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En una pequeña aldea escondida entre colinas verdes y bosques frondosos, vivían personas amables y trabajadoras que siempre se ayudaban mutuamente. Esta aldea, conocida como Luz Serena, era famosa en toda la región por su belleza y armonía. Las casas, construidas con madera y piedra, estaban decoradas con flores de todos los colores, y los caminos que las conectaban estaban bordeados de árboles frutales y jardines bien cuidados.

En Luz Serena, vivían tres amigos inseparables: Liam, Ruby y Mao. Liam era un joven valiente y generoso, conocido por su habilidad para resolver problemas y su disposición para ayudar a los demás. Ruby, una niña de espíritu libre y alegre, tenía un don especial para hacer sonreír a todos con su risa contagiosa y su amor por la naturaleza. Mao, el más joven del grupo, era un niño curioso y lleno de energía, siempre dispuesto a aprender algo nuevo y a embarcarse en aventuras.

Una mañana, mientras el sol despuntaba sobre las colinas, Liam, Ruby y Mao decidieron explorar un rincón del bosque que aún no conocían. Con mochilas llenas de comida y agua, y corazones llenos de emoción, se adentraron en el sendero que serpenteaba hacia el bosque. Mientras caminaban, los tres amigos disfrutaban de la fresca brisa matutina y del canto de los pájaros.

—Este bosque siempre tiene algo nuevo que descubrir —dijo Ruby, deteniéndose para admirar una mariposa de vivos colores que revoloteaba cerca de un arbusto en flor.

—Sí, y hoy tengo la sensación de que encontraremos algo realmente especial —respondió Liam, sonriendo.

—¡Espero que sea una nueva cueva! —exclamó Mao, saltando de emoción—. Me encantaría explorar una cueva secreta.

El grupo continuó su camino, disfrutando de la compañía y de la belleza del bosque. Pronto, llegaron a un claro donde encontraron algo sorprendente: un árbol enorme, más antiguo y majestuoso que cualquier otro en el bosque, con un tronco ancho y ramas que se extendían como si quisieran abrazar el cielo.

—¡Miren ese árbol! —dijo Ruby con asombro—. Nunca había visto algo así.

—Es impresionante —agregó Liam, acercándose al tronco y tocando la corteza rugosa con sus dedos.

De repente, notaron algo aún más sorprendente: una pequeña puerta en la base del árbol, casi oculta entre las raíces. La puerta estaba tallada con intrincados patrones y parecía estar hecha de un material que brillaba ligeramente bajo la luz del sol.

—¿Qué creen que hay detrás de esta puerta? —preguntó Mao, con los ojos llenos de curiosidad.

—Solo hay una forma de averiguarlo —dijo Liam, girando suavemente la manija y empujando la puerta con cuidado.

La puerta se abrió con un leve crujido, revelando una escalera de caracol que descendía hacia la oscuridad. Los tres amigos se miraron, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo, y decidieron seguir adelante.

Bajaron la escalera, que estaba iluminada por pequeños cristales incrustados en las paredes, hasta llegar a una amplia caverna subterránea. En el centro de la caverna había una fuente de agua cristalina, y a su alrededor, el suelo estaba cubierto de suaves musgos y flores luminosas que emitían una luz tenue y mágica.

—Es como un sueño —murmuró Ruby, maravillada por la belleza del lugar.

Mientras exploraban la caverna, encontraron un anciano sentado junto a la fuente, vestido con ropas hechas de hojas y flores. Su rostro estaba lleno de arrugas, pero sus ojos brillaban con una bondad y sabiduría inigualables.

—Bienvenidos, jóvenes aventureros —dijo el anciano con una voz cálida y acogedora—. Soy el Guardián de la Luz. Este lugar es un refugio para aquellos que buscan la verdadera bondad y desean iluminar su camino en la vida.

Liam, Ruby y Mao se acercaron al anciano, fascinados por su presencia y sus palabras.

