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En un lugar muy especial del mundo, existía un lugar mágico conocido como el Jardín de los Secretos. Este jardín no era como cualquier otro; estaba lleno de flores que susurraban secretos, árboles que cantaban melodías antiguas y criaturas encantadas que vivían en armonía. Cada rincón del jardín tenía una historia que contar, y cada habitante sabía que, en ese lugar, la amabilidad era la clave para mantener la magia viva.

En este maravilloso jardín vivían tres amigos inseparables: Oscar, Mary y Félix. Oscar era un niño curioso con una sonrisa siempre dispuesta. Mary, una niña con rizos dorados y una risa contagiosa, tenía una habilidad especial para escuchar los susurros de las flores. Félix, un gato negro con ojos verdes brillantes, era el guardián del Jardín de los Secretos. Juntos, exploraban cada rincón del jardín, descubriendo nuevos secretos y ayudando a los demás habitantes.

Un día, mientras jugaban cerca del gran roble que dominaba el centro del jardín, escucharon un susurro más fuerte de lo habitual. Era la voz de un lirio azul, una de las flores más sabias del jardín.

—Amigos, necesito su ayuda —dijo el lirio con un tono preocupado—. Algo extraño está ocurriendo en el jardín. Las flores están perdiendo su brillo, y los árboles han dejado de cantar. Tememos que la magia del jardín esté en peligro.

Oscar, Mary y Félix se miraron con determinación. Sabían que debían hacer algo para salvar su hogar.

—¿Qué podemos hacer para ayudar? —preguntó Mary, arrodillándose junto al lirio.

—Debemos descubrir la causa de este problema —respondió el lirio—. Pero recuerden, en este jardín, la amabilidad siempre ha sido nuestra fuerza más grande. Deben usarla para encontrar la solución.

Con el consejo del lirio en mente, los tres amigos decidieron investigar. Primero, fueron al estanque de los reflejos, un lugar donde los peces de colores solían nadar alegremente. Sin embargo, al llegar, notaron que el agua estaba turbia y los peces parecían tristes.

—¡Qué extraño! —exclamó Oscar—. Nunca antes había visto el estanque así.

Félix se acercó a la orilla y observó con atención.

—Parece que algo está perturbando el equilibrio del jardín —dijo el gato—. Debemos hablar con los peces para entender mejor la situación.

Mary, quien siempre había sido la más amable y paciente del grupo, se arrodilló y comenzó a hablar suavemente con los peces.

—Hola, amigos —dijo con una sonrisa—. ¿Pueden decirnos qué ha estado ocurriendo aquí?

Uno de los peces, un dorado llamado Lino, nadó hacia la superficie y respondió:

—Últimamente, hemos sentido una gran tristeza en el jardín. Algo oscuro y frío parece haberse infiltrado. Incluso hemos visto sombras extrañas moviéndose entre los árboles.

Oscar, Mary y Félix se sintieron más preocupados, pero también más decididos a ayudar. Agradecieron a Lino y decidieron dirigirse al bosque de las melodías, donde los árboles solían cantar canciones que llenaban el aire de alegría.

Al llegar al bosque, se encontraron con un silencio inquietante. Los árboles, que antes eran tan vibrantes y llenos de vida, ahora parecían marchitos y apagados.

—Esto no puede ser bueno —dijo Oscar, frotándose la barbilla pensativamente—. ¿Cómo podemos devolver la vida y la música a este lugar?

De repente, una pequeña ardilla llamada Tico apareció corriendo desde las ramas superiores.

—¡Oscar, Mary, Félix! —chilló Tico—. ¡Qué bueno que están aquí! Los árboles necesitan su ayuda. Han estado demasiado tristes para cantar.

Mary se acercó a uno de los árboles y lo abrazó, cerrando los ojos para sentir su tristeza.

—Debemos mostrarles que la amabilidad aún existe en el jardín —dijo Mary, abriendo los ojos con determinación—. Tal vez si cantamos para ellos, recordarán la alegría y comenzarán a cantar de nuevo.

Oscar y Félix asintieron, y los tres amigos comenzaron a cantar una canción alegre que hablaba de la belleza del Jardín de los Secretos y de la magia que lo mantenía vivo. Poco a poco, los árboles comenzaron a responder, primero con suaves susurros y luego con melodías cada vez más fuertes y alegres. El bosque volvió a llenarse de música, y los árboles recuperaron su brillo.

