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En el corazón de un verde valle, rodeada de colinas suaves y flores silvestres, se encontraba la granja de Lola. Esta no era una granja cualquiera; era un lugar mágico donde los animales vivían en armonía y disfrutaban de la compañía de Lola, una niña con un corazón tan grande como el cielo azul que cubría la granja.

Lola tenía una rutina diaria que seguía con dedicación. Cada mañana, al salir el sol, se levantaba temprano para cuidar de sus animales. Su día comenzaba con la alimentación de las gallinas, los caballos, las vacas y los cerdos. Entre sus animales, dos eran particularmente especiales: una liebre llamada Luis y una tortuga llamada Tomás.

Luis, la liebre, era conocida por su velocidad y energía inagotable. Podía correr a través de los campos en un abrir y cerrar de ojos, y siempre estaba dispuesta a competir con cualquiera que se atreviera a desafiarla. Por otro lado, Tomás, la tortuga, era su opuesto completo. Se movía lentamente y con cuidado, pero siempre llegaba a su destino, sin importar cuánto tiempo le tomara. A pesar de sus diferencias, Luis y Tomás eran buenos amigos y compartían muchas aventuras en la granja.

Una mañana, mientras Lola estaba recolectando huevos en el gallinero, Luis y Tomás tuvieron una conversación que cambiaría el curso de su día. La liebre, llena de orgullo por su velocidad, no podía evitar presumir de sus habilidades.

—¡Tomás, nunca podrías ganarme en una carrera! —dijo Luis, riéndose mientras daba pequeños saltos alrededor de la tortuga.

Tomás, con su característica calma, levantó la vista hacia Luis y sonrió.

—Luis, no todo en la vida se trata de ser el más rápido —respondió—. La constancia y la perseverancia también son importantes.

Luis, sintiéndose desafiado, decidió proponer una carrera.

—¡Vamos a demostrarlo entonces! —exclamó—. Corramos desde aquí hasta la colina del viejo roble y veamos quién llega primero.

Tomás, aunque sabía que no podía igualar la velocidad de Luis, aceptó el desafío con serenidad. Creía firmemente en el poder de la perseverancia y estaba dispuesto a demostrarlo. Lola, que había escuchado la conversación, decidió que sería la jueza de la carrera y reunió a los demás animales de la granja para presenciar el evento.

El sol estaba en lo alto del cielo cuando todos los animales se reunieron en la línea de salida. Estaban emocionados y ansiosos por ver quién ganaría la carrera. El gallo Pedro, con su cresta roja brillante, se encargó de dar la señal de partida.

—¡A la cuenta de tres! —anunció Pedro—. Uno, dos, ¡tres!

Luis salió disparado como una flecha, dejando una nube de polvo a su paso. Tomás, en cambio, comenzó a avanzar lentamente pero con determinación. Los animales vitoreaban y animaban a ambos competidores mientras observaban cómo la carrera se desarrollaba.

Luis, confiado en su velocidad, decidió que tenía tiempo de sobra y decidió detenerse a descansar bajo la sombra de un árbol cercano. Se tumbó en la hierba fresca y se quedó dormido rápidamente, convencido de que Tomás nunca podría alcanzarlo.

Mientras tanto, Tomás seguía avanzando, paso a paso, sin detenerse. Sabía que su progreso era lento, pero no se desanimaba. Recordaba las palabras de su abuela tortuga: “La constancia y la perseverancia son las claves del éxito”. Con cada paso, se acercaba más a la colina del viejo roble.

En la granja, los animales observaban la carrera con interés. La vaca Margarita, con sus grandes ojos marrones, comentó:

—Luis es muy rápido, pero creo que subestimó a Tomás.

El caballo Bruno asintió y agregó:

—Tomás siempre ha sido constante y nunca se rinde. Tengo la sensación de que algo interesante va a suceder.

Después de un buen rato, Luis se despertó de su siesta. Miró alrededor y no vio rastro de Tomás. Con una sonrisa confiada, se levantó y se dispuso a terminar la carrera. Corrió rápidamente hacia la colina del viejo roble, seguro de que ganaría con facilidad.

