El cazador de almas perdidas – Creepypasta 280.
El Segundo Asalto.
La luz del amanecer entraba tímidamente por las cortinas, bañando el apartamento en una suave claridad. Sin embargo, el interior del lugar no tenía nada de delicado. El suelo estaba cubierto de ropa rasgada, las sábanas estaban deshechas y desgarradas, y los muebles mostraban las marcas de garras afiladas, como testigos silenciosos de la noche brutal de pasión desatada entre Tatiana y Drex. La poción carmesí aún parecía palpitar en el ambiente, dejando una sensación cargada de deseo incluso en el aire.
Tatiana fue la primera en despertar, su cuerpo aún envuelto en el calor de Drex, que dormía profundamente detrás de ella. Sentía cada músculo de él presionado contra su espalda, su pecho firme contra sus omóplatos, pero lo más intenso era la sensación de Drex todavía dentro de ella. Esa era la forma en que habían decidido acabar la noche, a petición suya. Aún sentía ese placer invasivo y lleno de satisfacción. Estar tan conectados, incluso en el sueño, la llenaba de una sensación de poder y de paz.
Abrió los ojos lentamente, disfrutando del peso y la calidez de su cuerpo, de cómo Drex parecía envolverla completamente, pero en el fondo, algo más comenzaba a despertar con ella. Su lado competitivo, esa parte de ella que nunca se sentía completamente satisfecha hasta ganar, surgía con fuerza.
—”No puedo dejar que pienses que ganaste anoche,” —murmuró Tatiana para sí misma, con una sonrisa ladeada mientras apretaba los músculos a su alrededor, provocando un suave gemido de Drex aún dormido. Su sonrisa se amplió. Tatiana nunca había sido de las que se rendían fácilmente, y esta no iba a ser la excepción.
Moviéndose lentamente, sin apartarlo de su interior, se deslizó con suavidad, sintiendo cómo Drex comenzaba a reaccionar. No era solo el placer lo que la movía, era esa necesidad de dominar el momento, de hacer que él entendiera que aún no había terminado.
Drex gruñó, su respiración volviéndose más pesada mientras despertaba, pero antes de que pudiera hacer o decir algo, Tatiana se movió con más fuerza, apretando sus caderas contra él, hundiéndolo más profundamente en su cuerpo. Su mano se deslizó hacia su espalda, recorriendo las marcas de las garras que él mismo había dejado en la noche, y eso la encendió aún más.
—”Buenos días,” —susurró, con una voz cargada de lujuria y desafío—. “Espero que estés listo, porque esta mañana… quiero mi revancha.”
Drex, ahora completamente despierto, sonrió con una intensidad oscura que Tatiana siempre encontraba irresistible. La mirada que le lanzó hablaba de todo lo que vendría a continuación. Su mano descendió hasta los glúteos de Tatiana, sus dedos aferrándose con fuerza, admirando cada centímetro de su cuerpo como si fuera la primera vez.
—”Siempre estoy listo para ti,” —gruñó Drex, sus manos apretando sus nalgas mientras tiraba de ella hacia abajo, obligándola a sentarse aún más sobre él—. “Pero esta vez, seré yo quien gane.”
Tatiana soltó una risa ahogada, desafiando esa afirmación mientras movía las caderas con un ritmo más rápido, su cuerpo ya ardiendo de deseo nuevamente. El placer la atravesaba en olas, pero junto con ese placer venía algo más, algo que nunca se había atrevido a aceptar completamente: la culpa. Sentía ese deseo desenfrenado por ser golpeada, por ser mordida de maneras que siempre la sorprendían, y aunque sabía que amaba cada segundo de ello, una parte de ella aún luchaba contra esa entrega.
Pero no podía resistirse.
—”Hazlo,” —susurró, mordiéndose el labio mientras movía las caderas de una manera que dejaba claro lo que quería—. “Golpéame.”
Drex no necesitaba más. Su mano se levantó, y con un fuerte movimiento, la nalgueó con fuerza, un sonido claro resonando en la habitación. Tatiana jadeó, su espalda arqueándose ante la sensación de dolor y placer entrelazados. Esa culpa que tanto la atormentaba se desvaneció en un instante, dejando solo el deseo y el placer puro.
—”¿Así lo quieres?” —gruñó Drex, inclinándose hacia adelante para morderle el cuello, mientras su mano seguía marcando sus glúteos con cada golpe. Tatiana jadeaba, su cuerpo temblando con cada contacto.
