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En un rincón mágico del mundo, donde las nubes tocaban las cimas y los ríos cantaban al compás del viento, se erguía la Montaña de los Sueños. Este lugar era conocido por su inigualable belleza y la armonía que reinaba entre todos los seres que lo habitaban. En sus praderas florecían miles de flores de colores brillantes, y el zumbido de las abejas llenaba el aire con una dulce melodía. Pero lo que hacía verdaderamente especial a la Montaña de los Sueños era la cooperación que existía entre todos sus habitantes.

En el corazón de esta montaña vivía una pequeña abeja llamada Abejita. Era una trabajadora incansable, siempre dispuesta a ayudar a quien lo necesitara. Abejita tenía un gran sentido del deber y un corazón aún más grande. Su hogar era una colmena dorada ubicada en un árbol alto que parecía tocar el cielo. Desde allí, Abejita observaba el mundo con curiosidad y entusiasmo.

Una mañana soleada, mientras Abejita recogía néctar de una hermosa flor llamada Florcita, comenzó a escucharse un murmullo en la pradera. Abejita se detuvo y prestó atención. El murmullo provenía de un grupo de flores que discutían acaloradamente. Abejita, siempre dispuesta a ayudar, voló rápidamente hacia ellas.

—¿Qué sucede? —preguntó Abejita al acercarse al grupo.

—Es Florcita —respondió una flor azul llamada Azulina—. Está preocupada porque no puede alcanzar la luz del sol. Las otras flores están creciendo muy rápido y le están haciendo sombra.

Florcita, una delicada flor de pétalos rosados, bajó la mirada con tristeza. Sus pétalos temblaban ligeramente al viento, y se podía ver que necesitaba ayuda.

—No te preocupes, Florcita —dijo Abejita con una sonrisa—. Estoy segura de que entre todos podemos encontrar una solución.

Las flores comenzaron a susurrar entre sí, intercambiando ideas y sugerencias. Pero ninguna parecía ser la adecuada. Fue entonces cuando apareció Zorri, un zorro astuto y siempre dispuesto a colaborar. Zorri escuchó la situación y se unió a la conversación.

—Podríamos organizar una cadena de ayuda —propuso Zorri—. Si cada uno de nosotros aporta un poco, seguro que encontramos una manera de que Florcita reciba la luz del sol que necesita.

Abejita asintió con entusiasmo y comenzó a organizar a todos los presentes. Las flores más altas, como el Girasol y la Margarita, se ofrecieron a inclinarse ligeramente para dejar pasar los rayos del sol. Las abejas, lideradas por Abejita, comenzaron a buscar una posición más favorable para Florcita. Mientras tanto, Zorri y otros animales del bosque, como el conejo Brincón y el ciervo Cervatillo, ayudaban a despejar el área de ramas y hojas que impedían el paso de la luz.

El esfuerzo conjunto comenzó a dar frutos. Poco a poco, Florcita empezó a recibir más luz y sus pétalos recobraron su brillo habitual. Las demás flores sonrieron satisfechas al ver que su cooperación había hecho una gran diferencia.

Pero no todo era tan sencillo en la Montaña de los Sueños. Mientras trabajaban, una nube oscura comenzó a formarse en el horizonte. Abejita la observó con preocupación y decidió advertir a sus amigos.

—¡Miren esa nube! —exclamó—. Parece que se avecina una tormenta.

Los animales y las flores miraron hacia el cielo y sintieron un escalofrío. Sabían que las tormentas en la Montaña de los Sueños podían ser intensas y peligrosas. Sin embargo, en lugar de dejarse llevar por el miedo, decidieron unirse aún más.

—Tenemos que protegernos y cuidar de nuestras flores —dijo Azulina con determinación—. ¡Trabajemos juntos para asegurarnos de que todos estemos a salvo!

Abejita, Zorri y los demás comenzaron a organizar un plan. Las abejas se encargaron de recolectar néctar adicional para fortalecer a la colmena. Las flores se agruparon para protegerse mutuamente del viento y la lluvia. Los animales del bosque construyeron refugios temporales con ramas y hojas, asegurándose de que todos tuvieran un lugar seguro donde resguardarse.

La tormenta llegó con fuerza, pero los habitantes de la Montaña de los Sueños estaban preparados. La lluvia caía en torrentes y el viento rugía, pero dentro de los refugios, todos estaban a salvo y juntos. Abejita voló de un refugio a otro, asegurándose de que todos estuvieran bien.

—Gracias a todos por su cooperación —dijo Abejita cuando la tormenta comenzó a amainar—. Juntos hemos superado esta dificultad.

Las flores, los animales y las abejas sonrieron con alivio y gratitud. La tormenta había sido un desafío, pero también una oportunidad para demostrar el poder de la cooperación. Florcita, que ahora recibía luz solar suficiente gracias a la ayuda de todos, florecía con más fuerza que nunca.

