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En un pequeño pueblo rodeado de colinas verdes y ríos cristalinos, vivía una niña llamada Clara. Tenía diez años y era conocida en su escuela por su amor a la naturaleza. Desde muy temprana edad, Clara había desarrollado una conexión especial con el mundo que la rodeaba. Pasaba horas en su jardín, cuidando de las flores y plantas que había sembrado junto a su abuela. Cada vez que su abuela la visitaba, le contaba historias sobre las plantas, los árboles y los animales que vivían en el bosque cercano. Clara escuchaba atentamente, absorbiendo cada palabra como si fueran tesoros.

Un día, mientras Clara regaba sus flores favoritas, un pájaro azul se posó en la cerca de madera del jardín. La niña se quedó inmóvil, maravillada por la belleza del ave. Aquel pájaro no era como los demás; tenía un brillo especial en sus plumas y un canto melodioso que llenaba el aire.

—¡Hola, pequeño amigo! —saludó Clara con una sonrisa—. ¿Qué haces por aquí?

El pájaro pareció mirarla con curiosidad, como si entendiera cada palabra. Después de un momento, levantó el vuelo y se perdió entre los árboles del bosque. Clara, intrigada, decidió seguirlo. Sin pensarlo dos veces, dejó la manguera a un lado y corrió hacia el bosque.

Mientras avanzaba, se sintió envuelta en la magia de la naturaleza. Los rayos del sol se filtraban a través de las hojas, creando un espectáculo de luces y sombras en el suelo. Clara respiró hondo, disfrutando del aire fresco y del perfume de las flores silvestres. Pero, a medida que se adentraba más en el bosque, comenzó a notar que algo no estaba bien. Había basura tirada en el suelo, plásticos que se enredaban en las ramas y algunos árboles estaban marcados con pintura, como si alguien hubiera decidido vandalizarlos.

Clara frunció el ceño, preocupada por lo que estaba viendo. Su corazón se llenó de tristeza al pensar que el bosque que tanto amaba estaba sufriendo. Decidida a hacer algo, se sentó en un tronco caído y comenzó a pensar en una forma de ayudar.

—¿Por qué la gente no cuida de la naturaleza como debería? —se preguntó en voz alta—. Este lugar es nuestro hogar y necesitamos protegerlo.

Mientras Clara reflexionaba, escuchó un suave susurro. Era el mismo pájaro azul que había visto antes, ahora posado en una rama cercana. Al notar su presencia, el pájaro comenzó a trinar, como si intentara comunicarse con ella.

—¿Tú también te preocupas por este lugar? —preguntó Clara, mirando al pájaro con ternura—. Necesitamos unirnos para cuidarlo. Pero, ¿cómo podemos hacerlo?

El pájaro azul dejó escapar un trino melodioso y, para sorpresa de Clara, comenzó a volar en círculos sobre su cabeza. Intrigada, Clara decidió seguirlo. El pájaro la guió por el bosque, llevándola a un claro donde otros animales se habían reunido. Allí había ciervos, conejos, ardillas y hasta una familia de zorros. Todos parecían estar en alerta, observando la situación a su alrededor.

—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Clara, sintiendo una conexión profunda con los animales.

Uno de los ciervos, el más anciano del grupo, se acercó con lentitud.

—Pequeña humana —dijo con una voz suave—, hemos visto cómo el bosque se ha ido deteriorando. Los humanos han olvidado que este lugar es un hogar para todos nosotros. La basura, los árboles dañados… necesitamos tu ayuda.

Clara sintió que una chispa de determinación se encendía en su corazón. Sabía que debía hacer algo.

—Haré lo que pueda —prometió, mirando a los animales a su alrededor—. Pero no puedo hacerlo sola. Necesitamos involucrar a más personas del pueblo.

Con el apoyo de los animales, Clara regresó al pueblo. Una idea brillaba en su mente, y estaba decidida a llevarla a cabo. Sabía que debía concientizar a sus amigos y vecinos sobre la importancia de cuidar la naturaleza. Así que organizó una reunión en el parque del pueblo y se dispuso a invitar a todos.

