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El cazador de almas perdidas – Creepypasta 152. Historias de Terror

 Amor y Lujuria Vampírica.

El Silencio y el Eco.

El aire estaba cargado de tensión. María seguía a Asha y Vambertoken por los largos pasillos de la mansión, sus pasos resonando suavemente contra el mármol pulido. Asha, como siempre, caminaba con esa mezcla de arrogancia y gracia que la caracterizaba, mientras Vambertoken permanecía impasible a su lado, con esa calma aterradora que nunca lo abandonaba. Sin embargo, había algo más en el aire esta vez. Algo diferente.

María lo notó desde el primer momento en que Asha bebió la poción de lujuria mezclada con sangre. Sabía que la poción era poderosa, más de lo que Asha había admitido, y ahora podía ver cómo empezaba a surtir efecto. Los ojos de Asha brillaban con una intensidad que no solía mostrar, y la distancia emocional que siempre mantenía parecía desvanecerse lentamente, como si su corazón de piedra empezara a derretirse bajo el influjo de la mezcla.

Vambertoken, por otro lado, mantenía su habitual máscara de serenidad, pero María podía notar algo extraño en su comportamiento. La poción también lo estaba afectando. Sus gestos, aunque medidos, eran más lentos, como si estuviera luchando contra algo dentro de sí. Y mientras caminaban hacia la habitación privada que Asha había amoblado, María sintió que algo oscuro se cernía sobre ellos.

Finalmente, llegaron a la puerta de un cuarto mal insonorizado. María había estado en las inmediaciones de esa habitación antes, pero nunca había entrado. Conocía los rumores: el sillón angosto, la cama king, y esos interminables vestidos que Asha atesoraba, más de mil, colgando como fantasmas de seda y encaje a lo largo de las paredes. Era una habitación creada para satisfacer los caprichos de Asha, y ahora se preparaba para algo mucho más siniestro.

Asha se detuvo ante la puerta, soltando un suspiro largo y profundo, como si estuviera disfrutando del momento. Se giró hacia Vambertoken, sus ojos brillando con una mezcla de deseo y malicia.

—Quiero quince humanos frescos —dijo en un tono suave, pero su voz cargada de un hambre insaciable—. Los necesitaré pronto.

María se estremeció al escuchar esas palabras. Sabía lo que eso significaba. Sabía lo que Asha iba a hacer. El horror de la realidad se le clavó en la mente como una daga, pero no podía hacer nada. Era la favorita de Asha, y esa posición la mantenía a salvo… por ahora.

Asha y Vambertoken entraron al cuarto y la puerta se cerró lentamente. María se quedó afuera, sola. Podía sentir el peso de todo lo que acababa de presenciar, y su mente empezó a correr en mil direcciones, intentando comprender lo que estaba sucediendo detrás de esa puerta.

La Profundidad del Horror.

María se quedó quieta, con la espalda pegada a la fría pared del pasillo. Desde el otro lado de la puerta, los sonidos comenzaban a elevarse, un extraño e inquietante crescendo de gritos y gemidos que la hicieron sentir un nudo en el estómago. Sabía lo que Asha estaba haciendo, pero algo en el ambiente era distinto esta vez, algo más perturbador de lo habitual. Vambertoken… él nunca había hecho sonidos como esos.

Su mente comenzaba a divagar, buscando sentido a todo lo que estaba ocurriendo. ¿Cómo había terminado aquí? Era la favorita de Asha, su escolta personal, y eso le otorgaba una extraña forma de protección en este mundo oscuro. Pero también la había sumergido en horrores que la perseguían día tras día. La verdad era que María nunca se había sentido tan perdida como en este momento. Ser la favorita de Asha tenía su precio, uno que, lentamente, empezaba a devorar su alma.

“¿Por qué yo?” se repetía en su cabeza. “¿Por qué me ha elegido a mí? No soy como ellos, no soy como Asha o Vambertoken. No tengo esa oscuridad dentro de mí… o al menos eso quiero creer.” Cada día que pasaba, sentía cómo esa oscuridad la rodeaba más, envolviéndola, infiltrándose en sus pensamientos. Sentía que, cuanto más tiempo pasaba junto a Asha, más difícil sería salir de ese abismo en el que se encontraba atrapada.

De repente, el ruido de pasos resonó en el pasillo. Tatiana apareció, escoltando a los cadáveres encapuchados que Asha había solicitado, los cuerpos de los humanos que, aún frescos, serían sacrificados en este ritual grotesco. María observó en silencio cómo Tatiana caminaba con una expresión dura y fría, pero sus ojos mostraban el peso de las revelaciones recientes. Tatiana detuvo su paso al cruzar miradas con María.

—Están listos —murmuró Tatiana, su voz áspera. Luego, sin esperar respuesta, se inclinó hacia ella, como si buscara consuelo en una breve conversación. Su tono, aunque controlado, revelaba el caos emocional que llevaba dentro—. María… —Tatiana bajó la voz—. Quiero hablar con Drex después de esto.

