Que tenemos para ti

Lee GRATIS

En una mañana cualquiera de la ciudad, el sol comenzaba a asomarse entre los altos edificios, iluminando las calles abarrotadas de personas que se dirigían a sus trabajos, colegios y otros destinos. Entre la multitud, un grupo diverso de personas se encontraba en la estación del metro, esperando la llegada del tren que los llevaría a donde necesitaban estar.

En el andén, Martín, un niño de 10 años, esperaba junto a su hermana mayor, Ana, de 16. Martín tenía una mirada curiosa y soñadora, mientras sostenía su mochila azul, llena de libros y cuadernos. Era su primer día en una nueva escuela, una oportunidad que había estado esperando con ansias. Ana, por otro lado, estaba absorta en su teléfono, revisando mensajes antes de que llegara el tren.

—Hoy es el gran día, Ana —dijo Martín, sin poder ocultar su emoción—. ¿Te imaginas? ¡Voy a aprender tantas cosas nuevas!

Ana levantó la mirada por un momento y sonrió.

—Sí, hermanito. Solo recuerda que aprender no es solo para sacar buenas notas. Lo que aprendas hoy puede cambiar tu vida en el futuro —respondió Ana, volviendo a su teléfono.

Martín se quedó pensando en esas palabras. Siempre había escuchado que la educación era importante, pero nunca se había detenido a pensar en cómo exactamente podría transformar su vida. Mientras reflexionaba, el sonido de las puertas del metro abriéndose lo sacó de sus pensamientos.

—¡Vamos! —exclamó Martín, tomando la mano de Ana y subiendo al vagón.

El metro estaba lleno de personas de todo tipo: estudiantes, oficinistas, turistas, y algunas personas mayores que parecían conocer el trayecto de memoria. Martín y Ana se sentaron en dos asientos libres junto a una ventana, mientras el tren comenzaba su recorrido por la extensa red subterránea de la ciudad.

A su alrededor, las conversaciones entre los pasajeros creaban una sinfonía de historias que resonaban en el aire. Un hombre de negocios discutía sobre un importante proyecto en su teléfono, mientras que un grupo de estudiantes hablaba sobre su examen de matemáticas. En la esquina, una madre trataba de calmar a su pequeño, que lloraba inconsolable. Sin embargo, lo que más llamó la atención de Martín fue un anciano que estaba sentado frente a ellos, leyendo un libro con suma concentración.

El anciano, con gafas grandes y una sonrisa suave, parecía inmerso en su lectura. Llevaba una bolsa de tela desgastada en su regazo, de la que sobresalían varios papeles y un par de lápices. Martín, que siempre había sentido curiosidad por las personas mayores, no pudo evitar hacerle una pregunta.

—Disculpe, señor… —dijo tímidamente—, ¿qué está leyendo?

El anciano levantó la vista de su libro y le sonrió con amabilidad.

—¡Ah! Estoy leyendo sobre la historia de los grandes inventores —respondió el anciano—. Este libro me recuerda lo importante que es nunca dejar de aprender. ¿Sabías que muchos de los inventores que cambiaron el mundo eran personas comunes como tú y yo, pero nunca dejaron de educarse?

Martín parpadeó, intrigado.

—No lo sabía… —respondió—. Mi hermana siempre me dice que la educación es importante, pero no sabía que podía transformar nuestras vidas de esa manera.

El anciano asintió.

—Así es, jovencito. El conocimiento abre puertas que ni siquiera sabemos que existen. Cada cosa que aprendes te da una nueva herramienta para enfrentar el mundo. No importa si eres joven o viejo, lo que aprendas hoy puede ayudarte a construir tu futuro mañana.

Ana, que había estado escuchando la conversación, dejó su teléfono y sonrió.

—Eso es lo que trato de decirle a mi hermano —dijo ella, mirando al anciano—. Aunque a veces parece que no me escucha.

Martín se sonrojó un poco, pero sonrió también. La idea de que lo que estaba aprendiendo hoy podría hacer una diferencia en el futuro le parecía increíble.

El metro se detuvo en la siguiente estación y, de repente, un grupo de niños pequeños subió al vagón. Todos llevaban mochilas de colores vivos, y hablaban emocionados sobre el día que les esperaba en la escuela. Al verlos, Martín no pudo evitar pensar en cómo cada uno de ellos estaba en un viaje, no solo en el metro, sino en la vida, hacia un futuro que ellos mismos estaban creando.

