En la escuela “Las Colinas”, había llegado uno de los momentos más esperados del año: las elecciones para elegir al presidente del consejo estudiantil. Cada clase discutía sobre los candidatos y sus propuestas, y los pasillos estaban llenos de carteles y eslóganes que prometían grandes cambios.
Clara, una estudiante del sexto grado, había decidido postularse para presidenta. Ella no era la típica candidata que buscaba popularidad, pero siempre había creído en la importancia de la justicia. Desde pequeña, su madre le había enseñado que la justicia significaba no solo tratar a todos con igualdad, sino también ser honesto y sincero, aunque fuera difícil.
—Si ganamos las elecciones, haremos que la voz de todos los estudiantes sea escuchada —decía Clara con convicción a sus compañeros de clase—. No quiero que los niños se sientan olvidados, ni que las decisiones se tomen solo para beneficiar a unos pocos.
Clara llevaba días trabajando en su campaña. Hablaba con sus compañeros, preguntaba por sus necesidades y propuestas, y prometía cambios reales que beneficiarían a todos. Su lema era sencillo pero poderoso: “Justicia para todos”. Su principal preocupación era que las decisiones del consejo estudiantil se tomaran en función de lo que era justo y correcto para la mayoría, no solo para los más populares.
Sin embargo, Clara no era la única candidata. En la misma carrera por la presidencia estaba Mateo, un chico carismático que también tenía muchas propuestas. Mateo siempre había sido popular, conocido por su habilidad para hacer amigos con facilidad y su liderazgo en actividades deportivas. Aunque sus ideas no eran tan profundas como las de Clara, su encanto y su capacidad para hablar en público lo convertían en un rival formidable.
La competencia entre Clara y Mateo se hizo evidente desde el primer día de campaña. Ambos tenían un grupo de seguidores leales, pero las diferencias en sus métodos pronto se hicieron notar. Mientras Clara dedicaba tiempo a escuchar a cada uno de sus compañeros, Mateo organizaba grandes eventos en el patio durante los recreos, donde regalaba camisetas con su nombre y eslóganes como “Mateo, el líder que necesitas”.
—Mateo parece más interesado en ganar popularidad que en solucionar los problemas de la escuela —comentó Andrés, un amigo cercano de Clara, mientras caminaban por el pasillo.
—No me preocupa que él sea popular, Andrés —respondió Clara con tranquilidad—. Lo que realmente importa es que la gente vea quién está más comprometido con la justicia y con hacer lo correcto. No estoy aquí para competir en popularidad, estoy aquí porque creo que puedo hacer una diferencia.
Sin embargo, conforme se acercaba el día de las elecciones, Clara comenzó a notar ciertas injusticias que la inquietaban. Algunos de los seguidores de Mateo comenzaron a repartir rumores sobre ella, insinuando que no era lo suficientemente capaz para liderar la escuela, o que sus propuestas eran demasiado “aburridas”. Aunque Clara sabía que estos comentarios no eran ciertos, le afectaba ver cómo algunos compañeros empezaban a cambiar de opinión sobre ella basándose en chismes infundados.
Una tarde, mientras Clara estaba pegando sus últimos carteles de campaña, se encontró con Sara, una de sus compañeras de clase que al principio apoyaba su candidatura, pero que recientemente se había acercado más a Mateo.
—Hola, Sara —dijo Clara, sonriendo a pesar de la tensión que sentía—. ¿Has tenido la oportunidad de pensar en las propuestas que hemos hablado?
Sara la miró algo incómoda y respondió:
—Bueno, Clara… La verdad es que Mateo tiene un grupo muy grande de apoyo, y… me preocupa que, si no gano el favor de los populares, me quede aislada.
Clara entendió lo que pasaba, y en lugar de enojarse o reprocharle, la miró con empatía.
—Sara, no tienes que votar por mí si no estás convencida. Pero solo te pido que tomes tu decisión basada en lo que consideres justo, no en lo que otros te digan que hagas. La justicia no siempre es fácil, pero es lo correcto.
Sara asintió, pero Clara no estaba segura de si había logrado cambiar su perspectiva. A medida que avanzaba el día, escuchaba más rumores, y los nervios comenzaron a apoderarse de ella. Parecía que el equipo de Mateo estaba más interesado en ganar a toda costa que en jugar limpio.
La noche antes de las elecciones, Clara se sentó con su madre en la mesa de la cocina, incapaz de concentrarse en sus deberes.