—¡Hola a todos! —gritó Clara, emocionada—. Los invito a una reunión en el parque este sábado. Necesitamos hablar sobre cómo cuidar nuestro hogar, la naturaleza.

Algunos niños la miraron con curiosidad, mientras otros parecían más interesados en jugar que en escuchar. Sin embargo, Clara no se desanimó. Sabía que si podía hacer que uno solo se uniera a su causa, sería un gran paso.

El sábado llegó, y Clara se preparó con entusiasmo. Llevó carteles que había hecho con dibujos de árboles, animales y el lema “La naturaleza es nuestro hogar, cuídala como a tu familia”. Cuando llegó al parque, vio que algunos de sus amigos habían asistido, pero también había muchos adultos del pueblo.

—Gracias por venir —dijo Clara, sintiendo que su corazón latía con fuerza—. Hoy quiero hablarles sobre la importancia de cuidar nuestro entorno. He visto cómo nuestro hermoso bosque está sufriendo, y creo que juntos podemos hacer algo al respecto.

Algunas personas murmuraron entre ellas, pero Clara se mantuvo firme. Comenzó a compartir su experiencia en el bosque y la conversación que había tenido con los animales. A medida que hablaba, notó que la atención de los presentes comenzaba a centrarse en sus palabras.

—Si todos cuidamos de nuestra naturaleza, no solo estaremos protegiendo a los animales y plantas, sino también a nosotros mismos. Necesitamos respirar aire limpio, tener agua clara y disfrutar de la belleza que nos rodea —dijo Clara, su voz resonando con pasión.

Al final de su discurso, Clara propuso organizar una jornada de limpieza en el bosque. Todos podrían reunirse para recoger la basura y plantar nuevas semillas. La idea fue recibida con entusiasmo, y varios de sus amigos se ofrecieron a ayudar. Clara sintió que el sueño de proteger la naturaleza estaba comenzando a tomar forma.

Mientras tanto, el pájaro azul observaba desde una rama cercana, satisfecho de ver cómo Clara estaba inspirando a otros. Esa tarde, Clara regresó a su hogar con una sonrisa en el rostro. Sabía que todavía quedaba mucho por hacer, pero había dado el primer paso hacia un cambio positivo.

Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Clara miró por la ventana hacia el bosque iluminado por la luna. Se sintió agradecida por la conexión que había encontrado con la naturaleza y los animales, y se prometió a sí misma que haría todo lo posible por proteger su hogar.

La naturaleza era su familia, y estaba lista para cuidarla con todo su corazón.

Los días pasaron rápidamente, y Clara se encontró organizando la jornada de limpieza en el bosque. Había hecho volantes coloridos y los había repartido en la escuela y en el vecindario. Sus amigos, emocionados por la idea, comenzaron a hablar de lo que harían. Clara se sintió feliz al ver que otros compartían su pasión por la naturaleza. El día de la limpieza se acercaba, y la anticipación crecía en el aire.

El gran día finalmente llegó. Clara se despertó temprano, llena de energía y emoción. Con su sombrero de sol y una camiseta que decía “Salvemos el Bosque”, salió de casa. Mientras caminaba hacia el parque, notó a sus vecinos reuniéndose. Había adultos y niños, algunos traían guantes y bolsas para recoger la basura. Clara se sintió abrumada por la alegría al ver que tantas personas estaban dispuestas a ayudar.

—¡Hola a todos! —saludó Clara, con una gran sonrisa—. Gracias por venir. Juntos haremos una gran diferencia hoy.

La jornada comenzó con Clara dando instrucciones sobre cómo trabajar en equipo. Dividió a los asistentes en grupos, asignando a cada uno una sección del bosque para limpiar. Clara se unió a sus amigos más cercanos: Mateo, una niña llamada Valeria y su mejor amigo, Lucas. Juntos, se dirigieron hacia un área que había estado especialmente descuidada.

Mientras recogían basura, Clara les habló sobre lo que había aprendido sobre la naturaleza y la importancia de mantenerla limpia. Cada vez que encontraban un objeto, Clara les recordaba cómo ese pequeño gesto podía ayudar a salvar la vida de un animal o hacer que el bosque fuera un lugar más hermoso.

