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El cazador de almas perdidas – Creepypasta 158. Historias de Terror

 La Archicondesa de Purga, La Reina de la Agonía.

La Advertencia de Vambertoken.

La oscuridad en el pasillo que conducía a la sala era casi sofocante. Vambertoken caminaba delante de Asha, Drex, y Tatiana, cada paso resonando en la piedra fría. El vampiro, consciente del peligro latente en su amada, se detuvo frente a las enormes puertas de madera que llevaban a la sala donde los esperaba el Maestro Pizarro.

Asha, —dijo, su tono firme y autoritario—, te lo advierto. El Maestro Pizarro es solo un traductor, una herramienta necesaria. No le harás ningún daño.

Asha, con una sonrisa ladeada, levantó una ceja, claramente divertida por la advertencia. Era evidente que el Maestro Pizarro le importaba tanto como una mota de polvo en el aire. Sabía que él no representaba una amenaza ni algo de interés.

Seraph, —murmuró, con ese tono suave y venenoso—. Si es solo una herramienta… ¿qué daño podría hacerle?

Vambertoken no respondió, sabía que Asha comprendía. Pizarro no era más que una pieza en un juego más grande, y Asha no tenía interés en él.

Cuando finalmente entraron a la sala, Pizarro estaba inclinado sobre un enorme libro, sus manos temblorosas mientras repasaba los antiguos textos Atlantes que intentaba traducir. Su rostro mostraba agotamiento, frustración y una ligera desesperación.

Mi señor, —dijo Pizarro, con un leve temblor en la voz—, he hecho lo que he podido, pero… apenas he logrado traducir una página. Los textos Atlantes son complejos, y las runas que hablan de los tótems de la licantropía son especialmente intrincadas.

La Revelación de Asha.

Antes de que Vambertoken pudiera responder, Asha avanzó con una elegancia casi felina, sus ojos posándose en el libro que Pizarro sostenía. Un destello de reconocimiento cruzó su rostro, algo que ni Vambertoken había anticipado.

Atlante… —murmuró Asha, con una sonrisa lenta y peligrosa—. ¿Es eso lo que te ha detenido? Qué decepcionante.

Vambertoken se giró hacia Asha, sorprendido.

—¿Lo entiendes? —preguntó, con genuina curiosidad en su tono. No tenía idea de que Asha hablaba Atlante.

—Por supuesto, mi amado Seraph —dijo ella, tomando el libro con la misma facilidad con la que alguien sostendría una novela ligera—. Mi padre era Atlante. En mi casa se hablaba este idioma.

Pizarro quedó boquiabierto, sus manos cayendo a los lados con incredulidad. Asha comenzó a leer las complejas runas y símbolos con total calma, pasando página tras página, como si los textos fueran simples instrucciones.

—Me temo que tu traductor es un poco… insuficiente, Seraph —dijo, con un tono de diversión mientras sus ojos recorrían el texto—. Puedo hacer esto por ti.

La Condición de Asha.

Vambertoken no ocultó su satisfacción. Tener a Asha capaz de leer el libro Atlante era una ventaja invaluable, especialmente en lo que respectaba a los tótems de la licantropía. Pero, por supuesto, Asha no ofrecía su ayuda sin algo a cambio.

—Pero… —dijo Asha, cerrando el libro con un chasquido seco y volviendo su mirada hacia Tatiana y Drex—, no lo haré gratis. Quiero algo de ustedes dos.

Tatiana y Drex intercambiaron una mirada inquieta, sabiendo que lo que estaba por venir no sería fácil.

Quiero que me conmuevan, —dijo Asha, su sonrisa transformándose en una expresión cruel—. Quiero que supliquen por mi ayuda. Quiero verlos humillarse, para que yo decida si merecen mi generosidad.

Drex y Tatiana sabían que no había opción. Tatiana dio el primer paso, acercándose a Asha, con los recuerdos de su relación con Drex pesando en su mente.

El Pasado Oscuro de Drex y Tatiana.

