El cazador de almas perdidas – Creepy pasta 80.
El Templo de Retiro.
El sol brillaba con fuerza sobre la Isla de Pascua, iluminando los vastos paisajes verdes y los enigmáticos moáis que vigilaban el terreno con sus inexpresivos rostros de piedra. El aire cálido acariciaba la piel de Drex y Tatiana mientras caminaban hacia el punto indicado por Vambertoken. Habían estado en la isla durante dos días, pero ahora, después de tanto misterio, estaban a punto de llegar a su destino: un templo secreto que servía de refugio para guerreros sobrenaturales que habían abandonado la lucha en favor de una vida más pacífica.
Tatiana caminaba con la mirada fija hacia adelante, su cuerpo tenso y preparado. A pesar de la tranquilidad del entorno, ella sabía que este lugar guardaba secretos antiguos, y la misión de Vambertoken aún permanecía envuelta en un manto de incógnitas. Drex, por su parte, estaba en silencio, concentrado en su entorno y, en especial, en el olor que comenzaba a percibir. Un aroma conocido, enterrado en su memoria, que lo inquietaba más con cada paso.
—Prometamos algo —dijo Tatiana mientras avanzaban por el camino de piedra que conducía al templo—. Sea lo que sea lo que encontremos aquí, mantengamos la cabeza fría. Esta misión es demasiado importante para distraernos.
Drex la miró por un segundo, sabiendo que ella siempre mantenía un enfoque firme y profesional, incluso cuando las emociones podían interponerse. Asintió con la cabeza, pero su mente estaba cada vez más nublada por ese olor que no podía ignorar. Le recordaba algo, o mejor dicho, alguien.
—Lo prometo —respondió Drex, aunque sabía que su control emocional pronto sería puesto a prueba.
El Templo y el Encuentro.
Al llegar al templo, fueron recibidos por una imagen que parecía sacada de un libro de fantasía. Alrededor de la entrada, varios seres sobrenaturales se movían en armonía. Había vampiros, licántropos, magos, y otras criaturas que Drex no reconocía de inmediato, todos convivían pacíficamente, como si las antiguas rivalidades y guerras hubieran sido olvidadas en este lugar. Era un santuario donde las viejas batallas no tenían cabida.
Tatiana levantó una ceja, claramente sorprendida por la diversidad de razas y la tranquilidad que emanaba del lugar.
—Nunca había visto algo así —murmuró, sus ojos recorriendo el grupo que los observaba con curiosidad.
Drex, sin embargo, estaba demasiado distraído por ese olor familiar. Su corazón latía más rápido, y sus instintos licántropos se agudizaron, hasta que finalmente, lo vio.
Alexia.
Ahí estaba, de pie junto a un grupo de magos y licántropos, conversando como si el pasado no pesara sobre ella. Su cabello largo y oscuro caía sobre sus hombros, y su presencia era inconfundible. Era la mujer que lo había transformado, la que lo había convertido en lo que era hoy. Y también, la misma que lo había dejado abandonado, obligándolo a enfrentar solo la maldición del licántropo.
—Álvaro Morales… —La voz de Alexia llegó como una ráfaga fría, un recordatorio de un pasado doloroso.
Drex se tensó al escuchar su nombre humano, aquel que había dejado atrás cuando decidió convertirse en un cazador licántropo. Hacía tanto tiempo que nadie lo llamaba así que el sonido de su nombre le resultó ajeno y perturbador.
Tatiana miró a Drex de inmediato, claramente incómoda con la situación. Sabía quién era Alexia, la mujer que había convertido a Drex y lo había dejado a su suerte. El solo hecho de verla en este templo sagrado, donde se suponía que todo estaba en paz, parecía romper las reglas de ese retiro espiritual.
—Alexia —dijo Drex, su voz cargada de resentimiento contenido—. ¿Qué haces aquí?
Alexia sonrió levemente, pero había algo de culpa en sus ojos. Sabía que su presencia no era bienvenida, no después de lo que le había hecho a Drex, o mejor dicho, a Álvaro.
—Vine a este templo buscando lo que muchos aquí buscan —respondió Alexia—. Paz. Una oportunidad de dejar atrás todo lo que fui. Pero parece que el pasado me sigue encontrando, incluso en lugares como este.
