El cazador de almas perdidas – Creepy pasta 182. Historias de Terror
La Oscuridad en Movimiento.
El eco de los pasos de Asha y María resonaba en los pasillos mientras avanzaban con rapidez hacia donde se encontraba Vambertoken. Los momentos que se habían permitido para consumir a María en la oscuridad ahora las apuraban. Asha no soportaba la idea de que su Seraph estuviera un solo segundo sin su presencia, y mucho menos en compañía de otros seres, incluso si esos seres eran los mismos “juguetes” de su Seraph: Fabián, Julián, Drex y Tatiana, como ella solía llamarlos con una mezcla de indiferencia y desprecio.
María, aún tambaleante por la intensa conversación con Asha, apenas lograba seguirle el ritmo. Sentía el peso del miedo y la devoción mezclados dentro de ella, sabiendo que Fabián y Tatiana estaban a salvo por ahora, pero siempre sujetos al capricho de su maestra. El poder que Asha le prometía estaba al alcance de su mano, pero aún se sentía asfixiada por la oscuridad que la envolvía.
Finalmente, llegaron a una sala lujosamente decorada, donde Vambertoken ya las esperaba, sentado en su trono oscuro. La figura de Vambertoken irradiaba una fría autoridad, y aunque Asha siempre sentía una devoción absoluta por él, sabía que esa frialdad formaba parte esencial de su carácter. A pesar de la distancia emocional que él proyectaba, ella sabía que era el único capaz de entenderla.
—Kadupul —dijo Vambertoken sin siquiera levantar la mirada de los documentos que tenía en las manos. Su tono, frío y distante, transmitía su presencia dominante sin esfuerzo alguno—. Has llegado.
Asha sonrió ligeramente. Solo ella tenía el derecho de llamarlo Seraph, su Seraph. Se acercó a él con pasos calculados, su devoción ardiente oculta detrás de una elegancia inquebrantable.
—Mi Seraph —susurró Asha, mientras se colocaba a su lado, siempre posesiva, siempre asegurándose de que nadie más pudiera ocupar su lugar—. Siempre a tu lado.
María se mantenía en la periferia, apenas respirando en presencia de Vambertoken. Sabía que la dinámica entre ellos era inalcanzable, que la devoción y el poder que compartían era algo ante lo cual ella solo podía obedecer.
La puerta se abrió entonces, y Tatiana entró. Aún sin haber cruzado palabra, ya podía sentir el control absoluto que Asha tenía sobre toda la situación.
—Querida Tatiana —dijo Asha, con una sonrisa cargada de satisfacción—, llegas justo a tiempo. Tenemos algo que discutir. El reality show para conseguir los corazones de Drex ya está en marcha, y quería asegurarme de que todo esté a la altura de lo que mi Seraph me ha permitido organizar. Sabes que para Drex, cualquier fallo sería… devastador.
Tatiana apretó los dientes, manteniendo la compostura. Odiaba depender de Asha y aún más odiaba la humillación de tener que participar en su macabro entretenimiento. Pero sabía que Drex dependía de esos corazones para estabilizar su tótem, y que sin la ayuda de Asha, no tenían ninguna esperanza.
—Agradezco tu intervención —dijo Tatiana, obligada a reconocer la influencia de Asha en todo lo que estaba sucediendo. Cada palabra era un esfuerzo controlado, una lucha interna por no dejar que su orgullo la venciera en un momento tan crucial.
Asha soltó una pequeña risa, evidentemente disfrutando de la posición en la que Tatiana se encontraba. —Oh, querida Tatiana, no tienes que agradecerme. Lo hago por el entretenimiento… y porque así lo ha pedido mi Seraph. Ver cómo todos se desenvuelven en estas situaciones siempre me ha fascinado.
Tatiana sabía que Asha lo hacía principalmente por su propio placer, y la burla en sus palabras era tan evidente como humillante. Pero no podía permitirse desafiarla abiertamente. No mientras Drex estuviera en juego.
Vambertoken, mientras tanto, no mostró el menor interés en la conversación. Sabía que Asha se encargaba de esos detalles triviales por su propio entretenimiento, y a él le bastaba con que cumpliera su rol. El reality no le importaba en lo absoluto, solo el hecho de que Asha, su Kadupul, ejecutara todo tal como lo había dispuesto.
—Vamos, querida María —dijo Asha, girándose para salir de la sala—. Tenemos mucho que hacer, y Drex no puede esperar. Los corazones no se conseguirán solos.
Tatiana se quedó en silencio, observando cómo Asha lideraba el camino fuera de la sala, seguida por María. Apenas podía contener la rabia y la frustración. Sabía que dependía completamente de Asha, y que cualquier error significaría la perdición de Drex. Pero ese juego… ese maldito reality show, era una humillación que nunca había anticipado.
La clase arcana avanzaba entre murmullos de tensión. Drex, con su habitual mirada de calma, observaba a los nuevos reclutas que se habían presentado ante ellos. Los envió el Archiconde de Ramírez desde Colombia, pero Drex ya había reconocido a dos de ellos: Diana y Tyranus, licántropos con quienes había compartido tiempos de lucha, ahora ansiosos por volver al combate, mientras el Archiconde se hundía cada vez más en la política.
