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El cazador de almas perdidas – Creepypasta 163. Historias de Terror

El Asalto a la Sede Principal de Ragnarok en México D.F.

La Noche Previa al Ataque.

La sala de operaciones de Oricalco estaba llena de movimiento. Tatiana, junto a Óscar, Lía, y Raúl, ultimaba los detalles del ataque contra la sede principal de Ragnarok. El ambiente estaba cargado de tensión. Todos sabían lo que estaba en juego. La misión debía ser un éxito, no solo por el avance estratégico que representaba, sino porque la boda del milenio en el mundo vampírico sería en apenas cuatro días. Vambertoken, el Archiconde de Purga, llevaba demasiado tiempo sin dar un golpe contundente a los separatistas, y este ataque era su oportunidad. Tatiana sabía que, aunque dirigía la purga en el campo, el verdadero peso de la operación recaía sobre ella y el collar de los cinco sellos.

Mientras discutían las estrategias, Tatiana sentía una creciente presión en el pecho. No podía evitar pensar en el tótem Atlante y su control sobre él. Drex estaba directamente conectado a ese poder, y el éxito del ataque dependía de que ella lograra dominar el poder del quinto sello, un poder que solo podría ser probado en el campo de batalla. Las enseñanzas de Ixplex resonaban en su mente, pero la teoría y la práctica eran dos cosas muy distintas, y el miedo a fallar era casi paralizante.

La noche antes de la batalla estaba cayendo, cuando Asha apareció, su presencia siempre tan imponente, tan abrumadora.

Tatiana, querida —su voz suave pero cortante como el hielo—. Sabes lo que está en juego mañana, ¿verdad? —Asha se acercó, sus ojos brillando con esa mezcla de poder y crueldad—. No voy a permitir que los planes de mi boda con Mi Seraph sean alterados por la debilidad de una simple humana.

Tatiana levantó la vista, luchando por mantener la compostura frente a Asha. Sabía que Asha nunca había sido una aliada fácil. Cada palabra de su boca era una mezcla de ayuda y amenaza.

Asha, estoy haciendo todo lo posible para asegurarme de que la misión sea un éxito —respondió Tatiana, con una mezcla de respeto y determinación. Sabía que debía mostrarse fuerte ante Asha, pero la verdad era que se sentía abrumada.

Asha sonrió de manera peligrosa, esa sonrisa que siempre la hacía parecer que estaba un paso por delante de todos. Caminó lentamente alrededor de Tatiana, como un depredador midiendo a su presa.

—Oh, Tatiana, no lo dudo. Pero “todo lo posible” no siempre es suficiente, especialmente cuando hablamos del destino de mi amado Seraph —hizo una pausa, inclinándose hacia ella—. Sabes, Mi Seraph ha puesto mucho en juego, y todo depende de ti… de cómo controles el collar.

La presión en el pecho de Tatiana aumentó. Asha lo sabía todo. Sabía que ella, una simple humana, llevaba el destino de la misión, de Drex, e incluso de Vambertoken sobre sus hombros.

Asha sacó una pequeña caja de pociones de entre sus ropas y se la entregó a Tatiana.

—Estas son para ti y para Drex —dijo, casi con desdén—. Una poción de felicidad máxima para él, otra para ti, y una de las que le ayudarán a controlar sus emociones. Sé que ya te quedan pocas de las que te di antes… pero no te preocupes. —Sonrió de manera ladina, sabiendo que estaba jugando con la mente de Tatiana—. Y como siempre… —se acercó un poco más—, también una poción de lujuria. No me malinterpretes, querida, siempre ayuda a… suavizar las tensiones antes de un gran evento, ¿no crees?

Tatiana tragó saliva. Sabía lo que Asha estaba insinuando. Recordaba bien la humillación del día anterior, cuando había tenido que suplicar por la ayuda de Asha y hacer cosas que nunca habría imaginado. Sabía que Asha disfrutaba de manipular cada aspecto de su vida.

Asha, no creo que sea necesario… —comenzó Tatiana, pero Asha la interrumpió.

