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El cazador de almas perdidas – Creepypasta 161. Historias de Terror

La Favorita de Asha.

La Duda y el Pecado.

El sol de la tarde descendía lentamente, bañando las calles de Ciudad de México con tonos dorados. María y Fabián caminaban en silencio, su día libre les había sido concedido gracias a la intervención de Asha, pero la tensión entre ellos era palpable. María llevaba la pequeña botella de la poción de lujuria en su bolso, y aunque sus dedos querían aferrarse a ella, su corazón latía con dudas. Asha cada vez tenía más poder sobre ellos, y aunque le temía, había algo irresistible en ser su favorita. Fabián, por su parte, ya no quería fingir más.

María, —dijo finalmente Fabián, su tono más duro de lo habitual—, ¿cuál es el problema? Sabes que quiero estar contigo. Tú me enseñaste a romper mis votos, a entregarme al pecado. Fuiste tú quien me hizo ver que había algo más allá de lo que el Vaticano nos enseñaba.

María lo miró de reojo, sintiendo la verdad de sus palabras como un peso en su alma. Fabián tenía razón. Ella lo había arrastrado a este mundo de oscuridad y deseo. Ella disparó en su primera cacería para alimentar el talismán, y ahora estaban vinculados de manera que nunca hubieran imaginado. Ese acuerdo con Drex, donde él usaba la sangre de sus cacerías para alimentar el talismán, los había mantenido a salvo de tener que matar de nuevo. Pero esa primera vez, ese primer asesinato… nunca lo olvidaría.

Tienes razón, —susurró María, sintiendo el conflicto dentro de sí misma—, fui yo quien te enseñó todo esto, y ahora… quiero lo mismo que tú. Quiero perderme en ti.

Fabián sonrió, su rostro transformado por el talismán, que les otorgaba anonimato, pero exigía un precio: sangre cada cinco usos. Al menos ahora, gracias a Drex, no tendrían que volver a matar. Pero en lo profundo, María sabía que el precio de esa libertad era alto. Dependían de la caza de Drex, y de alguna manera, ese pacto los había unido aún más al mundo oscuro que rodeaba a Asha y Vambertoken.

El Restaurante y la Poción.

Llegaron a un restaurante elegante, ocultos tras los rostros prestados por el talismán. Se sentaron en una mesa junto a una ventana, el ambiente entre ellos cargado de una mezcla de deseo y peligro. María deslizó su mano dentro del bolso y sacó la pequeña botella con el líquido brillante. Fabián, ansioso por entregarse a ese éxtasis que la poción prometía, no podía apartar los ojos de ella.

¿Estás lista? —preguntó con una sonrisa, y en su mirada se podía ver la desesperación de alguien que ha estado demasiado tiempo atado a algo que ya no cree.

María lo miró, sabiendo que estaba tan atrapada en este mundo como él. Con un suspiro, vertió una gota en cada una de sus bebidas. El doble de la dosis recomendada por Asha.

Una gota para cada uno, —dijo ella, mientras los dos se miraban con anticipación—. Esto es lo que queremos, ¿verdad?

Lo quiero más que nada, —respondió Fabián, sin dudar. María vio en sus ojos la urgencia, la necesidad de dejar atrás todo lo que los ataba al pasado, al Vaticano, y de entregarse a esa nueva vida que Asha les ofrecía—. Estoy cansado de vivir con miedo, de fingir que sigo siendo ese hombre de fe. La única razón por la que sigo trabajando para Vambertoken es porque él lo quiere, porque eso es lo que se espera de mí. Pero… ya no quiero eso. Quiero estar contigo, solo contigo.

Bebieron, ambos conscientes del cambio que pronto se avecinaba, y el calor de la poción comenzó a extenderse por sus cuerpos. María sintió la primera ola de lujuria golpearla como una tormenta, y Fabián apenas pudo contener un gemido. La poción era poderosa, más de lo que habían anticipado.

La Locura de la Poción.

A medida que la poción comenzaba a hacer efecto, María sintió cómo la lujuria crecía dentro de ella, como una bestia que había estado dormida durante demasiado tiempo. Sus pensamientos se volvían borrosos, concentrados solo en Fabián, en sus labios, en sus manos, en su cuerpo. El restaurante desapareció, y todo lo que importaba era él.

Fabián, por su parte, sentía que su piel ardía de deseo. Sus pensamientos sobre el Vaticano, sobre sus votos de castidad, se desvanecían rápidamente. Nada de eso importaba ya. Solo quería a María, y la quería ahora. Sus cuerpos se acercaron, sus labios se encontraron, y el beso fue como una explosión, una liberación de todo lo que habían contenido durante tanto tiempo.

