El cazador de almas perdidas – Creepypasta 165. Historias de Terror
El Asalto a la Sede Principal de Ragnarok en México D.F Parte 2.
El Poder de la Purga.
El amanecer apenas había asomado por el horizonte de la Ciudad de México, pero en las profundidades del subterráneo donde la sede principal de Ragnarok se ocultaba, la oscuridad era absoluta. Los escuadrones de Oricalco estaban listos. Las posiciones tácticas cuidadosamente colocadas por Tatiana estaban sincronizadas con precisión letal, y cada uno de los 60 escuadrones sabía exactamente dónde debía estar y qué debía hacer.
Desde los tronos donde Vambertoken y Asha observaban, parecía como si todo estuviera perfectamente alineado para una victoria aplastante. Pero Tatiana, con sus ojos fijos en los monitores y sus sentidos agudizados por años de experiencia, sabía que las cosas nunca eran tan simples.
—Óscar, Lía, Raúl, prepárense. —la voz de Tatiana atravesó el comunicador con una frialdad calculada. La batalla estaba por comenzar, y no podía permitirse dudas ni errores.
María, siempre alerta, susurró mientras sus ojos se entrecerraban, concentrándose en los flujos del tiempo.
—Tatiana… veo movimiento. Dentro de 30 segundos, una de las compuertas al norte del edificio va a abrirse. —La clarividencia de María siempre era un recurso valioso, y Tatiana sabía cómo utilizar cada pieza del tablero a su favor.
—Raúl, lleva a tu escuadrón al norte. Neutraliza cualquier resistencia. Y cuidado con las trampas. —ordenó Tatiana con precisión—. Óscar, asegúrate de cubrir la retaguardia de Lía. No podemos permitir que nadie quede descubierto.
Los escuadrones se movieron como una máquina perfectamente engrasada, sin dudar ni cuestionar. La capacidad táctica de Tatiana había sido siempre lo que les mantenía un paso adelante. Pero, justo cuando Raúl se acercaba a la compuerta, una explosión resonó por el corredor. Tatiana cerró los puños al instante, sus ojos clavándose en los monitores.
—Malditos… trampas. —murmuró.
El primer escuadrón de Raúl fue alcanzado por la explosión. Vambertoken, desde su trono, apenas se inmutó. Para él, cada soldado caído era una pieza más en el juego de la guerra. Pero Tatiana sentía el peso de cada baja. Apretó los dientes.
—Raúl, retrocede dos pasos. Identifica las trampas y neutralízalas. No vamos a perder más hombres. —su voz era firme, sin temblor alguno.
El escuadrón de Raúl retrocedió rápidamente, pero la compuerta que María había predicho se abrió de par en par. De las sombras, emergió una horda de seres grotescos. Los vampiros sanguijuelas, una aberración creada por el vampirismo sin control, comenzaron a derramarse como una ola de terror inhumano. Sus ojos enloquecidos y su piel reseca se extendían por el túnel como animales hambrientos, arrastrándose hacia los soldados de Oricalco con una velocidad perturbadora.
—Vienen hacia nosotros. —dijo María con voz tensa, sus ojos viendo los segundos futuros como un conjunto de posibles desgracias. Tatiana mantuvo la calma.
—Óscar, detén a las sanguijuelas antes de que lleguen a Raúl. No podemos permitir que rodeen a Lía. María, dame una lectura más detallada. Necesito saber si hay más de ellos escondidos.
Óscar se movió con rapidez. Él y sus hombres, armados con rifles de asalto, abrieron fuego contra los primeros vampiros sanguijuelas que cruzaron el corredor. Las balas mixtas —una combinación de plata y mercurio— comenzaron a abrir agujeros en las criaturas, pero no era suficiente. Las sanguijuelas, impulsadas por su insaciable sed de sangre, seguían avanzando incluso cuando partes de sus cuerpos eran destrozados.
—Fuego concentrado, Óscar. Derríbalos antes de que lleguen a tus hombres. —gritó Tatiana a través del comunicador, observando con frialdad los movimientos.
Los escuadrones se reorganizaron, formando una línea defensiva compacta, y aumentaron el fuego. Lía, en el flanco opuesto, ya había comenzado a enfrentarse a los primeros grupos de sanguijuelas que se habían filtrado a través de otra compuerta. Sus movimientos eran precisos y letales, como correspondía a un vampiro militar entrenado en combate cuerpo a cuerpo.
—Lía, retrocede 10 metros, usa las sombras. Aprovecha la falta de coordinación de las sanguijuelas. —ordenó Tatiana.
Lía, con una destreza sobrehumana, se movió como una sombra, atravesando a las criaturas con su espada corta recubierta de plata y mercurio. Las sanguijuelas caían, pero la horda era inmensa, y su número parecía multiplicarse con cada paso.
—María, ¿qué ves? —preguntó Tatiana, su mente trabajando a la máxima velocidad, buscando una manera de mantener a las fuerzas de Oricalco intactas.
—Hay más… —María entrecerró los ojos, sus manos temblaban ligeramente—, se están desplegando en el subsuelo. Están usando los túneles de servicio para intentar rodearnos.