—¡Lo logramos! —exclamó Oscar con una sonrisa—. La amabilidad y la alegría son realmente poderosas.

Sin embargo, sabían que aún no habían solucionado el problema completamente. Decidieron visitar la cueva de los ecos, un lugar donde las voces del pasado podían ofrecerles sabiduría. La cueva estaba ubicada en el rincón más lejano del jardín, y era conocida por su atmósfera misteriosa y sus ecos encantados.

Al llegar a la cueva, los tres amigos entraron con cautela. El eco de sus pasos resonaba en las paredes de piedra, creando una sinfonía de sonidos. Al llegar al centro de la cueva, se encontraron con una figura antigua y sabia: un búho llamado Horacio, conocido por su vasto conocimiento de la historia del jardín.

—Bienvenidos, jóvenes exploradores —dijo Horacio con una voz profunda y resonante—. ¿Qué los trae a mi cueva en este día tan inquietante?

Oscar dio un paso adelante y explicó la situación.

—Horacio, el Jardín de los Secretos está perdiendo su magia. Las flores están marchitas, los peces están tristes, y los árboles dejaron de cantar. Necesitamos tu sabiduría para entender qué está ocurriendo.

Horacio cerró los ojos y meditó por un momento antes de hablar.

—La respuesta está en la esencia misma del jardín —dijo finalmente—. Este lugar ha florecido siempre gracias a la amabilidad y al amor de sus habitantes. Pero últimamente, he sentido una creciente falta de amabilidad entre algunos de ustedes. Las sombras que han visto no son más que manifestaciones de esa negatividad.

Mary, con su corazón lleno de empatía, comprendió inmediatamente.

—Debemos recordar a todos en el jardín la importancia de la amabilidad. Necesitamos que todos trabajen juntos y se apoyen mutuamente.

Félix, siempre astuto, sugirió un plan.

—Organizaremos un Gran Día de la Amabilidad —dijo el gato—. Invitaremos a todos los habitantes del jardín a participar en actos de bondad y generosidad. Si todos se unen, podremos restaurar la magia del jardín.

Con el consejo de Horacio y su plan en mente, los tres amigos salieron de la cueva y comenzaron a preparar el evento. Fueron de casa en casa, invitando a cada criatura a participar en el Gran Día de la Amabilidad. Hablaron con los pájaros, los insectos, los mamíferos y hasta con las plantas, explicando la importancia de mostrar amabilidad y apoyo mutuo.

El día del evento, el Jardín de los Secretos se llenó de actividad y emoción. Todos los habitantes se reunieron en el gran claro, decorado con flores y luces. Había estaciones de actividades donde podían participar en actos de bondad, como ayudar a plantar nuevas flores, compartir alimentos y contar historias de amabilidad.

Oscar, Mary y Félix estaban ocupados coordinando las actividades, pero también se aseguraban de participar y mostrar su propia amabilidad. Oscar ayudaba a los más pequeños a plantar semillas, Mary cantaba canciones para alegrar los corazones, y Félix guiaba a los animales mayores en las actividades.

Con cada acto de bondad, el jardín comenzó a recuperar su brillo. Las flores se enderezaron y recuperaron su color, los peces nadaron alegremente en el estanque cristalino, y los árboles volvieron a cantar con fuerza. El jardín entero parecía respirar con una nueva vida, lleno de la magia que solo la amabilidad podía traer.

Mientras el sol se ponía, bañando el jardín con una luz dorada, Oscar, Mary y Félix se pararon en el centro del claro, observando con satisfacción cómo su hogar había vuelto a ser un lugar de alegría y armonía.

—Lo logramos, amigos —dijo Mary con una sonrisa radiante—. La amabilidad no cuesta nada, pero su valor es incalculable.

Oscar asintió, sintiendo una profunda gratitud por su hogar y sus amigos.

—La verdadera magia del Jardín de los Secretos está en nuestros corazones —dijo Oscar—. Mientras sigamos siendo amables y cuidándonos unos a otros, el jardín siempre florecerá.

