El cazador de almas perdidas – Creepypasta 173. Historias de Terror
El Regreso de los Juguetes de Seraph.
Al amanecer del día después de la boda más grandiosa del milenio en el mundo vampírico, Fabián y Julián regresaban de su infiltración exitosa en el Vaticano. Su viaje había sido largo y agotador, pero sabían que el verdadero desafío comenzaría ahora. En el fondo de sus corazones, ambos hombres sabían que el destino de sus almas ya no les pertenecía. Estaban atrapados, atados por secretos, pecados y el poder absoluto del Archiconde Vambertoken.
Asha, ahora conocida como la Archicondesa Asha Lakshitor Vambertoken, saboreaba su nuevo título con una arrogancia desbordante. Su recién adquirida posición como esposa de Vambertoken la había elevado a niveles de poder que solo podía soñar siglos atrás, y cada paso que daba exudaba la lujuria del poder que ahora ostentaba.
Tatiana y Drex, por otro lado, habían disfrutado de unos días de relativa paz tras la tortura a la que fueron sometidos. Alejarse de Asha había sido un alivio necesario para sus almas quebrantadas. La ausencia de la mujer que contenía los secretos del tótem Atlante había permitido que ambos respiraran tranquilos, aunque sabían que esa calma no duraría.
En cambio, María no podía decir lo mismo. La ansiedad la devoraba por dentro. Había confiado en no llamar a Fabián en los días que él había estado en el Vaticano, pero el silencio de esos días la estaba matando. Su clarividencia había caído a mínimos jamás alcanzados, y el estrés la estaba empujando al borde de la desesperación.
Cuando Fabián y Julián finalmente llegaron, fueron llevados directamente ante Vambertoken. El Archiconde estaba sentado en su trono, una oscura figura de poder inmutable. A su lado, Asha, radiante de arrogancia, saboreaba el poder que ahora compartía con su esposo, su Seraph.
—Espero que traigan buenas noticias —dijo Vambertoken, con su tono calmado pero intransigente.
Fabián respiró hondo antes de comenzar. Cada palabra que pronunciaba estaba cargada de la tensión del engaño.
—Me ofrecieron el puesto de Maestro Caballero Santo en el Vaticano, mi señor. El Cardenal fue claro en que confían en mí para vigilar a su lado y reportar cualquier movimiento de los vampiros. —Apretó los puños mientras relataba el ofrecimiento, consciente de que su destino ya no le pertenecía.
—¿Y tú, Julián? —interrogó Vambertoken con ojos penetrantes.
Julián, quien había servido por más tiempo a los oscuros propósitos del vampiro, habló con voz controlada, pero con una tensión evidente.
—Me ofrecieron cerrar el expediente de mi hija, señor. Me dijeron que la Iglesia aceptará que cometieron un error y se disculparán oficialmente. Mi nombre será limpiado, mi lealtad confirmada. —Pero tanto Julián como Vambertoken sabían que esa disculpa no cambiaría nada. La vida de su hija seguía en manos del Archiconde.
Una sonrisa oscura cruzó el rostro de Vambertoken.
—Muy bien. Tal como predije. Ahora saben que están jugando en nuestro tablero, con nuestras reglas. No olviden que sus vidas y las de sus seres queridos me pertenecen. No hay vuelta atrás.
Asha, quien había permanecido en silencio hasta ese momento, decidió intervenir con su tono venenoso.
—Ah, mis queridos juguetes… los extrañé durante esos días. —Su sonrisa era peligrosa mientras se dirigía a Fabián y Julián—. Pero debo decir que el juego ha sido mucho más interesante en su ausencia. —Hizo una pausa, mirando a María—. Y tú, querida, ¿cómo llevas estar sin tu caballero? No habrás dejado que tu clarividencia decaiga, ¿verdad?
María, nerviosa y con las manos sudorosas, intentó mantener la calma. Pero Asha no tardó en hacerle sentir lo que ya temía.