Tatiana permaneció a un lado, observando la interacción con una mezcla de curiosidad y preocupación. Era obvio que esta reunión no estaba en los planes, y menos aún en los de Tatiana.
—Nunca debiste haberme abandonado —dijo Drex, con los puños apretados. Los recuerdos del momento de su transformación, del dolor y la soledad que siguieron, comenzaron a agolparse en su mente—. Casi me convierto en un devorado.
Alexia suspiró, su expresión se suavizó y el arrepentimiento fue más claro en su mirada.
—Te advertí que no te ayudaría después de la transformación. Te dije que este camino era peligroso, pero tú insististe en que querías vengar la muerte de Carolina. Pensé que podrías manejarlo. Quizá me equivoqué —dijo, con una voz que sonaba extrañamente maternal.
Drex apretó los dientes, pero algo dentro de él se removió. Sabía que, en el fondo, Alexia tenía razón. Él había buscado esa transformación, había suplicado por ella, pero lo que siguió fue una lucha interminable por mantener su humanidad.
—Álvaro, no quise dejarte solo —continuó Alexia, usando nuevamente su nombre humano—. Pero en ese entonces, yo también estaba en una situación complicada. Pero ahora… ahora quiero compensarlo.
Tatiana se tensó ante esas palabras. Algo en la forma en que Alexia hablaba con Drex, como si intentara reconectarse con él, la incomodaba profundamente.
—No soy más Álvaro Morales —gruñó Drex—. Ese hombre murió el día que me convertiste.
Alexia asintió lentamente, comprendiendo el peso de esas palabras.
—Lo entiendo. Pero déjame al menos ayudarte ahora, como debí haberlo hecho antes. Puedo ser una guía para ti, Drex. Ya no estás solo. No tienes que estarlo.
El silencio cayó entre ellos por unos momentos, hasta que Alexia finalmente rompió la tensión.
—Permíteme mostrarte el templo —dijo, intentando suavizar el momento—. Aquí hay respuestas que quizás necesitas. Respuestas que podrían ayudarte a comprender mejor lo que eres.
El Templo y las Respuestas.
Tatiana y Drex siguieron a Alexia a través de los pasillos del antiguo templo. Era un lugar de gran poder, lleno de símbolos y reliquias que hablaban de una historia milenaria de batallas y paz. Alexia les explicó que el templo había sido un refugio para aquellos seres sobrenaturales que, después de siglos de luchas, habían decidido retirarse de la guerra.
—Este lugar es único —dijo Alexia—. Aquí se dejan las viejas rivalidades. Vampiros, licántropos, magos… todos conviven aquí en paz, buscando una vida más tranquila.
Drex escuchaba, pero su mente estaba en otra parte. Los recuerdos de su vida humana y de su transformación aún resonaban en su cabeza. Sabía que Alexia tenía mucho que explicar, pero no estaba seguro de si realmente quería escucharla.
Tatiana, por otro lado, tenía preguntas propias. Su relación con Drex había pasado por muchos desafíos, y ahora, más que nunca, necesitaba entender qué implicaciones tenía su unión con un licántropo.
—Tengo una pregunta —dijo Tatiana de repente, interrumpiendo el recorrido. Alexia la miró, curiosa—. Drex y yo hemos estado juntos durante un tiempo, pero quiero saber algo. ¿Es posible que un licántropo deje embarazada a una humana?
Alexia soltó una risa inesperada, una risa que parecía aligerar la tensión del momento.
—No, no es posible —dijo Alexia, con una sonrisa divertida—. Los licántropos no pueden dejar embarazada a una mujer humana. Su naturaleza simplemente no lo permite. Es algo que muchos desconocen, pero esa es la verdad.
Tatiana suspiró, algo aliviada pero también más consciente de la naturaleza de Drex. Sabía que su relación con él siempre estaría marcada por su naturaleza sobrenatural, pero al menos esta preocupación quedaba resuelta.
Drex, mientras tanto, no podía quitarse de la cabeza el hecho de que Alexia lo había dejado solo después de su transformación. Sabía que había más detrás de su llegada al templo, y que la mujer que lo había convertido probablemente tenía algo más que decir.
Finalmente, después de caminar por los pasillos del templo, Alexia se detuvo en una sala más pequeña, decorada con antiguos tótems y reliquias de civilizaciones perdidas.
