El cazador de almas perdidas – Creepypasta 172. Historias de Terror
La Boda de Sangre Vambertoken – Latshiktor.
Resuenan los cimientos del Mundo sobrenatural.
En el corazón de Ciudad de México, la noche se cernía sobre una mansión envuelta en sombras. Era la noche más esperada en milenios, el evento que cambiaría para siempre la estructura del mundo vampírico. La boda entre Seraph Vambertoken y Asha Latshiktor no solo sería recordada por su grandiosidad, sino por la fuerza imparable que estas dos antiguas familias, más viejas que el diluvio mismo, estaban a punto de desatar sobre el mundo.
Los invitados, vampiros poderosos de todas partes del globo, miraban con reverencia hacia el altar, sabiendo que lo que estaban presenciando era el inicio de una nueva era de oscuridad y dominio. Las luces crepitaban de una manera antinatural mientras se reflejaban en los candelabros dorados, iluminando la atmósfera opresiva. La mansión había sido decorada con una opulencia impensable, con cortinas de terciopelo blanco y negro que caían como cascadas de sombras.
Pero todo esto palidecía en comparación con la novia.
Asha Latshiktor, la vampiresa más hermosa, más vanidosa y más lujuriosa que el mundo hubiera conocido jamás, caminaba hacia el altar como un sueño encarnado. Su vestido era un escándalo de sensualidad y poder, una obra maestra creada no solo para deslumbrar, sino para dejar a todos con la boca abierta. La seda blanca envolvía su cuerpo como una segunda piel, ajustándose a sus curvas con una precisión que desafiaba las leyes de la física. Era casi transparente, dejando entrever lo justo para enloquecer a los presentes. Las mangas, de un encaje finísimo con símbolos arcanos, brillaban bajo la tenue luz de los candelabros.
El escote en forma de corazón descendía hasta lo impensable, revelando una figura que parecía esculpida por los dioses. En su cintura, finas cadenas de oro y platino caían como cintas, decoradas con rubíes tan rojos como la sangre que corría por las venas de los presentes. Asha sabía perfectamente lo que estaba haciendo. Sabía que su belleza cautivaba a todos, y esa noche, no iba a permitir que nadie la olvidara. Su falda larga y suelta, hecha de tul etéreo, flotaba alrededor de ella como si el propio aire la adorara, abrazando su paso. Cada movimiento suyo era hipnótico, como si la misma oscuridad se moviera con ella.
La mezcla de erotismo y poder en su figura hacía que incluso los vampiros más antiguos se sintieran incómodos, conscientes de que estaban en presencia de algo más allá de lo que habían conocido. Sus labios carmesíes brillaban bajo la luz, y su mirada estaba fijada solo en una cosa: Seraph Vambertoken, su futuro esposo.
En el altar, Seraph Vambertoken, con una capa negra y detalles dorados, la esperaba con una sonrisa de triunfo. El vampiro que pronto se uniría a la mujer más poderosa y despiadada del mundo observaba a Asha con la misma intensidad con la que un depredador observa a su presa. Pero esa noche, Seraph sabía que ellos no eran depredadores ni presas. Eran iguales, y juntos gobernarían el mundo.
Cuando Asha llegó al altar, los dos se miraron a los ojos, conectando en un silencio cargado de poder y promesas oscuras. Zakfig Vambertoken, padre de Seraph y una de las figuras más influyentes en el Consejo de Ancianos Vampíricos, presidía la ceremonia. Con su voz profunda y solemne, inició los rituales que unirían a Seraph y Asha por toda la eternidad.
Lunwox Vambertoken, la madre de Seraph, observaba desde las sombras, con su usual desdén. No podía ocultar su disgusto, pero también sabía que la unión de Asha y su hijo significaba un poder incalculable para la familia. Sin embargo, cuando Asha se acercó a ella antes de la ceremonia, insinuando su deseo de liberar a la Bruja Roja, Fabiola, las tensiones entre ellas alcanzaron un punto de quiebre.
—Ahora que soy una Vambertoken —dijo Asha con una sonrisa provocadora—, voy a asegurarme de que Fabiola sea liberada. Tú no podrás detenerme, Lunwox.
Lunwox, furiosa pero consciente de que no podía detener lo que ya estaba en marcha, dejó la ceremonia sin más palabras, su furia palpable en el aire.
Con Lunwox fuera, el ambiente se tornó más tenso. Zakfig continuó con los rituales, satisfecho de que su esposa hubiera abandonado el lugar. Seraph y Asha pronto serían una unidad de poder que eclipsaría todo lo conocido en el mundo vampírico. Y mientras se pronunciaban las palabras finales del ritual, los vampiros presentes esperaban con anticipación el momento culminante.
Cuando Zakfig finalmente proclamó a Asha Latshiktor Vambertoken y Seraph Vambertoken Latshiktor como esposos, los dos se inclinaron hacia adelante, sellando su unión con un beso.
Pero este no era un beso ordinario. Sus colmillos se clavaron en sus lenguas, y en segundos, sus bocas se llenaron de sangre, el elixir más puro y antiguo. La sangre se mezcló, y cuando el beso se profundizó, comenzó a derramarse por sus labios, goteando por sus mentones y empapando sus magníficos trajes. La sangre, roja como el fuego infernal, se esparció sobre el vestido blanco de Asha, manchándolo de una manera que solo lo hacía más erótico, más hermoso, más peligroso. La escena fue hipnótica, casi sacra en su brutalidad.
Los invitados observaban en absoluto silencio, cautivados por la violencia y la pasión de aquel beso sangriento, conscientes de que estaban presenciando algo más allá de la simple unión de dos seres inmortales. Era la culminación de milenios de poder acumulado, de promesas rotas y alianzas oscuras. Este era el verdadero inicio de una era de sombras.
Y mientras Asha y Seraph se separaban, con sus labios aún cubiertos de sangre, ambos se miraron con una sonrisa.
—Por la eternidad, mi Seraph —murmuró Asha, sus ojos brillando con una devoción enfermiza, su vestido manchado de sangre ahora más hermoso que nunca.
Seraph, satisfecho y complacido, acarició el rostro de su esposa con una mezcla de ternura y poder.
La ceremonia había concluido, pero el verdadero poder que ambos ejercían sobre el mundo vampírico apenas comenzaba a desatarse.
En algún lugar, Zakfig Vambertoken sonreía, consciente de que el futuro sería suyo, siempre y cuando su hijo y su nueva nuera dominaran las sombras con la misma ferocidad con la que se habían unido esa noche.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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