No puedo esperar más, —murmuró Fabián entre besos, su voz cargada de urgencia—. Necesito tenerte.

María estaba perdiendo el control. La poción de lujuria era más fuerte de lo que había imaginado. Sentía que sus deseos más profundos se desbordaban, y la necesidad de estar con Fabián la consumía. Sus manos lo recorrían con una desesperación que nunca había sentido antes.

Vamos, —susurró ella, su respiración entrecortada—. No podemos hacerlo aquí. —Aunque apenas podían controlarse, sabían que necesitaban llegar a un lugar donde pudieran dejarse llevar completamente.

El Escape al Apartamento.

Tropezando con los muebles del restaurante, María y Fabián salieron apresuradamente, sin preocuparse por las miradas que atraían. El deseo era más fuerte que la vergüenza, más fuerte que cualquier preocupación. Corrían por las calles, sus manos entrelazadas, sus corazones acelerados no solo por el esfuerzo físico, sino por la locura que los consumía.

No puedo esperar más, —dijo Fabián, su voz ahogada por la lujuria—. No me importa nada más, María. Solo quiero sentirte, quiero que nos perdamos en esto. Que desaparezcamos juntos.

María, aunque asustada por la intensidad de la poción, sentía lo mismo. El talismán, la influencia de Asha, todo se mezclaba en su mente. Sabía que esto era una trampa, que Asha los estaba envolviendo cada vez más en su red, pero… no podía negar lo que sentía. Y, en el fondo, la idea de ser la favorita de Asha le resultaba perturbadoramente atractiva.

Fabián, —susurró ella mientras corrían—, me aterra todo esto, pero… no puedo resistirlo. Asha me está empujando cada vez más, y temo lo que eso signifique para nosotros. Pero… también me gusta ser su favorita. Me gusta lo que nos está dando.

Fabián la miró, sus ojos llenos de lujuria, pero también de entendimiento.

Entonces dejémonos llevar, María. Deja de luchar contra ello. Si somos sus favoritos, usemos eso a nuestro favor. Dejemos de sufrir. Dejemos de escondernos. —Su tono era casi desesperado, como si la poción no solo alimentara su deseo, sino también su ansia por dejar atrás la vida que habían conocido.

La Rendición Final.

Llegaron a su apartamento, jadeando, casi incapaces de esperar para cruzar la puerta. Las manos de Fabián estaban sobre María antes de que siquiera cerraran la puerta. Sus labios, sus cuerpos, todo era una tormenta de lujuria y deseo, sin espacio para la lógica, para el arrepentimiento.

Ambos sabían que la poción los controlaba, pero también sabían que era lo que querían. María sintió cómo el miedo y la culpa se desvanecían, reemplazados por el fervor de la poción y el deseo de estar con Fabián, de entregarse por completo.

Esa noche, no quedaba espacio para nada más. El Vaticano era un eco lejano. Asha había ganado una vez más.

La noche había caído, envolviendo a María y Fabián en la penumbra de su apartamento, pero el mundo exterior ya no existía para ellos. Desde que habían probado la poción de lujuria de Asha, ambos estaban atrapados en un frenesí de deseo que parecía no tener fin. Fabián, con la mirada perdida en los ojos de María, no podía apartarse de ella, sus cuerpos entrelazados como si fueran una sola entidad, incapaces de detenerse.

Cada caricia, cada beso, era una tormenta de sensaciones. La poción había desatado en ellos una pasión que iba más allá de lo que alguna vez habían experimentado. Fabián se movía con una desesperación que bordeaba lo primitivo, y María, aunque en el fondo de su ser estaba consciente de la influencia de Asha, ya no podía resistirse.

Ambos estaban completamente perdidos el uno en el otro, con la piel ardiente y los cuerpos deseando más, más y más.

La Llamada Interrumpida.

En medio de este torbellino de lujuria, el teléfono de María comenzó a sonar, su vibración apenas perceptible entre los gemidos y el sonido de sus respiraciones entrecortadas. Fabián no se detuvo ni por un segundo, sus manos recorriendo el cuerpo de María con una intensidad que la hacía jadear. María, con el rostro encendido por el placer, miró el teléfono por un instante, reconociendo el nombre de Tatiana en la pantalla.

Con manos temblorosas, se las arregló para contestar.

—¿Tatiana…? —preguntó, su voz apenas un susurro entrecortado, tratando de mantener la compostura mientras Fabián la besaba, mordiéndole suavemente el cuello.

Tatiana, al otro lado de la línea, notó de inmediato el tono extraño en la voz de su hermana. El sonido de respiraciones pesadas y el susurro de ropas removiéndose no pasaron desapercibidos para ella.