Entre los niños que habían subido, había una niña de aspecto muy tímido, que se sentó en un rincón y sacó un cuaderno de su mochila. Parecía nerviosa, como si fuera su primer día en la escuela, igual que Martín. La niña miraba de reojo a los demás niños, pero no se atrevía a hablar con ellos.

Martín se sintió identificado y decidió ir a hablar con ella.

—Hola —dijo, sentándose cerca de la niña—. ¿Es tu primer día de clases?

La niña levantó la mirada, sorprendida de que alguien le hablara.

—Sí… —respondió en voz baja—. Me llamo Sofía, y hoy es mi primer día en una nueva escuela. Estoy un poco nerviosa porque no conozco a nadie.

Martín sonrió, tratando de darle confianza.

—Yo también estoy en mi primer día —dijo—. Pero creo que va a ser divertido. Los primeros días siempre son los más difíciles, pero vas a ver que aprender cosas nuevas puede ser emocionante. A mí me dijeron que lo que aprendas puede cambiar tu vida. ¿Te imaginas?

Sofía sonrió tímidamente, empezando a sentirse un poco mejor.

—Eso suena interesante —respondió—. Tal vez tengas razón.

Mientras el metro seguía su camino, Martín, Sofía, y los demás niños que iban en el vagón no se daban cuenta de que estaban emprendiendo más que solo un viaje físico. Cada estación que pasaban era como un capítulo nuevo en sus vidas, lleno de oportunidades para aprender y crecer. El metro, con su constante movimiento, era una metáfora de la vida misma: un viaje lleno de paradas y de nuevas lecciones en cada esquina.

A medida que se acercaban a su destino, Martín se sentía más seguro. El encuentro con el anciano y la conversación con Sofía le habían hecho ver la educación de una forma diferente. Ya no era solo ir a la escuela para cumplir con tareas, sino una aventura, un viaje al futuro que estaba en sus propias manos.

Cuando finalmente llegaron a su estación, Martín y Ana se levantaron para bajar del vagón. Sofía, que ahora sonreía un poco más, les agradeció por haberle hablado.

—Espero que tengamos un buen primer día —dijo ella, antes de despedirse.

—Lo tendremos —respondió Martín, mientras la veía irse con los demás niños.

Antes de salir del vagón, Martín miró una vez más al anciano, que seguía leyendo su libro. El anciano le devolvió una última sonrisa y asintió, como si supiera que el niño había comprendido algo importante.

Martín, con una sonrisa en el rostro, se despidió y salió del metro con Ana, listo para enfrentar su nuevo día, sabiendo que cada paso que daba en la escuela lo acercaba un poco más a su futuro.

Martín y Ana salieron del metro y se dirigieron hacia la escuela. A medida que caminaban, Martín no podía dejar de pensar en lo que había aprendido en su viaje. No solo se trataba de estudiar por obligación, sino de descubrir un mundo nuevo lleno de posibilidades. Estaba emocionado por comenzar su primer día en la nueva escuela, pero también algo nervioso. Sofía, la niña que conoció en el metro, tenía razón: el primer día era siempre el más difícil.

Al llegar a la escuela, Ana lo despidió con un abrazo y le deseó suerte antes de dirigirse a sus propias clases. Martín, con su mochila bien ajustada, caminó hacia la entrada del edificio, observando a los demás niños que corrían, charlaban y se reían entre ellos. Sentía que todos ya se conocían, y por un momento, una pequeña sensación de inseguridad lo invadió.

Al entrar a su salón de clases, vio que algunos niños ya estaban en sus pupitres, acomodando sus materiales. Buscó un asiento vacío cerca de la ventana y se sentó, sacando sus cuadernos y lápices, esperando el inicio de las clases. Aún no conocía a nadie, pero decidió observar a su alrededor, tratando de encontrar una cara familiar. Para su sorpresa, al otro lado del salón, vio a Sofía, la niña del metro. Estaba sentada sola, mirando su cuaderno con una expresión concentrada, pero también nerviosa.

Martín pensó en ir a saludarla, pero antes de que pudiera hacerlo, el profesor entró al aula. Era un hombre alto, con lentes gruesos y una sonrisa amigable.

—¡Buenos días, clase! —dijo el profesor, caminando hacia el escritorio—. Me llamo profesor Salgado, y seré su maestro este año. Espero que todos estén listos para aprender y descubrir cosas nuevas.