—María, tú siempre has sido mi favorita —continuó Asha, su voz goteando sarcasmo—. No puedo permitir que un simple hombre sea más importante que tu lugar a mi lado. Recuerda siempre que eres mía, no de Fabián.
María sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Aunque Asha no lo decía directamente, el mensaje era claro. Fabián nunca podría ser su refugio. Asha la protegería, pero a un costo que aún no podía calcular.
Después de eso, Vambertoken tomó la palabra de nuevo, mirando a todos en la sala.
—Recuerden que ahora que estoy casado con Asha, nuestras vidas están atadas. Lo que le ocurra a ella, me ocurrirá a mí. Por lo tanto, todos ustedes tienen una nueva responsabilidad. Proteger a Asha es protegerme a mí. Si fallan en eso, fallan en todo.
La atmósfera en la sala se volvió aún más sofocante, y todos comprendieron la gravedad de sus palabras. El poder que Asha ahora tenía era tan inmenso como su ego, y protegerla se había vuelto el deber más importante de sus existencias.
Esa mañana, Vambertoken había reunido a Óscar, Lía y Raúl para discutir sus próximos movimientos en el Centro de Operaciones Tácticas. Asha, sin perder oportunidad, se deleitó en mostrar su desprecio hacia ellos. Aunque Óscar llevaba nueve años como vampiro y había pasado por el doloroso proceso de ser convertido en humano antes de ser vuelto a vampiro por Vambertoken, para Asha, eso no lo hacía más que escoria.
Asha caminaba lentamente por la sala, sus tacones resonando en el silencio mientras observaba a Óscar y Lía con una mirada que combinaba desdén y diversión. Había algo en el poder que ahora ostentaba que le daba un placer casi enfermizo. Estaba casada con Seraph, el vampiro más poderoso después de su padre, y ese poder le permitía tratar a los demás como simples peones, especialmente a aquellos que ella consideraba la peor clase de todos: los vampiros convertidos.
Se detuvo frente a Óscar, el vampiro más reciente de todos ellos, convertido en humano y vuelto vampiro por Vambertoken en un ciclo de dolor y agonía.
—Óscar —dijo su nombre con un tono casi melódico, aunque no ocultaba su desprecio—, ¿cuántos años has sido vampiro? ¿Nueve? —Hizo una pausa mientras lo observaba, disfrutando de la tensión en su cuerpo—. Nueve años, y ya te crees digno de caminar entre nosotros. Pero dime, ¿no te cansas de llevar la sangre de otros en tus venas? —Levantó una ceja, con una sonrisa cruel—. ¿No te pesa saber que no eres más que un recipiente de la grandeza de mi Seraph?
Óscar apretó los puños, pero mantuvo la mirada baja. No podía desafiar a Asha, no después de todo lo que había pasado, y mucho menos después de lo que Vambertoken había hecho por él. Tragó saliva antes de murmurar:
—No, Archicondesa. Llevo la sangre del Archiconde dijo con humildad.
Asha soltó una risa suave, como si la respuesta le hubiera divertido aún más.
—Humildad. —Repitió la palabra, saboreando su significado—. Eso es lo que debe ser un vampiro convertido: humilde. Porque nunca serán verdaderamente vampiros. Siempre seréis una copia barata, una sombra de lo que somos. ¿Lo entiendes, Óscar? Eres basura, pero una basura útil para mi Seraph.
Óscar asintió, sintiendo la humillación como un peso en sus hombros, pero no dijo nada. Había aprendido a aceptar su lugar en este oscuro mundo.
Luego, Asha se volvió hacia Lía, una vampiresa de nueve siglos, pero para Asha, eso no significaba nada. Para ella, Lía seguía siendo una vampira convertida, una abominación.
—Lía, querida. Nueve siglos —dijo mientras caminaba hacia ella—. Debes sentirte tan vieja. —Asha sonrió con una expresión de burla—. Y aún así, nueve siglos no son nada cuando has vivido milenios como nosotros, ¿verdad?
Lía mantuvo la mirada en el suelo, sabiendo que cualquier palabra que dijera solo empeoraría las cosas.
