El cazador de almas perdidas – Creepypasta 189. Historias de Terror
La Caza y la Bruja Roja.
El amanecer apenas tocaba el horizonte cuando Tatiana y Drex se embarcaron hacia la isla desierta donde el ritual tendría lugar. La embarcación avanzaba suavemente por las aguas tranquilas, un contraste inquietante con la tormenta interna que ambos sentían. Asha había preparado todo: la isla estaba vacía, y las 350 presas, esos pobres desgraciados que pensaban estar compitiendo por un premio de 10 millones de dólares, llegarían sin saber que sus corazones serían el sacrificio final para estabilizar el tótem de Drex.
El aire entre Tatiana y Drex era pesado. Ambos sabían que estaban en el borde de algo terrible, algo que podría destruir a Drex para siempre. Ella lo miraba, notando la tensión en sus hombros y el vacío en su mirada. Estaba más distante que nunca.
—Llegaremos pronto —dijo Tatiana, su voz suave pero tensa.
Drex no respondió de inmediato. Sabía lo que venía. Sabía lo que tendría que hacer, y eso lo devoraba por dentro. Pero no había escapatoria. Este era su destino.
Mientras tanto, el contexto en Colombia era completamente distinto. Tras siglos de presión, el Consejo de Ancianos Vampírico había cedido a las insistentes solicitudes de Seraph Vambertoken Latshiktor y su esposa Asha Latshiktor Vambertoken. En la segunda audiencia ante el Consejo, las habilidades políticas de Asha y la imponente unión de apellidos habían inclinado la balanza. El matrimonio más poderoso del mundo vampírico había logrado lo que muchos consideraban imposible: liberar a Fabiola, la Bruja Roja, del confinamiento impuesto por el Consejo.
Seraph Vambertoken Latshiktor y Asha Latshiktor Vambertoken se dirigían ahora a Colombia, donde el Archiconde Ramírez había mantenido a Fabiola bajo un confinamiento solitario, vigilado con extrema precaución. Aunque Lunwox Vambertoken, madre de Seraph, había intentado frenar esta liberación, el poder de su hijo y la sagacidad de Asha fueron demasiado. Ramírez, siguiendo las órdenes del Consejo de Ancianos Vampírico, entregaría a Fabiola bajo un esquema de seguridad sin precedentes.
En Cochabamba, Julián estaba a cargo temporalmente de Oricalco, ahora que Tatiana estaba en la isla con Drex. La presión que sentía era palpable. Sabía lo que estaba en juego. No solo era la reputación de Oricalco y la seguridad de los suyos; también era su propia vida, ligada a la protección de su hija Laura, bajo la sombra siempre presente de Vambertoken.
—No podemos permitir fallos —murmuró Julián mientras repasaba el plan de seguridad por enésima vez. Estaba rodeado de su equipo: Fabián, María, Oscar, Lía, Raúl (la Skinwalker), Anuel (la Druida) y 20 escuadrones de Oricalco. Sabía que Fabiola, con su magia anti sangre, representaba una amenaza directa para Oscar y Lía, quienes mostraban una mezcla de fastidio y miedo ante la idea de estar cerca de ella.
—No me gusta esto —gruñó Oscar, claramente disgustado—. Esa bruja podría matarnos con un parpadeo.
—Lo sé —respondió Julián, manteniendo la calma—, pero debemos seguir el plan. Vambertoken y Asha confían en nosotros. No fallaremos.
Lía también estaba tensa, su aversión hacia Fabiola era palpable. Sabía que la bruja representaba una amenaza no solo para su existencia, sino para todo lo que había construido bajo el mando de Vambertoken.
El operativo comenzó con precisión milimétrica. Los escuadrones de Oricalco rodearon el área designada para la entrega de Fabiola. La bruja fue trasladada en un convoy fortificado, sus ataduras y sellos verificados repetidamente. Fabián se mantuvo cerca, sintiendo la misma incomodidad que sus compañeros vampiros. Sabía lo peligroso que era estar cerca de Fabiola, pero también sabía que su maestro, Julián, necesitaba que todo saliera perfecto.
