Que tenemos para ti

Lee GRATIS

El cazador de almas perdidas – Creepypasta 156. Historias de Terror

 La Tradición Vambertoken.

La Llegada y la Recepción del Cardenal.

El interior de la Catedral de México estaba impregnado de una tensión palpable cuando Vambertoken y Asha hicieron su entrada. Las enormes puertas se abrieron lentamente, y el cardenal, con una expresión que no lograba ocultar su terror, los recibió. Sabía que no tenía opción, que su deber lo obligaba a estar presente en este encuentro. Asha y Vambertoken no eran simples invitados; eran seres de otro mundo, una amenaza que sobrepasaba cualquier poder humano que él pudiera tener.

Vambertoken, con su traje barroco rojo carmesí que hacía juego con el vestido manchado de sangre de Asha, caminaba con una calma que solo incrementaba el miedo del cardenal. El color del traje era tan profundo, tan perfectamente combinado con la sangre que teñía el vestido de Asha, que parecía haber sido creado con la misma macabra tinta.

El cardenal tragó saliva, esforzándose por mantener la compostura.

—Asha —murmuró Vambertoken, recordándole suavemente la promesa que le había hecho—, prometiste comportarte lo mejor posible.

Asha, sin apartar la vista de la catedral, sonrió con una mezcla de encanto y amenaza velada.

Seraph, mi amor, haré lo que sea para hacerte feliz —dijo, con un tono que sugería que su idea de “comportarse” tenía su propio límite. Su presencia irradiaba autoridad y sensualidad, cada movimiento hipnótico, como si controlara el aire a su alrededor.

La Procesión hacia la Parte Principal de la Catedral.

El cardenal los guió hacia el corazón de la catedral, donde los esperaba Laura, la hija de Julián. Julián, quien caminaba al lado del cardenal, no podía ocultar su nerviosismo. Sabía lo que significaba esta ceremonia, pero lo que más lo inquietaba era la actitud de Asha hacia los vampiros convertidos como su hija. Aunque Asha no había dicho nada explícito, su desdén por los vampiros convertidos era bien conocido. Cada paso hacia Laura solo aumentaba la tensión en el aire.

Mientras avanzaban, Asha hablaba en susurros con Vambertoken, como si el resto de las personas presentes no existieran. De vez en cuando, olvidaba por completo a los demás y se sumía en conversaciones íntimas con Seraph, mirándolo con adoración.

—Seraph, querido, todo esto… aunque detesto cada aspecto de este lugar, lo haré por ti —susurró, su voz en tono suave, ignorando deliberadamente la presencia de Julián y el cardenal—. Aunque es difícil soportar tantas molestias… —añadió con una mueca de desdén, refiriéndose a los humanos y vampiros convertidos.

 

 

La Humillación de Laura.

Al llegar al centro de la catedral, Asha detuvo su paso frente a Laura. La mirada de Asha se posó en ella con una intensidad fría, evaluándola sin necesidad de palabras. Julián, consciente del peligro, intentó mantenerse cerca de su hija, pero sabía que no podía intervenir.

Asha, sin decir abiertamente que sabía quién era Laura, dejó entreverlo con una mirada que parecía perforar el alma de la joven vampira. Laura, sintiendo el peso de esa mirada, bajó la cabeza, incómoda, pero sabiendo que debía mostrar respeto.

Con una sonrisa que apenas ocultaba su crueldad, Asha decidió que sería más divertido jugar con la situación.

—Arrodíllate —ordenó, su tono suave pero lleno de autoridad, como si no hubiera alternativa posible.

Laura titubeó un segundo, sus ojos buscando a su padre, pero finalmente cayó de rodillas, sabiendo que no podía hacer otra cosa. Julián apretó los puños, tenso, pero se mantuvo en silencio.

Asha, satisfecha con la sumisión de Laura, se inclinó ligeramente hacia ella, dejando que su vestido manchado de sangre ondeara alrededor de su figura como una sombra oscura.