El profesor comenzó a pasar lista, y a medida que llamaba a los estudiantes por su nombre, Martín sentía que el ambiente se volvía más acogedor. El profesor Salgado no era como los maestros que Martín había tenido antes; había algo en su forma de hablar que transmitía confianza y emoción por la enseñanza.

—Hoy vamos a hacer algo especial —anunció el profesor—. Quiero que trabajen en equipos y hablen entre ustedes sobre lo que les gustaría aprender este año. La educación no solo se trata de recibir información, también se trata de compartir ideas y ayudarse unos a otros a descubrir lo que les apasiona. ¡Así que formen grupos de cuatro y comencemos!

Martín, que todavía no conocía a nadie, miró a su alrededor, buscando un grupo con el que pudiera unirse. Justo cuando estaba a punto de levantarse, Sofía lo miró y le hizo una pequeña señal con la mano para que se acercara. Ella estaba en un grupo con otros dos niños, Lucas y Carla, quienes parecían amigables.

—¿Te gustaría unirte a nosotros? —le preguntó Sofía con una sonrisa tímida.

Martín asintió, agradecido por la invitación, y se unió a su grupo. Mientras el profesor caminaba por el aula, observando a los equipos, Martín y los demás comenzaron a hablar sobre lo que esperaban aprender durante el año.

—A mí me gustaría aprender sobre tecnología —dijo Lucas, con los ojos brillando de emoción—. Quiero saber cómo funcionan los robots y las computadoras. He visto videos de personas que hacen cosas increíbles con la tecnología, y creo que podría ser algo que me guste.

Carla, que parecía más reservada, sonrió y agregó:

—Yo quiero aprender sobre los animales. Quiero ser bióloga cuando crezca, y me encantaría estudiar cómo viven los animales en su entorno. Mi abuelo tiene una granja, y siempre me ha gustado cuidar a los animales.

Sofía, por su parte, se veía un poco más indecisa.

—Aún no sé exactamente qué quiero aprender —dijo en voz baja—, pero me gusta la idea de poder descubrir algo que me apasione. Tal vez algo relacionado con el arte o la historia.

Martín escuchaba atentamente, emocionado por todas las ideas que compartían. Luego, cuando llegó su turno de hablar, se detuvo un momento a pensar.

—Yo creo que me gustaría aprender sobre el espacio —dijo finalmente—. Siempre he tenido curiosidad por las estrellas y los planetas. Creo que hay tantas cosas que no sabemos sobre el universo, y eso me fascina. Quiero entender cómo funciona todo allá afuera.

El grupo quedó en silencio por un momento, reflexionando sobre lo que cada uno había dicho. Luego, el profesor Salgado se acercó y les hizo una pregunta que los tomó por sorpresa.

—¿Y cómo creen que la educación puede ayudarlos a alcanzar esos sueños?

Martín levantó la vista, sorprendido por la pregunta, y luego se dio cuenta de que la respuesta estaba justo frente a él.

—Bueno… creo que si no aprendemos, nunca podríamos hacer las cosas que queremos. Si no aprendemos cómo funcionan los robots o cómo cuidar a los animales, no podríamos ser buenos en eso. Y si no estudiamos sobre el espacio, nunca podríamos entender las estrellas.

El profesor sonrió y asintió, satisfecho con la respuesta.

—Exactamente, Martín. La educación es la llave que abre las puertas al futuro. No importa lo que quieran hacer, si se esfuerzan por aprender y no dejan de ser curiosos, podrán lograr lo que se propongan.

Sofía, que hasta ese momento había estado más callada, levantó la mano tímidamente.

—¿Y qué pasa si alguien no tiene la oportunidad de aprender? —preguntó—. A veces he escuchado que no todos tienen acceso a una buena educación. ¿Eso significa que no podrán cumplir sus sueños?

El profesor se puso serio por un momento, y luego respondió con calma.

—Es cierto, Sofía, que no todos tienen las mismas oportunidades. Pero por eso es tan importante que valoremos lo que tenemos y ayudemos a los demás cuando podamos. La educación tiene el poder de transformar vidas, y cuando aprendemos, también podemos enseñar a otros y hacer del mundo un lugar mejor.

El grupo reflexionó sobre las palabras del profesor. Todos comprendieron que no solo estaban allí para aprender por sí mismos, sino que también tenían la responsabilidad de compartir lo que sabían con los demás.

