera sido levantada, revelando lo que siempre había estado presente, pero reprimido.
Los ojos de María se iluminaron, y Tatiana, al otro lado de la sala, lo notó de inmediato. Algo había cambiado.
—”¡Ah, ahora sí! Esto se pone interesante,”— exclamó Tatiana, preparándose para lo que venía.
María levantó ambas manos, y esta vez, la sangre que antes usaba en pequeñas cantidades explotó a su alrededor, formando un círculo perfecto de espadas flotantes a su alrededor, cada una más afilada y mortífera que la anterior.
—”Esto es lo que soy realmente,”— murmuró María con una voz casi nueva, llena de fuerza y determinación.
Tatiana sonrió. Su hermana estaba lista para pelear de verdad, y eso solo significaba que el combate se iba a volver mucho más intenso.
—”Vamos a ver de qué estás hecha, entonces,”— dijo Tatiana mientras invocaba una esfera arcana a su alrededor, lista para lo que sería el verdadero enfrentamiento entre hermanas.
María, liberada por las palabras de Asha, se movió con una rapidez y precisión que hasta entonces no había mostrado. Las espadas de sangre flotaban a su alrededor, y sus ojos brillaban con una intensidad que dejaba claro que algo dentro de ella había cambiado. Tatiana observó todo esto mientras ajustaba su escudo arcano, sabiendo que la situación había dado un giro inesperado.
—“Esta eres tú de verdad, María…”— pensó Tatiana, una mezcla de admiración y miedo cruzando su mente. Aun así, no retrocedió. No podía. Ambas sabían que debían dar lo mejor de sí.
María alzó ambas manos, y las espadas de sangre giraron a su alrededor antes de lanzarse hacia Tatiana. Pero esta vez no era solo un ataque coordinado; había una fluidez en sus movimientos que parecía casi natural, como si el poder de la magia de sangre fluyera por su cuerpo de manera instintiva. Cada espada tenía una fuerza devastadora, apuntando directamente a las defensas de Tatiana.
Tatiana se movió rápidamente, invocando una serie de barreras arcanas en rápida sucesión, pero por cada barrera que levantaba, las espadas de María la perforaban con facilidad. Las explosiones de energía arcana llenaban la sala mientras ambas hermanas luchaban con una intensidad que pocos podían igualar. El suelo temblaba bajo sus pies, las paredes resonaban con el choque de sus poderes.
—“¡Esto es lo que quiero, Tatiana!”— gritó María, su voz llena de poder y pasión. —“Quiero que me veas como soy realmente… No más cadenas, no más restricciones…”
Tatiana intentó mantener su compostura, pero por primera vez en mucho tiempo, sentía que estaba siendo superada. Se dio cuenta de que la María que estaba enfrentando ahora no era la que había conocido durante tanto tiempo. Esta María era más poderosa, más libre, y aunque eso la llenaba de orgullo, también la llenaba de una tristeza profunda.
—“¡No creas que me vas a derrotar tan fácilmente!”— gritó Tatiana, lanzando una oleada de energía arcana hacia su hermana. El aire a su alrededor chisporroteaba con magia pura mientras invocaba uno de sus hechizos más poderosos, un espectro colosal que emergía de la energía misma, con la única intención de derribar a María.
María no se inmutó. Levantó una mano y, con un gesto sutil, las espadas de sangre se alzaron, disolviendo al espectro antes de que pudiera siquiera tocarla. Tatiana apenas podía creerlo.
—“¿Es que todo este tiempo has sido más fuerte que yo…?”— murmuró Tatiana para sí misma, sintiendo que su cuerpo empezaba a ceder ante la presión.
María se lanzó hacia ella con una velocidad vertiginosa, su figura rodeada de un aura roja, cargada con la magia de sangre. Tatiana apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que María la alcanzara, descargando un golpe directo con toda su fuerza. El impacto fue brutal, y Tatiana salió disparada hacia atrás, cayendo al suelo con violencia.
Tatiana respiraba con dificultad, sus defensas casi inexistentes. La diferencia entre la María bajo el control de Asha y la María libre era evidente. Esta versión de su hermana era una fuerza de la naturaleza, imparable, casi divina en su poder. Pero lo que la golpeaba aún más era darse cuenta de que, bajo todo ese poder, María aún era su hermana, alguien a quien amaba profundamente.
—”María…”— susurró Tatiana, casi sin fuerzas, mirando a su hermana a través del sudor y el dolor.
María, quien había levantado otra mano para asestar el golpe final, se detuvo en seco. Su respiración era pesada, pero sus ojos comenzaron a cambiar. En ese momento, la verdadera María, la libre de toda influencia, miró a su hermana caída y sintió una punzada en el pecho. La rabia, el poder, la intensidad del combate, todo se desvaneció.
Dejó caer las manos, y las espadas de sangre que la rodeaban se disolvieron lentamente en el aire.
—”Tatiana…”— murmuró María, su voz quebrándose por la emoción. En un segundo, corrió hacia su hermana, cayendo de rodillas junto a ella.
Tatiana, agotada pero consciente, miró a María con una mezcla de asombro y alivio. María, la verdadera María, estaba ahí, junto a ella. Sin pensarlo, María abrazó a su hermana, apretándola con fuerza, mientras lágrimas caían por su rostro.
—”Lo siento… Lo siento tanto, Tatiana…”— susurró María entre sollozos, mientras sostenía a su hermana en sus brazos.
—”Está bien… Lo sé…”— respondió Tatiana con una sonrisa débil, acariciando el cabello de María. —”Eres mi hermana. Siempre lo serás.”
En ese momento, todo lo demás desapareció. No había espectadores, no había combates, solo estaban ellas dos, hermanas, compartiendo el dolor y el amor que las unía.
Asha y Vambertoken, que habían observado todo desde las sombras, sonrieron satisfechos. Ambos sabían que lo que acababa de suceder era mucho más que una simple pelea. Habían visto a dos fuerzas crecer y entenderse en el combate, y sabían que, juntas, serían imparables.
Pero para María y Tatiana, en ese momento, lo único que importaba era el lazo inquebrantable que las mantenía unidas.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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