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Era un día soleado en la pequeña ciudad de Colinas Verdes, un lugar conocido por su ambiente amigable y sus bellos paisajes. Los niños disfrutaban de la escuela, los parques y, sobre todo, de la nueva tendencia que había surgido: un concurso de talentos que prometía hacer brillar a los jóvenes artistas de la ciudad. La emoción estaba en el aire, y todos hablaban del gran espectáculo que se llevaría a cabo en la plaza principal.

Entre ellos estaba Sofía, una niña de diez años con una voz dulce y un gran talento para cantar. Desde pequeña, había soñado con ser una estrella. Sin embargo, su madre siempre le decía: “Sofía, recuerda que la humildad es una virtud. Nunca te sientas superior a los demás, no importa cuán talentosa seas”.

Sofía amaba a su madre y valoraba sus consejos, pero a veces, cuando la gente le elogiaba su voz, una pequeña chispa de orgullo comenzaba a brillar en su corazón. Ella anhelaba el reconocimiento y la admiración, y, sin darse cuenta, esos deseos empezaron a ocupar más espacio en su mente.

Mientras se preparaba para el concurso, Sofía decidió que quería ser la mejor. Se pasaba horas practicando frente al espejo, imaginando cómo se vería en el escenario, luciendo su vestido más bonito y recibiendo aplausos del público. Sin embargo, en su búsqueda por ser la mejor, se olvidó de escuchar a sus amigos y compañeros de clase, quienes también querían participar en el concurso.

Un día, en la escuela, Sofía se encontró con su amiga Clara, quien siempre había querido mostrar su habilidad para la danza. Clara estaba nerviosa y se acercó a Sofía para pedirle consejos.

—Sofía, estoy muy emocionada por el concurso, pero tengo miedo de no ser lo suficientemente buena. ¿Podrías ayudarme a practicar? —preguntó Clara con timidez.

Sin embargo, en lugar de ofrecer su apoyo, Sofía la miró de reojo y dijo:

—Yo estoy muy ocupada practicando mi canto. Tal vez deberías intentarlo por tu cuenta.

Clara se sintió triste, pero sonrió y dijo:

—Está bien, lo intentaré. Espero que todo te salga bien.

Mientras Clara se alejaba, Sofía sintió un ligero remordimiento, pero rápidamente lo olvidó al imaginar la ovación que recibiría en el escenario. Ese fin de semana, su familia la llevó a un taller de canto, donde conoció a otros niños talentosos. Uno de ellos, Julián, un chico que tocaba la guitarra como un profesional, se convirtió rápidamente en su competencia.

Con cada práctica, Sofía notaba cómo Julián iba mejorando y ganando admiradores. En su interior, la frustración comenzaba a crecer. “¡No puedo dejar que me supere!” pensó, intensificando sus ensayos. Cuando sus compañeros la elogiaban, Sofía empezaba a sentirse como la mejor cantante del grupo, pero a su vez, se alejaba de sus amistades.

A medida que se acercaba la fecha del concurso, la tensión en la escuela aumentaba. Todos los niños estaban nerviosos, pero Sofía, cegada por su deseo de brillar, se volvió distante y competitiva. Los días pasaron, y se olvidó de la promesa de su madre sobre la humildad.

Finalmente, llegó el día del gran concurso. La plaza estaba repleta de familias y amigos que animaban a los jóvenes talentos. Sofía, vestida con su mejor vestido, sintió mariposas en el estómago mientras esperaba su turno. Al mirar a su alrededor, vio a sus amigos emocionados, y por un momento, recordó lo que significaba compartir ese momento especial con ellos.

Cuando subió al escenario, la multitud estalló en aplausos. Con una gran sonrisa, Sofía comenzó a cantar. Su voz resonaba en el aire, y cada nota era una expresión de su pasión. Pero, mientras cantaba, notó que Julián estaba en el escenario siguiente, listo para tocar su guitarra.