—¿Sabes lo que más me repugna de los vampiros convertidos como tú? —continuó Asha—. No es solo tu patético intento de pertenecer a un mundo que nunca será el tuyo. Es la idea de que piensas que solo porque has existido durante nueve siglos, puedes caminar entre nosotros como si fueras igual. —Se inclinó un poco más cerca de Lía, bajando la voz—. Pero no lo eres. Eres inferior. Y siempre lo serás.
Lía sintió que sus rodillas temblaban bajo el peso de las palabras de Asha, pero logró mantenerse firme. Sabía cuál era su lugar en el mundo vampírico. Sabía que no podía hacer nada más que aceptar su destino. A pesar de todo, murmuró:
—Soy inferior, Archicondesa. Acepto mi lugar.
Asha sonrió con satisfacción al escuchar esas palabras. Ver a Lía repetir su sentencia de inferioridad era como música para sus oídos.
—Eso es lo que me gusta escuchar —dijo mientras daba un paso atrás, observando a ambos vampiros convertidos—. Repetidlo. Ambos. Decidme qué sois.
Óscar y Lía intercambiaron una mirada rápida antes de bajar la cabeza una vez más. Sabían que no había otra opción. Ambos hablaron al unísono, sus voces cargadas de humillación:
—Somos inferiores, Archicondesa. Aceptamos nuestro lugar.
Asha sonrió, satisfecha con la sumisión que veía ante ella. Sabía que tenía el poder absoluto sobre ellos. Y, lo que es más importante, sabía que ellos lo sabían.
—Recordad bien esas palabras —dijo en un tono más suave, casi paternal—. Porque mientras estéis bajo mi protección y la de Seraph, viviréis en la sombra. Pero esa sombra os protege, os da un propósito. Así que, sed útiles. No me hagáis arrepentirme de tolerar vuestra existencia. —Giró sobre sus talones, dejando a Óscar y Lía en su miseria.
Mientras Asha se alejaba, María, que había estado presente en silencio, observó cómo sus palabras cortaban a Óscar y Lía hasta lo más profundo de su ser. Aunque ella misma estaba protegida por Asha, sabía que la crueldad de la Archicondesa no tenía límites. Fabián, que estaba a su lado, sintió el mismo temor que María. Sabían que su posición dependía únicamente de los caprichos de Asha, y que en cualquier momento podrían caer en desgracia.
—Mírenlos —dijo Asha con un desprecio apenas contenido—. Vampiros convertidos… basura. Ni siquiera son dignos de la sangre que corre por sus venas. Óscar, tú, que llevas el nombre de mi Seraph, deberías sentir vergüenza. Nunca serás más que una sombra. —Ella lo hizo repetir esas mismas palabras, viéndolo inclinar la cabeza, humillado.
Lía, aunque más antigua en la inmortalidad, no fue mejor tratada.
—Nueve siglos y aún sigues siendo una criatura inferior. Es patético que ni siquiera después de tanto tiempo hayas logrado trascender. ¿Cuántas vidas necesitas para ser relevante? —Lía se mordió los labios, obligada a repetir lo que Asha le ordenaba.
Finalmente, Asha dirigió su mirada a Raúl, el skinwalker.
—Tú… ni siquiera deberías estar aquí. Un licántropo tiene más dignidad que cualquiera de ustedes. —Raúl bajó la mirada, aceptando su lugar con resignación.
Para Asha, estos seres eran simplemente piezas desechables en el gran juego de poder que estaba jugando. Para Vambertoken, eran herramientas útiles, pero nada más. Y así, mientras la mañana avanzaba, el destino de todos ellos parecía sellado bajo el puño implacable de la Archicondesa Asha Lakshitor Vambertoken.
Vambertoken, en su habitual tono frío, observó a Óscar, Lía y Raúl. Sabían lo que venía, y sin embargo, sus cuerpos tensos reflejaban el temor constante que vivían bajo su mando. No había escapatoria. Sus ojos, vacíos de esperanza, confirmaban su destino.