Tatiana frunció el ceño, moviéndose rápidamente sobre los mapas digitales que tenía frente a ella. Los túneles de servicio no estaban en los esquemas oficiales de Ragnarok, pero eso no significaba que no existieran. Era una estrategia oculta que había subestimado.
—Raúl, cambia de posición. Ve al punto sur, y sella esos túneles. —ordenó—. Óscar, mantén la línea. Lía, prepárate para interceptar si intentan flanquearnos por los túneles.
Los hombres de Raúl se movieron al instante. Los sonidos del combate resonaban en los corredores de la sede de Ragnarok, y los gritos de las sanguijuelas perforaban el aire como alaridos bestiales. El combate era feroz. Las trampas de Ragnarok seguían activándose, ralentizando a los escuadrones de Oricalco, pero Tatiana no había perdido ni un segundo de control.
A medida que las sanguijuelas caían ante las balas y las espadas, Tatiana utilizaba la clarividencia de María para anticiparse a cada movimiento. Su mente calculaba cada posible escenario. Cada movimiento enemigo era neutralizado antes de que pudiera convertirse en una amenaza mayor.
De repente, un rugido sacudió las paredes. Un grupo más grande de sanguijuelas, una élite de entre ellos, se lanzó hacia los escuadrones con una velocidad abrumadora. Sus cuerpos, más grandes y deformados que los otros, eran producto de una transformación aún más monstruosa.
—Óscar, tenemos compañía extra. —dijo Tatiana, su tono apenas cambiando—. Coordina fuego pesado. Vamos a acabar con esto rápido.
Óscar dirigió sus hombres con precisión militar. Los rifles de asalto abrieron fuego sincronizado, y las balas mixtas penetraron los cuerpos de las criaturas más grandes, derribándolas con impactos mortales. El combate era implacable, y aunque Oricalco estaba bien entrenado, las trampas y la ferocidad de los vampiros sanguijuelas estaban empezando a pasar factura.
Pero Tatiana no cedía. Sabía que cada baja era un golpe, pero no uno mortal. Asha y Vambertoken, desde sus tronos, observaban como si todo aquello no fuera más que un espectáculo sangriento. Tatiana, sin embargo, estaba allí para ganar. Y cada táctica que ejecutaba, cada orden que daba, la acercaba un paso más hacia la victoria.
El asalto a la sede principal de Ragnarok alcanzaba su punto más álgido. Tatiana observaba con precisión desde su puesto táctico, guiando a las fuerzas de Oricalco a través de un campo lleno de trampas, enemigos invisibles y una horda de vampiros sanguijuelas. Los agentes de Ragnarok habían preparado todo a la perfección, pero Tatiana no era fácil de superar.
—Lía, Raúl, Óscar —dijo Tatiana en el comunicador con voz firme—. Debemos avanzar a toda costa. No podemos permitir que nos retrasen más. Terminen con esas sanguijuelas y aseguren el avance hacia el corazón de la sede.
El equipo de Oricalco redobló esfuerzos, eliminando a los últimos vampiros sanguijuelas con una coordinación perfecta. Los escuadrones de élite, entrenados para enfrentarse a lo sobrenatural, utilizaron sus armas mixtas con precisión: balas de plata y mercurio que atravesaban las criaturas enloquecidas, dejando un rastro de cuerpos desintegrándose a su paso.
Tatiana, sin embargo, no se permitía relajarse. Sabía que Ragnarok no había mostrado todas sus cartas aún. Y no se equivocaba.
—María, ¿qué ves? —preguntó, sabiendo que el don de su hermana era su ventaja más valiosa en este momento.
María, concentrada en sus visiones, habló rápidamente.
—Nigromantes, Tatiana. Están levantando a los muertos. —su voz era tensa—. Están usando los cuerpos de los agentes caídos de Oricalco y de las sanguijuelas que acabamos de eliminar. Están preparando una ofensiva desde la retaguardia.
La sangre de Tatiana se heló por un momento. Los nigromantes eran una amenaza mortal. Podían controlar a los muertos y enviarlos de vuelta a la batalla, creando un ejército que no se cansaba ni sentía dolor. Y si los dejaban continuar con el ritual, las fuerzas de Oricalco quedarían atrapadas entre dos frentes: los muertos vivientes por la retaguardia y los 250 vampiros separatistas que ya se preparaban para atacar desde el corazón de la sede.
Pero Tatiana no era del tipo que se dejara intimidar.
—Óscar, retrocede hacia el punto designado y neutraliza a los nigromantes. —ordenó rápidamente—. Lía y Raúl, avancen hacia el frente. Nos enfrentamos a 250 vampiros separatistas, pero no están tan bien entrenados como nosotros. Avancen con fuego concentrado y posiciones defensivas.
Óscar respondió con precisión, organizando a sus hombres para enfrentar a los nigromantes. Sabía que el tiempo era esencial, pero confiaba en Tatiana para que los sacara de cualquier trampa.