María, ¿qué está pasando? —preguntó Tatiana, su voz cargada de preocupación. Había algo en la forma en que hablaba su hermana que la inquietaba, pero también despertaba su curiosidad.

María intentó hablar, pero Fabián continuaba presionándola contra la cama, su cuerpo ardiendo de deseo, sus manos recorriendo cada centímetro de ella como si fuera la última vez que la tocaría. María apenas podía contener los gemidos que escapaban de sus labios.

—Es… la poción, Tatiana —logró decir entrecortadamente, su voz quebrándose mientras las manos de Fabián viajaban por su espalda—. No podemos… parar.

El Pecado Compartido.

Del otro lado de la línea, Tatiana permaneció en silencio durante unos segundos, procesando lo que María acababa de decir. Sabía perfectamente de qué poción hablaba su hermana. Asha había entregado la misma poción a Drex y a ella, y aunque Tatiana había tratado de contener los efectos, también sabía cuán potente y devastadora era. Esa noche, Tatiana y Drex habían caído en la misma trampa de deseo desmedido.

Por un momento, Tatiana dudó si seguir hablando. Pero estaba claro que su hermana estaba sumida en el mismo ciclo que ella.

María… —dijo finalmente, su voz baja, como si fuera una confesión—. Drex y yo… también hemos caído en esto. La poción es demasiado poderosa. No sé cómo describir lo que siento, pero… es como si no pudiera detenerme.

María cerró los ojos, mordiendo su labio mientras sentía cómo las manos de Fabián la llevaban cada vez más al límite.

—Lo sé… lo sé —murmuró, su respiración cada vez más pesada—. Fabián y yo… no podemos parar. Es como si no existiera nada más.

Ambas hermanas, separadas por la distancia, pero unidas por la misma situación, quedaron en silencio por unos segundos. Ninguna sabía exactamente qué decir, ni cómo enfrentar lo que estaban viviendo. La sensación de estar completamente envueltas en la lujuria, enredadas en una pasión que no podían controlar, las había hecho más vulnerables de lo que jamás habían estado.

La Petición de Tatiana.

Tatiana se mordió el labio, luchando contra la tentación que sentía incluso al hablar con su hermana. Necesitaba pedirle un favor, algo que Drex y ella habían discutido en secreto.

María… —su voz temblaba, pero intentaba mantener la calma—, necesito pedirte un favor. Drex y yo… queremos saber si podrías hablar con Asha. Nos gustaría… más de esta poción.

El corazón de María latió con fuerza. Sabía que Tatiana le estaba pidiendo algo grande, pero no podía evitar notar el tono incómodo en la voz de su hermana. Algo no cuadraba. Tatiana no estaba contando toda la historia.

—¿Más? —preguntó María, desconcertada—. ¿Por qué necesitarías más? ¿Qué está pasando con ustedes?

Tatiana tragó saliva, sabiendo que no podía revelar todo lo que había sucedido con Asha, el libro atlante, o el tótem que había desatado tanto sufrimiento en ellos. María no lo entendería, no ahora, no mientras estaba envuelta en su propia espiral de lujuria con Fabián.

—Solo… confía en mí, María. Hay muchas cosas que no puedo contarte ahora, pero… Drex y yo necesitamos más de esta poción. Tú eres la favorita de Asha, y Drex cree que puedes hablar con ella para conseguirlo.

María, aún bajo los efectos de la poción, sintió un leve toque de desconfianza, pero estaba tan abrumada por el éxtasis que no pudo concentrarse en lo que estaba realmente ocurriendo. Fabián la abrazó con fuerza desde atrás, susurrándole palabras suaves al oído, y María decidió que no importaba.

Está bien, Tatiana… hablaré con Asha. No te preocupes —dijo, su voz entrecortada mientras cerraba los ojos, dejándose llevar una vez más por el deseo—. Haremos que todo esté bien.

La Tentación y el Poder de Asha.

La llamada terminó, pero María quedó con un sentimiento agridulce. Sabía que algo más estaba ocurriendo, pero en ese momento, su mente estaba demasiado consumida por el deseo para preocuparse realmente. Asha… esa vampira poderosa, misteriosa y cruel, tenía una influencia cada vez más profunda sobre ellos. Y aunque María temía lo que eso podría significar, no podía negar que le gustaba ser la favorita de Asha. Los días libres, las pociones, el talismán… todo era parte del juego.

Mientras Fabián la besaba con más fervor, María sabía que estaban caminando por un sendero oscuro, pero también sabía que no se detendrían. Asha les ofrecía poder y placer, y aunque lo temía, lo deseaba. Fabián tenía razón. Ya no había lugar para la moral. Solo quedaba rendirse al pecado y esperar que el precio no fuera demasiado alto.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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