—Es hora de la clase del día —anunció con su voz cavernosa—. Hoy será impartida por mi Kadupul.
El título nuevo de Asha, “Archicondesa”, resonó como un látigo en el aire. La poderosa vampira esbozó una sonrisa calculadora y, con un leve asentimiento, se dirigió hacia sus “alumnos”.
—Sí, querido —dijo Asha con una sensualidad que goteaba malicia—. Pero antes, solicito a María, Fabián y Drex que nos acompañen.
María sintió cómo su estómago se retorcía. Sabía que aquello no sería una simple lección. Fabián, a su lado, trataba de mostrarse firme, pero el miedo al interior de su ser estaba enterrado bajo capas de culpa.
Asha caminó hacia ellos, como si flotara. Su presencia era un recordatorio constante de su poder. Los miró, pero su enfoque estaba especialmente en María y Fabián.
—Hoy tendrán el día libre —dijo Asha, haciendo una pausa dramática—, pero hay una condición.
Fabián y María intercambiaron miradas nerviosas. Sabían que lo que fuera a decir Asha no sería una solicitud, sino una orden.
—Deberán usar la poción de lujuria en el cuarto especial —continuó, mientras sus ojos brillaban con una oscura diversión—. No hacerlo, desataría mi ira. Y no les conviene, créanme.
Ambos asintieron, incapaces de negarse. Sabían que la ira de Asha podía tener consecuencias inimaginables. Lo que no sabían era que sus gemidos, producto de la poción, ambientarían la clase que Asha impartiría a Tatiana y Drex.
El cuarto especial, preparado meticulosamente por Asha, tenía un conducto que conectaba el sonido con el salón de Magia Arcana. Asha, en su macabra creatividad, había ideado un ambiente en el que las torturas psicológicas se mezclaban con los rituales arcanos. Mientras Fabián y María se rendían a la poción de lujuria, sus gemidos resonarían en la clase.
La Clase del Tótem.
Tatiana se encontraba en una batalla interna. Cada vez que Asha mencionaba a Drex y su relación con el tótem, el pánico la consumía. Sabía que Drex no podía controlar por completo la bestia en su interior, y el collar de cinco capas era lo único que evitaba que ese poder destruyera todo a su paso. Pero Asha disfrutaba jugar con ese límite.
—Hoy hablaremos del tótem —dijo Asha con una sonrisa diabólica, abriendo el libro Atlante—. Pero antes, una historia.
La historia que siguió era una de las más bellas y antiguas sobre los licántropos. Asha relataba cómo el primer licántropo se había formado, según las escrituras atlantes, a partir de una comunión con los espíritus más oscuros de la naturaleza. La belleza de las palabras de Asha contrastaba con los gemidos de Fabián y María que llenaban la sala, un recordatorio perverso de la forma en que Asha manipulaba a todos los que estaban a su alrededor.
Tatiana apenas podía concentrarse. El estrés de ver a Drex tan cerca de la destrucción y la indiferencia de Asha la desgarraba por dentro. Sabía que Asha estaba más interesada en la oscuridad que podría desatar el tótem que en la vida de Drex.
De repente, Tatiana interrumpió:
—Asha, basta. No queremos saber más de historias. Solo queremos saber cómo sincronizar el tótem con la bestia de Drex.
Asha dejó escapar una risa suave, como si hubiese estado esperando este momento.
—Ah, querida —respondió con voz seductora—, lo que pides no es sencillo. El collar que lleva tu amado controla las emociones y regula el poder del tótem. Pero… el quinto sello lo amplifica. Y, si activas ese poder, Drex nunca será el mismo.
Tatiana sintió un nudo en su garganta.
—Sin embargo, como lo explican los antiguos atlantes —continuó Asha—, hay una solución: sincronizar la bestia interior con el tótem.
El ambiente en la sala se tensó aún más mientras Asha detallaba el ritual: Drex tendría que alimentarse de 50 corazones en cada uno de los siete días de una fase de luna llena y regar al tótem con la sangre de los mismos.