Sofía se sintió aún más presionada. Cuando terminó su actuación, el público aplaudió, pero su mente estaba llena de dudas. Mientras Julián comenzaba a tocar, notó que su guitarra armonizaba con una melodía que nunca había escuchado antes. El chico era increíble.

Al ver a Julián actuar, Sofía sintió una mezcla de admiración y envidia. Se dio cuenta de que su voz no era la única razón por la que estaba allí. En ese momento, recordó las palabras de su madre: la humildad es una virtud. La voz que le había traído tanto reconocimiento podía ser igualmente poderosa cuando se usaba para alentar y apoyar a los demás.

Después de la presentación de Julián, Sofía decidió que quería hablar con él. Cuando terminó su actuación, se acercó con una sonrisa y le dijo:

—¡Eres increíble, Julián! Me encanta cómo tocas la guitarra. ¿Podríamos cantar juntos algún día?

Julián, sorprendido, sonrió y respondió:

—¡Claro, Sofía! Sería genial. Estoy seguro de que podríamos crear algo hermoso.

En ese momento, Sofía sintió un cambio en su corazón. Se dio cuenta de que ser la mejor no era lo más importante. La verdadera alegría venía de compartir sus talentos y apoyar a sus amigos.

A medida que el concurso avanzaba, Sofía miró a su alrededor y vio a otros niños compartiendo sus sueños. De repente, se dio cuenta de que todos estaban allí por la misma razón: el amor por la música y el deseo de expresarse. En lugar de competir, debían apoyarse mutuamente.

Al final del concurso, los jueces dieron sus resultados. Aunque Sofía no ganó el primer lugar, se sintió más feliz que nunca. Mientras aplaudía a los ganadores, un sentimiento de orgullo la invadió. En ese momento, supo que había ganado algo mucho más valioso que un trofeo: la amistad, la humildad y la capacidad de disfrutar de la música con los demás.

Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Sofía recordó las palabras de su madre y comprendió que la humildad no significaba ser menos, sino reconocer y apreciar el valor de los demás. Había aprendido que cada persona tiene un talento único, y que, al compartirlo, se crea una conexión especial.

Con una sonrisa en su rostro, Sofía cerró los ojos, sintiéndose agradecida por las lecciones aprendidas y lista para nuevas aventuras.

Después del concurso, la escuela de Sofía estaba llena de energía y entusiasmo. Todos los niños hablaban sobre sus actuaciones y compartían historias sobre los nervios y la emoción que habían sentido. Aunque Sofía no había ganado el primer lugar, se sintió más conectada con sus compañeros que nunca. Decidió que quería formar parte de un grupo musical con ellos, donde pudieran compartir su amor por la música sin competir.

Una semana después, Sofía organizó una reunión en su casa para invitar a sus amigos. Preparó algunos bocadillos y, al llegar el día, el jardín se llenó de risas y melodías. Al principio, todos estaban un poco tímidos, pero pronto comenzaron a tocar y cantar juntos.

—¡Vamos a crear nuestra propia banda! —exclamó Sofía, entusiasmada.

Clara, que había estado practicando danza, se unió al grupo y propuso que ellos también realizaran una pequeña coreografía para acompañar la música. Sofía se sintió emocionada por la idea y animó a todos a colaborar.

Sin embargo, a medida que la reunión avanzaba, Sofía se dio cuenta de que algunos niños tenían diferentes opiniones sobre qué canción deberían interpretar. Mientras discutían, Sofía sintió que su deseo de destacar comenzaba a resurgir. Quería que su elección fuera la que ganara, y en su mente, pensó que si era la que cantaba, podría ser la que brilla más.

—Creo que deberíamos cantar esta canción, porque es la más popular —dijo, levantando la mano.

Pero Julián, con su guitarra en mano, propuso otra melodía que también había sido un gran éxito.

—¿Qué tal si probamos esta canción? Me parece que todos podrían disfrutarla —sugirió Julián, sonriendo.