Mientras tanto, Lía y Raúl movieron a sus escuadrones hacia el corazón de la sede. Los 250 agentes de Ragnarok, vampiros separatistas, comenzaron a aparecer entre las sombras, disparando desde puntos ocultos en la estructura subterránea. Las balas resonaban por los corredores oscuros, y el choque entre los escuadrones de Oricalco y los separatistas fue brutal. Las balas mixtas de mercurio y plata hacían su trabajo, pero la cantidad de enemigos complicaba el avance.
—Lía, no te dejes rodear. Usa las sombras a tu favor. —ordenó Tatiana, mientras analizaba las posiciones enemigas en los monitores—. Raúl, cubre el flanco izquierdo y despliega las granadas de mercurio.
Lía, una vampira entrenada en combate cuerpo a cuerpo, lideraba a su escuadrón con una precisión letal. Se movía con una velocidad sobrehumana, atravesando a los vampiros separatistas con su espada corta recubierta de plata, mientras sus hombres cubrían su avance con fuego pesado. Cada movimiento estaba calculado, cada paso dirigido hacia la victoria.
Raúl, por su parte, avanzaba con sus escuadrones, lanzando granadas de mercurio para despejar áreas densas de enemigos. La explosión de las granadas no solo debilitaba a los vampiros, sino que les obligaba a abandonar sus posiciones defensivas, exponiéndolos al fuego letal de Oricalco.
Pero la verdadera amenaza seguía siendo los nigromantes. Desde la retaguardia, Óscar y sus hombres se enfrentaban a los muertos vivientes que los hechiceros oscuros de Ragnarok habían levantado. Los antiguos compañeros caídos de Oricalco, convertidos en autómatas sin voluntad, avanzaban como una fuerza imparable, sus cuerpos rotos por la batalla, pero reanimados por la magia oscura.
—Disparen a las cabezas. No dejen que se acerquen. —ordenó Óscar, su voz resonando por los comunicadores. Sabía que cada segundo contaba.
A pesar de la ferocidad del ataque, Tatiana no perdía la calma. Sabía que su mayor fortaleza era la capacidad de coordinar a sus hombres con precisión quirúrgica. Cada escuadrón estaba perfectamente sincronizado, y aunque los enemigos parecían no tener fin, Tatiana movía las piezas de su tablero con maestría.
—Óscar, localiza a los nigromantes. No dejes que completen el ritual. —ordenó. Sabía que la clave estaba en eliminar a los hechiceros antes de que pudieran desatar su ejército de no-muertos.
Óscar avanzó con su escuadrón, enfrentando a los muertos vivientes mientras buscaba el punto central del ritual. Sabía que los nigromantes eran astutos y peligrosos, pero no tenían la formación militar que poseía Oricalco. Con movimientos rápidos y precisos, Óscar y sus hombres lograron romper la línea de muertos y localizar a los nigromantes ocultos detrás de una barrera mágica.
—Fuego concentrado en la barrera. —ordenó Óscar, mientras las balas de mercurio impactaban la barrera oscura. Los nigromantes comenzaron a retroceder, debilitados por el ataque sorpresa.
En el frente, Lía y Raúl seguían avanzando, abriéndose paso entre los vampiros separatistas. El combate cuerpo a cuerpo era intenso, pero la superioridad táctica de Oricalco empezaba a inclinar la balanza. Los vampiros de Ragnarok, aunque numerosos, no podían igualar la experiencia y la disciplina de los escuadrones de Oricalco.
—Raúl, mueve a tu escuadrón hacia el centro. Lía, cubre su avance. —ordenó Tatiana, su mente funcionando a toda velocidad, anticipándose a cada movimiento del enemigo.
Tatiana sabía que la clave de la victoria estaba en mantener la presión constante. No podía permitir que los vampiros separatistas se reagruparan, ni que los nigromantes completaran su ritual.
Finalmente, tras una intensa lucha, Óscar y su equipo lograron abrir una brecha en la barrera mágica de los nigromantes. Los hechiceros oscuros, sorprendidos por la ferocidad del ataque, comenzaron a retroceder.
—Neutralicen a los nigromantes. —ordenó Óscar, mientras lanzaba una granada de mercurio directamente a los hechiceros. La explosión desintegró a varios de ellos, y con su caída, los muertos vivientes comenzaron a colapsar.
En cuestión de minutos, los nigromantes fueron completamente eliminados, y la amenaza de los no-muertos desapareció.
En el frente, los vampiros separatistas, debilitados por el ataque coordinado de Oricalco, comenzaron a perder terreno rápidamente. Con cada vampiro que caía, el dominio de Oricalco sobre el campo de batalla se hacía más evidente.
Tatiana, observando el desarrollo de la batalla, sabía que la victoria estaba cerca. Habían enfrentado trampas, hordas de sanguijuelas y nigromantes, pero su estrategia y coordinación los había llevado a superar cada obstáculo.
—Lía, Raúl, sigan avanzando. Estamos a punto de tomar el corazón de la sede. —dijo, con una mezcla de satisfacción y cautela.
Sabía que aún quedaba trabajo por hacer, pero el camino hacia la victoria estaba claro.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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