—Ese es el ritual de estabilización —explicó Asha—. Solo así podrá controlar la bestia dentro de él.
Tatiana apenas podía procesar lo que estaba escuchando. ¿Realmente tendrían que someter a Drex a tal horror para salvarlo? Mientras los gemidos de María y Fabián continuaban como un macabro telón de fondo, Asha se acercó a Drex, susurrándole al oído:
—¿Estás listo para enfrentarte a tu destino? – Susurro con esa dulce malicia que solo ella podría tener.
Entre los gemidos de Fabián y María, se sentía una desconexión del mundo que los rodeaba. Ambos estaban sumidos en el efecto de la poción de lujuria que Asha les había dado, ignorantes de que sus sonidos reverberaban en el salón donde Asha estaba impartiendo su clase. Mientras sus cuerpos se entrelazaban en el cuarto especial, no podían percibir cómo Asha manipulaba cada detalle de su destino.
María, entre jadeos, sintió que su mente volvía lentamente a esa clarividencia que había perdido en los días de estrés. La desesperación que había sentido por no tener noticias de Fabián parecía desvanecerse en ese momento, reemplazada por la conexión física y emocional con él. Pero no podía evitar sentir un vacío, una falta de entendimiento sobre lo que realmente estaba sucediendo.
—Te extrañé tanto… pensé que no volverías —murmuró María en un susurro entre gemidos, sin saber que su voz viajaba a través del conducto hacia la clase de Asha.
Fabián, sin aliento, respondió entre jadeos:
—Yo también… pero ahora estamos juntos, y todo está bien…
Ambos estaban tan consumidos por la intensidad del momento que no se percataban de la trampa psicológica en la que Asha los había atrapado. Creían que este encuentro era su recompensa por haber cumplido con lo que Vambertoken les había encomendado, pero en realidad, estaban siendo utilizados como meras herramientas en un juego mucho más grande.
—No sé qué estamos haciendo realmente, Fabián… —susurró María—. Siento que todo se desmorona a nuestro alrededor, pero no puedo pensar con claridad.
Fabián cerró los ojos, tratando de no dejarse afectar por la duda de María. A pesar de todo, él tampoco entendía del todo el plan de Asha, ni la razón por la que habían sido enviados a ese cuarto. Lo único que sabía era que debía seguir adelante, debía obedecer.
—No pienses en eso ahora… estamos aquí, juntos. Solo eso importa. Nada más —le dijo, intentando calmarla.
Mientras tanto, en el salón, Asha no podía ocultar su sonrisa de satisfacción. Cada gemido que llegaba desde el cuarto especial era una confirmación de su control absoluto sobre ellos. La Archicondesa había planeado todo meticulosamente, y la única razón por la que había permitido ese encuentro era para romper a María psicológicamente y al mismo tiempo recuperar su poder clarividente.
Asha sabía que el estrés había anulado las habilidades de María, pero la manipulación emocional, combinada con la poción, sería suficiente para devolverle ese poder que tanto ansiaba. Quería que María estuviera al máximo de sus capacidades, pero también que entendiera que sin Asha, sin la “Archicondesa”, nunca podría controlar nada en su vida. Todo dependía de Asha, incluso la conexión con Fabián.
—No puedo soportar no saber lo que realmente está pasando, Fabián… —murmuró María entrelazando sus manos con las de él—. Siento que nos estamos hundiendo en algo mucho más grande.
Fabián la miró, tratando de esconder el miedo que sentía, porque sabía que era cierto. Ambos estaban atrapados en una red de engaños y manipulaciones, y aunque lo supieran en lo más profundo de su ser, eran incapaces de romper ese ciclo. Lo único que podían hacer era seguir adelante, pretendiendo que todo estaba bajo control cuando en realidad nada lo estaba.
Asha escuchaba todo, satisfecha de que su plan estaba funcionando. La poción había hecho su trabajo, y ahora María volvía a ser la clarividente que tanto necesitaba. Sus poderes regresarían, pero a un alto costo emocional, algo que Asha disfrutaba en cada detalle.