En lugar de escuchar a Julián, Sofía, nuevamente cegada por su deseo de brillar, se apresuró a rechazar la idea.

—No creo que sea buena. La otra canción es mejor.

La atmósfera se tornó un poco tensa. Clara, notando que algunos niños parecían desanimados, dijo con dulzura:

—Creo que deberíamos intentar hacer ambas canciones. Podríamos combinar un poco de cada una.

Sofía, sin embargo, estaba tan enfocada en su propia idea que no escuchó la propuesta. Un nudo se formó en su estómago al ver que sus amigos parecían molestos. En ese momento, sintió una punzada de remordimiento. ¿Por qué no podía dejar de pensar en sí misma?

Mientras los demás intentaban solucionar el desacuerdo, Sofía se apartó un poco, reflexionando sobre su comportamiento. La idea de ser la mejor la había cegado de nuevo, y recordando las palabras de su madre, se dio cuenta de que necesitaba cambiar su enfoque. Al final del día, la música debía ser una celebración, no una competencia.

Respiró hondo y, con un nuevo sentido de humildad, se acercó a sus amigos.

—Chicos, lamento haberme puesto a la defensiva. Me emocioné demasiado por la idea de crear algo juntos. Quiero que todos se sientan incluidos. ¿Qué tal si hacemos una fusión de ambas canciones? Tal vez podamos hacer algo único que combine lo mejor de cada una.

Los rostros de sus amigos se iluminaron. Clara sonrió y dijo:

—¡Esa es una gran idea, Sofía!

Julián asintió, entusiasmado por la propuesta. Pronto todos empezaron a trabajar juntos, intercambiando ideas y ritmos, mezclando las dos canciones en una hermosa melodía que reflejaba la creatividad y los talentos de cada uno.

Mientras trabajaban, Sofía sintió una alegría renovada al ver cómo todos se unían. Cada niño aportaba algo único, y ella comenzó a entender que no se trataba de ser la mejor, sino de celebrar sus talentos juntos.

A medida que avanzaba la tarde, el grupo se sintió más conectado. La música fluyó a través de ellos, y la colaboración se volvió más fácil y divertida. Se reían, se ayudaban y compartían momentos especiales, creando no solo una canción, sino también recuerdos inolvidables.

Finalmente, después de varias horas de ensayos, lograron crear una hermosa pieza musical que reflejaba la esencia de cada uno. La banda decidió que se llamarían “Los Talentos Unidos”, y su primer proyecto sería presentarse en la feria del pueblo que se celebraría la próxima semana.

—Estoy tan emocionada por nuestra presentación —dijo Sofía mientras se despedían, sintiéndose más feliz que nunca.

—Sí, y gracias por escuchar nuestras ideas, Sofía. A veces, ser humilde y escuchar a los demás es lo que hace que un grupo sea fuerte —respondió Julián, sonriendo.

Sofía se dio cuenta de que había aprendido algo valioso esa tarde. La humildad no solo era una virtud, sino también una herramienta poderosa que podía transformar la forma en que se relacionaba con los demás. Su corazón se llenó de gratitud por sus amigos y la oportunidad de crear juntos.

Mientras se retiraba a su casa, Sofía sonrió al pensar en el próximo concierto. Sabía que, sin importar el resultado, lo más importante era el viaje que habían compartido y las lecciones que había aprendido. La verdadera grandeza no estaba en ser la mejor, sino en ser parte de algo más grande, donde cada uno tenía un lugar especial.

La semana siguiente llegó rápidamente, y la feria del pueblo estaba en pleno apogeo. Colinas Verdes se llenó de risas, luces y música. Los puestos de comida, juegos y actividades estaban decorados con colores vibrantes, y la plaza principal estaba repleta de familias disfrutando del ambiente festivo.

Sofía y sus amigos, “Los Talentos Unidos”, se reunieron temprano para prepararse para su actuación. El nerviosismo era palpable en el aire, pero también había una emoción contagiosa. Mientras se arreglaban y afinaban los instrumentos, Sofía miró a su alrededor y sintió una profunda gratitud por cada uno de sus amigos.