—”Sí… más…” —gimió Tatiana, sin poder contenerse, aferrándose a él, perdida completamente en la sensación de ser deseada de esa manera tan cruda, tan salvaje.
La culpa apenas era una sombra ya. Todo lo que importaba era cómo él la hacía sentir, cómo la llenaba, cómo sus dientes mordían sus pezones, haciendo que todo su cuerpo se estremeciera.
Drex bajó su cabeza hacia los senos de Tatiana, sus dientes atrapando el pezón con la misma ferocidad que en la noche anterior. El dolor mezclado con el placer era tan intenso que Tatiana sintió cómo un grito ahogado salía de su garganta.
—”No puedo…” —jadeó, sus manos aferrándose a su cabello mientras lo empujaba más cerca—. “No puedo resistirme a ti…”
El tiempo era oro, y lo sabían. Ambos debían regresar a la Purga, pero cada segundo que pasaba sentían cómo el reloj les ofrecía un premio por haberse entregado a esa pasión descontrolada. Tatiana, sintiendo la adrenalina correr por su cuerpo, decidió que no iba a dejar que este fuera el final. Esta vez, iba a asegurarse de que Drex entendiera que nunca se rendiría.
Sus caderas comenzaron a moverse con más fuerza, con más determinación, sus ojos fijos en los de Drex, desafiándolo mientras el placer se construía entre ellos.
—”Vas a recordar esta mañana,” —dijo Tatiana con una sonrisa cargada de lujuria—. “Porque voy a ganar esta guerra.”
El apartamento, convertido en un campo de batalla erótico la noche anterior, solo se volvería más caótico. Drex, con sus manos aferrándose aún más fuerte a las caderas de Tatiana, supo en ese momento que esta pelea no la ganaría nadie. Ambos serían derrotados por el placer desmedido que compartían, y eso era justo lo que deseaban.
El campo de batalla entre Tatiana y Drex no era más que el reflejo de sus cuerpos enredados en una guerra feroz de lujuria. El apartamento, aún destrozado por los estragos de la noche anterior, había sido testigo de los deseos salvajes que se habían desatado, pero Tatiana no estaba dispuesta a ceder la victoria fácilmente. Sentía el cuerpo de Drex aún dentro de ella, y una sonrisa desafiante cruzó sus labios. No iba a perder, no esta vez.
Drex la tenía firmemente atrapada entre sus manos, sus dedos marcando sus glúteos con cada movimiento, mientras Tatiana sentía cómo cada nalgada encendía su piel y, al mismo tiempo, esa culpa familiar la invadía.
—”Sé que te gusta,” —gruñó Drex, inclinándose hacia ella, sus labios rozando el cuello de Tatiana mientras su mano volvía a golpear con fuerza su piel desnuda. El sonido resonó en la habitación, y Tatiana no pudo evitar el gemido que se le escapó de los labios, ese gemido que siempre venía acompañado de la vergüenza más deliciosa.
—”Me vuelve loca…” —jadeó Tatiana, moviendo sus caderas contra él, buscando más de esa sensación que la hacía perderse por completo—. “Pero odio cuánto me gusta.”
Drex sonrió, sus ojos ardiendo con una mezcla de lujuria y poder mientras su mano continuaba marcando sus nalgas, una y otra vez.
—”Te encanta más de lo que quieres admitir,” —dijo con una sonrisa oscura, sus colmillos rozando el lóbulo de su oreja antes de deslizarse hacia su cuello—. “Y lo sé, porque incluso cuando estás en la Purga, te recuerdo. Sientes mis manos en tus nalgas, mis colmillos en tus pezones. No puedes dejar de pensar en mí, aunque te desgarre por dentro.”
Tatiana cerró los ojos, dejándose llevar por la sensación de las palabras de Drex mientras se mordía el labio. Era verdad. Ese era su mayor placer culposo. Estar en la oficina, en el centro de todo, y aún sentir el peso de las manos de Drex en su cuerpo, como si nunca la hubiera dejado.
—”Sí…” —murmuró Tatiana, apretando los dientes mientras movía las caderas con más fuerza, buscando más de esa sensación que tanto odiaba y amaba al mismo tiempo—. “Es mi peor culpa… y mi mayor placer.”
Drex gruñó de nuevo, inclinándose hacia ella, sus manos aún aferrándose con fuerza a sus caderas, marcando su territorio mientras se movía dentro de ella con una fuerza que hacía temblar todo su cuerpo.