Mientras tanto, en el salón, la clase continuaba, y Tatiana apenas podía soportar el peso de las decisiones que estaba por tomar para salvar a Drex. El ambiente cargado de tensión, las risas ocultas de Asha y los gemidos que continuaban resonando en la clase solo aumentaban la presión sobre todos los presentes.
Todo estaba saliendo según el plan de Asha.
La clase finalizó en medio de un ambiente tenso, cargado de incomodidad. Asha, con su sonrisa de superioridad habitual, cerró el libro Atlante con un gesto elegante, mientras los últimos ecos de los gemidos de María y Fabián se desvanecían. Tatiana, con la mente abrumada, no podía procesar todo lo que Asha había expuesto sobre el tótem y la bestia interior de Drex. Estaba desesperada, y el hecho de saber que Asha no sentía nada por el sufrimiento de Drex la carcomía por dentro.
Drex permanecía en silencio, su mirada fija en el suelo, sintiendo el peso del destino que le esperaba con ese tótem, consciente de que su control sobre la bestia sería la única forma de salvarse. Pero esa clase no había sido sobre conocimiento; había sido una demostración de poder y manipulación por parte de Asha. Y todos lo sabían.
Asha se levantó lentamente, su vestido rozando el suelo con una sensualidad innata que dejaba a todos congelados en su lugar. Ella se acercó a Tatiana y le tocó el hombro, con un gesto de falsa compasión.
—Espero que hayas aprendido algo útil hoy, querida. Drex necesita todo tu esfuerzo si quieres que sobreviva… aunque —se rió suavemente— eso depende completamente de ti. Recuerda, el collar puede salvarlo o destruirlo.
Tatiana no respondió. Sus manos temblaban, y no podía mirarla a los ojos.
Asha ignoró el silencio y, al girarse hacia Seraph, sus ojos se iluminaron de una manera enfermiza.
—Seraph, querido, acompáñame. Dejemos a los juguetes disfrutar de sus conversaciones privadas. Seguro tienen mucho de qué hablar. Nosotros, en cambio, tenemos cosas más importantes que discutir en privado.
El vampiro se levantó sin una palabra, siguiendo a Asha con la misma expresión imperturbable que lo caracterizaba. La presencia de ambos era abrumadora, pero cuando desaparecieron de la sala, una sensación de alivio recorrió a los que quedaban.
María y Fabián salieron lentamente del cuarto especial, sus rostros enrojecidos, respirando agitadamente por lo que acababa de suceder. No sabían que sus gemidos habían ambientado la clase, pero podían sentir que algo no estaba bien. Había algo más oscuro detrás de esa “piedad” que Asha les había concedido.
María evitó mirar a los demás a los ojos, sabiendo que la vergüenza la consumía. Pero era más que la vergüenza; era el peso del control que Asha tenía sobre ellos. Aun así, ella buscó la mirada de Fabián, buscando consuelo.
—¿Estás bien? —preguntó en voz baja, mientras se acercaba a él.
Fabián asintió, aunque su rostro mostraba el agotamiento mental y físico. El poder de Asha era asfixiante, y cada día lo sentía más cerca, como si ella estuviera hundiendo sus garras cada vez más en su alma.
—No hay escapatoria —murmuró Fabián, tocando suavemente la mano de María—. Estamos atados a ella… a ellos. Pero… mientras estemos juntos, lo soportaremos.
María, aunque también aterrorizada, encontró algo de fuerza en esas palabras. Sabía que el amor que sentía por Fabián era lo único que mantenía su cordura en medio de tanto caos. Pero también sabía que ese amor los mantenía atrapados en el oscuro juego de Asha y Vambertoken.
—Haremos lo que tengamos que hacer —dijo María con una determinación renovada.
A lo lejos, en los pasillos que llevaban a una habitación más privada, Asha caminaba al lado de Seraph, con una sonrisa satisfecha. Ella había ganado una vez más, controlando cada aspecto de las vidas de aquellos a su alrededor.
Y eso, para ella, era el verdadero poder.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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