Félix, ronroneando con satisfacción, añadió:

—La amabilidad es el secreto que mantiene viva la magia de nuestro jardín.

Y así, el Jardín de los Secretos volvió a ser un lugar de belleza y encanto, gracias a la amabilidad y al esfuerzo conjunto de Oscar, Mary, Félix y todos los habitantes. La lección aprendida ese día perduró, recordándoles siempre que la amabilidad no cuesta nada, pero vale mucho.

El Gran Día de la Amabilidad había sido un éxito rotundo, y el Jardín de los Secretos volvió a brillar con la magia que todos conocían y amaban. Sin embargo, a medida que pasaban los días, Oscar, Mary y Félix notaron que, aunque la mayoría de los habitantes del jardín se habían llenado de un nuevo espíritu de amabilidad, aún había algunos que no participaban completamente. Entre ellos, había un grupo de luciérnagas lideradas por Lucio, una luciérnaga conocida por su actitud reservada y su desconfianza hacia los demás.

Oscar, Mary y Félix sabían que, para mantener la armonía en el jardín, debían llegar a todos sus habitantes, incluidos aquellos que se mantenían distantes. Decidieron acercarse a Lucio y sus compañeras luciérnagas para comprender por qué no habían participado en el evento y cómo podían incluirlas en la comunidad del jardín.

Una tarde, los tres amigos se dirigieron a la parte más oscura del jardín, donde las luciérnagas solían reunirse. Allí encontraron a Lucio y su grupo descansando bajo un gran arbusto.

—Hola, Lucio —dijo Oscar con una sonrisa amable—. Hemos notado que no participaron en el Gran Día de la Amabilidad. Queríamos saber si hay algo que podamos hacer para que se sientan más incluidos.

Lucio, una luciérnaga con una luz especialmente brillante, miró a Oscar con cautela.

—No es que no queramos ser parte del jardín —dijo Lucio lentamente—. Pero hemos tenido malas experiencias en el pasado. A veces, nuestra luz atrae a aquellos que solo quieren aprovecharse de nosotros. Nos hemos vuelto desconfiados y preferimos mantenernos al margen.

Mary, siempre empática, dio un paso adelante.

—Entendemos tus preocupaciones, Lucio —dijo suavemente—. Pero este jardín es el hogar de todos nosotros, y creemos que juntos podemos crear un lugar seguro y acogedor para todos. La amabilidad y el respeto son la clave para ello.

Félix, con su sabiduría felina, añadió:

—Sabemos que no podemos cambiar el pasado, pero podemos trabajar para construir un futuro mejor. Queremos que se sientan seguros y valorados aquí.

Lucio y las demás luciérnagas se miraron entre sí, claramente tocadas por las palabras de los tres amigos. Después de un momento, Lucio habló de nuevo.

—Agradecemos sus palabras y su preocupación —dijo—. Quizás podríamos intentar participar más activamente en las actividades del jardín. Pero necesitaríamos su apoyo para sentirnos seguros.

Oscar, Mary y Félix asintieron con entusiasmo.

—Por supuesto, estaremos a su lado en todo momento —dijo Oscar—. Juntos, podemos asegurarnos de que todos se sientan bienvenidos y protegidos.

Esa noche, los tres amigos comenzaron a planificar una serie de actividades nocturnas para incluir a las luciérnagas y otros animales nocturnos del jardín. Organizaron un evento llamado “La Noche de las Luces”, donde todos los habitantes del jardín podrían reunirse para compartir historias, cantar canciones y disfrutar de la belleza del jardín bajo la luz de las estrellas y las luciérnagas.

El día del evento, el jardín se transformó en un espectáculo de luces. Las luciérnagas, emocionadas por la oportunidad de participar, volaron alrededor del jardín, iluminando el camino para los demás animales. Los búhos y murciélagos, que también eran criaturas nocturnas, se unieron al evento, agradecidos por la inclusión.

Oscar, Mary y Félix trabajaron incansablemente para asegurarse de que todos se sintieran cómodos y bienvenidos. Mary contó historias sobre la importancia de la amabilidad y cómo había cambiado el jardín. Oscar ayudó a organizar juegos y actividades que promovían el trabajo en equipo y el respeto mutuo. Félix, siempre vigilante, se aseguró de que todos los animales estuvieran seguros y protegidos.