Cuando finalmente Fabiola fue entregada, el ambiente estaba cargado de tensión. Seraph Vambertoken Latshiktor observaba cada movimiento con su característica calma helada, mientras Asha Latshiktor Vambertoken mostraba una satisfacción evidente en su sonrisa.
—Al fin —murmuró Asha, su mirada llena de un brillo peligroso—. Todo está en su lugar.
Con Fabiola bajo su control, Seraph Vambertoken Latshiktor y Asha Latshiktor Vambertoken no perdieron tiempo. El siguiente paso era llevarla de vuelta a la sede de la Purga en Cochabamba, donde Seraph podría hablar con ella sin las miradas indiscretas de otros. Los planes que ambos tenían para la bruja eran complejos, y solo ellos comprendían la verdadera importancia de su captura.
El convoy de regreso fue rápido, pero no menos intenso. Los sistemas de seguridad alrededor de Fabiola se mantuvieron en su lugar, y los escuadrones de Oricalco no bajaron la guardia ni un segundo.
Horas después, en la sede de la Purga en Cochabamba, Asha estaba en su jacuzzi de sangre, una celebración privada por la captura exitosa de Fabiola. Seraph, en cambio, se mantenía al margen, sentado en un sillón, su mente centrada en lo que vendría después. A pesar del éxito, algo en él estaba insatisfecho.
María, como siempre, permanecía en silencio, siguiendo la voluntad de Asha. Pero en medio de esa aparente calma, María recibió una llamada inesperada. Era Tatiana. Sabía que no podía contestar sin el permiso de Asha, y esperaba en silencio, controlada por la voluntad de su maestra.
Asha, por supuesto, notó la intranquilidad de su aprendiz.
—¿Qué ocurre, querida María? —preguntó con una sonrisa indulgente, sabiendo perfectamente que algo la estaba perturbando.
María, sin levantar la cabeza, respondió con calma.
—Es una llamada de Tatiana, mi señora.
Asha consideró por un momento antes de hacer un gesto despreocupado con la mano.
—Ve y contesta, querida. No querría que nuestra pequeña cacería se vea interrumpida por algo trivial, ¿verdad?
María asintió y se retiró con rapidez, su mente enfocada en lo que Tatiana podría necesitar.
Mientras tanto, Seraph, desde su sillón, observaba todo en silencio. Sabía que lo que venía con Fabiola cambiaría el curso de sus planes. Pero había algo más en juego, algo que solo él y Asha comprendían completamente.
El sol apenas comenzaba a ocultarse cuando Tatiana tomó su dispositivo y, con manos temblorosas, marcó el número de María. Estaban en la isla, ya posicionados según las instrucciones de Asha Latshiktor Vambertoken. Los preparativos estaban completos, y ahora, solo quedaba esperar. Las 350 presas comenzarían a llegar al día siguiente, y entonces el ritual de Drex comenzaría. Pero había algo en el aire, una presión que no dejaba respirar a Tatiana. Sabía que algo no estaba bien, que necesitaba ayuda.
—Tatiana, ¿estás bien? —preguntó María, al otro lado de la línea, su voz cargada de preocupación. Desde hacía semanas, María había perdido casi toda su autonomía, controlada por la voluntad de Asha, y aún así, no podía dejar de notar la tensión en la voz de su hermana.
—Estamos en la posición indicada —dijo Tatiana, su voz firme, pero con un leve temblor que no pudo ocultar—. Ya estamos listos. Solo tenemos que esperar al primer cargamento mañana. Pero… —Tatiana hizo una pausa, claramente insegura de cómo continuar.
María lo percibió al instante. Había algo más. Tatiana estaba preocupada, aterrorizada.
—Dime, Tatiana. Lo siento en tu voz. ¿Qué sucede?
Tatiana vaciló por un momento, pero sabía que no podía callar. Finalmente, soltó la verdad.