Tatiana respiró profundamente antes de hablar, sus ojos luchando por contener las lágrimas que comenzaban a acumularse.

Drex y yo… hemos pasado, por tanto, Asha —comenzó, su voz apenas un susurro—. Él… él estaba muriendo, demasiado débil para alimentarse, y no había nadie más. Lo hice por él… cacé para él, para que pudiera sobrevivir.

Sus palabras estaban llenas de dolor, y Drex, al escucharla, bajó la cabeza, su orgullo destrozado por la realidad que habían vivido. Tatiana continuó, sus manos temblando mientras hablaba.

CarolinaCarolina fue su primer amor. Su fantasma estuvo entre nosotros durante tanto tiempo… sentí que nunca podría reemplazarla. Nunca podría ser lo que ella fue para él, y… —su voz se quebró—, siempre me vi a mí misma como una sustituta. Pero, hemos superado eso, Asha. Finalmente lo hicimos.

Drex, al escuchar esas palabras, apretó los puños. Las memorias de Carolina, la razón por la que se había convertido en licántropo, eran dolorosas. Él se transformó para vengarla, para darle justicia. Pero Tatiana había soportado esa sombra durante tanto tiempo, sin decir una palabra.

No soy perfecto, —dijo Drex, su voz ronca—. Perdí recuerdos, Tatiana tuvo que cargar con ellos. Y cuando me estaba hundiendo, cuando estaba perdiéndolo todo, fue ella quien me salvó. El collar de las cinco capas que ella lleva… es todo lo que evita que pierda mi mente. Asha, si tienes algún… vestigio de empatía, sabrás que no podemos perder esta oportunidad.

Las Confesiones de Tatiana.

Tatiana se adelantó un paso más, los recuerdos de los secretos que había guardado pesando sobre ella como una piedra.

—Asha, —dijo, con un tono casi de súplica—, he guardado secretos… he usado pociones para mantenerme estable, sin que Drex lo supiera. Lo hice porque no sabía cómo manejar todo. La presión, la oscuridad… necesitaba algo. Pero ya no hay más secretos entre nosotros, ni sombras que se interpongan.

Drex cerró los ojos, escuchando esas confesiones. Cada palabra era como una herida abierta, recordándole lo cerca que había estado de perderla.

Tatiana fue quien me mantuvo en pie cuando el mundo se caía a pedazos —dijo, su voz temblando—. Si quieres vernos humillados, Asha… ya estamos de rodillas. Pero te lo imploro, ayúdanos.

La Humillación de Tatiana y Drex.

Asha observaba el espectáculo que Tatiana y Drex habían comenzado a desplegar, pero su rostro se mantuvo impasible. La crueldad brillaba en sus ojos, y antes de que pudieran continuar, levantó una mano, interrumpiéndolos con un gesto.

—Es todo muy conmovedor… pero no es suficiente, —dijo con una sonrisa gélida—. ¿Cuándo van a empezar a humillarse realmente?

El aire en la sala pareció congelarse. Tatiana tragó saliva, su corazón latiendo con fuerza en su pecho, y miró a Drex a su lado. Ambos sabían lo que esto significaba. Sabían que el dolor que habían compartido no sería suficiente; Asha quería verlos rotos. Quería verlos arrodillados, mendigando.

Tatiana fue la primera en dar un paso hacia adelante. Sus ojos, llenos de lágrimas, se clavaron en los de Asha, pero en lugar de odio, lo que Asha encontró en ellos fue una súplica desesperada.

Asha, por favor… —susurró Tatiana, su voz apenas un eco—. No puedes entender lo que hemos pasado, no puedes entender el dolor… Drex estaba muriendo. Lo vi desmoronarse ante mis ojos, día tras día, sin poder hacer nada. Yo lo alimenté, yo maté por él, porque no había otra opción. Si no lo hubiera hecho… si no hubiera cazado para él… habría muerto.

