El cazador de almas perdidas – Creepy pasta 66.
El Separatista y La Cacería.
La noche en Quito estaba oscura y densa, como si la ciudad misma estuviera conteniendo la respiración. Drex había regresado a la base de operaciones después de una semana de recuperación intensa. Su cuerpo, aunque reparado por la cirugía, aún sentía los estragos de la plata que casi lo mata. Había pasado por el infierno, pero ahora estaba de vuelta, dispuesto a seguir con la misión que Vambertoken les había encomendado.
Durante esos días de convalecencia, María, Tatiana y Fabián habían estado visitándolo, actualizándolo sobre los movimientos de la Muerte Plata y la creciente frustración de Vambertoken. No había descanso para ellos, y el ataque a la sede en Quito había sido un desastre. Vambertoken había descargado su furia en Óscar, acusándolo de haber permitido que casi perdieran a Drex y, lo que era peor, de haber caído en una trampa.
Óscar, desesperado por probar su lealtad y asegurarse una segunda oportunidad de sobrevivir, había conseguido una pista sobre la verdadera sede de la Muerte Plata en Ecuador. Estaba dispuesto a ir solo, sabiendo que si fracasaba, su destino sería sellado por el mismo Vambertoken. El archiconde no era conocido por su misericordia.
María, ahora como investigadora externa del Archiconde de Purga, estaba en la sala de operaciones cuando Drex llegó. Su expresión era tensa, pero también cargada de una calma calculada. Se estaban preparando para realizar un ritual de clarividencia. Necesitaban más información, pero la frustración de Vambertoken era evidente: por primera vez, no tenía control sobre la situación. Eso lo inquietaba más que cualquier cosa.
Vambertoken, imperturbable en la superficie, pero con un brillo peligroso en sus ojos, le dio a Óscar una última oportunidad. Si no traía la información correcta, Vambertoken lo cazaría personalmente. Mientras tanto, María realizaría una sesión de clarividencia, tratando de encontrar cualquier pista que los guiara al próximo movimiento de la Muerte Plata.
Drex, aunque aún recuperándose, fue asignado inmediatamente a una nueva misión. Vambertoken, con su usual tono imperativo, lo envió junto con Fabián a contactar a un viejo separatista con el que el vampiro había trabajado en el pasado. Era una misión delicada y debía mantenerse en total secreto. Incluso Tatiana, que claramente quería hablar con Drex después de su recuperación, no tuvo la oportunidad de acercarse. Vambertoken fue eficiente en asignar la misión en cuanto Drex entró en la sala, cerrando cualquier posibilidad de conversación entre ellos.
Fabián y Drex salieron rápidamente de la base, dejando a María ultimando los detalles del ritual de clarividencia. Mientras caminaban hacia el auto que los llevaría a la reunión, Fabián miró a Drex con una mezcla de preocupación y curiosidad.
—¿Cómo te sientes? —preguntó Fabián con su tono habitual de calma, aunque sabía lo que Drex iba a decir.
—Necesito una cacería —respondió Drex, su voz un gruñido bajo.
Fabián asintió, recordando la última vez que había acompañado a Drex en una cacería. Sabía que, para un licántropo, alimentarse era esencial, y aunque la brutalidad de aquello era algo que nunca podría olvidar, entendía la necesidad. No hizo más preguntas. Sabía que no había lugar para objeciones en esta misión.
Durante el trayecto, Drex sacó su teléfono y envió un breve mensaje de texto a Tatiana:
“Voy con Fabián a una misión y después haré una cacería. Nos veremos pronto.”
Tatiana no respondió de inmediato, y Drex supo que estaba tratando de procesar lo que había pasado. No podía culparla.
Mientras se dirigían al punto de encuentro con el separatista, Vambertoken envió un mensaje de texto a Fabián, con una orden adicional: “Después de hablar con el separatista, elimínenlo. No debe quedar ningún rastro”.
Era una tarea fría y directa, típica de Vambertoken, y aunque Fabián no lo mostró, la orden le provocó un escalofrío. Matar a alguien por órdenes del Archiconde no era algo que aceptara a la ligera, pero sabía que no tenía opción.
El lugar de la reunión era un viejo almacén en las afueras de Quito, en una zona olvidada por la modernidad. El separatista ya los estaba esperando cuando llegaron. Era un hombre delgado y alto, con un aire de despreocupación calculada. No era su primera vez tratando con agentes de Vambertoken, pero había algo en su mirada que sugería que no era lo que parecía.
—¿Son los enviados de Vambertoken? —preguntó el hombre con voz ronca.
Drex mostró el medallón de Purga, lo que confirmó su identidad. El separatista asintió y los invitó a entrar.
La reunión fue rápida y eficiente. El separatista, con una calma casi inhumana, les entregó una lista de ubicaciones y fechas donde se realizarían recolectas de objetos por parte de la Muerte Plata. Pero antes de que pudieran terminar la conversación, el separatista reveló algo inesperado.
—Por cierto, este cuerpo que ven aquí no es el mío. Es un cadáver reanimado con necromancia. No me arriesgaría a encontrarme en persona con dos agentes de Vambertoken.
La revelación dejó a Drex y Fabián perplejos. Habían estado hablando con un cadáver todo el tiempo. El separatista les explicó que desaparecería del radar, y que Vambertoken no tendría que preocuparse por él.
Cuando la reunión terminó, Fabián hizo una llamada rápida a Vambertoken para informarle de lo sucedido.
—Nos ha dado la información que necesitábamos, pero no pudimos matarlo. Era un cadáver levantado con necromancia.
Hubo un momento de silencio al otro lado de la línea, y luego Vambertoken habló con una mezcla de ironía y desprecio.
—Volved inmediatamente. No hay más que hacer allí.
Drex, sintiendo la urgencia de su naturaleza licántropa, pidió unas horas más antes de regresar.
—Necesito una cacería antes de volver. No tardaré mucho —dijo, su voz cargada de necesidad.
Fabián, sabiendo lo que eso significaba, asintió sin hacer preguntas.
Drex se internó en las calles oscuras de Quito, buscando a sus presas. La cacería siempre era una mezcla de adrenalina y liberación, un momento en el que su naturaleza bestial tomaba el control por completo. Encontró a su presa: tres criminales de poca monta que no serían extrañados. Drex se transformó en la sombra de un callejón, sus garras extendiéndose, sus ojos brillando en la oscuridad. El ataque fue rápido y brutal.
Los cuerpos de los hombres cayeron uno por uno mientras Drex arrancaba sus corazones y los devoraba con una mezcla de furia y hambre. Sabía que el tiempo apremiaba, pero no podía detenerse. Necesitaba alimentarse para estar en su mejor forma cuando la misión continuara.
Horas después, Drex y Fabián regresaron a la sede de operaciones. Vambertoken los estaba esperando, su rostro impasible, pero con un brillo en sus ojos que sugería que la información obtenida por el separatista era exactamente lo que necesitaba.
El ataque a la Muerte Plata continuaría, y esta vez, no habría errores.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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