A lo largo de la clase, el grupo continuó discutiendo sobre sus metas y sueños. Martín, Sofía, Lucas y Carla comenzaron a trabajar juntos en sus proyectos, descubriendo nuevas cosas y ayudándose unos a otros a entender mejor lo que querían aprender. Se dieron cuenta de que, aunque todos tenían intereses diferentes, la educación era lo que los unía y les daba las herramientas para construir el futuro que imaginaban.

Martín ya no se sentía nervioso por ser nuevo en la escuela. Había encontrado amigos y una comunidad donde todos compartían el deseo de aprender. Y, mientras la clase avanzaba, comprendió que la educación no era solo una herramienta para él, sino algo que podía transformar la vida de los demás también.

A medida que pasaban los días, Martín, Sofía, Lucas y Carla comenzaron a trabajar más estrechamente en sus proyectos. Cada uno traía algo único al grupo, y juntos descubrieron que la educación no solo era una serie de lecciones en el aula, sino una experiencia compartida que los enriquecía mutuamente. Todos aportaban sus conocimientos, pero también aprendían unos de otros.

Martín, con su fascinación por el espacio, compartía datos interesantes sobre los planetas y las estrellas. Lucas, el entusiasta de la tecnología, buscaba maneras de hacer que sus compañeros entendieran mejor cómo los avances tecnológicos influían en todos los aspectos de la vida. Carla, con su amor por los animales, hablaba sobre la naturaleza y cómo cada ser vivo tiene un papel importante en el equilibrio del planeta. Sofía, que al principio no estaba segura de lo que quería aprender, descubrió que tenía una habilidad especial para el arte y comenzó a crear hermosos dibujos que ilustraban las ideas de sus compañeros.

Un día, el profesor Salgado les propuso algo inesperado.

—Clase, he notado que han estado trabajando duro en sus proyectos. Así que he decidido darles una oportunidad para compartir lo que han aprendido. Vamos a organizar una feria del conocimiento, donde cada grupo presentará lo que ha investigado y aprendido hasta ahora. Será una excelente forma de mostrar cómo la educación puede transformar nuestras vidas y también inspirar a otros.

Los estudiantes, emocionados por la idea, comenzaron a prepararse para la feria. Cada grupo tenía que armar una presentación que reflejara sus aprendizajes, y Martín y sus amigos decidieron unir sus intereses en un solo proyecto. Su tema sería “El Futuro que Queremos Construir”. Usarían lo que cada uno había aprendido para mostrar cómo la tecnología, el medio ambiente, el arte y el espacio estaban conectados en la creación de un mundo mejor.

—Podemos usar la tecnología para resolver problemas y mejorar nuestras vidas —dijo Lucas, mientras trabajaba en un modelo de robot que había construido para la presentación—. Y todo empieza con la educación.

—Exacto —dijo Martín, señalando un póster que había hecho sobre la importancia de seguir explorando el espacio—. Lo que aprendemos hoy puede llevarnos a descubrir cosas nuevas mañana, y eso puede cambiar el futuro para todos.

Carla, mientras colocaba figuras de animales en su parte de la presentación, añadió:

—También tenemos que cuidar de nuestro planeta. Si no aprendemos a proteger el medio ambiente y los animales que viven aquí, no habrá un futuro que construir.

Sofía, que estaba terminando un gran mural en el que había trabajado durante semanas, sonrió mientras escuchaba a sus compañeros.

—Y la educación también es arte. A través del arte podemos comunicar nuestras ideas, conectar con los demás y expresar nuestras emociones. Eso también es parte de construir un mejor futuro —dijo ella.

Cuando llegó el día de la feria del conocimiento, el aula se había transformado en una exhibición vibrante de proyectos. Cada grupo tenía su propia mesa y cartelera, mostrando todo lo que habían aprendido durante el año. Los pasillos estaban llenos de padres, maestros y otros estudiantes que habían venido a ver las presentaciones.

El grupo de Martín se preparó para su turno, sintiéndose orgullosos del trabajo que habían hecho. Su mesa estaba llena de colores, gráficos, modelos y dibujos, todos conectados por el tema del futuro. Los visitantes se detenían en su stand, impresionados por la creatividad y el conocimiento que mostraban.

—Veo que han trabajado mucho en este proyecto —dijo un padre, admirando el mural de Sofía—. Es increíble ver cómo han combinado tantas ideas diferentes.