—Mamá, ¿qué hago si la gente no vota por lo que es justo? —preguntó con frustración—. He trabajado duro, he sido honesta, pero parece que lo único que importa es quién tiene más amigos o quién regala más cosas.
Su madre le dio una sonrisa comprensiva y puso una mano sobre la suya.
—Hija, a veces la justicia no es fácil de ver a corto plazo. Pero lo importante es que tú sigas siendo fiel a tus principios. Al final del día, lo que cuenta no es solo ganar, sino cómo jugaste el juego. Si haces lo correcto, aunque no ganes, habrás ganado algo mucho más importante: respeto y dignidad.
Esas palabras resonaron profundamente en Clara. Sabía que, sin importar el resultado de las elecciones, tenía que mantenerse fiel a sí misma y a sus creencias. No se trataba de ganar a cualquier costo, sino de defender lo que era justo.
Al día siguiente, los estudiantes estaban emocionados y nerviosos al depositar sus votos en las urnas improvisadas. Las elecciones escolares siempre eran un evento significativo, y esa mañana los pasillos estaban llenos de murmullos sobre quién ganaría. Mientras Clara caminaba hacia la sala de votación, respiró hondo y recordó las palabras de su madre. Lo que sucediera después estaba fuera de su control, pero ella había hecho todo lo posible por representar la justicia.
El día de las elecciones escolares había pasado, pero la tensión en la escuela “Las Colinas” seguía siendo palpable. Todos los estudiantes esperaban con ansias los resultados. Mientras tanto, se rumoreaba que la competencia entre Clara y Mateo había sido muy reñida, lo que mantenía a los alumnos en constante conversación sobre el tema.
Clara se había mantenido firme en su mensaje de justicia y transparencia, y muchos compañeros de clase valoraban su honestidad. Sin embargo, Mateo seguía siendo el favorito de los estudiantes más populares. Había una mezcla de nerviosismo y emoción mientras los profesores contabilizaban los votos en la sala de profesores. En el pasillo, Clara se encontraba rodeada de algunos de sus amigos más cercanos, quienes trataban de distraerla de la espera.
—Tranquila, Clara —dijo Andrés, su fiel compañero de campaña—. Pase lo que pase, sabes que has hecho lo correcto.
Clara asintió, aunque no podía evitar sentir un nudo en el estómago. Había trabajado muy duro y había sido lo más justa posible durante toda la campaña, pero temía que los rumores y las tácticas de Mateo hubieran influido en muchos estudiantes. Aunque no lo demostraba, le preocupaba que la falta de integridad en la campaña de su oponente pudiera resultar victoriosa.
Finalmente, la directora anunció que los resultados se darían a conocer durante una asamblea en el gimnasio. Todos los estudiantes fueron convocados, y el bullicio en el ambiente era casi ensordecedor. Clara, junto con Mateo y los otros candidatos, fueron llamados al escenario, donde la directora se encontraba con un sobre en la mano. El corazón de Clara latía con fuerza mientras observaba a sus compañeros de clase llenando las gradas del gimnasio.
—Antes de anunciar al nuevo presidente del consejo estudiantil, quiero felicitar a todos los candidatos por su participación —dijo la directora—. Esta ha sido una de las elecciones más competidas que hemos visto en la escuela “Las Colinas”, y todos los que han participado deben sentirse orgullosos.
Clara intentó calmar sus nervios mientras la directora hablaba. Desde su lugar en el escenario, podía ver a su madre en el fondo del gimnasio, sonriéndole con orgullo. Recordó las palabras que le había dicho la noche anterior: la verdadera victoria no siempre se mide en votos, sino en la integridad y justicia con la que se enfrentan los retos.
La directora abrió el sobre, y el gimnasio quedó en completo silencio.
—El nuevo presidente del consejo estudiantil es… Mateo González.
Una ola de aplausos y gritos de emoción se desató entre los estudiantes. Mateo sonrió ampliamente y levantó los brazos en señal de triunfo, recibiendo las felicitaciones de sus amigos y seguidores. Clara, por su parte, sintió una punzada de decepción en su corazón, pero rápidamente la reprimió. No había perdido del todo; había ganado en algo mucho más importante: su dignidad y su compromiso con la justicia.
Después de la ceremonia, Clara fue rodeada por sus amigos, quienes la abrazaron y la felicitaron por su esfuerzo.