—Oh, querida, no lo cuestiones. Yo sé lo que es necesario, y tú solo tienes que confiar en mí. Drex necesita estar en su mejor estado para mañana. Tú lo sabes, ¿verdad? —Asha la miró con una ceja levantada, como si estuviera retándola a contradecirla.

Tatiana asintió con pesar. Asha tenía razón en algo: Drex estaba en un estado frágil después de todo lo que habían vivido. La poción lo mantendría estable, al menos por unos días más. Y aunque no le gustaba admitirlo, también sabía que necesitaría tomar la poción para calmarse ella misma. El control del quinto sello requería una mente clara, pero también una sincronización emocional con Drex. Asha sabía perfectamente cómo manipular esa dependencia.

La Sombra de Asha.

Asha sonrió satisfecha al ver que Tatiana aceptaba las pociones.

—Recuerda, querida… Mi Seraph confía en ti, pero yo vigilo cada movimiento. No puedo permitir que mi boda sea ensombrecida por un fracaso —dijo con una voz dulce, pero cada palabra era una amenaza velada.

—Lo sé… Asha. Haré lo que sea necesario para que todo salga bien —respondió Tatiana, sabiendo que no tenía más opción que aceptar la ayuda de Asha, a pesar de lo que significaba.

Antes de retirarse, Asha hizo un último comentario que resonó en la mente de Tatiana.

—Cuando todo esto termine, Tatiana, quizás te des cuenta de que la verdadera fuerza no reside solo en el collar o en el tótem, sino en saber cuándo debes dejarte llevar por las circunstancias. —Le lanzó una mirada intensa, como si estuviera preparando el terreno para algo mucho mayor—. Y si alguna vez necesitas más… ya sabes a dónde acudir.

Tatiana observó cómo Asha se deslizaba por la sala, su presencia tan opresiva como siempre. El peso de la responsabilidad seguía aplastando sus hombros. Tenía las pociones, tenía el control del collar, pero ¿realmente estaba preparada para lo que se avecinaba?

El Regreso de Drex.

Mientras Tatiana pensaba en lo que Asha había dicho, Drex regresaba de su cacería. Sabía que tenía que estar en su mejor forma para el ataque a la sede de Ragnarok, pero la tensión y el miedo aún lo corroían. Tatiana lo esperaba con las pociones en mano.

Drex, —dijo suavemente cuando él entró—, Asha nos ha dado esto. Te ayudará a estabilizarte.

Drex miró las pociones con desconfianza, pero sabía que las necesitaba. La lucha interna con la bestia en su interior lo estaba destruyendo, y aunque odiaba depender de Asha, sabía que no tenía otra opción.

—Gracias, Tatiana —dijo mientras tomaba la poción de sus manos.

Ambos se miraron, sabiendo que lo que les esperaba al día siguiente era una batalla no solo contra Ragnarok, sino contra sus propios demonios internos.

La Ira Desatada Bajo Tierra.

La tensa calma que reinaba en la sede temporal de la purga se rompió abruptamente con un griterío que resonaba a través de los oscuros pasillos del Colegio de Wicca, una base subterránea ubicada en las profundidades de la Ciudad de México. En el ala más profunda y abandonada del colegio, que había sido tomada por Vambertoken y sus fuerzas, las vibraciones de una protesta se hacían cada vez más fuertes.

Al llegar al lugar, Tatiana, Óscar, Lía, y Raúl se encontraron con un alboroto de estudiantes wiccas enfurecidas, que alzaban sus voces contra la creación del Ministerio para Vampiros Convertidos. Para ellas, esto era una traición imperdonable, recordando que la familia Vambertoken había sido la principal promotora de las antiguas cacerías Wicca junto al Vaticano.

Pero cuando dos de las jóvenes wiccas se atrevieron a acercarse demasiado a Seraph, la sangre de Asha hirvió. Nadie, ni siquiera las más valientes, podía acercarse a su amado Seraph sin sentir las consecuencias.

El Deseo Encarnado en Asha.