—Gracias —respondió Sofía, con una sonrisa tímida—. Queríamos mostrar cómo todo está conectado. Si usamos la educación para aprender sobre el mundo, la tecnología, la naturaleza y el arte, podemos hacer del futuro un lugar mejor para todos.

El profesor Salgado también pasó por la feria, evaluando el trabajo de sus alumnos. Cuando llegó al stand de Martín y sus amigos, se detuvo un momento para observar todo lo que habían preparado.

—Esto es maravilloso —dijo con una sonrisa de satisfacción—. Han logrado capturar la esencia de lo que hemos estado hablando todo el año. La educación transforma vidas, y ustedes han demostrado cómo el conocimiento puede ser una herramienta poderosa para cambiar el mundo. Estoy muy orgulloso de ustedes.

Martín, Sofía, Lucas y Carla intercambiaron miradas de felicidad. Todo el esfuerzo que habían puesto en su proyecto había valido la pena, no solo por los elogios que recibían, sino porque sabían que habían aprendido algo mucho más valioso que solo datos y hechos: habían aprendido que, al unir sus conocimientos y talentos, podían tener un impacto real en el mundo.

Cuando la feria terminó, el profesor Salgado reunió a todos los estudiantes en el aula para una última reflexión.

—Hoy ha sido un día increíble —dijo—. Cada uno de ustedes ha mostrado cómo la educación puede abrir puertas, cambiar mentalidades y mejorar nuestras vidas. Quiero que recuerden algo importante: lo que han aprendido este año no termina aquí. El conocimiento es un viaje que continúa a lo largo de toda nuestra vida. Y lo más hermoso de la educación es que, cuando la compartimos, crece y se multiplica. Así que sigan aprendiendo, sigan explorando, y nunca dejen de soñar con el futuro que pueden construir.

Martín y sus amigos, sentados en sus pupitres, se sintieron inspirados por las palabras del profesor. Entendieron que la educación no era solo algo que se adquiría en la escuela, sino una herramienta que les permitiría enfrentar cualquier desafío en la vida.

Mientras salían del aula al final del día, Sofía, que había estado tan insegura al principio del año, miró a sus amigos y dijo:

—Creo que he encontrado lo que me gusta. Quiero seguir aprendiendo sobre el arte y cómo puede ayudar a las personas. Este año ha sido muy especial, y me alegra haberlo compartido con ustedes.

Martín, Lucas y Carla asintieron, sabiendo que todos habían crecido de alguna manera durante ese tiempo juntos. El viaje que habían comenzado en el metro aquel primer día, lleno de incertidumbre, los había llevado a descubrir lo poderosas que pueden ser las oportunidades de aprendizaje.

Martín sonrió, recordando las palabras del anciano en el metro: “La educación abre puertas que ni siquiera sabemos que existen.” Ahora sabía que era cierto. El futuro estaba lleno de posibilidades, y con el conocimiento y el apoyo de sus amigos, estaba listo para lo que viniera.

Y así, con una sonrisa en el rostro y sus mochilas llenas de sueños, los cuatro amigos caminaron juntos hacia un futuro que ellos mismos estaban construyendo, un paso a la vez, con la certeza de que la educación realmente puede transformar vidas.

moraleja La educación transforma vidas.

Y colorín colorín, este cuento llego a su fin. bueno mis amables oyentes. ¡NOS VEMOS MAÑANA! CON UN NUEVO CUENTO CON MORALEJA.

Audio Libro GRATIS

¿Te gustaría disfrutar de este contenido en formato de AUDIO LIBRO GRATIS? Aprovecha!!

Volver a la Lista de Cuentos

Recuerda que siempre puedes volver a consultar nuestros libros en formato de AUDIO LIBRO GRATIS en nuestro canal de Youtube. NO OLVIDES SUSCRIBIRTE

Síguenos en las Redes

Descarga nuestra App

Disfruta GRATIS de los mejores libros para Leer o Escuchar sobre Esoterismo, Magia, Ocultismo.

Disfruta GRATIS de los mejores libros para Leer o Escuchar para los pequeños grandes del mañana.

Disfruta de la historia de Terror más oscura y MARAVILLOSA que está cautivando al mundo.

Retira en Nequi, Daviplata, Tarjetas Netflix, Bitcoin, Tarjeta Visa Prepagada, ETC.