El sol volvió a brillar en la Montaña de los Sueños, y sus habitantes retomaron sus actividades diarias. La experiencia de la tormenta había fortalecido sus lazos y les había enseñado que, cuando trabajan juntos, pueden superar cualquier obstáculo.

Abejita, satisfecha con el resultado, voló de regreso a su colmena. Desde lo alto del árbol, observó la pradera llena de vida y armonía. Sabía que siempre habría desafíos, pero también sabía que la cooperación de todos haría de la Montaña de los Sueños un lugar aún más maravilloso.

Y así, con el corazón lleno de esperanza y gratitud, Abejita se preparó para un nuevo día, segura de que, pase lo que pase, la cooperación siempre beneficiará a todos

 

La Montaña de los Sueños estaba en plena primavera, y la vida bullía por todas partes. Las flores florecían en colores vibrantes, las abejas zumbaban de flor en flor, y los animales del bosque disfrutaban de la abundancia de la naturaleza. Sin embargo, algo inesperado estaba a punto de poner a prueba la cooperación que tanto valoraban sus habitantes.

Una mañana, Abejita se encontraba recolectando néctar junto a Florcita y Azulina, cuando de repente escucharon un ruido ensordecedor. Al levantar la vista, vieron a un enorme grupo de aves migratorias volando hacia la montaña. Las aves, cansadas y hambrientas, descendieron sobre la pradera en busca de alimento y descanso.

—¡Miren esas aves! —exclamó Florcita—. Parecen agotadas.

Abejita voló hacia el líder del grupo, una majestuosa águila llamada Águila Real, que aterrizó pesadamente en el suelo.

—¡Bienvenidos a la Montaña de los Sueños! —dijo Abejita con amabilidad—. ¿En qué podemos ayudarles?

Águila Real, con una expresión de gratitud, explicó la situación.

—Venimos de tierras lejanas y hemos viajado muchos días sin descanso. Nuestras provisiones se han agotado y necesitamos encontrar comida y refugio para recuperarnos.

Abejita, comprendiendo la urgencia de la situación, reunió rápidamente a los habitantes de la montaña.

—¡Todos, escuchen! —dijo con voz firme—. Nuestras amigas aves necesitan ayuda. Debemos encontrar una manera de proporcionarles alimento y refugio.

Las flores, las abejas y los animales del bosque se miraron unos a otros, preocupados pero decididos. Sabían que la única manera de ayudar a las aves era trabajando juntos.

—Podemos compartir nuestro néctar —sugirió Azulina—. Aunque no sea suficiente para todas, al menos les dará algo de energía.

Las abejas asintieron y comenzaron a recolectar néctar adicional para las aves. Mientras tanto, los animales del bosque, liderados por Zorri y Brincón, empezaron a construir refugios improvisados con ramas y hojas. Los ciervos, usando su fuerza, ayudaron a transportar grandes cantidades de materiales para asegurarse de que las aves tuvieran un lugar seguro donde descansar.

Águila Real observó con asombro y gratitud cómo los habitantes de la montaña trabajaban juntos sin descanso. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que el néctar no sería suficiente para alimentar a todas las aves. Fue entonces cuando Cervatillo tuvo una idea.

—Hay un valle cercano lleno de bayas y frutas silvestres —dijo Cervatillo—. Podemos organizar un grupo para ir a recolectarlas y traerlas aquí.

Sin perder tiempo, un grupo de animales se dirigió al valle, guiados por Cervatillo. Abejita decidió acompañarlos para asegurarse de que todo fuera según lo planeado. El camino al valle era largo y lleno de obstáculos, pero la determinación de los animales los impulsaba a seguir adelante.

En el valle, encontraron una abundancia de bayas y frutas. Abejita y los demás comenzaron a recolectarlas con rapidez, llenando cestas y sacos improvisados. Mientras trabajaban, Abejita se dio cuenta de que no sería fácil transportar todo el alimento de regreso a la montaña.

—Necesitaremos más ayuda —dijo Abejita—. No podemos hacerlo solos.

Abejita envió a algunas abejas de regreso a la montaña para pedir refuerzos. Poco después, llegaron más animales, dispuestos a ayudar. Juntos, formaron una cadena de transporte, pasando las cestas de unas patas a otras, asegurándose de que cada fruta llegara a su destino.

Mientras tanto, en la Montaña de los Sueños, Zorri y Brincón estaban supervisando la construcción de los refugios. Las aves, aunque agotadas, se unieron al esfuerzo, ayudando en lo que podían. Águila Real, conmovida por la generosidad de los habitantes de la montaña, decidió compartir algo de su conocimiento.

—En nuestros viajes hemos aprendido muchos secretos de la naturaleza —dijo Águila Real—. Podemos enseñarles a cultivar ciertas plantas que pueden proporcionar más alimento en el futuro.