—Necesito que hagas algo por mí. Mañana, durante las cacerías… van a ser a las 2:15 y a las 6:15. Esas son las horas en las que Drex va a ir tras sus presas. Estoy aterrorizada de que algo salga mal. Ya sabes lo que está en juego. Si hay algo, si puedes usar tu clarividencia… —Tatiana dejó que sus palabras colgaran en el aire, incapaz de seguir.
El corazón de María se hundió. Sabía que su clarividencia podría cambiar el curso de los acontecimientos, como ya lo había hecho cuando salvó a Fabián de su destino al matar a su escudero. Pero había un gran obstáculo: Asha. Ella era la única que podía controlar cuándo y cómo María usaba sus poderes, y María no podía moverse sin el permiso de su maestra.
—Tatiana, lo sabes… Asha podría llamarme en cualquier momento. No tengo mucho tiempo —dijo María, con un nudo en la garganta—. Pero lo intentaré.
Tatiana, incapaz de contener sus emociones, murmuró:
—Por favor, María. Si algo va mal con Drex, si ves algo, lo que sea… solo avísame. Tal vez podamos cambiar el futuro, como hiciste con Fabián.
María asintió, sabiendo que Tatiana no podía verla. Pero antes de que pudiera contestar o comprometerse a la petición de su hermana, una voz helada llenó su mente.
—María, querida, te necesito ahora —la voz de Asha resonó como un eco, cortando el momento con una precisión escalofriante.
María se tensó de inmediato. No podía ignorar a Asha. Colgó la llamada apresuradamente, sin siquiera tener tiempo de dar una respuesta completa a Tatiana.
En el majestuoso salón privado de Asha, donde la luz rojiza de velas danzaba en las paredes de piedra, Asha Latshiktor Vambertoken se encontraba descansando, su sonrisa perfecta iluminada por la suave luz.
—¿Qué te ha pedido Tatiana, querida? —preguntó con un tono casual, pero que escondía una peligrosa malicia.
María sabía que no podía mentirle a Asha. El control que su maestra tenía sobre ella era absoluto. Cualquier intento de ocultar información sería inútil.
—Ella… me pidió que usara mi clarividencia a las 2:15 y a las 6:15, las horas de cacería de Drex —respondió María, con la mirada baja, temerosa de lo que vendría después.
Asha dejó escapar una risa burlona. Su mirada, intensa y llena de arrogancia, se fijó en María.
—Ah, mi querida Tatiana, siempre preocupada por su precioso Drex. ¿Acaso creen que nosotros, Seraph y yo, dejaríamos algo tan importante como el poder del tótem a la suerte? —Asha se levantó lentamente, caminando hacia María—. No necesitas preocuparte, querida. Tu clarividencia será usada, pero no para cambiar el destino. No, será usada para asegurar que todo salga a la perfección. El destino está en nuestras manos, no en las de Tatiana.
María se mantuvo en silencio, el peso de la manipulación de Asha cayendo sobre ella como una losa. Sabía que, sin importar lo que ocurriera en la isla, su voluntad estaba completamente atada a la de Asha.
—Quiero que estés lista mañana, querida. Estaremos observando todo desde aquí, pero necesitaré tu clarividencia en los momentos clave. No podemos permitir que algo salga mal. Seraph Vambertoken Latshiktor no acepta fallos —la voz de Asha se volvió afilada al mencionar a su amado, su Seraph.
María asintió, sabiendo que no tenía opción. Las próximas 24 horas serían cruciales, no solo para Drex, sino también para ella. La tensión en su pecho crecía a cada segundo. No podía decirle a Tatiana la verdad: que Asha y Seraph ya lo habían previsto todo. Pero, de alguna manera, aún albergaba la esperanza de que su clarividencia pudiera ser la clave para salvar a los que amaba
Mientras tanto, Asha Latshiktor Vambertoken se inclinaba sobre María, observándola con esa mezcla de condescendencia y dominio absoluto que siempre la desarmaba. Las palabras que salieron de la boca de Asha eran suaves, pero llevaban el filo de una daga.