—Ahora, repite después de mí —dijo Asha, su voz cargada de malicia—. Di que soy la mujer más bella que ha existido, y que jamás existirá.

Laura, con la voz temblorosa, pero sin otra opción, repitió las palabras de Asha.

Eres la mujer más bella que ha existido, y que jamás existirá —dijo, su rostro lleno de vergüenza.

Asha sonrió, disfrutando de cada segundo. Controlarse era difícil, pero sabía que podía divertirse lo suficiente sin romper su promesa.

—Muy bien, pequeña —dijo Asha, con un gesto desdeñoso mientras apartaba su mirada de Laura, como si ya no mereciera su atención.

La Tensión al Máximo.

La tensión en la catedral había alcanzado un punto insostenible. Julián, que había presenciado la humillación de su hija, no pudo evitar sentir un odio profundo hacia Asha, pero sabía que no tenía el poder para enfrentarse a ella. El cardenal, por su parte, observaba con horror y miedo, incapaz de hacer nada más que observar cómo se desarrollaba la escena.

Asha, sin embargo, ya había perdido interés en todos los demás. De nuevo, se volvió hacia Vambertoken, hablándole en voz baja como si estuvieran solos en un salón privado.

Seraph, a veces me pregunto cómo soportas a estas criaturas tan inferiores —dijo, como si el resto de los presentes no existiera.

Vambertoken no respondió, su rostro inmutable como siempre, pero su silencio parecía una aceptación tácita de las palabras de Asha.

Mientras tanto, Laura, aún de rodillas, sentía que cada segundo bajo la mirada de Asha era una eternidad. Sabía que esta era solo una pequeña muestra del poder y crueldad de la prometida de Vambertoken, pero también sabía que no podía hacer nada más que soportarlo.

La tensión seguía creciendo, envolviendo a todos en la catedral como una sombra. Cada respiración se volvía más pesada, y el miedo a lo que Asha pudiera hacer seguía flotando en el aire, como una tormenta que no terminaba de desatarse.

La Llegada y la Recepción del Cardenal.

La tensión en la Catedral de México era palpable cuando Vambertoken y Asha hicieron su entrada. El Cardenal Yash, visiblemente nervioso, los recibió con una mezcla de temor y cortesía forzada. Sabía que no tenía elección en este asunto; enfrentarse a estos seres sobrenaturales no era una opción. Vambertoken, con su traje de gala rojo carmesí, que hacía juego perfecto con el vestido manchado de sangre de Asha, avanzaba con una elegancia tan letal como la promesa de violencia que irradiaba.

Asha, con su mirada fija en el cardenal, irradiaba desdén. Su presencia era tan hipnótica como aterradora, y cuando el cardenal habló, la tensión en su rostro solo aumentó.

—Es un honor recibirlos, Seraph Vambertoken y Asha Latshiktor —comenzó el cardenal, esforzándose por mantener la voz firme—. Nos sentimos agradecidos por el regalo que traen al Vaticano y queremos felicitarlos por su próximo matrimonio.

El simple uso del nombre “Seraph” por parte del cardenal fue suficiente para encender la furia de Asha. Ese nombre era solo de ella, nadie más tenía derecho a usarlo. El cardenal había cometido un error fatal, y Asha no estaba dispuesta a perdonarlo. Su rostro cambió de inmediato, pasando de la frialdad al odio puro, y su cuerpo se tensó como si estuviera lista para atacar.

¿Cómo te atreves a llamarlo así? —murmuró Asha, su voz como el filo de una daga—. Ese nombre solo lo uso yo. Tú no tienes derecho a pronunciarlo.

Vambertoken Interviene.

Antes de que Asha pudiera dar un paso hacia el cardenal, Vambertoken la detuvo. Colocó suavemente una mano en su brazo, pero su toque fue suficiente para detener su inminente ataque.