—”Entonces… admítelo,” —dijo, sus manos bajando hacia sus muslos, dejando una mordida profunda que hizo que Tatiana gritara de placer—. “Admítelo, y quizás te deje ganar esta vez.”
Tatiana se rió, aunque su respiración estaba entrecortada por el placer. Pero no iba a ceder. No era una de las que se rendían tan fácilmente.
—”No… voy a ganar,” —respondió, su mirada encendida mientras sus caderas se movían con más fuerza, su cuerpo apretándose a su alrededor—. “A cualquier costo.”
La guerra entre ellos estaba lejos de terminar, y aunque sabían que el tiempo corría en su contra, con la Purga esperándolos, ninguno estaba dispuesto a dejar de lado su deseo por el otro. Con un movimiento rápido, Tatiana se inclinó hacia él, sus manos aferrándose a los hombros de Drex mientras él la empujaba hacia el baño.
—”Arreglémonos juntos,” —dijo Tatiana, su tono desafiante—. “Pero no vamos a detenernos.”
Drex sonrió, sabiendo exactamente lo que eso significaba. No iba a dejarla ganar fácilmente. Mientras el agua comenzaba a correr en la ducha, Drex no se apartó de Tatiana, manteniendo esa conexión física mientras sus manos recorrían cada centímetro de su cuerpo, saboreando su piel húmeda, sus dientes rozando sus pezones como ella tanto deseaba.
—”Te encanta esto, ¿verdad?” —susurró Drex, mordiendo su pezón con la misma intensidad con la que la había marcado la noche anterior—. “Te encanta cómo te muerdo… cómo te tomo… y cómo no te dejo ir.”
Tatiana arqueó la espalda, aferrándose a sus hombros mientras el agua caía sobre ambos, sus caderas moviéndose contra él, buscando más. El placer se acumulaba en su interior, cada segundo más intenso que el anterior.
—”Sí… pero eso no significa que no voy a ganarte,” —jadeó, mientras las manos de Drex bajaban por sus muslos, apretando con fuerza hasta dejarlas marcadas.
El ritmo en la ducha se volvió más rápido, más intenso. Tatiana sentía cómo el placer se acercaba, pero no estaba dispuesta a rendirse antes de tiempo. En el fondo de su mente, ya sabía cómo ganarle a Drex en esta batalla, y ese pensamiento la hizo sonreír para sí misma.
Finalmente, cuando la tensión llegó a su punto máximo, Drex la miró con una intensidad que la hizo temblar. Sus labios se acercaron a los de Tatiana, pero en lugar de besarla, susurró lo que ella ya sabía que venía.
—”Quiero terminar… en tu boca.”
Tatiana lo miró con una mezcla de sorpresa y satisfacción. No esperaba que fuera tan fácil. Sonrió de forma traviesa, aprovechando esa oportunidad para tomar el control completo de la situación.
—”¿Así que ese es tu punto débil?” —murmuró, inclinándose hacia él con una sonrisa juguetona mientras se deslizaba fuera de la ducha. Sabía que con esto, ganaría.
Con movimientos rápidos y seguros, se arrodilló frente a él, sus labios rozando suavemente la punta de Drex, antes de tomarlo por completo. Drex gruñó, sus manos apretándose en sus cabellos mientras su respiración se volvía más pesada.
Tatiana no perdió el ritmo. Sus labios se movían con precisión, con fuerza, y cada gemido de Drex le confirmaba lo que ya sabía: había ganado.
Cuando Drex finalmente se rindió, liberando todo su control en la boca de Tatiana, ella lo miró con ojos llenos de triunfo, disfrutando de cada segundo de esa victoria.
—”Te lo dije,” —murmuró Tatiana, lamiéndose los labios antes de ponerse de pie—. “Gané.”
Drex, jadeando aún por el placer, la miró con una mezcla de admiración y diversión.
—”Esta vez,” —gruñó, aunque con una sonrisa—, “pero la próxima, será diferente.”
Tatiana se rió suavemente, dándole un beso rápido antes de tomar una toalla.
—”Lo que digas, amor. Pero por ahora, voy 1 a 1.”
El apartamento seguía en caos, pero el reloj no se detenía. El día había llegado, y aunque sus cuerpos aún vibraban con el deseo que los había consumido, sabían que ya no podían retrasar más la inevitable vuelta a la realidad. Tatiana se deslizó fuera de la ducha con el cuerpo todavía caliente por el último asalto, dejando que el agua se evaporara de su piel mientras se apresuraba a vestirse.