Las flores y los animales escucharon con atención. La idea de aprender nuevas técnicas de cultivo les entusiasmó, y comenzaron a planificar cómo podrían implementar esos conocimientos una vez que las aves se hubieran recuperado.

Después de muchas horas de arduo trabajo, el grupo de recolectores regresó con las cestas llenas de bayas y frutas. Las aves, al ver la cantidad de alimento que habían traído, se llenaron de gratitud y emoción.

—Gracias a todos —dijo Águila Real—. Su generosidad y cooperación nos han salvado. Nunca olvidaremos lo que han hecho por nosotros.

Los habitantes de la Montaña de los Sueños compartieron una comida festiva con las aves, celebrando la unión y el esfuerzo conjunto. Durante la comida, Abejita y Águila Real hablaron sobre cómo podrían seguir colaborando en el futuro para asegurarse de que siempre hubiera suficiente alimento para todos.

Esa noche, bajo el cielo estrellado, las aves descansaron en sus nuevos refugios, mientras los animales del bosque y las flores dormían con el corazón lleno de satisfacción. La Montaña de los Sueños había demostrado una vez más que la cooperación era la clave para superar cualquier desafío.

Sin embargo, una nueva prueba estaba por venir. Unos días después, mientras Abejita supervisaba el cultivo de las nuevas plantas que Águila Real les había enseñado a sembrar, un ruido sordo sacudió la montaña. Todos se detuvieron y miraron alrededor con preocupación.

—¿Qué fue eso? —preguntó Florcita, nerviosa.

Abejita voló rápidamente hacia el origen del ruido, seguida de cerca por Zorri y Brincón. Descubrieron que un gran árbol había caído, bloqueando el río que proporcionaba agua a toda la pradera. Sin el flujo de agua, las plantas y flores comenzarían a marchitarse, y los animales no tendrían suficiente para beber.

—Esto es grave —dijo Zorri, observando el bloqueo—. Debemos despejar el río lo antes posible.

Abejita asintió y llamó a una reunión urgente con todos los habitantes de la montaña. Explicó la situación y la necesidad de actuar rápidamente.

—Necesitamos trabajar juntos para mover el árbol y restaurar el flujo de agua —dijo Abejita con determinación—. Si todos colaboramos, estoy segura de que lo lograremos.

Las aves, aunque aún no estaban completamente recuperadas, se ofrecieron a ayudar. Águila Real organizó a su grupo para trabajar junto a los animales del bosque. Las abejas, lideradas por Abejita, volaron alrededor del árbol, buscando puntos débiles donde pudieran aplicar su fuerza colectiva.

Con esfuerzo y cooperación, comenzaron a mover el árbol poco a poco. Era un trabajo duro y agotador, pero la determinación de todos era inquebrantable. Finalmente, después de horas de trabajo, lograron despejar el río y el agua comenzó a fluir de nuevo.

Un grito de alegría resonó por la Montaña de los Sueños. Los habitantes celebraron su éxito, sabiendo que solo gracias a la cooperación habían podido superar otro desafío. Abejita, observando a sus amigos y el río resplandeciente bajo el sol, se sintió más orgullosa que nunca de formar parte de esa maravillosa comunidad.

La alegría de los habitantes de la Montaña de los Sueños era palpable. Tras haber despejado el río, todo volvía a la normalidad, y la colaboración entre las flores, los animales y las aves había fortalecido aún más los lazos de amistad y cooperación. Abejita volaba de un lado a otro, asegurándose de que cada detalle estuviera en orden y de que todos se sintieran bien.

Mientras la comunidad celebraba su victoria, Águila Real convocó una reunión especial. Había algo importante que quería compartir con todos.

—Queridos amigos —comenzó Águila Real—, en nuestros viajes hemos aprendido mucho, pero aquí hemos descubierto algo aún más valioso: el poder de la cooperación y la amistad. Quisiéramos dejar un legado en esta montaña para recordar siempre la importancia de trabajar juntos.

Los habitantes de la montaña escuchaban con atención y curiosidad. Águila Real propuso construir un Jardín de la Cooperación, un lugar donde todas las especies pudieran plantar semillas que simbolizaran su esfuerzo conjunto.

—Este jardín será un recordatorio constante de lo que podemos lograr cuando unimos nuestras fuerzas —dijo Águila Real con una sonrisa.

La idea fue recibida con entusiasmo. Abejita, siempre dispuesta a ayudar, se ofreció para coordinar la construcción del jardín. Los animales, las flores y las aves comenzaron a trabajar juntos una vez más, con el mismo espíritu de cooperación que los había llevado a superar tantos desafíos.