Durante la celebración, Lucio y su grupo de luciérnagas se acercaron a Oscar, Mary y Félix.

—Queremos agradecerles por darnos esta oportunidad —dijo Lucio—. Nos sentimos más valorados y aceptados que nunca. La amabilidad realmente hace una gran diferencia.

Oscar sonrió ampliamente.

—Nos alegra mucho escuchar eso, Lucio —dijo—. Este jardín es nuestro hogar compartido, y todos merecemos sentirnos bienvenidos y valorados.

La Noche de las Luces fue un éxito rotundo, y los lazos entre los habitantes del jardín se fortalecieron aún más. Las luciérnagas comenzaron a participar activamente en todas las actividades del jardín, y su luz brillaba más intensamente que nunca.

Sin embargo, no todo estaba resuelto. Un día, mientras Oscar, Mary y Félix paseaban por el jardín, se encontraron con un erizo llamado Bruno, que parecía especialmente triste y solitario. Bruno había llegado al jardín recientemente y aún no había encontrado su lugar entre los demás animales.

Mary, siempre atenta a los sentimientos de los demás, se acercó a Bruno.

—Hola, Bruno —dijo con una voz suave—. ¿Estás bien? Pareces un poco triste.

Bruno suspiró y miró al suelo.

—Es que me siento fuera de lugar aquí —dijo—. Todos parecen estar tan felices y unidos, pero yo aún no conozco a nadie y no sé cómo encajar.

Oscar se acercó y puso una mano en el hombro de Bruno.

—Sabemos que puede ser difícil al principio —dijo con comprensión—. Pero queremos que sepas que todos aquí son bienvenidos. Nos encantaría ayudarte a encontrar tu lugar y hacer amigos.

Félix, con su característica sabiduría, añadió:

—Todos hemos sido nuevos en algún momento. La amabilidad y la paciencia son claves para construir nuevas relaciones. ¿Por qué no te unes a nosotros en nuestras próximas actividades? Nos encantaría tenerte con nosotros.

Bruno levantó la mirada y, por primera vez, esbozó una pequeña sonrisa.

—Gracias, chicos. Aprecio mucho su amabilidad. Me encantaría unirme a ustedes.

A partir de ese día, Oscar, Mary y Félix se aseguraron de incluir a Bruno en todas sus actividades. Lo presentaron a los demás habitantes del jardín y lo ayudaron a sentirse parte de la comunidad. Con el tiempo, Bruno comenzó a sentirse más seguro y confiado, y pronto se hizo amigo de muchos animales del jardín.

Un día, mientras los amigos jugaban cerca del gran roble, escucharon una conmoción. Se acercaron rápidamente y vieron que algunos animales estaban discutiendo. Al parecer, había habido un malentendido entre un grupo de ardillas y una familia de pájaros sobre el uso de una rama del roble.

Oscar, Mary y Félix se miraron, sabiendo que era el momento de intervenir y recordar a toda la importancia de la amabilidad.

—¡Amigos! —dijo Oscar, levantando la mano—. Recuerden que somos una comunidad. La amabilidad y el respeto mutuo son esenciales para vivir en armonía.

Mary se acercó a las ardillas y los pájaros, hablando con una voz suave y conciliadora.

—Sabemos que a veces pueden surgir malentendidos —dijo—. Pero en lugar de discutir, debemos tratar de resolverlos con paciencia y amabilidad. ¿Podemos encontrar una solución que funcione para todos?

Félix, siempre el estratega, sugirió una solución práctica.

—¿Qué les parece si compartimos la rama? Podríamos turnarnos para usarla, así todos tendrán la oportunidad de disfrutarla.

Las ardillas y los pájaros, al escuchar las palabras de los tres amigos, se dieron cuenta de la importancia de resolver sus diferencias de manera amistosa. Aceptaron la propuesta de Félix y agradecieron a Oscar, Mary y Félix por su intervención.

El incidente reforzó aún más la lección de que la amabilidad no cuesta nada, pero su valor es inmenso. Oscar, Mary y Félix continuaron promoviendo estos valores en el Jardín de los Secretos, asegurándose de que todos los habitantes vivieran en un ambiente de respeto y colaboración.