Sin embargo, el simple acto de ponerse la ropa se sentía como una tortura placentera. Cuando se paró frente al espejo, sus ojos se clavaron en el reflejo de sus glúteos, aún marcados por las nalgadas de Drex. La piel, roja e intensa, le recordaba cada golpe, cada mordida, cada momento en que había estado al borde del control… y lo mucho que lo había disfrutado. Un escalofrío recorrió su espalda, haciendo que se mordiera el labio, tratando de contener el placer culpable que la invadía.
—”No puedo creer que esto me excite tanto,” —murmuró Tatiana para sí misma, pasándose una mano por los glúteos adoloridos, disfrutando del ardor que le provocaba.
Su respiración se entrecortó al recordar cómo los colmillos de Drex habían hundido en sus pezones, provocando sensaciones que aún podía sentir bajo la ropa. Drex no solo la había llevado al límite, sino que había sabido exactamente cómo mantenerla ahí, balanceándose entre el placer y la culpa, haciéndola desear más incluso cuando sabía que ya no tenían tiempo.
—”Me vuelve loca…” —admitió en voz baja, su mente recordando los momentos en el bosque, donde todo era más crudo, más visceral. Sangre. Corazones humanos. Y el cuerpo de Drex tomando posesión de cada parte de ella, de cada ángulo, en cada rincón del claro. Tatiana sonrió con un brillo malicioso en los ojos mientras se subía las medias, sintiendo un escalofrío recorrerla de nuevo al recordar cómo incluso Drex había dejado que la bestia tomara parte en esos momentos.
La transformación había comenzado, y sentir las primeras etapas de la licantropía en su interior solo había amplificado el placer. Su corazón latió más rápido al pensar en cómo Drex la había penetrado desde todos los ángulos posibles, llevándola a un frenesí donde lo único que existía era la conexión entre ambos.
—”Tienes un punto débil, y no puedo creer que sea tan simple,” —murmuró Tatiana, sus labios curvándose en una sonrisa astuta mientras se vestía.
Drex, que aún se estaba secando con la toalla mientras la observaba desde el otro lado de la habitación, sonrió al escucharla. Tatiana podía sentir su mirada fija en sus nalgas, aún rojas, mientras se vestía. Él no ocultaba su fascinación, y eso solo la encendía más.
—”No lo llames simple,” —gruñó Drex, con una sonrisa burlona—. “Sabes que te encanta tanto como a mí. Aunque claro… ahora que lo mencionas, ¿por qué no guardas esas marcas para ti sola?”
Tatiana se volvió hacia él, arqueando una ceja mientras ajustaba el uniforme. La culpa todavía la mordía por dentro, pero cada vez era más difícil resistir el deseo de entregarse completamente a esas sensaciones.
—”Tienes razón,” —respondió con una sonrisa traviesa—. “Me gusta sentir tus manos… tus colmillos… pero saber que voy a trabajar con mis nalgas tan marcadas… eso es lo que me enloquece.”
Drex soltó una risa baja, mientras terminaba de vestirse también. Tatiana lo observó en el reflejo del espejo, todavía impresionada por lo que habían hecho, por cómo Drex había dejado que su parte más salvaje aflorara con ella. Y aunque la idea de estar marcada le traía un placer culposo, no iba a dejar que él se olvidara de lo fácil que había sido ganar esa guerra.
—”No puedo creer que hayas cedido tan rápido,” —se burló Tatiana, cruzando los brazos mientras lo observaba—. “Con lo fuerte que eres… y al final, un simple deseo terminó por ser tu punto débil.”
Drex dejó escapar un gruñido suave, mientras caminaba hacia ella, sus ojos fijos en su reflejo en el espejo.
—”No es que sea débil, Tatiana,” —dijo con una sonrisa oscura—. “Es que cuando quiero algo, no tengo problemas en ceder… si eso significa que ambos ganamos.”
Tatiana rió suavemente, sintiendo un calor recorrer su cuerpo ante la intensidad de la mirada de Drex. Aún podía sentirlo dentro de ella, el peso de su cuerpo, la fuerza de sus manos en sus caderas.
—”Parece que ambos ganamos esta vez,” —susurró, dándole un pequeño empujón juguetón mientras terminaba de ajustarse la blusa—. “Aunque me sigue sorprendiendo lo fácil que fue… la próxima vez, deberías ponérmelo más difícil.”
Drex no respondió de inmediato, simplemente dejó que sus manos se deslizaran por la espalda de Tatiana, hasta sus glúteos marcados, dándole una última nalgada suave. Tatiana se estremeció ante el toque, un gemido suave escapando de sus labios antes de que pudiera detenerlo.