Sin embargo, cuando llegó a la cima, vio algo que lo dejó boquiabierto. Tomás ya estaba allí, esperando pacientemente junto al roble. Los animales estallaron en vítores y aplausos mientras Luis se acercaba, con la cabeza baja y el orgullo herido.

—¡Tomás ganó! —gritó Lola, levantando las manos en señal de victoria—. La constancia y la perseverancia son importantes, y hoy Tomás nos ha demostrado su verdadero poder.

Luis, aunque decepcionado por haber perdido, se acercó a Tomás y le dio una palmada en el caparazón.

—Felicidades, Tomás —dijo con sinceridad—. Me has enseñado una lección valiosa hoy.

Tomás sonrió y respondió con humildad:

—Gracias, Luis. Todos tenemos nuestras fortalezas. Lo importante es no rendirse y seguir adelante, paso a paso.

A partir de ese día, Luis y Tomás se convirtieron en un equipo aún más unido. La liebre, aprendiendo de la perseverancia de la tortuga, comenzó a aplicar esa lección en su vida diaria. Ya no se apresuraba tanto y se tomaba el tiempo para disfrutar del camino, apreciando las pequeñas cosas que antes pasaba por alto.

La granja de Lola se convirtió en un lugar donde la lección de la carrera entre Luis y Tomás se compartía con todos los visitantes. Lola, siempre dispuesta a aprender y enseñar, creó un pequeño rincón en la granja dedicado a la historia de la liebre y la tortuga. Allí, los niños que visitaban la granja podían leer sobre la importancia de la constancia y la perseverancia y cómo esas cualidades podían ayudarles a alcanzar sus sueños.

Un día, mientras Lola estaba contando la historia a un grupo de niños, uno de ellos levantó la mano y preguntó:

—Lola, ¿puedes contarnos más sobre las aventuras de Luis y Tomás?

Lola sonrió y asintió. Sabía que la historia de la liebre y la tortuga era solo el comienzo de muchas más lecciones y aventuras que compartir. Con una voz cálida y llena de entusiasmo, comenzó a narrar otra de las muchas experiencias que Luis y Tomás vivieron juntos en la granja, siempre subrayando la importancia de la constancia y la perseverancia en cada una de ellas.

La granja de Lola continuó siendo un lugar mágico, donde las lecciones aprendidas por los animales se transmitían de generación en generación, inspirando a todos a nunca rendirse y siempre seguir adelante, sin importar cuán lento o difícil parezca el camino.

Después de la memorable carrera entre Luis y Tomás, la granja de Lola se llenó de una energía renovada. Los animales hablaban con entusiasmo sobre la lección de constancia y perseverancia que habían presenciado, y la historia de la liebre y la tortuga se convirtió en tema de conversación entre todos los habitantes del lugar.

Lola, siempre atenta a las lecciones que la vida le ofrecía a través de sus amigos animales, decidió organizar un evento especial en la granja para honrar la valiosa lección aprendida. Convocó a todos los animales y les propuso una competencia amistosa que pondría a prueba sus habilidades y su compromiso con la perseverancia.

—¡Queridos amigos! —anunció Lola, parada frente a todos los animales reunidos en el patio principal de la granja—. Hoy celebramos una lección importante que aprendimos gracias a Luis y Tomás: la constancia y la perseverancia nos ayudan a alcanzar nuestras metas. Por eso, les propongo una competencia en la que cada uno de ustedes podrá demostrar su determinación.

Los animales, emocionados por la idea de participar en un evento tan especial, vitorearon y aplaudieron. Estaban ansiosos por poner a prueba lo aprendido y mostrar que podían aplicar la lección en sus propias vidas.

—Para comenzar —continuó Lola, sonriendo mientras miraba a todos con cariño—, dividiremos la competencia en diferentes pruebas que reflejen las habilidades únicas de cada uno de ustedes. La primera prueba será una carrera de resistencia alrededor de la granja. El objetivo no es ser el más rápido, sino el más constante y perseverante. ¿Están listos?