—Asha, querida, calma —susurró Vambertoken, con una autoridad tranquila—. Prometiste comportarte.

Asha lo miró, sus ojos aún llenos de furia, pero su conexión con él fue suficiente para que se controlara. Aunque su enojo no se desvanecía por completo, se retiró a regañadientes, lanzando una última mirada amenazante al cardenal.

—Solo por ti, Seraph —murmuró Asha, claramente disgustada, pero cediendo ante el deseo de su amado.

Julián y Fabián Bajo Presión.

Julián y Fabián, que observaban desde un costado, sentían cómo el miedo y la incomodidad se acumulaban en sus pechos. Ambos sabían que cualquier pequeño error podría desatar un desastre. El Vaticano no era un lugar que aceptara este tipo de influencias oscuras, pero aquí estaban, caminando sobre una línea muy delgada.

Aunque Laura ya sabía que sería nombrada ministra, Julián seguía nervioso. No por la ceremonia, sino por la constante amenaza que Asha representaba para su hija. Fabián, por su parte, sentía la misma presión, sabiendo que su fachada podría desmoronarse si la situación empeoraba. Asha era impredecible, y nadie podía decir cuánto tiempo mantendría el control.

La Calma de Vambertoken y el Ministerio.

Vambertoken, habiendo calmado la situación, giró su atención al Cardenal Yash, quien aún estaba pálido y tembloroso. Con su voz suave pero firme, Vambertoken retomó el control de la conversación.

—Mis disculpas, Cardenal Yash —dijo Vambertoken, inclinando ligeramente la cabeza—. Asha es muy protectora con ciertos aspectos de nuestra relación. Pero estamos aquí para continuar con nuestra misión de paz.

El cardenal asintió rápidamente, agradecido por el cambio de tema, aunque su rostro aún mostraba signos de miedo.

—Como parte de nuestra alianza con el Vaticano, es un honor nombrar oficialmente a Laura como la ministra del Ministerio de Vampiros Convertidos —anunció Vambertoken—. Este ministerio proporcionará un camino para que los vampiros convertidos, aquellos que una vez fueron humanos, puedan volver a buscar a Dios y encontrar su lugar en esta nueva existencia.

El Cardenal Yash, aunque asintió, no podía evitar sentir que la idea era una abominación. La contradicción de vampiros y fe le parecía un sinsentido, casi sacrílego. Sin embargo, sabía que no podía oponerse. El Vaticano había aceptado este convenio, y no le quedaba otra opción más que seguir adelante.

—Estamos… agradecidos por esta iniciativa —dijo el cardenal, aunque su tono era casi de resignación.

El Nuevo Camino de Laura.

Laura, quien ya sabía que sería nombrada ministra, se levantó lentamente después de la breve humillación anterior. Su padre, Julián, observaba en silencio, su rostro lleno de preocupación, pero también de orgullo. Sabía que este sería un nuevo capítulo en la vida de su hija, aunque el camino estuviera lleno de sombras y desafíos.

Vambertoken, manteniendo su compostura, dio un paso hacia Laura y extendió una mano.

—Laura, con este nombramiento, te encargo la guía de aquellos que buscan redimirse. El Ministerio de Vampiros Convertidos será tu responsabilidad, y estoy seguro de que lo llevarás con dignidad y sabiduría.

Laura, aún sintiendo la mirada de Asha quemándole la piel, aceptó la mano de Vambertoken con una reverencia silenciosa. Sabía que, aunque su padre estaba presente, estaba sola en este nuevo camino.

El Silencio Aplastante.

El silencio que siguió fue abrumador. El Cardenal Yash, aunque aceptaba el convenio, no podía evitar sentir una profunda incomodidad. Asha, siempre cerca de Vambertoken, seguía observando a todos los presentes con desdén, como si estuviera constantemente evaluando quién sería el siguiente en caer bajo su mirada.

Pero por ahora, el conflicto había sido controlado, y Vambertoken había logrado imponer su voluntad sobre la situación.