—Lo hiciste increíble, Clara —dijo Andrés—. No importa lo que digan los resultados, todos sabemos que fuiste la candidata más justa y honesta.
Clara sonrió, aunque todavía sentía el peso de la derrota en su pecho.
—Gracias, chicos. Creo que Mateo tiene mucho que ofrecer, y espero que haga un buen trabajo como presidente.
Sin embargo, la alegría del momento de Mateo no duró mucho. A los pocos días, comenzaron a circular rumores sobre irregularidades en la elección. Algunos estudiantes empezaron a hablar de cómo se habían sentido presionados a votar por él debido a la popularidad de su grupo de amigos, y otros mencionaron que algunos votos se habían contado mal. La noticia llegó rápidamente a oídos de la directora, quien decidió investigar el asunto.
Unos días después, se convocó a los candidatos a una reunión privada con la directora.
—Hemos recibido algunas quejas sobre las elecciones —comenzó la directora, mientras miraba a Mateo y Clara—. Después de revisar los procedimientos, hemos encontrado algunas inconsistencias en el proceso de votación. Queremos ser completamente transparentes y justos, por lo que hemos decidido recontar los votos y revisar todo con mayor detalle.
Mateo, que había estado tranquilo y confiado hasta ese momento, se mostró incómodo. Clara, por otro lado, escuchó atentamente, sintiendo una mezcla de sorpresa y curiosidad. No había esperado que algo así sucediera, pero estaba decidida a que el proceso se resolviera de la manera más justa posible.
El recuento de votos y la revisión de las quejas tomaron varios días, y durante ese tiempo, la tensión entre los estudiantes creció aún más. Algunos seguían apoyando a Mateo, mientras que otros comenzaban a cuestionar su victoria. Clara, por su parte, trató de mantenerse al margen de los rumores y discusiones. Sabía que lo más importante era que se llegara a una conclusión justa, sin importar quién resultara ganador.
Finalmente, el día del veredicto llegó. Todos los estudiantes fueron convocados nuevamente al gimnasio, donde la directora se dirigió a ellos con un semblante serio.
—Después de realizar una revisión exhaustiva del proceso electoral, hemos encontrado algunas irregularidades en el conteo de votos y en la influencia que algunos estudiantes ejercieron sobre sus compañeros. En aras de la justicia, hemos decidido realizar una segunda votación, esta vez con estrictas medidas para garantizar que cada voto sea emitido de manera libre y justa.
Los murmullos llenaron el gimnasio, y Clara sintió una chispa de esperanza en su corazón. No porque tuviera la oportunidad de ganar, sino porque sabía que, finalmente, la justicia prevalecería.
Mateo, por su parte, se mostraba visiblemente nervioso. Los seguidores de Clara comenzaron a organizarse de nuevo, decididos a hacer valer la justicia en esta segunda oportunidad. Aunque Clara no quería que la elección se convirtiera en una guerra de bandos, entendía que este proceso era necesario para restaurar la confianza en el sistema escolar.
Las semanas siguientes fueron intensas. Clara continuó con su campaña, pero esta vez con más apoyo que antes. Los estudiantes que antes se habían mantenido al margen ahora estaban más interesados en asegurarse de que su voto contara de manera justa, y Clara volvió a hacer lo que mejor sabía: escuchar y proponer soluciones justas para todos.
El día de la segunda votación llegó, y el ambiente en la escuela “Las Colinas” era muy diferente al de la primera elección. Esta vez, los estudiantes estaban más informados, más conscientes de la importancia de sus votos y, sobre todo, más comprometidos con la idea de que la justicia debía prevalecer. Clara había dedicado las últimas semanas a seguir hablando con sus compañeros, no para ganar simpatía, sino para recordarles lo importante que era votar de manera libre y justa.
Mateo, por otro lado, se veía menos confiado que antes. Las acusaciones sobre la campaña de presión ejercida por algunos de sus seguidores lo habían afectado, y su imagen ya no era la misma. Aunque seguía siendo popular, muchos estudiantes comenzaban a preguntarse si su enfoque de ganar a cualquier costo era realmente lo que querían para su escuela.
En el día de la votación, los profesores organizaron todo con mayor cuidado. Las urnas fueron vigiladas y cada estudiante tuvo la oportunidad de emitir su voto en privado, sin la influencia de amigos o grupos. Clara se sintió tranquila mientras votaba, sabiendo que, sin importar el resultado, el proceso había sido justo y transparente esta vez.