Los animales asintieron con entusiasmo, listos para demostrar de lo que eran capaces. La vaca Margarita, con su voz serena, preguntó:

—Lola, ¿qué animales participarán en la competencia?

Lola reflexionó por un momento y luego respondió:

—Todos ustedes son bienvenidos a participar. Desde las gallinas hasta los caballos, todos tienen algo único que ofrecer. Esta competencia no se trata solo de velocidad, sino de mantenerse firmes y seguir adelante, sin importar los obstáculos que encuentren en el camino.

Con la señal de partida dada por el gallo Pedro, la primera prueba dio inicio. Los animales comenzaron a correr, algunos con paso ligero y otros con un ritmo más pausado. La liebre Luis, recordando la lección aprendida con Tomás, decidió moderar su velocidad y enfocarse en mantener un paso constante. Corría junto a sus amigos animales, animándolos y compartiendo palabras de aliento en el camino.

Mientras tanto, Tomás la tortuga avanzaba con su paso tranquilo pero constante. Sabía que no era el animal más rápido, pero confiaba en su determinación para completar la carrera. Con cada paso, se acercaba un poco más a la meta, concentrándose en seguir adelante sin importarle lo que sucediera a su alrededor.

La carrera continuó durante varias vueltas alrededor de la granja. Los animales se esforzaban por mantenerse enfocados en su objetivo, recordando la lección de constancia y perseverancia que Lola les había enseñado. A medida que avanzaban, algunos comenzaban a cansarse, pero el espíritu de competencia y el deseo de demostrar su compromiso con la lección mantenía su determinación intacta.

Después de un tiempo, los primeros animales comenzaron a cruzar la línea de meta. El caballo Bruno, con su elegante trote, fue uno de los primeros en llegar, seguido de cerca por las gallinas que, a pesar de sus pequeñas patas, demostraron una gran resistencia. Luis, la liebre, llegó después, sonriendo ampliamente mientras felicitaba a los demás competidores por sus esfuerzos.

Finalmente, Tomás la tortuga cruzó la línea de meta con su paso constante y firme. Aunque no fue el primero en llegar, recibió el aplauso y el reconocimiento de todos los animales por su determinación y perseverancia. Incluso Luis, quien había aprendido tanto de su amigo tortuga, lo abrazó con cariño y respeto.

—¡Tomás, eres increíble! —exclamó Luis, emocionado—. Has demostrado una vez más que la constancia y la perseverancia son las claves del éxito.

Tomás sonrió humildemente y respondió:

—Gracias, Luis. Todos tenemos nuestras fortalezas y debilidades. Lo importante es nunca rendirse y siempre dar lo mejor de nosotros mismos.

Después de la carrera de resistencia, Lola organizó más pruebas que desafiaron diferentes habilidades de los animales en la granja. Desde pruebas de habilidad hasta desafíos de trabajo en equipo, cada animal tuvo la oportunidad de demostrar su compromiso con la lección aprendida.

Al final del día, todos los animales se reunieron alrededor de Lola, quien los felicitó por sus esfuerzos y dedicación.

—Hoy hemos aprendido una valiosa lección —dijo Lola, mirando a todos con orgullo—. La constancia y la perseverancia son importantes en todo lo que hacemos. Cada uno de ustedes ha demostrado que puede aplicar esta lección en sus vidas diarias, y estoy muy orgullosa de cada uno de ustedes.

Los animales asintieron con gratitud y se abrazaron unos a otros en señal de camaradería. La granja de Lola resonaba con risas y alegría, llenándose de un espíritu de unidad y determinación que perduraría mucho después de que el sol se pusiera en el horizonte.

Después de la emocionante competencia en la granja de Lola, los animales se reunieron alrededor de una gran mesa en el patio principal. Había una atmósfera de celebración y camaradería mientras compartían historias de sus experiencias en las diferentes pruebas.

Lola, quien había observado con orgullo cómo cada animal aplicaba la lección de constancia y perseverancia, se puso de pie para dirigirse a todos.