—Drex, hay algo que debo darte —dijo Alexia, caminando hacia uno de los tótems.
El Tótem Atlante y la Propuesta de Poder.
El tótem que Alexia sostuvo frente a Drex parecía vibrar con una energía antigua y misteriosa. Estaba tallado con runas y símbolos arcanos que Drex no reconocía, pero que parecían resonar con algo profundo dentro de él. El poder que emanaba de aquel objeto era palpable, una especie de fuerza ancestral que hacía que su cuerpo respondiera instintivamente.
—Este es un tótem atlante —dijo Alexia, observando el objeto con una mezcla de respeto y nostalgia—. Lo encontré hace siglos durante una de mis misiones. Fue la clave para convertirme en lo que soy hoy: una cazadora invencible. Pero como todo poder, tiene un costo.
Drex miraba el tótem con recelo, entendiendo que el precio de obtener ese poder no sería bajo. La voz de la bestia en su interior rugía, sabiendo que con ese tótem podría superar las limitaciones que hasta ahora lo habían frenado.
—¿Por qué me lo das? —preguntó Drex, su mirada dura. Aunque sabía que podría beneficiarse enormemente de aquel objeto, dudaba de las intenciones de Alexia.
—Porque sé que te abandoné cuando más me necesitabas —respondió Alexia con sinceridad—. Y aunque no puedo cambiar lo que hice, puedo ayudarte ahora. No puedes seguir por este camino solo con la fuerza que tienes ahora, Drex. Lo que te espera en el futuro será mucho peor que lo que ya has enfrentado.
Tatiana se adelantó un paso, su ceño fruncido ante lo que estaba escuchando. La oferta de poder de Alexia sonaba peligrosa, y sabiendo lo mucho que Drex había luchado para mantener el control sobre su licantropía, no estaba segura de que aceptar este tótem fuera una buena idea.
—¿Cuál es el costo? —preguntó Tatiana con cautela, sus ojos moviéndose entre Alexia y Drex.
Alexia bajó la mirada al tótem, consciente del peso de sus palabras.
—Para activar su poder completo, Drex debe completar un ritual —explicó Alexia—. Un ritual que consiste en alimentarse de cincuenta corazones humanos y bañar el tótem con su sangre. Solo entonces el tótem liberará su verdadera fuerza y otorgará a Drex el poder que yo una vez obtuve.
Tatiana inhaló bruscamente, incapaz de ocultar su horror. El ritual era brutal, un precio demasiado alto, y sabía lo mucho que Drex había luchado por mantener su humanidad. Alimentarse de tantos corazones humanos era un acto que no podía tomarse a la ligera, y Tatiana temía lo que eso significaría para él.
Drex, por su parte, miraba el tótem con un conflicto interno evidente. Sabía que sus poderes no habían sido suficientes en la batalla contra el demonio mayor, y aunque había sobrevivido, era consciente de que lo que se avecinaba sería aún peor. Pero el ritual… ese ritual lo llevaría al borde de lo que era capaz de soportar.
—Es una maldición —murmuró Drex, sus ojos fijos en el tótem.
Alexia asintió.
—Todo poder lo es. Pero hay algo más que debes saber, Drex. —La voz de Alexia se volvió más grave, casi maternal—. La bestia dentro de ti… siempre tiene hambre. Y cuando no la alimentas lo suficiente, comienza a alimentarse de otra cosa: de tus recuerdos, de tus emociones.
Drex levantó la mirada, atónito. Sabía que había algo raro en la forma en que había estado olvidando fragmentos de su vida pasada, especialmente los recuerdos relacionados con Carolina, la mujer que lo había llevado a este camino de venganza.
—Por eso estás perdiendo recuerdos de Carolina —continuó Alexia—. La bestia se está alimentando de esas memorias, porque casi no le estás dando corazones humanos. Para un licántropo como tú, no basta con cazar de vez en cuando. Necesitas alimentarte con más frecuencia, o seguirás perdiendo fragmentos de tu vida hasta que no quede nada de tu antiguo yo.
Tatiana miró a Drex con preocupación, notando la tensión en su rostro. Sabía que lo último que Drex quería era perder los recuerdos de Carolina, la mujer que amaba antes de ser transformado, pero también sabía que darle más poder a la bestia era extremadamente peligroso.