—¿Qué es este lugar, señor? —preguntó Liam, con respeto.

—Este es el Santuario de la Bondad —respondió el Guardián—. Aquí, las personas pueden aprender sobre la importancia de la bondad y cómo puede iluminar sus vidas y las vidas de quienes los rodean. La bondad es una luz poderosa que puede transformar cualquier oscuridad en luz, cualquier tristeza en alegría.

Ruby, siempre curiosa, preguntó:

—¿Cómo podemos aprender más sobre la bondad y llevar esta luz de vuelta a nuestra aldea?

El Guardián sonrió y les hizo una señal para que se sentaran a su alrededor.

—Para aprender sobre la bondad, primero deben entender que no es solo una acción, sino una forma de ser. La bondad comienza en el corazón y se manifiesta en nuestras palabras y acciones. Aquí en el santuario, hay pruebas y enseñanzas que les mostrarán cómo ser verdaderamente bondadosos y cómo iluminar el camino de otros.

Liam, Ruby y Mao se miraron, emocionados por la oportunidad de aprender y crecer. Sabían que esta aventura sería diferente a cualquier otra que hubieran vivido, y estaban dispuestos a aceptar el desafío.

—Estamos listos para aprender, Guardián —dijo Liam con determinación.

El anciano se levantó lentamente y extendió su mano hacia ellos.

—Entonces, comencemos. La primera prueba es la Prueba del Corazón. Deben encontrar dentro de ustedes mismos la bondad pura y sincera, y dejar que guíe sus acciones. Síganme.

El Guardián los llevó a través de un pasaje oculto en la caverna, que los condujo a una sala llena de espejos. Cada espejo reflejaba no solo su apariencia física, sino también sus emociones y pensamientos más profundos.

—Estos espejos mostrarán la verdad de su corazón. Deben mirarse a sí mismos y reconocer tanto la luz como la sombra dentro de ustedes. Solo así podrán encontrar la bondad verdadera —explicó el Guardián.

Liam, Ruby y Mao se pararon frente a los espejos, sintiendo una mezcla de nerviosismo y curiosidad. Al mirar sus reflejos, comenzaron a ver más allá de sus apariencias. Vieron sus miedos, inseguridades y errores, pero también su valentía, amor y deseos de hacer el bien.

Mientras se miraban, comenzaron a entender que la bondad no significaba ser perfecto, sino ser consciente de sus propios defectos y trabajar para superarlos. Con esta nueva comprensión, sintieron una calidez en sus corazones, una luz que crecía y se fortalecía con cada momento.

El Guardián los observó con satisfacción y dijo:

—Han pasado la Prueba del Corazón. Ahora, están listos para la siguiente etapa de su viaje. Recuerden siempre que la bondad es una luz que brilla desde adentro, y que su verdadero poder reside en su capacidad para iluminar la vida de los demás.

Con renovada determinación, Liam, Ruby y Mao se prepararon para enfrentar las siguientes pruebas, sabiendo que cada paso los acercaría más a la verdadera bondad y a la capacidad de iluminar el camino de sus seres queridos y de toda la aldea de Luz Serena.

Después de superar la Prueba del Corazón en el Santuario de la Bondad, Liam, Ruby y Mao continuaron su viaje hacia la siguiente prueba con renovado entusiasmo y determinación. El Guardián de la Luz los guió por un camino lleno de huecos, sobresaltos, en diferentes direcciones, que los llevó más profundo en el corazón del bosque, hacia una cascada brillante que resonaba con un sonido suave y tranquilizador.

—Esta es la Cascada de la Compasión —anunció el Guardián, señalando hacia el agua cristalina que caía en una piscina reluciente—. Aquí aprenderán sobre la importancia de la compasión y cómo puede fortalecer su bondad interior.