—Miren esto —dijo Mateo, sosteniendo una lata de refresco—. Esto puede causar mucho daño. Los animales pueden comérselo por error.

—Sí —respondió Valeria—. Además, se tarda años en descomponerse. Por eso es tan importante que cuidemos nuestro entorno.

Mientras limpiaban, comenzaron a encontrarse con algunos animales curiosos. Un grupo de ardillas se acercó, observando a los niños con interés, como si supieran que estaban allí para ayudarlos. Clara sonrió y les ofreció algunas nueces que había llevado. Las ardillas se acercaron, y Clara se sintió encantada al ver cómo podían convivir con los animales.

A medida que el sol avanzaba en el cielo, el trabajo se sentía cada vez más gratificante. Los grupos se reunieron para comparar lo que habían recogido: plásticos, botellas, latas y otros desechos. Clara miró las bolsas llenas de basura y sintió una mezcla de satisfacción y tristeza.

—Hemos hecho un gran trabajo —dijo Lucas, mirándola con orgullo—. ¡Estamos ayudando a nuestro bosque!

Pero justo en ese momento, Clara notó algo que la hizo sentir incómoda. A lo lejos, vio a un grupo de chicos del pueblo que se acercaban. Clara los reconoció; eran conocidos por causar problemas y vandalizar el bosque. Sus corazones se aceleraron al ver que llevaban spray de pintura y parecían tener la intención de dañar los árboles.

—¡Rápido, tenemos que hacer algo! —exclamó Clara, señalando hacia el grupo.

Mateo y Valeria también los vieron y su expresión se tornó seria. Clara sabía que debían actuar con rapidez para proteger el bosque que tanto amaban.

—Vamos a hablar con ellos —dijo Valeria, con determinación—. No podemos dejar que destruyan lo que hemos estado cuidando.

Clara asintió, sintiendo que su corazón latía con fuerza. Se acercaron al grupo de chicos y Clara tomó la delantera.

—¡Eh! —gritó Clara—. ¿Qué están haciendo aquí?

Los chicos se detuvieron y se giraron hacia Clara y sus amigos. Uno de ellos, un chico llamado Max, se rió.

—Solo estamos divirtiéndonos, Clara. ¿Qué les importa a ustedes? Este lugar es aburrido.

—No es aburrido —replicó Clara, manteniendo la calma—. Este bosque es nuestro hogar y el hogar de muchos animales. Están dañando algo que necesitamos.

Max y su grupo se miraron entre ellos, riendo con desdén.

—¿Y qué si lo hacemos? Nadie se preocupa por esto. A nadie le importa —dijo otro chico, burlándose.

Clara sintió un nudo en el estómago. No iba a dejar que se salieran con la suya. Recordó las historias de su abuela sobre el poder de la conexión y cómo todos pueden unirse por un propósito mayor. Así que respiró hondo y decidió intentar hablarles desde el corazón.

—Escuchen —dijo Clara, suavizando su tono—. Si dañan el bosque, también están dañando el lugar donde viven los animales y plantas. Si les importa el medio ambiente, podemos trabajar juntos para hacer que este lugar sea más bonito. ¿Por qué no se unen a nosotros en la limpieza? Así podrán divertirse sin destruir nada.

Los chicos se miraron, y Clara sintió que había sembrado una pequeña semilla de duda en sus corazones. Max cruzó los brazos, pero Clara podía ver que su actitud comenzaba a cambiar.

—¿Y qué hay de divertido en limpiar? —preguntó, aunque su tono era menos burlón.

—Es divertido ver cómo el lugar se transforma y cómo podemos hacer una diferencia —respondió Mateo, apoyando a Clara—. Además, al final del día, podemos disfrutar de un picnic y compartir historias. ¿No sería genial?

Clara vio cómo el interés comenzaba a brillar en los ojos de los chicos. El grupo de limpieza estaba generando un ambiente positivo que podría llevar a un cambio.

—Vamos, ¡pueden unirse! No necesitan hacer esto solos —sugirió Valeria—. Ustedes también pueden ayudar a cuidar el bosque.