—No tienes que hacer esto —dijo Tatiana, acercándose a Drex y tomando su mano—. No tienes que seguir el mismo camino que Alexia.
Drex permaneció en silencio, mirando el tótem y luego a Tatiana. Sentía el peso de ambas opciones aplastarlo. Sabía que su camino como cazador licántropo no sería más fácil sin ese poder, pero el precio a pagar podría ser su propia alma, y eso lo aterraba.
Alexia, notando la tensión entre los dos, dio un paso atrás y sonrió con melancolía.
—No te estoy diciendo que lo hagas ahora, Drex. El poder está ahí, y será tu decisión si quieres activarlo o no. Pero una cosa es cierta: los desafíos que te esperan no se enfrentarán con las habilidades que tienes ahora. —Alexia extendió el tótem hacia Tatiana—. Toma. Guárdalo. Si alguna vez decides usarlo, sabrás qué hacer.
Tatiana, después de un momento de duda, tomó el tótem. No confiaba en Alexia, pero sabía que tener el objeto en sus manos al menos evitaba que Drex tomara una decisión impulsiva en un momento de desesperación.
—Lo guardaré —dijo Tatiana, con la mirada fija en Alexia.
Alexia asintió, comprensiva, sabiendo que Tatiana no la veía como una aliada, sino como una amenaza. Pero eso no le molestaba. Ella también había estado en esa posición antes.
—No importa cuánto poder adquieras, Drex —dijo Alexia, mientras se apartaba del templo—. La bestia dentro de ti siempre querrá más. Siempre tendrá hambre.
Con esas palabras, Alexia dejó a Drex y Tatiana solos en la sala del templo. El silencio que siguió fue pesado y lleno de incertidumbre. Tatiana guardó el tótem en su bolso, sabiendo que este sería un recordatorio constante del dilema que Drex enfrentaba.
El Final de la Visita.
Después del encuentro con Alexia, Drex y Tatiana salieron del templo y caminaron en silencio por los alrededores del santuario. La energía del lugar era extraña, a la vez calmante y perturbadora. Drex apenas podía procesar todo lo que había sucedido. El reencuentro con Alexia, las revelaciones sobre su naturaleza, el poder del tótem y el precio que debía pagar si decidía usarlo.
Tatiana, aunque igualmente inquieta, mantenía su mirada fija en Drex, observándolo con una mezcla de preocupación y determinación.
—No tienes que hacerlo, Drex —dijo finalmente Tatiana, rompiendo el silencio—. No tienes que sacrificar tu humanidad por más poder. Hay otras formas de ser fuerte.
Drex asintió lentamente, pero en su interior, sabía que la decisión no sería tan fácil. Las palabras de Alexia resonaban en su mente: la bestia siempre tendría hambre, y si no la alimentaba, seguiría perdiendo recuerdos, seguiría perdiendo lo que alguna vez fue.
—Lo sé —respondió Drex, con voz apagada—. Pero también sé que no soy lo suficientemente fuerte para lo que viene. Casi muero en la última batalla. No sé si podré enfrentar lo que nos espera con lo que soy ahora.
Tatiana lo miró, sabiendo que Drex estaba en una encrucijada peligrosa. No podía perderlo, pero tampoco podía permitir que la bestia lo consumiera completamente.
—Estaremos juntos en esto —dijo Tatiana, tomando su mano y entrelazando sus dedos—. No tienes que tomar esa decisión solo. Y si decides hacerlo, estaré a tu lado. Pero quiero que recuerdes una cosa: no quiero perderte, Drex. No quiero que te pierdas a ti mismo en este proceso.
Drex la miró, sintiendo el peso de sus palabras. Tatiana había estado con él en los momentos más oscuros, y su presencia era lo único que lo mantenía atado a la realidad, a su humanidad.
—Gracias —murmuró Drex, acercándose a ella y besándola suavemente—. No sé qué haría sin ti.
Tatiana sonrió levemente, pero sabía que la verdadera batalla aún estaba por venir. El tótem era solo una pequeña parte de un conflicto mucho más grande, uno que Drex tendría que enfrentar no solo con su fuerza, sino también con su corazón.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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