—Queridos amigos —comenzó Lola, con voz cálida y serena—, hoy hemos presenciado algo maravilloso. Cada uno de ustedes ha demostrado que, con determinación y esfuerzo, pueden superar cualquier desafío. La lección de la liebre y la tortuga nos ha enseñado que el camino hacia el éxito no siempre es rápido ni fácil, pero con persistencia, podemos alcanzar nuestras metas.

Los animales aplaudieron y vitorearon en señal de acuerdo. Estaban orgullosos de haber participado en la competencia y de haber aprendido una lección tan valiosa.

—Quiero reconocer especialmente a nuestros dos amigos protagonistas: Luis la liebre y Tomás la tortuga —continuó Lola, mirando a ambos con cariño—. Luis, aprendiste que la velocidad no siempre es la clave, y Tomás, demostraste que la constancia y la perseverancia son poderosas herramientas en la carrera de la vida.

Luis y Tomás se sonrieron el uno al otro, sintiéndose valorados por sus esfuerzos y por haber compartido una lección que impactó a toda la granja.

—Para celebrar este día especial y honrar lo que hemos aprendido, propongo que cada año, en esta fecha, celebremos la “Carrera de la Persistencia” —propuso Lola, recibiendo un coro de afirmaciones de todos los animales—. Será una oportunidad para recordar la importancia de mantenernos firmes en nuestras metas y apoyarnos mutuamente en el camino.

Con el acuerdo general de todos los animales, comenzaron los preparativos para la celebración. Las gallinas se encargaron de preparar deliciosos pasteles y galletas, mientras que los caballos decoraban el patio con guirnaldas y globos coloridos. La vaca Margarita, con su voz tranquila y melodiosa, animaba a todos con canciones alegres que llenaban el aire de la granja.

Durante la celebración, cada animal compartió sus reflexiones sobre lo que había aprendido y cómo planeaba aplicar la lección de constancia y perseverancia en su vida diaria. Las historias fluían con sinceridad y emoción, creando un ambiente de aprecio y entendimiento mutuo entre todos los habitantes de la granja.

Al caer la noche, cuando las estrellas salpicaban el cielo oscuro como destellos de esperanza, Lola reunió a todos los animales alrededor de una fogata encendida. Era un momento de tranquilidad y reflexión, donde los corazones se llenaron de gratitud por las lecciones aprendidas y las amistades fortalecidas.

—Amigos míos —dijo Lola, mirando a cada uno a los ojos—, hoy hemos aprendido que la constancia y la perseverancia son como semillas que plantamos en nuestros corazones. Con cuidado y dedicación, estas semillas crecerán y nos ayudarán a alcanzar nuestras metas más queridas.

Los animales asintieron con solemnidad, absorbiendo las palabras sabias de Lola. Sabían que, a partir de ese día, la granja de Lola sería un lugar donde la determinación y el espíritu de superación resonarían en cada rincón.

—Que esta noche marque el comienzo de una nueva tradición en nuestra granja —concluyó Lola, levantando su vaso lleno de jugo de manzana en un brindis simbólico—. Que cada uno de nosotros siga el ejemplo de Luis y Tomás, recordando que la perseverancia nos lleva hacia la meta, paso a paso.

Los animales brindaron con alegría y entusiasmo, llenos de esperanza y confianza en el futuro que habían comenzado a construir juntos. En el corazón de cada uno, la lección de la liebre y la tortuga se convirtió en un faro de inspiración, guiándolos en su camino hacia un mañana lleno de posibilidades y logros.

Así terminó la celebración en la granja de Lola, donde la lección de la constancia y la perseverancia perduraría mucho más allá de esa noche especial. Los animales se retiraron a descansar, con sueños iluminados por la certeza de que, con esfuerzo y dedicación, podrían alcanzar cualquier sueño que se propusieran.

La moraleja de esta historia es que la constancia y la perseverancia son importantes.

Y colorín colorín, este cuento llego a su fin. bueno mis amables oyentes. ¡hasta MAÑANA! CON UN NUEVO CUENTO CON MORALEJA.

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