Y así, el Jardín de los Secretos siguió floreciendo, lleno de magia, armonía y la luz brillante de la amabilidad compartida.

El Jardín de los Secretos había recuperado su esplendor gracias a los esfuerzos de Oscar, Mary y Félix, quienes habían recordado a todos los habitantes la importancia de la amabilidad. Sin embargo, sabían que mantener esa armonía requería un esfuerzo continuo. Se dedicaron a organizar actividades y eventos que fortalecieran los lazos entre todos los seres del jardín.

Un día, mientras preparaban un festival de primavera, Mary notó que un rincón del jardín aún parecía apagado. Era un lugar donde crecían algunas plantas espinosas y la luz del sol apenas llegaba. Decidió acercarse y descubrió una pequeña criatura llorando entre los arbustos. Era un ratoncito llamado Tito, que parecía asustado y solitario.

—Hola, pequeño —dijo Mary con suavidad—. ¿Estás bien? ¿Por qué estás llorando?

Tito levantó la mirada con ojos llenos de lágrimas y respondió con voz temblorosa:

—Me siento muy solo. Nadie quiere jugar conmigo porque piensan que soy demasiado pequeño y débil. Quiero ser parte del jardín, pero no sé cómo hacerlo.

Mary, conmovida por la situación de Tito, lo tomó de la mano y lo llevó con Oscar y Félix.

—Tenemos que ayudar a Tito a encontrar su lugar en el jardín —dijo Mary—. Todos merecen sentirse incluidos y valorados.

Oscar asintió y se agachó para hablar con Tito.

—Tito, cada uno de nosotros tiene algo especial que ofrecer. Vamos a encontrar tu talento y mostrarle a todos lo increíble que eres.

Félix, siempre astuto, sugirió:

—Podríamos organizar un día de habilidades especiales. Así, todos los habitantes del jardín pueden mostrar sus talentos y aprender a apreciarse mutuamente.

Con entusiasmo, comenzaron a planificar el evento. Tito se sintió emocionado y nervioso al mismo tiempo, pero con el apoyo de sus nuevos amigos, decidió participar. Oscar, Mary y Félix ayudaron a Tito a practicar y descubrir su talento único: tenía una habilidad asombrosa para encontrar los objetos más pequeños y perdidos en el jardín.

El Día de las Habilidades Especiales llegó, y el jardín se llenó de emoción. Todos los habitantes se reunieron para mostrar sus talentos y celebrar la diversidad que enriquecía su hogar. Había ardillas que podían trepar árboles en segundos, pájaros que cantaban melodías impresionantes y flores que cambiaban de color con solo una caricia.

Cuando llegó el turno de Tito, el pequeño ratón estaba nervioso, pero Oscar, Mary y Félix lo animaron desde el público.

—¡Tú puedes, Tito! —gritó Oscar—. ¡Eres increíble!

Tito tomó una respiración profunda y comenzó su demostración. Con agilidad y precisión, encontró varios objetos pequeños que habían sido escondidos en el jardín. Todos quedaron asombrados por su talento, y al final, Tito recibió un gran aplauso.

—¡Eres increíble, Tito! —dijo Mary con una gran sonrisa—. ¡Estamos muy orgullosos de ti!

Tito se sintió abrumado de felicidad y gratitud. Por primera vez, se sintió verdaderamente aceptado y valorado en el Jardín de los Secretos.

Después del evento, la energía positiva y la amabilidad se sintieron más fuertes que nunca en el jardín. Pero aún había un desafío que enfrentaban. En los últimos días, habían notado que el clima del jardín había cambiado: los días se volvían más nublados y las noches más frías. Los habitantes comenzaron a preocuparse, ya que la magia del jardín parecía estar disminuyendo nuevamente.

Oscar, Mary y Félix sabían que debían investigar para encontrar la causa del problema. Decidieron hablar con Horacio, el sabio búho de la cueva de los ecos, en busca de respuestas.

—Horacio, el jardín está cambiando de nuevo —dijo Oscar—. ¿Sabes por qué está ocurriendo esto?

Horacio, con su mirada sabia y profunda, respondió:

—La amabilidad y la unión de los habitantes han fortalecido el jardín, pero hay algo más que deben enfrentar. Hay una antigua criatura, conocida como el Espíritu del Viento, que ha estado observando el jardín. Ha sentido la falta de amabilidad en algunos momentos y ha decidido ponerlos a prueba. Deben demostrar que pueden mantener la armonía incluso en tiempos difíciles.