Diana, feroz e indomable, se mantenía en silencio, aunque sus ojos seguían cada movimiento en la sala con la misma intensidad que desplegaba en el campo de batalla. La licántropa, capaz de transformarse tres veces en un solo día, estaba demasiado cerca de su bestia interior. La última vez que Drex había luchado junto a ella fue durante la guerra contra la Muerte Plata, y aunque los recuerdos eran lejanos, no podía olvidar la ferocidad de Diana. A su lado, Tyranus, quien dominaba la piroquinesis y la telequinesis, aunque limitado a su forma humana para utilizarlas, intercambiaba miradas rápidas con su compañera, ambos deseosos de que los viejos tiempos volvieran.
Oscar, sin embargo, era un punto de tensión máxima. Antiguo miembro de la Muerte Plata, había sido capturado por Drex y Fabián antes de ser llevado al Vaticano, convertido en humano, y luego transformado nuevamente en vampiro por Vambertoken. El simple hecho de estar en la misma sala que Diana y Tyranus lo hacía tensarse, su relación con ellos había sido brutal, y aunque Drex confiaba en su lealtad, sabía que los resentimientos del pasado no se borraban fácilmente.
Lía, la vampira de nueve siglos, observaba con cautela. Su relación con Oscar había crecido más allá de lo que Drex había anticipado, pero ella sabía lo que estaba en juego. La historia entre la Muerte Plata y los licántropos no podía ser ignorada, y los lazos que ahora los unían a todos eran demasiado frágiles.
Las tensiones entre los tres no tardaron en alcanzar su punto máximo.
—¿Así que esta es la Purga ahora? —espetó Tyranus, su voz impregnada de burla y rabia contenida—. ¿Trabajamos con los mismos traidores que una vez cazamos? —Miró a Oscar, quien le devolvió una mirada fría.
—Cuidado con lo que dices, Tyranus —replicó Oscar, su voz controlada, pero con una amenaza velada—. Ya no soy quien era. Lo que hice entonces fue por órdenes. Igual que tú.
Diana, que hasta ese momento había permanecido en silencio, se acercó a Tyranus. —El Archiconde solo piensa en política. Si dependiera de nosotros, estaríamos en el frente de batalla, donde pertenecemos, no aquí jugando a la diplomacia con vampiros.
El ambiente se volvía cada vez más tenso. Drex, sintiendo el creciente malestar, dio un paso adelante, imponiéndose con su presencia imponente.
—Basta —su voz cortó el aire como un cuchillo—. Los días de la Muerte Plata han quedado atrás. Estamos aquí para combatir a un enemigo mayor, y las diferencias entre ustedes no importan ahora. El Ragnarok está devorando Bolivia, y los ataques rápidos se han multiplicado. Algo extraño sucede en Puma Punku, y si no nos unimos, no tendremos ninguna posibilidad.
Fabián, que hasta entonces había permanecido en la sombra, se acercó para apoyar a Drex. Su presencia siempre calmaba los ánimos, pero incluso él sabía que la tensión entre los licántropos y Oscar sería difícil de disipar.
—Esto no es solo una cuestión de lealtad —añadió Fabián, su voz suave pero firme—. Cada uno de ustedes tiene un papel importante aquí, y si no colaboramos, seremos los próximos en caer. Los Ragnarok no se detendrán.
Oscar apretó los puños, pero asintió, sabiendo que Fabián tenía razón. Diana y Tyranus, aunque reticentes, también bajaron un poco la guardia. No obstante, las tensiones seguían palpables, y Drex sabía que necesitaría algo más que palabras para mantener a este grupo cohesionado.
En ese momento, un mensajero entró apresuradamente en la sala, interrumpiendo la conversación. —Los ataques se están intensificando —informó, sin aliento—. Los informes indican que las criaturas se están moviendo más rápido de lo anticipado, y las señales en Puma Punku sugieren que algo grande está por suceder. Necesitan reorganizarse de inmediato.
Drex y Fabián intercambiaron miradas, sabiendo que el tiempo apremiaba. Los combates en Bolivia no esperarían, y las viejas rivalidades tendrían que ser dejadas de lado, aunque solo fuera temporalmente.
Tatiana: El Orden en la Oscuridad.
Tatiana, directora general de Oricalco en la Purga, salió de su clase de magia arcana, sus pensamientos aún concentrados en los eventos que se desarrollaban. Sabía que la situación en Bolivia estaba fuera de control, y no toleraría el desorden en su equipo.
Reuniéndose con los miembros de Oricalco, Tatiana adoptó su postura habitual de autoridad, observando a cada uno de los presentes con una mezcla de severidad y determinación.
—Los ataques se intensifican —comenzó, sin rodeos—. No podemos permitir que las tensiones entre ustedes debiliten la misión. Estamos aquí para ejecutar un plan claro, y no dudaré en tomar medidas si alguien amenaza la cohesión de este equipo.
Los integrantes de Oricalco se mantuvieron en silencio, sabiendo que cualquier muestra de desobediencia sería inmediatamente castigada por Tatiana.