Asha Latshiktor, parada en medio del caos, era la viva imagen del deseo y la provocación, vestida de manera que invitaba al pecado. Su atuendo era la encarnación misma de su poder y vanidad, diseñado para mostrar su juventud inmortal de manera que pocos podían resistir.

El vestido que llevaba era tan delicado como lujurioso, hecho de una seda tan fina y transparente que dejaba poco a la imaginación, jugando constantemente con los límites del decoro y la indecencia. La tela, casi invisible, caía en capas sobre su cuerpo, cubriéndolo solo lo justo, pero revelando más de lo que ocultaba. Los tonos eran un rojo carmesí profundo, como el color de la sangre recién derramada, que contrastaba con su piel pálida y perfecta.

El escote era vertiginosamente profundo, bajando hasta casi el abdomen, dejando expuesto su pecho de manera provocadora pero elegante. A lo largo del escote, pequeños rubíes incrustados brillaban como gotas de sangre, reflejando la luz tenue del lugar. Las mangas del vestido eran finas y sueltas, hechas de una gasa translúcida que apenas rozaba sus brazos, dándole un aire etéreo y seductor.

El vestido se ajustaba a su cintura de manera ceñida, y desde allí caía en una suave cascada de seda que se movía con cada paso, como si la tela misma estuviera viva. En la parte posterior, el vestido dejaba descubierta gran parte de su espalda, revelando su piel como un lienzo inmaculado, adornada únicamente con cadenas finas de oro que se cruzaban en la parte baja de su espalda, brillando con cada uno de sus movimientos. Cada detalle del atuendo estaba pensado para atraer la mirada, para provocar el deseo.

Las joyas que llevaba, más allá de los rubíes, incluían un collar que descansaba sobre su clavícula, hecho de finos hilos de oro que parecían apenas sujetarse a su piel. Todo en su apariencia gritaba lujuria y poder, como si cada paso suyo fuera una invitación al pecado, como si desearla fuera inevitable.

La Furia Desatada.

Cuando vio que las estudiantes wiccas osaban acercarse a Seraph, Asha dejó escapar una risa fría y peligrosa antes de levantar su mano. En un instante, invocó a los espectros arcanos, criaturas de pura energía que respondían solo a ella. Los espíritus se lanzaron sobre las jóvenes como una tormenta de sombras, derribando a más de quince estudiantes con la fuerza de una ola imparable. El resto de las estudiantes, aterrorizadas, salieron corriendo sin mirar atrás.

¡Nadie se atreve a tocar a mi Seraph! —exclamó Asha, su voz resonando por los pasillos subterráneos. Mientras yo viva, nadie se acercará a Seraph Vambertoken Latshiktor sin pagar el precio.

Los pasillos quedaron en un silencio profundo, solo interrumpido por el eco de los espectros regresando a la nada, mientras Asha observaba a los caídos con una satisfacción casi peligrosa.

Delirio y Amor Enfermizo.

Asha caminó lentamente entre los cuerpos, su vestido flotando alrededor de sus piernas, acariciando el suelo como si fuera una extensión de su cuerpo. Con cada paso, su lujuriosa apariencia y su vanidad llenaban el aire, sabiendo que había dejado su marca. Al llegar al lado de Vambertoken, su mirada se suavizó, pero el deseo en sus ojos no era menor.

Seraph Vambertoken Latshiktor… —susurró, deleitándose al pronunciar esos nombres juntos. Su cuerpo vibraba con la emoción, sabiendo que, en solo cuatro días, esos nombres resonarían a través de todo el mundo vampírico.

Ella se acercó a Vambertoken, su mano rozando suavemente su brazo, sus ojos fijos en los suyos con una mezcla de devoción y lujuria.

Mi Seraph… —murmuró—, pronto seremos invencibles. Nada ni nadie en este mundo podrá interponerse entre nosotros. Y quien lo intente, sufrirá el mismo destino que estas insignificantes wiccas.

La mirada de Vambertoken era de puro orgullo. Sabía que Asha era más que su compañera; era su arma más letal, y juntos se convertirían en algo mucho más grande de lo que el mundo vampírico jamás había conocido.