Mary asintió, comprendiendo la gravedad de la situación.

—¿Cómo podemos demostrar nuestra amabilidad y mantener la armonía con el Espíritu del Viento?

Horacio les dio un consejo importante:

—Deben organizar un gran evento donde cada habitante del jardín muestre un acto de amabilidad hacia otro. El Espíritu del Viento observará y decidirá si el jardín merece seguir siendo un lugar de magia y armonía.

Con renovada determinación, Oscar, Mary y Félix comenzaron a organizar el evento. Se aseguraron de que todos los habitantes del jardín estuvieran al tanto y participaran activamente. El evento se llamó “El Festival de la Amabilidad” y se planeó para que cada acto de bondad fuera un testimonio del compromiso de todos con la armonía del jardín.

El día del festival, el jardín se llenó de actividades y demostraciones de amabilidad. Los animales ayudaban a los más pequeños, compartían alimentos, arreglaban sus hogares y celebraban juntos. La atmósfera estaba llena de risas, alegría y un profundo sentido de comunidad.

Oscar, Mary y Félix supervisaban el festival, asegurándose de que todo se desarrollara sin problemas. De repente, un fuerte viento comenzó a soplar a través del jardín, y los tres amigos supieron que el Espíritu del Viento estaba presente, observando cada acto de amabilidad.

En medio del festival, una situación inesperada puso a prueba la verdadera amabilidad de los habitantes del jardín. Una fuerte ráfaga de viento derribó un nido de pájaros, y los huevos rodaron por el suelo. Sin dudarlo, todos los animales cercanos se unieron para ayudar. Las ardillas recogieron los huevos con cuidado, los conejos prepararon un nuevo nido con hojas y ramas, y las aves mayores guiaron a los más jóvenes para asegurarse de que los huevos estuvieran a salvo.

El Espíritu del Viento observó cada detalle, y mientras los habitantes del jardín trabajaban juntos, el viento comenzó a calmarse. Una brisa suave y cálida recorrió el jardín, llevando consigo un susurro que todos pudieron escuchar:

—La verdadera grandeza está en ser humilde y amable. El Jardín de los Secretos ha demostrado su valor. La magia continuará floreciendo aquí, gracias a sus corazones generosos.

Los habitantes del jardín celebraron con alegría, sabiendo que su hogar estaba a salvo y que habían superado la prueba del Espíritu del Viento. Oscar, Mary y Félix se sintieron orgullosos de lo que habían logrado juntos y agradecieron a todos por su compromiso con la amabilidad y la armonía.

Esa noche, mientras las estrellas brillaban sobre el Jardín de los Secretos, Oscar, Mary y Félix se sentaron juntos bajo el gran roble, reflexionando sobre las lecciones aprendidas.

—Hoy hemos demostrado que la amabilidad realmente no cuesta nada, pero vale mucho —dijo Mary con una sonrisa—. Nuestro jardín es un lugar mágico gracias a todos nosotros.

Oscar asintió, sintiéndose agradecido por sus amigos y por el hogar que habían ayudado a proteger.

—La verdadera magia está en nuestros corazones y en cómo tratamos a los demás —dijo—. Mientras sigamos siendo amables y humildes, el Jardín de los Secretos siempre florecerá.

Félix, ronroneando con satisfacción, añadió:

—La amabilidad es la clave para mantener la armonía y la magia de nuestro jardín. Siempre debemos recordar eso.

Y así, el Jardín de los Secretos continuó siendo un lugar de belleza, encanto y amor, donde la amabilidad y la humildad eran los verdaderos tesoros que mantenían viva la magia. Los habitantes vivieron felices, sabiendo que cada acto de bondad contribuía a la grandeza de su hogar, y que juntos, podían enfrentar cualquier desafío que se presentara en su camino.

La moraleja de esta historia es que la amabilidad no cuesta nada y vale mucho.

Y colorín colorín, este cuento llego a su fin. bueno mis amables oyentes. ¡hasta muy pronto! CON UN NUEVO CUENTO CON MORALEJA.

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