—Tenemos informes de movimientos en Puma Punku —añadió—. Algo está sucediendo allí, y necesitamos estar preparados para enfrentarlo. No toleraré ninguna distracción.
Tatiana, aunque severa, sabía que sus decisiones eran las correctas. Oricalco y la Purga no podían permitirse debilidades, y ella no descansaría hasta que el equipo estuviera completamente alineado con sus órdenes. La amenaza en Bolivia no haría concesiones, y ella tampoco.
La sala de operaciones estaba envuelta en un silencio tenso. Las decisiones estratégicas debían tomarse con urgencia, y las tensiones entre los equipos de la Purga no facilitaban la tarea. Justo cuando Tatiana se disponía a organizar el despliegue, las puertas se abrieron lentamente, y la imponente figura de Vambertoken, el Archiconde, entró en la sala. A su lado, su presencia era como una sombra pesada, cargada de una autoridad que no necesitaba demostrarse.
—Kadupul —dijo Vambertoken, sin apartar la vista de los informes sobre los ataques en Bolivia. Asha, que se encontraba a unos pasos de él, respondió con una leve inclinación de cabeza, una sonrisa apenas perceptible en sus labios. Solo ella tenía el privilegio de llamarlo Seraph, pero esa palabra rara vez salía de su boca en público.
—Raúl se encargará de asegurar y purgar la zona de Cochabamba —anunció Vambertoken con su tono frío y calculador—. Tenemos algunos reportes que sugieren que unos nigromantes están manipulando las energías de los cementerios indios cercanos. No podemos permitir que esa actividad crezca sin control.
Los presentes en la sala asintieron, sabiendo que las órdenes del Archiconde no eran para debatirse. Raúl, uno de los más experimentados en la Purga, sería quien liderara la misión.
—Óscar, Lia y la druida Anuel se unirán al equipo de Julián —continuó Vambertoken—. Julián tomará el mando de las operaciones junto con Raúl. A Diana y Tyranus se les asignarán ocho equipos de Oricalco como respaldo a cada uno.
Las miradas se intercambiaban en la sala, y la tensión, aunque presente, se mantenía bajo control. La Purga, después de su enfrentamiento mortal contra Ragnarok en Ciudad de México, estaba debilitada. Los recursos y la fuerza que antes tenían ya no eran los mismos, y ahora cualquier misión requería una cuidadosa planificación. Sin embargo, sabían que no tenían opción. Bolivia estaba infestada de Ragnarok, y las fuerzas enemigas no esperaban.
—Drex, Tatiana, María y Fabián —añadió el Archiconde—, ustedes serán mi escolta personal y de mi Kadupul. El Consejo de Ancianos Vampiros ha solicitado nuestra presencia para retomar la discusión sobre la liberación de Fabiola, la Bruja Roja.
El silencio en la sala se volvió aún más denso. Aquella era la movida que Vambertoken había estado esperando. La solicitud para liberar a Fabiola llevaba tiempo siendo objeto de debate entre los ancianos vampiros, pero ahora, con su nueva familia política y el inquebrantable apoyo de Asha, el Archiconde sabía que tenía una oportunidad real de avanzar en sus planes.
Asha, mientras tanto, permanecía impasible, pero su mente se movía rápidamente. Sabía perfectamente que cada paso de su Seraph estaba calculado con precisión milimétrica. Ella lo conocía mejor que nadie, y aunque él manipulaba cada situación, era precisamente esa frialdad y control lo que la atraía aún más. El juego de poder que se desplegaba entre ellos no era un simple acto de manipulación. Era una forma retorcida de amor genuino vampírico, donde cada movimiento calculado y cada plan trazado hacía que sus sentimientos fueran aún más intensos.
Para Asha, su Seraph era todo. Y para Vambertoken, su Kadupul era la clave de sus éxitos. Juntos, se complementaban en una danza oscura de devoción y poder. Asha entendía perfectamente los movimientos de manipulación de su esposo, pero lejos de sentirse traicionada, eso solo la enamoraba más. Saber que todo lo que hacía Vambertoken, lo hacía para seguir avanzando en sus planes, solo confirmaba lo irrompible de su vínculo.
—Estamos preparados para movernos —dijo Tatiana, rompiendo el silencio con una voz firme. Ella era la directora general de Oricalco en la Purga, y no toleraría ningún desorden ni distracción. Su responsabilidad era clara, y no dejaría que los sentimientos personales interfirieran en la misión.
—Perfecto —respondió Vambertoken—. Nos encontraremos con el Consejo en cuanto todo esté listo.
Mientras los miembros de la Purga y Oricalco se reorganizaban, las piezas en el tablero de poder comenzaban a moverse. El Consejo de Ancianos Vampiros, la amenaza de Ragnarok, y los disturbios en Bolivia no eran más que pequeñas partes de un juego mucho más grande. Y en el centro de todo, Vambertoken y Asha continuaban su retorcida pero genuina historia de poder y amor.
El destino de todos aquellos a su alrededor estaba atado a la ejecución precisa de sus planes, y aunque los riesgos eran altos, ambos sabían que nada los detendría.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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