—Querida María, has cumplido bien tus tareas hoy, pero mañana… mañana será diferente. Necesitarás estar en tu máximo potencial. Ya sabes que tus poderes de clarividencia responden directamente a tus emociones. Si de verdad quieres ayudar a tu hermana Tatiana y a ese… Drex, —dijo con un tono casi despectivo— sería prudente que aprovecharas este tiempo libre para estabilizarte emocionalmente.
María sintió un nudo en la garganta. Sabía lo que Asha estaba insinuando. Y antes de que pudiera decir nada, Asha agregó, con esa sonrisa que solo podía describirse como maliciosa:
—Sabes que cuando estás con Fabián, eres completamente libre. Libre de mí, libre de todo. —Su sonrisa se amplió—. ¿Por qué no aprovechar esa libertad, querida? Te hará bien… para mañana.
Las palabras de Asha eran una mezcla de verdad y manipulación. La libertad que le daba Fabián era real, y María sabía que lo necesitaba más que nunca. Sin decir una palabra, se despidió apresuradamente y salió en busca de Fabián.
Cuando lo encontró, la sensación de seguridad que le brindaba siempre la envolvió de inmediato. Sin perder tiempo, lo abrazó con fuerza, sus labios encontraron los de él, y por un momento, todo lo demás desapareció. Pero antes de perderse completamente en esos besos que la mantenían cuerda, María recordó que aún tenía una responsabilidad.
Separándose suavemente de Fabián, sacó su teléfono y marcó rápidamente el número de Tatiana.
—Tatiana, ya estoy aquí. Quería decirte que no te preocupes. Mañana, Asha y Vambertoken estarán utilizando mi clarividencia para asegurarse de que todo salga bien con Drex. Si algo ocurre, seré la primera en saberlo, y te lo diré al instante —dijo María, manteniendo su tono firme pero tranquilo.
Tatiana, al otro lado de la línea, se sentía aliviada.
—Gracias, María. Sé que Asha y Vambertoken ven a Drex solo como una herramienta, pero mientras sus intereses estén alineados con los nuestros, es suficiente para mí.
La llamada terminó, y María dejó caer el teléfono, su atención completamente centrada en Fabián una vez más. El alivio de su hermana le daba algo de paz, pero ahora ella necesitaba otra cosa… algo más profundo.
Sacó el pequeño frasco de la poción de lujuria que había guardado, sus dedos temblorosos mientras lo destapaba. Sabía lo que iba a hacer. Miró a Fabián y, con una sonrisa que solo él entendía, le mostró el frasco.
—Dos gotas —dijo, en un susurro, mientras dejaba caer las primeras dos gotas en su boca, sus ojos nunca apartándose de los de Fabián.
Él sonrió, su mirada llena de deseo y complicidad. Se inclinó hacia ella, dejando que las siguientes dos gotas cayeran directamente en su lengua, sin romper el contacto visual.
—¿Listo? —susurró María, acercándose más a él, sus labios apenas rozando los suyos.
—Más que listo —respondió Fabián, antes de que ambos se perdieran en el efecto de la poción.
El calor entre ellos aumentó rápidamente, la poción intensificaba cada beso, cada caricia. El tiempo se desvaneció, y el control que Asha siempre ejercía sobre María desapareció completamente. En los brazos de Fabián, era libre. Completamente libre.
El juego entre ellos era intenso, cada gesto una liberación de la tensión acumulada. María no pudo evitar reír entre besos, sintiendo que, por primera vez en mucho tiempo, la vida le ofrecía algo hermoso, algo puro, algo suyo.
Después de que el frenesí comenzó a calmarse, María, con la respiración aún entrecortada, se recostó en el pecho de Fabián. Estaba agotada, pero en paz. Esa noche, en los brazos de su amado, había encontrado la libertad que tanto anhelaba.
Pero sabía que, al día siguiente, el destino volvería a tomar el control, y los planes de Asha y Vambertoken pondrían nuevamente en riesgo todo lo que amaba.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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