Liam, Ruby y Mao se acercaron cautelosamente a la cascada, observando cómo el agua caía con gracia y se mezclaba con las piedras pulidas en el fondo de la piscina. El Guardián los invitó a sumergirse en las aguas, diciéndoles que la verdadera compasión se encuentra en la capacidad de entender y compartir los sentimientos de los demás.

—Cada uno de ustedes deberá escuchar con atención y ayudar a aquellos que necesiten consuelo y apoyo —instruyó el Guardián—. Recuerden, la compasión es el puente que une a las personas en tiempos difíciles.

Liam fue el primero en acercarse a un niño pequeño que parecía perdido y asustado cerca de la cascada. Con voz suave y palabras amables, Liam escuchó atentamente las preocupaciones del niño y lo ayudó a encontrar el camino de regreso a su familia. Ruby, por su parte, se acercó a una anciana que descansaba bajo la sombra de un árbol cercano, ofreciéndole compañía y compartiendo historias alegres que hicieron brillar los ojos cansados de la anciana. Mao, siempre curioso, se aventuró más allá de la cascada y encontró a un animal herido en el bosque, cuidándolo con paciencia y cariño hasta que estuvo listo para regresar a su hábitat natural.

Después de pasar tiempo ayudando a los demás, Liam, Ruby y Mao regresaron al Guardián de la Luz, quienes les sonrió con orgullo.

—Han demostrado compasión verdadera y sincera —dijo el Guardián—. Ahora, están listos para enfrentar la última prueba: la Prueba del Sacrificio.

Los tres amigos intercambiaron miradas de determinación, sabiendo que el sacrificio implicaba dar algo valioso sin esperar nada a cambio. El Guardián los llevó a una colina donde crecían flores de todos los colores, cada una representando una virtud diferente. En el centro de la colina había un árbol antiguo con ramas extendidas hacia el cielo, cargadas de frutos dorados que brillaban como pequeños soles.

—Aquí, en la Colina del Sacrificio, aprenderán que dar algo de sí mismos puede traer alegría y fortaleza a quienes los rodean —explicó el Guardián solemnemente—. Cada uno de ustedes debe elegir un fruto dorado y decidir cómo compartirá su bondad con los demás.

Liam eligió un fruto y decidió plantarlo en el jardín de un anciano que había perdido la esperanza en sus habilidades para cultivar. Con paciencia y enseñanzas, Liam ayudó al anciano a revivir su jardín y encontrar alegría en la naturaleza que lo rodeaba.

Ruby optó por llevar su fruto dorado a la escuela del pueblo, donde animó a los niños a expresar sus sueños y aspiraciones a través del arte y la creatividad, mostrándoles que cada uno de ellos tenía un talento especial que podían compartir con el mundo.

Mao, por su parte, decidió compartir su fruto con los animales del bosque, dejándolo en un claro donde los pájaros y los conejos podían alimentarse de su dulzura y crecer más fuertes.

Después de completar la Prueba del Sacrificio, Liam, Ruby y Mao regresaron al Santuario de la Bondad, donde fueron recibidos con alegría y aplausos por los habitantes de la aldea. El Guardián de la Luz los miró con orgullo y dijo:

—Han demostrado que la bondad no conoce límites ni barreras. Su luz brilla tan brillante como los frutos dorados que han dado con generosidad. Ahora, es hora de regresar a su aldea y compartir todo lo que han aprendido con quienes los rodean.

Con corazones llenos de gratitud y sabiduría recién descubierta, Liam, Ruby y Mao se despidieron del Santuario de la Bondad y emprendieron el camino de regreso a Luz Serena. Sabían que su viaje no había terminado, pero estaban seguros de que la bondad que habían cultivado en sus corazones sería la guía que iluminaría cada paso que dieran en el futuro.

El sol brillaba con una calidez reconfortante sobre Luz Serena mientras Liam, Ruby y Mao regresaban a su querida aldea después de completar las pruebas en el Santuario de la Bondad. El camino de regreso estaba lleno de una sensación de logro y un propósito renovado, cada uno llevando consigo la sabiduría y la bondad que habían adquirido en su viaje.