La Tradición Vambertoken.

Con la ceremonia en curso y la presentación oficial del Ministerio de Vampiros Convertidos ya completada, la atmósfera en la Catedral de México seguía siendo tensa. Vambertoken mantuvo su compostura perfecta, mientras que el Cardenal Yash apenas lograba controlar su nerviosismo. Era consciente de la peligrosa situación en la que se encontraba, pero también sabía que la tradición Vambertoken debía ser honrada. El regalo al Vaticano era una costumbre tan antigua como la misma Iglesia, una tradición establecida desde los tiempos de Zakfig Vambertoken.

—Cardenal Yash —comenzó Vambertoken, su voz resonando en el vasto espacio de la catedral—, mi familia siempre ha respetado los acuerdos y alianzas con la Iglesia. Como sabrá, es tradición para nosotros ofrecer un regalo al Vaticano cuando uno de los nuestros entra en matrimonio. Hoy, ese regalo es el Ministerio de Vampiros Convertidos. Un nuevo camino, un puente entre dos mundos.

El cardenal asintió, aunque su interior se debatía entre el horror y la obligación de aceptar tal propuesta. Asha, que había estado en un segundo plano, observando con su habitual desdén, decidió entonces que era el momento adecuado para añadir su toque personal a la situación.

La Sutil Amenaza de Asha.

Asha, moviéndose con la misma elegancia mortal que había mostrado desde el principio, se acercó al Cardenal Yash. Su vestido, aún manchado con la sangre del macabro festival con Vambertoken, ondeaba detrás de ella como un velo de oscuridad. El cardenal intentó no apartar la vista, pero la presencia de Asha lo aterraba profundamente.

—Cardenal… —dijo Asha en un susurro que hizo eco en las paredes de la catedral—. Espero que aprecie la generosidad de mi querido Seraph y la gran tradición de los Vambertoken. No todos tienen el privilegio de recibir un regalo tan… especial.

El Cardenal Yash tragó saliva, incapaz de pronunciar palabra. Asha se inclinó ligeramente hacia él, manteniendo su sonrisa encantadora pero letal.

—Pero recuerde —continuó Asha, con una dulzura que resultaba más amenazante que cualquier grito—, mi paciencia tiene límites. No sería prudente que esos límites se pusieran a prueba. Seraph ha hecho una gran concesión esta noche… no lo haga arrepentirse de ello.

El cardenal asintió frenéticamente, entendiendo perfectamente el mensaje oculto en las palabras de Asha. Sabía que no tenía margen de error en esta situación, y que cualquier intento de oponerse a la voluntad de Vambertoken y Asha podría tener consecuencias nefastas.

El Final de la Ceremonia.

Con la amenaza sutil de Asha todavía colgando en el aire, Vambertoken intervino una vez más, colocando una mano sobre el hombro de Asha, no solo para calmarla, sino para concluir el evento con una sensación de control restaurado.

—Agradecemos al Vaticano por aceptar nuestra ofrenda —dijo Vambertoken, con una reverencia—. Estoy seguro de que esta alianza será fructífera para ambos lados.

El cardenal, tembloroso, pero manteniendo la compostura, asintió. Sabía que, aunque el regalo que habían recibido era una abominación para su fe, no tenía otra opción más que aceptarlo.

Asha, por su parte, se retiró junto a Vambertoken, sus ojos aún fijos en el cardenal, mientras Laura, ya nombrada ministra, observaba todo desde su lugar, sintiendo el peso del nuevo rol que debía asumir.

La ceremonia había terminado, pero la tensión seguía palpitando en cada rincón de la catedral. Asha, siempre consciente de su poder, se despidió con una última mirada depredadora, sabiendo que había dejado una marca indeleble en los corazones de todos los presentes.

Vambertoken, siempre el maestro del control, se acercó al centro de la catedral, dejando que sus palabras resonaran en los ecos del vasto recinto.