—”Quizás la próxima vez te lo ponga tan difícil que no puedas caminar a la oficina,” —gruñó Drex con una sonrisa—. “Pero por ahora, vamos. Estamos llegando tarde.”
Tatiana le devolvió la sonrisa, aunque su cuerpo seguía vibrando con la intensidad de lo que acababan de compartir. Estaba lista para ir a la Purga, pero no podía dejar de sentir la sensación de las manos de Drex en sus nalgas y los colmillos en sus pezones mientras se miraba una última vez en el espejo.
El tiempo corría en su contra, pero en el fondo de su mente, Tatiana ya estaba planeando la revancha de esa guerra que nunca terminaría.
El aire frío de la mañana llenaba la cabina de la camioneta mientras Tatiana y Drex se dirigían hacia la sede de la Purga. La piel de Tatiana todavía ardía bajo el uniforme, las marcas rojas de las nalgadas y los colmillos de Drex seguían recordándole cada segundo de la batalla de la noche anterior. Apretó los muslos, mordiéndose el labio, intentando concentrarse en lo que venía, pero era imposible.
Drex, al volante, no dejaba de echarle miradas furtivas de lado, disfrutando secretamente de la incomodidad placentera que sabía que Tatiana estaba sintiendo. No necesitaba palabras para saberlo. La veía ajustarse una y otra vez en el asiento, buscando una posición más cómoda, pero sabiendo que cada movimiento le recordaba quién le había dejado esas marcas.
—”¿Qué tal van las marcas?” —murmuró Drex con una sonrisa, sus manos firmemente en el volante, pero su mente claramente en otros pensamientos.
Tatiana soltó una risa suave, sin dejar de mover las caderas ligeramente, buscando esa fricción que tanto la hacía retorcerse de placer y molestia.
—”Arden lo suficiente como para que no te olvide,” —respondió, su voz cargada de ironía, pero también de deseo—. “Aunque lo que realmente no puedo olvidar… son tus colmillos.”
El recuerdo de los colmillos de Drex hundiéndose en sus pezones la hizo estremecerse, su pecho subiendo y bajando con la excitación apenas contenida. Sentía el uniforme militar ajustado rozar esas zonas sensibles, y con cada roce, era como si los dientes de Drex aún estuvieran allí.
Drex sonrió ampliamente, sabiendo que había hecho un buen trabajo.
—”Eso era lo que quería oír,” —gruñó con satisfacción, su mirada volviendo al camino, pero no sin antes echarle un vistazo a Tatiana, disfrutando del control que tenía sobre ella, aunque siempre sabiendo que esa batalla nunca estaba del todo ganada.
Tatiana, por su parte, no estaba dispuesta a dejar que él tuviera la última palabra, y menos antes de que llegaran a la sede de la Purga. Había un deseo culposo dentro de ella que aún quería satisfacer, y aunque estaban en medio del camino, eso no iba a detenerla. Con una sonrisa traviesa, Tatiana se inclinó hacia él, dejando que su mano recorriera lentamente el muslo de Drex, subiendo hacia su entrepierna.
—”¿Sabes, amor?” —susurró al oído de Drex mientras sus dedos comenzaban a desabrochar el cinturón—. “Creo que no he terminado de dejar mi marca en ti tampoco.”
Drex gruñó, sin apartar la vista del camino, pero su mandíbula se tensó mientras sentía la mano de Tatiana deslizándose hábilmente dentro de sus pantalones, tocándolo con esa mezcla perfecta de delicadeza y firmeza que siempre lograba hacerle perder el control.
—”¿Qué crees que estás haciendo?” —logró decir Drex, su voz más profunda y ronca, luchando por mantener la concentración mientras Tatiana lo acariciaba, sus movimientos lentos y provocativos.
La camioneta avanzaba a buen ritmo por las carreteras vacías, pero dentro de la cabina, el ambiente estaba lejos de ser tranquilo. Tatiana se removía en el asiento, sintiendo el ardor constante de sus nalgas, un recordatorio ardiente de lo que Drex le había hecho horas antes. Las marcas bajo su uniforme no la dejaban olvidar, y el roce de la tela militar contra su piel sensible hacía que su deseo aumentara.