María sintió una punzada de inquietud. La idea de Drex y Tatiana en medio de toda esta confusión solo añadía más peso a lo que ya estaba ocurriendo. Las acusaciones de Asha sobre las pociones aún resonaban en la mente de María, y aunque no sabía toda la verdad, el hecho de que se insinuara algo tan turbio entre Tatiana y Drex le hacía dudar de todo lo que creía conocer.

—Tatiana —comenzó María, sin poder ocultar su propia inquietud—, ¿esas cosas que dijo Asha… son ciertas?

Tatiana hizo una pausa, su mirada se endureció. Parecía cansada, como si llevara sobre sus hombros más peso del que podría soportar.

—No he usado esas pociones con Drex —respondió, su tono firme—. Pero Asha… ella siempre encuentra la manera de torcer la verdad, de hacer que las dudas te destruyan. No la dejes. —Tatiana miró a los cadáveres que escoltaba, con la misma frialdad que usaba para proteger su propio corazón—. Tengo que irme. Esto… —hizo una pausa, como si las palabras se le atorasen en la garganta—. Esto va a terminar pronto. Cuida de ti misma, María.

Y con eso, Tatiana se fue.

El Monólogo Interno de María.

María se quedó sola, el eco de los pasos de Tatiana desapareciendo por el pasillo. Las palabras de su compañera resonaban en su mente, y ahora, más que nunca, se sentía atrapada en el horror de la situación. Sabía que había cosas que no podía controlar, pero cada vez era más difícil ignorar lo que sentía. Asha la había arrastrado a este mundo, y aunque ella quería creer que aún podía escapar, la realidad era que la oscuridad seguía arrastrándola más y más profundo.

“¿Por qué sigo aquí?” se preguntó, con el corazón palpitando violentamente en su pecho. “¿Por qué sigo siendo su favorita?”.

Los sonidos detrás de la puerta comenzaron a intensificarse, y María sintió que su piel se erizaba. Los gritos eran claros ahora, pero no eran los de las víctimas, aún. Eran de Vambertoken. El vampiro siempre había sido una figura de control absoluto, alguien a quien nunca había visto mostrar ninguna emoción, y ahora sus gemidos se mezclaban con los de Asha. María apretó los dientes, el horror de esa escena la golpeaba profundamente.

—¿Qué está pasando? —murmuró para sí misma, con una mezcla de incredulidad y miedo—. ¿Qué le está haciendo Asha?

Nunca había escuchado a Vambertoken de esa manera. Nunca nadie lo había escuchado así. Incluso Asha, con toda su excentricidad, nunca había sido capaz de sacar ese tipo de reacciones de él… hasta ahora. Era como si algo en su interior se hubiera roto, y lo peor era que María podía sentir el eco de esa fractura en su propia mente. Todo lo que había creído sobre él, sobre Asha, sobre este mundo, estaba desmoronándose frente a sus ojos.

“Los gritos…”. Esos gritos llenaban el aire como cuchillos, perforando su mente. “No son solo los suyos.”. Ahora también podía escuchar los gritos de los humanos frescos que habían llevado al cuarto. Los cuerpos encapuchados que Tatiana había escoltado estaban siendo consumidos, uno por uno. El placer y la agonía se mezclaban en una sinfonía macabra que hacía eco en los pasillos.

—Esto… esto no es normal —María se llevó las manos a la cabeza, sus pensamientos atropellándose unos con otros—. Asha siempre ha sido sádica, pero Vambertoken… nunca… él jamás se había dejado llevar así. ¿Qué está haciendo? ¿Qué le está haciendo ella?

El Horror Creciente.

Con cada segundo que pasaba, los sonidos se volvían más intensos, más perturbadores. María sintió cómo el suelo bajo sus pies temblaba ligeramente, una señal de que los rituales arcanos que Asha y Vambertoken practicaban estaban alcanzando un nuevo nivel. Pero este no era solo un ritual. Esto era algo más… algo más oscuro. Y ella lo sabía.

—¿Qué me está haciendo todo esto? —se preguntó en voz alta, sintiendo cómo su cuerpo temblaba—. ¿Cómo es que puedo seguir aquí… escuchando esto? Cada grito, cada gemido… es como si rasgaran algo en mí. Como si todo lo que soy estuviera a punto de romperse.

Los gritos de Vambertoken se alzaron una vez más, más intensos, más profundos. Jamás había mostrado tanto placer. Jamás había mostrado tanto dolor. El control que siempre había mantenido se desvanecía, y con cada sonido, María sentía cómo algo en su propia alma se rompía también. “¿Es este el destino que me espera, siendo la favorita de Asha?” pensó, horrorizada.

—Dios… —susurró María, su voz apenas un hilo—. Esto no puede estar pasando. No así.

Pero sí estaba ocurriendo. Y no había forma de detenerlo.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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