Después de unos momentos de silencio, Max finalmente dio un paso hacia adelante.

—Está bien. Quizás podamos intentarlo. Pero si no es divertido, nos vamos —dijo, con una pequeña sonrisa.

Clara sintió un gran alivio al ver que estaban dispuestos a unirse a su causa. Así que los llevó de regreso al grupo de limpieza y les mostró cómo trabajar en equipo. A medida que los nuevos participantes se integraron, el ambiente se llenó de risas y camaradería. Clara y sus amigos estaban felices de ver cómo los chicos se unían a su misión.

La jornada de limpieza continuó, y Clara sintió que había dado un paso hacia la inclusión y el respeto por el medio ambiente. Al final del día, se reunieron para disfrutar de un picnic en el claro, donde compartieron bocadillos y historias sobre sus experiencias en la naturaleza. Los chicos que antes eran un problema ahora reían y disfrutaban del día como cualquier otro.

Clara se sintió orgullosa al ver cómo la naturaleza, la amistad y el trabajo en equipo habían logrado unir a todos. Era un momento especial, y sabía que el bosque sería un lugar mejor gracias a sus esfuerzos.

Pero Clara también entendió que este era solo el principio. El cuidado de la naturaleza requería un compromiso constante, y estaba lista para hacer todo lo posible para proteger su hogar.

Con el picnic disfrutado y las risas resonando en el claro, Clara se sintió agradecida por el cambio que había logrado. Todos los niños y adultos del pueblo se unieron en una única misión: cuidar de la naturaleza. Al terminar el día, Clara miró a su alrededor y se dio cuenta de que el bosque parecía más limpio y vibrante. Las bolsas de basura estaban llenas, y los árboles parecían más felices con el aire fresco que corría a través de sus ramas.

—¡Gracias a todos por venir! —gritó Clara, levantando su voz para que todos la escucharan—. Hemos hecho un trabajo increíble hoy, pero esto no puede ser solo un día. Debemos continuar cuidando de nuestro bosque.

Los chicos que habían llegado inicialmente con malas intenciones se miraron entre ellos, sonriendo. Max fue el primero en hablar.

—No pensé que esto sería tan divertido. Deberíamos hacer esto más a menudo —dijo, mirando a Clara con admiración.

—¡Exacto! —exclamó Mateo—. Podemos hacer de esto una tradición, una jornada de limpieza mensual. ¡Incluso podríamos invitar a más personas!

Valeria asintió, emocionada con la idea.

—Sí, y podríamos hacer actividades divertidas después de limpiar, como juegos o exploraciones en la naturaleza.

Clara sintió que su corazón se llenaba de alegría. Había logrado crear un cambio positivo en su comunidad y en el corazón de aquellos chicos que inicialmente no mostraban interés. Pero también sabía que el verdadero desafío apenas comenzaba.

—Entonces, ¿quién está listo para ayudar a organizar nuestra próxima jornada de limpieza? —preguntó Clara.

Los niños levantaron las manos entusiasmados. Al instante, empezaron a intercambiar ideas sobre cómo promover el evento y atraer a más personas del pueblo. Clara estaba emocionada por la energía que todos estaban aportando, y supo que el bosque tenía un futuro más brillante por delante.

A medida que pasaban los días, Clara continuó visitando el bosque. Cada fin de semana, iba con sus amigos y pasaban tiempo cuidando las plantas, regando las flores y observando a los animales. Su conexión con la naturaleza se volvía más fuerte cada día, y ella se sintió como una guardiana de su hogar.

El día de la próxima jornada de limpieza llegó. Clara había preparado volantes y habían creado un evento en redes sociales para atraer a más personas. El día era soleado y cálido, perfecto para una actividad al aire libre. Al llegar al bosque, Clara se sorprendió al ver a una multitud de personas reunidas: niños, padres y hasta abuelos.

—¡Esto es increíble! —exclamó Clara, emocionada.

La jornada de limpieza comenzó, y Clara se aseguró de que todos se sintieran bienvenidos. Esta vez, no solo limpiaron, sino que también plantaron nuevos árboles y flores en áreas que necesitaban atención. Todos trabajaron juntos con entusiasmo, riendo y compartiendo anécdotas mientras el trabajo avanzaba.