Tatiana cayó de rodillas frente a Asha, sus manos temblando mientras intentaba contener los sollozos que sacudían su cuerpo. Sabía que esta era la única forma. Tenía que mostrarle a Asha que ya no tenía orgullo, que lo había perdido todo por salvar a Drex.

Me sentí un reemplazo durante tanto tiempo… —continuó, su voz quebrada—. Carolina, ella fue su vida, su amor verdadero. Y yo solo fui una sombra, una sustituta. Viví con ese fantasma, y aunque nunca lo decía, siempre sentí que nunca sería suficiente. Nunca sería ella.

Drex, al escuchar esas palabras, cayó a su lado, su respiración pesada y llena de culpa. Su propia voz estaba rota cuando finalmente habló.

Tatiana… nunca fuiste un reemplazo. Nunca lo fuiste. —Las lágrimas caían por sus mejillas mientras miraba a Asha, rogando por la vida de la mujer que amaba—. Carolina… murió. Y es cierto que la amé, que su muerte me destruyó. Fue por ella que me convertí en esto, en un licántropo. Me transformé para vengarla, para encontrar justicia en su nombre. Pero… —miró a Tatiana, su voz temblando—, fue Tatiana quien me trajo de vuelta. Ella me sacó de esa oscuridad, de ese vacío.

El Desgarrador Dolor de Drex.

Drex apretó los dientes, el dolor emocional se derramaba sobre él como una tormenta implacable.

Perdí recuerdos, Asha. Perdí partes de mí que jamás recuperaré. Tatiana tuvo que soportar eso. Ella me sostuvo cuando yo ni siquiera sabía quién era. ¿Sabes lo que es mirar a la persona que amas y no recordar su nombre? ¿No recordar los momentos felices? —Drex dejó escapar un sollozo, su voz quebrándose mientras hablaba—. Es un infierno. Y ella fue la única razón por la que sigo aquí. Ella cargó con todo mi dolor.

Tatiana miraba a Drex con lágrimas en los ojos, su cuerpo temblando mientras él se confesaba frente a Asha. La verdad que llevaban tanto tiempo escondiendo se desmoronaba entre ellos, expuesta en todo su dolor y fragilidad.

La Confesión de Tatiana.

Tatiana levantó la mirada hacia Asha, derrotada, sus lágrimas manchando su rostro mientras sus manos temblaban.

No he sido perfecta —dijo, con una voz débil y rota—. He guardado secretos de Drex, le he mentido… usé pociones para mantener la calma, para mantener mi cordura cuando todo se derrumbaba. No se lo dije, no quería que supiera lo débil que era, pero… ya no puedo más. Ya no tengo nada. No soy nada sin él.

Tatiana se inclinó más hacia adelante, su frente tocando el suelo, sus manos extendidas ante Asha, implorando, rota de dolor, completamente humillada.

Te lo ruego… —susurró, con una voz apenas audible, ahogada por las lágrimas—, ayúdanos. No lo hago por mí. Lo hago por él. Sin tu ayuda, no sé cuánto más podremos soportar. No puedo verlo sufrir más. No puedo verlo desaparecer otra vez.

La Cruel Propuesta de Asha.

Asha permanecía quieta, observando a Tatiana y Drex llorar, humillarse, abrir sus heridas más profundas frente a ella. Pero, a pesar de todo lo que había escuchado, aún no estaba satisfecha. Su sonrisa se amplió, helada y calculadora. No había visto suficiente dolor, no había visto la verdadera humillación que buscaba.

—Es conmovedor —dijo Asha, su voz teñida de burla—. Pero no es lo que quiero. Han hablado del dolor, del sacrificio, de lo que han hecho el uno por el otro. Pero… no he visto ese dolor. Las palabras son fáciles. Las lágrimas son fáciles. —Su tono se endureció, y sus ojos se volvieron oscuros—. Quiero verlo.

Tatiana, con los ojos aún llenos de lágrimas, levantó la mirada, confundida y asustada.