Con un último vistazo a los estudiantes derrotados, Asha sonrió, satisfecha.

Después de la breve, pero intensa confrontación en el subsuelo del Colegio de Wicca, Vambertoken y Asha regresaron al centro de operaciones de la Purga. El ambiente se había calmado, pero el eco de la tensión todavía resonaba en los pasillos subterráneos. Todos los miembros de Oricalco sabían que la verdadera batalla estaba por llegar: el ataque a la sede de Ragnarok al día siguiente.

En el centro de operaciones, Vambertoken se detuvo un momento, su figura imponente proyectando una sombra que parecía devorar la luz tenue de las antorchas colgadas en las paredes. Con una voz firme y autoritaria, que no admitía cuestionamientos, se dirigió a todos los presentes.

Hoy ha sido suficiente. —dijo, sus ojos recorriendo a Tatiana, Óscar, Lía, Raúl y Fabián—. Mañana atacaremos la sede principal de Ragnarok, y cada uno de ustedes debe estar en su máximo estado. No habrá lugar para errores.

Hubo un murmullo de asentimiento entre el equipo, aunque todos sabían la magnitud de lo que se avecinaba. Vambertoken, al notar el cansancio en los rostros de su gente, decidió dar por terminado el día.

Descansen, recarguen energías. —agregó, haciendo un gesto con la mano—. Mañana, cuando el sol esté oculto, la Purga caerá sobre Ragnarok.

Con esas palabras, Vambertoken salió de la sala, dejando a los demás con la sensación de que el tiempo se estaba agotando.

La Advertencia de Asha.

Asha, quien había permanecido a su lado todo el tiempo, no tardó en hacerse presente, irradiando la misma sensación de poder y control que siempre la envolvía. Antes de irse, dirigió una mirada fría y calculada a Tatiana. No necesitaba demasiadas palabras para hacer que su presencia pesara sobre ella.

Tatiana… —dijo en voz baja pero penetrante, mientras sus ojos se clavaban en los de la humana—, no olvides las pociones que te di. Tanto para ti como para Drex. Mañana necesitas estar en tu mejor estado. No me falles.

Tatiana asintió, consciente de la carga que llevaba. Las pociones que Asha le había dado eran cruciales para estabilizar su mente y sus emociones, y para ayudar a Drex a mantener el control sobre su bestia interior. La presión era insoportable, pero sabía que no tenía otra opción. Asha la vigilaba, y Vambertoken dependía de ella. No podía permitirse vacilar.

Un Recordatorio para Fabián.

Antes de retirarse, Asha se giró hacia Fabián, su expresión fría se suavizó apenas un poco, pero no dejó de ser intimidante. Sabía que Fabián tenía sus debilidades, y a pesar de su conexión con María, Asha no podía permitirse que alguien tan inestable afectara la misión.

Fabián, —dijo, sus palabras gélidas perforando el aire—, espero que mañana no decepciones a María con tu forma de ser tan… de ella. —Su tono era casi burlón, pero cargado de advertencia—. Asegúrate de estar a la altura.

El mensaje estaba claro. Asha no aceptaba debilidades ni fallos. Y aunque sabía que María era especial para ella, no permitiría que la relación entre María y Fabián interfiriera en lo que estaba en juego. Fabián asintió, consciente del peligro que implicaba estar del lado incorrecto de Asha.

La Sombra del Ataque.

Con un último vistazo de satisfacción, Asha se retiró detrás de Vambertoken, dejando a Tatiana, Drex, Fabián, y el resto del equipo con una única certeza: mañana sería el día decisivo. El ataque a Ragnarok no solo definiría la siguiente fase de la Purga, sino que también marcaría el destino de cada uno de ellos.

Tatiana respiró hondo, sus dedos apretando ligeramente la caja de pociones que había recibido de Asha. El peso de su responsabilidad la aplastaba, pero sabía que no podía fallar. Drex también estaba en juego, y ella haría todo lo que fuera necesario para garantizar que ambos sobrevivieran a lo que vendría.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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