Drex, al volante, echaba miradas furtivas hacia Tatiana con una sonrisa apenas contenida. Sabía lo que estaba pasando por la mente de ella, lo sentía en cada uno de sus gestos, en la manera en que apretaba los labios, en cómo trataba de acomodarse sin encontrar una posición cómoda. Él mismo podía sentir en el ambiente la necesidad creciente de ambos.
—”¿Qué tal las marcas?” —murmuró, con una sonrisa oscura mientras mantenía la vista en el camino.
Tatiana sonrió de medio lado, mordiéndose el labio mientras sus manos se movían discretamente hacia el cinturón de Drex, ya sabiendo lo que iba a hacer.
—”Arden lo suficiente,” —respondió, con un tono desafiante—, “como para que no me olvide de ti en todo el día… pero me parece que aún te falta algo.”
Drex gruñó suavemente, sintiendo cómo Tatiana desabrochaba su cinturón y bajaba la cremallera de sus pantalones con una habilidad que solo ella tenía. No apartó la vista del camino, pero su respiración se volvió más pesada, y un escalofrío recorrió su espalda al sentir cómo Tatiana se inclinaba hacia él, su boca rozando su cuello mientras hablaba.
—”Voy a igualar el marcador antes de que lleguemos,” —susurró Tatiana, dejando que su mano bajara hacia su entrepierna, encontrándolo ya listo para lo que iba a suceder. Con una sonrisa traviesa, se inclinó más, sus labios rozando suavemente la piel de Drex, y sin darle tiempo a reaccionar, se hundió sobre él.
Drex soltó un gruñido profundo, sus manos apretando el volante con más fuerza mientras la boca de Tatiana hacía su magia. Los sonidos suaves y húmedos llenaban la cabina, y aunque trataba de mantener la concentración en la carretera, cada vez se hacía más difícil resistirse al placer que ella le estaba dando. Podía sentir cómo la lengua de Tatiana se movía con precisión, cómo lo llevaba al borde con cada movimiento, y su control se tambaleaba.
—”Maldita sea, Tatiana…” —gruñó Drex, mordiéndose el labio, sabiendo que ella estaba disfrutando de tener el control. Era una batalla que ambos peleaban constantemente, pero esta vez, ella estaba ganando.
Tatiana sonrió para sí misma mientras seguía, sintiendo cómo Drex temblaba bajo su toque. El placer de saber que lo tenía a su merced, combinando su habilidad con la intensidad de sus propios deseos, la excitaba aún más. Podía escuchar los gemidos contenidos de Drex, y cada sonido que él emitía solo la impulsaba a continuar.
—”No creas que voy a dejarte fácil,” —susurró Tatiana antes de volver a tomarlo por completo, su lengua jugando con él, su boca envolviéndolo en un ritmo que sabía que Drex no podría resistir por mucho tiempo.
Los minutos pasaban, y cada vez era más evidente que Drex estaba al borde. El vehículo avanzaba hacia la entrada de la Purga, pero Tatiana no tenía intenciones de detenerse hasta cumplir su objetivo. Con un último movimiento, lo llevó al límite, escuchando el gruñido profundo que salió del pecho de Drex mientras finalmente se rendía al placer que ella le estaba dando.
—”Joder, Tatiana…” —gruñó Drex, tratando de recuperar el control mientras su cuerpo se tensaba por el clímax, dejándose llevar por completo.
Tatiana sonrió con satisfacción mientras lo sentía culminar, disfrutando cada segundo, y cuando terminó, se incorporó lentamente, limpiando sus labios con una mirada triunfante.
—”¿Te has asegurado de que no me olvide de ti?” —preguntó Tatiana, sabiendo que había ganado esta batalla.
Drex respiró profundamente, aún intentando recuperar el aliento, pero su sonrisa oscura no desaparecía. La camioneta ya estaba en la entrada de la Purga, y aunque sabían que debían concentrarse en el trabajo, la intensidad entre ellos aún ardía, lista para desatarse de nuevo en cualquier momento.
—”No voy a olvidarlo,” —respondió Drex, su voz ronca por el placer—. “Pero esta guerra no ha terminado.”
Tatiana soltó una risa suave mientras ajustaba su uniforme, sus dedos jugueteando con los botones mientras se preparaba para bajarse de la camioneta.
—”Lo sé,amor” —respondió con una sonrisa—. “Pero por ahora seguimos 1 a 1”
Con un último vistazo cargado de deseo y complicidad, ambos salieron de la camioneta y caminaron hacia la sede de la Purga, sabiendo que, aunque la batalla del día estaba por comenzar, la verdadera guerra entre ellos nunca terminaría.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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