—El voto de castidad —dijo en voz baja pero firme—, es una promesa sagrada en la Iglesia. Un compromiso con Dios para rechazar los placeres carnales, una elección que pone a prueba la fe y el espíritu. Pero hay algo que muchos no comprenden sobre este voto: no es solo una renuncia al deseo, sino también una forma de protegerse de lo que nunca podrán poseer.

Mientras hablaba, Vambertoken avanzó lentamente hacia uno de los hombres de fe que se encontraba resguardando la catedral. El hombre, que había permanecido en su lugar con la cabeza baja en señal de respeto, no advirtió el peligro que se acercaba hasta que sintió la mano fría de Vambertoken sobre su cabeza.

—Mírame —susurró Vambertoken, mientras con una fuerza inhumana lo forzaba a levantar la vista.

Con un movimiento violento y preciso, Vambertoken empujó al hombre hacia Asha, acercando su rostro al cuerpo de ella, como si lo estuviera obligando a rendirse ante su belleza imposible. Los ojos del hombre estaban llenos de terror, pero no tenía poder para resistirse.

Mírala —ordenó Vambertoken, su voz oscura y peligrosa—. Contempla lo que jamás podrás tener.

Mientras hablaba, un torrente de magia arcana atravesó la cabeza del pobre sujeto. Su conciencia y existencia fueron devoradas, transformándolo en poco más que una cascarilla vacía, un zombi sin voluntad propia. Los ojos del hombre se volvieron vidriosos, y su cuerpo quedó rígido, a merced de la voluntad de Vambertoken.

Asha, por su parte, observaba la escena con una mezcla de desdén y placer. Vambertoken no permitiría que nadie más la mirara de esa manera. Y cuanto más se mostraba su posesividad, más evidente se hacía que su compromiso con Asha no era meramente por conveniencia o poder, sino por algo mucho más profundo, algo oscuro y siniestro que los unía.

El cardenal, aterrado y sudoroso, observaba en silencio, sin atreverse a intervenir. Cuando la escena terminó, con el hombre reducido a un estado de no-muerte, el cardenal finalmente se armó de valor para despedir a Vambertoken y Asha.

—Les agradecemos su… visita —dijo el cardenal, con una voz que temblaba, pero que intentaba sonar cálida—. Y, por supuesto, el Vaticano estará a su disposición para este convenio.

El terror en sus ojos era inconfundible. Sabía que el Vaticano estaba siendo manipulado por un poder mucho mayor, pero no había forma de resistirse sin consecuencias devastadoras.

Vambertoken, satisfecho con el resultado, le dedicó una última mirada al cardenal antes de volverse hacia Asha. A medida que ambos se retiraban, la catedral quedó sumida en un silencio opresivo. El cardenal sabía que lo que acababa de presenciar era solo el comienzo de algo mucho más oscuro.

El vampiro había mostrado a todos que su compromiso con Asha iba mucho más allá de lo político o lo estratégico. Era una unión de poder y deseo, y nadie osaría interferir en ella sin pagar un precio muy alto.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

Audio Libro GRATIS

¿Te gustaría disfrutar de este contenido en formato de AUDIO LIBRO GRATIS? Aprovecha!!

Volver a la Lista de Cuentos

Recuerda que siempre puedes volver a consultar nuestros libros en formato de AUDIO LIBRO GRATIS en nuestro canal de Youtube. NO OLVIDES SUSCRIBIRTE

Síguenos en las Redes

Descarga nuestra App

Disfruta GRATIS de los mejores libros para Leer o Escuchar sobre Esoterismo, Magia, Ocultismo.

Disfruta GRATIS de los mejores libros para Leer o Escuchar para los pequeños grandes del mañana.

Disfruta de la historia de Terror más oscura y MARAVILLOSA que está cautivando al mundo.

Retira en Nequi, Daviplata, Tarjetas Netflix, Bitcoin, Tarjeta Visa Prepagada, ETC.