—¡Vamos a dar lo mejor de nosotros! —exclamó, animando a todos.

Cuando llegó su turno, subieron al escenario, y Sofía sintió que el corazón le latía con fuerza. Miró al público, que estaba lleno de rostros familiares y amigos. Se dio cuenta de que no estaba sola; todos ellos estaban allí apoyándolos, y eso era lo que realmente importaba.

La música comenzó a sonar, y la fusión de las dos canciones cobró vida. La energía en el escenario era increíble. Sofía cantaba con pasión, mientras Clara movía sus brazos en una hermosa coreografía que había creado. Julián tocaba su guitarra con maestría, y cada uno de los otros miembros del grupo aportaba su propio toque especial.

A medida que avanzaban en la actuación, el público comenzó a aplaudir y a animar. Sofía sonrió y se sintió más segura. No se trataba de ser la mejor, sino de disfrutar del momento y de compartirlo con sus amigos.

Al finalizar la actuación, el público estalló en aplausos y vítores. Sofía, Clara, Julián y el resto del grupo se miraron con asombro y alegría. Habían logrado algo maravilloso juntos, y la conexión entre ellos era más fuerte que nunca.

Cuando bajaron del escenario, un grupo de niños se acercó para felicitarlos.

—¡Ustedes fueron geniales! —dijo uno de los niños—. ¡Quiero unirme a su banda!

Sofía sonrió, sintiendo que su corazón se llenaba de felicidad. La idea de colaborar y compartir se había extendido, y ella supo que estaban creando algo especial.

Después de la presentación, el alcalde del pueblo se acercó y anunció que “Los Talentos Unidos” habían sido elegidos como el grupo que representaría a Colinas Verdes en el festival de talentos regional. La noticia fue recibida con gritos de alegría.

Sofía no podía creerlo. En ese momento, se dio cuenta de que su deseo de ser reconocida había sido reemplazado por un deseo de compartir. Ya no se trataba de ser la mejor, sino de construir algo hermoso junto a sus amigos.

Al final del día, mientras se dirigía a casa con su familia, Sofía sintió una profunda satisfacción. Su madre, al ver la felicidad en su rostro, le preguntó:

—¿Te divertiste, Sofía?

—Sí, mamá. Aprendí que la humildad y la amistad son más importantes que el reconocimiento. Estoy muy agradecida por mis amigos y por poder hacer música juntos.

Su madre sonrió con orgullo y la abrazó.

—Esa es una gran lección, hija. La verdadera riqueza está en las relaciones que construimos y en la humildad que mostramos hacia los demás.

Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Sofía pensó en todas las experiencias vividas. Había aprendido que la humildad no solo la hacía más fuerte, sino que también le permitía apreciar las contribuciones de los demás. Había encontrado un tesoro en su corazón que la acompañaría por siempre.

Al día siguiente, Sofía llegó a la escuela con una sonrisa radiante. Se acercó a Clara y a Julián, y juntos planearon nuevas canciones y colaboraciones, decididos a seguir compartiendo su pasión por la música y apoyándose mutuamente en sus sueños.

Con el tiempo, “Los Talentos Unidos” se convirtieron en una banda conocida en toda la región, y su mensaje de humildad y colaboración resonó en muchos corazones. Sofía nunca olvidó la importancia de escuchar y aprender de los demás, y se comprometió a ser siempre una amiga leal y solidaria.

Y así, en Colinas Verdes, un nuevo ciclo de creatividad y amistad floreció, demostrando que, al final del día, el verdadero tesoro que todos llevamos dentro es el amor y la humildad que compartimos con los demás.

moraleja La humildad es una virtud.

Y colorín colorín, este cuento llegó a su fin. bueno mis amables oyentes. ¡NOS VEMOS MAÑANA! CON UN NUEVO CUENTO CON MORALEJA.

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