—¿Qué… qué más necesitas? —preguntó, su voz temblorosa.

Asha no respondió de inmediato. En su lugar, chasqueó los dedos, y uno de los sirvientes que la seguía entró en la sala empujando una silla con un hombre amordazado y encadenado. Sus ojos estaban abiertos de par en par, llenos de terror. Un cadáver vivo, el término que usaban los vampiros para aquellos que mantenían cautivos para su alimentación.

—Quiero que caces para él otra vez, Tatiana —dijo Asha, acercándose lentamente al hombre amordazado—. Quiero ver el mismo dolor que describiste, el mismo sacrificio.

Asha tomó el cuchillo que llevaba en su cinturón y, con un gesto lento, se lo ofreció a Tatiana.

—Aquí está tu presa, Tatiana. —Se inclinó y quitó la mordaza del hombre. El pobre desgraciado comenzó a llorar de inmediato, suplicando por su vida, rogando por piedad, sus ojos fijos en Tatiana.

—¡Por favor, no! ¡No me maten! ¡Tengo una familia! —gritaba el hombre, su voz quebrada por el miedo.

Tatiana retrocedió, horrorizada, mientras el hombre la miraba suplicante. El cuchillo que Asha le ofrecía temblaba en su mano.

—No… no puedo… —murmuró Tatiana, sus lágrimas volviendo a llenar sus ojos. El recuerdo de la vez que tuvo que cazar para Drex volvió a invadir su mente, esa sensación abrumadora de desesperación y el dolor de saber que Drex dependía de ella para sobrevivir.

Asha se inclinó hacia Tatiana, sus ojos brillando con satisfacción ante el tormento en su rostro.

Drex parece más una mascota que un compañero, ¿no crees? Y a las mascotas hay que alimentarlas, Tatiana. —Su tono era bajo, casi un susurro venenoso—. Si eres capaz de todo por él, como dices, esto no debería ser difícil, ¿verdad? Ya lo has hecho antes. Hazlo de nuevo.

Drex cayó de rodillas al lado de Tatiana, agarrando su brazo con desesperación.

No lo hagas. No puedo… no puedo verte hacer esto otra vez. ¡Por favor! —suplicó, con la voz desgarrada por el dolor.

Pero Asha no prestaba atención a Drex. Sus ojos estaban fijos en Tatiana, disfrutando de cada segundo de su tormento. Su sonrisa se amplió, cruel y despectiva.

Tatiana, —dijo Asha, con una sonrisa maliciosa—. Decide.

El hombre seguía llorando, con la cara manchada de lágrimas, mientras sus súplicas llenaban la sala. Tatiana, con el cuchillo temblando en su mano, no sabía qué hacer. Su respiración se aceleraba, su mente atrapada entre el pasado y el presente, entre lo que había hecho y lo que se le pedía hacer ahora. El dolor en su pecho se sentía insoportable.

Asha, disfrutando de la angustia de Tatiana, se inclinó más cerca.

Si realmente harías cualquier cosa por Drex, entonces esto debería ser fácil, ¿no? —susurró, su voz afilada como el cuchillo que Tatiana sostenía—. Mátalo. Haz lo que debes hacer.

Tatiana cerró los ojos, apretando los dientes mientras las lágrimas caían por sus mejillas. Drex a su lado, también llorando, agarró su brazo con más fuerza.

—¡Por favor, Tatiana! No lo hagas. No puedo soportar que te destruyas por mí. No otra vez… —suplicaba Drex, con una voz tan rota como su alma.

Asha, ignorando a Drex por completo, sonrió aún más.

—Ah, Tatiana… si Drex es solo una mascota, como parece, entonces no hay necesidad de hablar con los animales. Ellos no tienen voz en esto. —Levantó una ceja, disfrutando cada palabra—. ¿Lo harás o no?

El hombre seguía llorando, Tatiana seguía temblando, y Drex seguía suplicando. Pero Asha quería más. Quería ver el dolor en acción, no solo en palabras.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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