El lugar elegido para el Jardín de la Cooperación era una ladera soleada, donde la tierra era fértil y el agua del río llegaba fácilmente. Abejita y Zorri diseñaron un plan para organizar el jardín, con diferentes secciones para cada tipo de planta. Florcita y Azulina se encargaron de seleccionar las flores más hermosas y resistentes, mientras Cervatillo y Brincón buscaban piedras y ramas para crear senderos y bordes.

Cada habitante de la montaña aportó su granito de arena. Las aves trajeron semillas de lugares lejanos, los ciervos ayudaron a cavar y preparar la tierra, y las abejas polinizaron las flores recién plantadas. El trabajo en equipo era evidente en cada rincón del jardín.

Mientras trabajaban, Abejita notó que había una flor pequeña y delicada que aún no había encontrado su lugar en el jardín. Se trataba de Florita, una flor tímida y de colores suaves que había sido siempre una espectadora más que una participante activa en las actividades de la montaña. Abejita decidió hablar con ella.

—Hola, Florita —dijo Abejita con suavidad—. He notado que no has plantado tu semilla en el jardín. ¿Hay algo que te preocupe?

Florita, con una voz casi inaudible, respondió:

—Es que no sé si puedo aportar algo valioso al jardín. Todas las demás flores son tan fuertes y bonitas, y yo solo soy una flor pequeña y frágil.

Abejita sonrió y se posó suavemente sobre uno de los pétalos de Florita.

—Cada flor tiene su propio valor y belleza, Florita. La cooperación no se trata de ser la más grande o la más fuerte, sino de unir nuestras fuerzas y talentos únicos. Estoy segura de que tienes algo especial que aportar.

Conmovida por las palabras de Abejita, Florita decidió intentarlo. Con la ayuda de Abejita y las demás flores, plantó su semilla en una esquina del jardín, donde pronto comenzó a crecer y florecer. La pequeña flor se convirtió en un símbolo de que todos, sin importar su tamaño o fortaleza, tienen algo valioso que aportar.

Días más tarde, el Jardín de la Cooperación estaba terminado. Era un lugar de una belleza extraordinaria, lleno de colores y vida. Los senderos de piedra serpenteaban entre parterres de flores, y una pequeña fuente en el centro proporcionaba agua fresca y cristalina.

Para celebrar la inauguración del jardín, Águila Real organizó una gran fiesta. Todos los habitantes de la Montaña de los Sueños se reunieron para disfrutar de música, baile y comida. Las aves cantaron canciones de lugares lejanos, los animales del bosque realizaron danzas tradicionales, y las flores se balanceaban al ritmo de la música, creando una atmósfera mágica.

Durante la fiesta, Águila Real se dirigió a todos con un discurso emotivo.

—Hoy celebramos no solo la creación de este hermoso jardín, sino también la fuerza de nuestra comunidad. La cooperación nos ha permitido superar desafíos y construir algo maravilloso. Que este jardín sea siempre un recordatorio de lo que podemos lograr cuando trabajamos juntos.

Las palabras de Águila Real resonaron en los corazones de todos. Abejita, observando la alegría y la unión de sus amigos, sintió una profunda satisfacción. Sabía que, aunque siempre habría nuevos desafíos, la Montaña de los Sueños estaba preparada para enfrentarlos gracias a la cooperación y la amistad.

La fiesta continuó hasta el anochecer, cuando las estrellas comenzaron a brillar en el cielo. Los habitantes de la montaña se reunieron alrededor de la fuente, y Águila Real propuso un ritual especial: cada uno lanzaría una pequeña piedra en la fuente, simbolizando un deseo de cooperación y unidad para el futuro.

Uno a uno, los animales, las flores y las aves lanzaron sus piedras en la fuente, observando cómo las ondas se expandían y se unían en el centro. Era un momento de reflexión y esperanza, un compromiso renovado con los valores que habían aprendido y practicado.

Finalmente, Abejita lanzó su piedra y cerró los ojos, deseando que la Montaña de los Sueños siempre fuera un lugar de cooperación y armonía. Cuando abrió los ojos, vio a sus amigos sonriéndole y sintió una profunda conexión con todos ellos.

Esa noche, mientras la fiesta continuaba y las estrellas brillaban, Abejita voló de regreso a su colmena, sintiéndose más orgullosa que nunca de su comunidad. Sabía que, sin importar lo que el futuro les deparara, siempre podrían contar con la fuerza de su cooperación y amistad.

Y así, con corazones llenos de gratitud y esperanza, los habitantes de la Montaña de los Sueños se prepararon para un nuevo día, seguros de que, pase lo que pase, la cooperación siempre beneficiaría a todos.

La moraleja de esta historia es que la cooperación beneficia a todos.

Y colorín colorín, este cuento llego a su fin. bueno mis amables oyentes. ¡hasta muy pronto! CON UN NUEVO CUENTO CON MORALEJA.

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