El recuento de votos fue rápido, y la emoción en el gimnasio era palpable mientras todos esperaban el resultado. La directora, con el sobre en la mano, subió al escenario una vez más. Esta vez, Clara no estaba tan nerviosa como antes. Sabía que había hecho lo mejor que podía y que, sin importar el desenlace, había luchado por lo correcto.
—Estudiantes de “Las Colinas” —comenzó la directora—, me complace anunciar que, después de una votación justa y transparente, el nuevo presidente del consejo estudiantil es… Clara Morales.
El gimnasio estalló en aplausos y gritos de alegría. Clara, sorprendida, se quedó en su lugar por un momento, procesando lo que acababa de escuchar. Sus amigos la rodearon, abrazándola y felicitándola, mientras ella trataba de asimilar lo que había ocurrido. Había ganado, pero no solo por los votos. Había ganado porque la justicia había prevalecido.
Mateo, de pie a un lado del escenario, observaba en silencio. Su derrota era evidente, pero algo en su expresión había cambiado. Cuando Clara se acercó a él para darle la mano, él la miró a los ojos con una mezcla de respeto y resignación.
—Felicidades, Clara —dijo Mateo con sinceridad, estrechándole la mano—. Hiciste una campaña justa.
—Gracias, Mateo —respondió Clara—. Estoy segura de que también puedes hacer mucho por la escuela. Hay muchas maneras de contribuir, y estoy segura de que encontrarás la tuya.
Mateo asintió, reconociendo el valor de esas palabras. Clara no lo veía como un enemigo, sino como un compañero con quien podía trabajar por el bien de todos. Ese gesto de humildad fue un recordatorio de que el verdadero liderazgo no se trata solo de ganar, sino de saber reconocer el valor en los demás, incluso en la derrota.
Días después de la elección, Clara asumió su nuevo rol como presidenta del consejo estudiantil. Su primera acción fue reunir a todos los representantes de las clases para discutir las propuestas que había escuchado durante la campaña. Sabía que no podía hacerlo todo sola, y que la verdadera justicia implicaba escuchar a todos y tomar decisiones que beneficiaran a la comunidad en su conjunto.
—Vamos a trabajar juntos —les dijo a sus compañeros en la primera reunión—. No importa quién votó por quién. Ahora, somos un equipo, y nuestra responsabilidad es asegurarnos de que cada decisión que tomemos sea justa y en beneficio de todos los estudiantes.
El consejo estudiantil de ese año fue diferente a los anteriores. Con Clara a la cabeza, las decisiones se tomaban de manera más transparente y participativa. Los estudiantes sentían que sus voces realmente eran escuchadas, y poco a poco, la confianza en el sistema escolar comenzó a fortalecerse. Las medidas que Clara y su equipo implementaron no solo mejoraron las actividades y los eventos escolares, sino que también fomentaron un ambiente de respeto y equidad entre todos los estudiantes.
Mateo, por su parte, decidió unirse al consejo como representante de su clase. Aunque al principio algunos compañeros lo veían con desconfianza, él trabajó duro para demostrar que estaba allí para ayudar. Con el tiempo, Mateo y Clara formaron una alianza inesperada, demostrando que incluso quienes compiten entre sí pueden trabajar juntos cuando el objetivo común es la justicia.
La escuela “Las Colinas” se convirtió en un ejemplo para otras instituciones, no solo por los cambios que implementaron en su sistema de gobierno estudiantil, sino por la manera en que enfrentaron los desafíos con justicia y equidad. Y aunque Clara siempre recordaría la emoción de haber ganado las elecciones, lo que más valoraba era haber demostrado que la justicia, cuando se defiende con convicción, puede transformar cualquier situación.
Los estudiantes nunca olvidaron esas elecciones. Fueron una lección viviente de que, aunque a veces la justicia tarda en llegar, siempre es la mejor manera de construir una comunidad donde todos puedan prosperar. Y Clara, con su compromiso inquebrantable, se convirtió en un ejemplo para generaciones futuras de lo que significa ser un verdadero líder.
moraleja La justicia es un valor fundamental.
Y colorín colorín, este cuento llegó a su fin. bueno mis amables oyentes. ¡NOS VEMOS MAÑANA! CON UN NUEVO CUENTO CON MORALEJA.
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