Durante la pausa para el almuerzo, Clara se subió a una roca alta y llamó a todos.

—Quiero agradecerles a todos por estar aquí y por amar nuestro bosque. ¡Juntos hemos logrado mucho! —dijo, y la multitud la aplaudió—. Pero no solo hemos limpiado hoy; también hemos sembrado esperanza. Cada árbol que plantamos es un paso hacia un futuro más verde.

Los adultos comenzaron a hablar sobre cómo podrían ayudar en el futuro, y Clara se dio cuenta de que su pequeño esfuerzo había despertado la conciencia de su comunidad. Las conversaciones se llenaron de ideas para hacer del bosque un lugar aún más especial.

—Quizás podamos organizar un festival de la naturaleza, donde todos puedan venir a aprender y disfrutar —sugirió Valeria.

—¡Eso sería genial! —respondió uno de los padres—. Podríamos incluir talleres sobre cómo cuidar el medio ambiente.

Mientras todos compartían sus ideas, Clara sintió que estaba en el lugar correcto. La energía del bosque era palpable, y la comunidad había despertado un sentido de unidad y responsabilidad.

Al finalizar la jornada, Clara y sus amigos se sentaron en un claro, cansados pero felices. Miraron el trabajo realizado: el bosque estaba más limpio, y nuevos árboles brotaban en el suelo.

—Nunca imaginé que podríamos hacer esto —dijo Mateo, mirando con orgullo—. Clara, realmente has inspirado a todos.

Clara sonrió, sintiéndose llena de gratitud. Sabía que esto no era solo su logro; era el esfuerzo de todos y la fuerza de la comunidad trabajando unida.

—No podría haberlo hecho sin ustedes —respondió—. Todos somos parte de este lugar, y cada uno de nosotros tiene el poder de hacer la diferencia.

El tiempo pasó, y la jornada de limpieza se convirtió en un evento regular en el pueblo. Clara y sus amigos se convirtieron en líderes en su comunidad, organizando actividades y promoviendo el cuidado del medio ambiente. La conexión de Clara con la naturaleza creció, y cada vez que miraba el bosque, sentía que era un reflejo de su propia familia.

El verano llegó, y la comunidad celebró su primer festival de la naturaleza. Había juegos, música, talleres y actividades educativas para todos. Los niños aprendían sobre las plantas y los animales, mientras los adultos discutían sobre la importancia de cuidar el medio ambiente. Clara se sintió inmensamente feliz al ver cómo su pueblo se unía para proteger su hogar.

En un rincón del festival, Clara vio al pájaro azul que había visto aquel primer día. Se posó en una rama baja y cantó su melodía. Era como si el pájaro estuviera celebrando con ellos. Clara sonrió, sabiendo que su amor por la naturaleza había llevado a todos a un nuevo comienzo.

Al caer la tarde, mientras las luces del festival brillaban y la música llenaba el aire, Clara reflexionó sobre su viaje. Había comenzado como una niña preocupada por el bosque y había crecido para convertirse en una defensora de la naturaleza, uniendo a su comunidad en el proceso. Sabía que el cuidado del medio ambiente no era solo una tarea, sino un compromiso continuo.

—La naturaleza es nuestro hogar, y debemos cuidarla como a nuestra familia —murmuró Clara para sí misma, sintiendo que cada palabra resonaba en su corazón.

Y así, Clara siguió su camino, siempre lista para defender y cuidar su hogar, el bosque que había sido testigo de su crecimiento y el amor que había cultivado. Con cada árbol que plantaba, cada hoja que cuidaba y cada animal que protegía, Clara sabía que su misión apenas comenzaba, pero también que no estaba sola. Juntos, su comunidad había encontrado la fuerza para hacer del mundo un lugar mejor.

moraleja La naturaleza es nuestro hogar, cuídala como a tu familia.

Y colorín colorín, este cuento llegó a su fin. bueno mis amables oyentes. ¡NOS VEMOS MAÑANA! CON UN NUEVO CUENTO CON MORALEJA.

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