Al llegar a la aldea, fueron recibidos con alegría y curiosidad por sus amigos y vecinos. La noticia de su viaje y las pruebas que habían superado se extendieron rápidamente, y pronto Liam, Ruby y Mao se encontraron rodeados de personas que deseaban escuchar sus historias y aprender de sus experiencias.

En la plaza principal de la aldea, bajo la sombra de un árbol anciano, Liam, Ruby y Mao se reunieron para compartir lo que habían aprendido. Liam habló sobre la importancia de escuchar y ayudar a los demás, recordando cómo había guiado al niño perdido de regreso a su familia en la Cascada de la Compasión. Los habitantes de la aldea asintieron con gratitud, reconociendo la importancia de la compasión en tiempos de necesidad.

Ruby compartió su experiencia en la Colina del Sacrificio, donde había inspirado a los niños de la escuela a expresar sus sueños a través del arte y la creatividad. Mostró dibujos coloridos que los niños habían creado y habló sobre cómo cada pequeño acto de bondad podía traer alegría y esperanza a la comunidad. Los padres sonreían con orgullo al ver el talento de sus hijos florecer gracias a las palabras alentadoras de Ruby.

Mao, siempre curioso y aventurero, contó historias sobre los animales del bosque y cómo había compartido el fruto dorado con ellos en un claro soleado. Los niños de la aldea escucharon con asombro mientras Mao describía las aves que cantaban más alto y los conejos que saltaban con más energía después de alimentarse del fruto. Los ancianos de la aldea asintieron con aprobación, recordando historias de tiempos en los que la bondad hacia los animales del bosque había traído prosperidad a la aldea.

Después de compartir sus historias, Liam, Ruby y Mao fueron honrados con un banquete celebratorio preparado por los habitantes de la aldea. Platos tradicionales y dulces elaborados adornaban la mesa, y todos se reunieron para celebrar el regreso de los jóvenes y los valores de bondad y compasión que habían traído de vuelta con ellos.

El Anciano de la aldea se puso de pie al final del banquete, su rostro arrugado iluminado por una sonrisa sincera.

—Liam, Ruby, Mao —dijo con voz firme pero cálida—, ustedes han demostrado que la bondad y la compasión son las piedras angulares de nuestra comunidad. Gracias por compartir sus enseñanzas y por recordarnos que cada uno de nosotros tiene el poder de iluminar el camino de la vida con actos de bondad.

Los habitantes de la aldea aplaudieron con entusiasmo, expresando su gratitud y admiración hacia los tres amigos. Liam, Ruby y Mao se miraron entre sí con orgullo y satisfacción, sabiendo que habían cumplido su propósito al llevar la luz de la bondad a su aldea querida.

En los días que siguieron, Liam, Ruby y Mao continuaron siendo ejemplos vivientes de bondad y compasión. Organizaron talleres para enseñar a otros niños y adultos sobre las lecciones que habían aprendido en el Santuario de la Bondad. Juntos, ayudaron a reparar casas dañadas por una tormenta, cuidaron de los ancianos que necesitaban apoyo y siempre estuvieron dispuestos a escuchar y ayudar a quienes los necesitaban.

Con el tiempo, la aldea de Luz Serena floreció más que nunca. La bondad se convirtió en una moneda de cambio invaluable, y cada habitante de la aldea aprendió a valorar y practicar actos de bondad en su vida diaria.

Y así, Liam, Ruby y Mao vivieron felices y satisfechos en su aldea, sabiendo que habían descubierto un tesoro más valioso que cualquier otra cosa en el mundo: el poder transformador de la bondad que ilumina el camino de la vida.

La moraleja de esta historia es que la bondad ilumina el camino de la vida.

Y colorín colorín, este cuento llego a su fin. bueno mis amables oyentes. ¡hasta MAÑANA! CON UN NUEVO CUENTO CON MORALEJA.

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