El cazador de almas perdidas – Creepy pasta 63.
El Asalto a la Sede de la Muerte Plata.
Drex avanzaba en la oscuridad de Quito, con el eco de sus pasos resonando en los callejones estrechos. Ya llevaba cinco días en la ciudad, cazando y reuniendo información sobre la célula de La Muerte Plata. Desde el incidente en Pisac, cuando la organización perdió la Killa Rawa y su intento de acceder al poder ancestral de Paititi, la Muerte Plata había estado buscando venganza, tratando de recuperar el control y el poder que había perdido en esa catástrofe.
El recuerdo de Pisac seguía fresco en la mente de Drex. Habían logrado detener a La Muerte Plata antes de que alcanzaran la Killa Rawa, pero no sin consecuencias. Muchos buenos agentes de Oricalco habían caído en esa misión, y la tensión entre las facciones se había intensificado. La organización separatista había estado buscando cualquier oportunidad para retomar su influencia, y ahora, en Quito, parecía que estaban tramando algo aún más peligroso.
Tatiana, que estaba al mando de la operación en Ecuador, había estado monitoreando la situación de cerca. A pesar de las complicaciones personales entre ella y Drex, ambos sabían que la misión era la prioridad. La información que Drex y Fabián habían obtenido indicaba que la Muerte Plata estaba reactivando una red de rutas comerciales y escondites en Ecuador. Esta red no solo era para mover mercancías, sino para trasladar información y artefactos de un valor incalculable.
La pérdida de la Killa Rawa en Pisac no había sido el fin de sus ambiciones. Ahora, parecía que la organización estaba buscando otra fuente de poder en los Andes, algo que podría rivalizar con el artefacto perdido.
Fabián, durante los últimos días, había estado reuniendo información de sacerdotes y curas locales, utilizando sus conexiones dentro del Vaticano para obtener detalles que otros jamás podrían haber accedido. Lo que había descubierto era alarmante: la Muerte Plata estaba utilizando antiguos monasterios y templos como centros de operación, moviendo artefactos oscuros y contrabandeando conocimientos prohibidos. Si no detenían a la organización ahora, podrían restaurar su fuerza y desencadenar una nueva ola de caos.
Vambertoken, aunque ausente de Quito, había estado en constante comunicación con Tatiana y Julián. Tras recibir la información de Drex y Fabián, el vampiro había dado la orden de atacar sin más demora. No podían permitirse el lujo de esperar más.
—La Muerte Plata ya nos ha mostrado de lo que es capaz —había dicho Vambertoken en su última transmisión—. Esta vez, no podemos cometer los mismos errores.
Con esas palabras resonando en sus mentes, Tatiana organizó a todos los escuadrones de Oricalco. Sabía que este ataque sería decisivo.
Esa noche, Drex y su equipo se prepararon para el asalto a la sede principal de La Muerte Plata en Quito. Tatiana había dividido a los escuadrones de Oricalco en grupos estratégicos. Drex, acompañado por cuatro escuadrones de élite, atacaría el flanco derecho del edificio, mientras que Fabián y Tatiana liderarían el ataque frontal. Julián y Óscar serían responsables del flanco izquierdo, asegurándose de que nadie pudiera escapar.
El edificio, una mansión colonial que se erguía como un símbolo de la antigua gloria de La Muerte Plata, estaba custodiado por una fuerza considerable de vampiros y otras criaturas sobrenaturales. Tatiana, utilizando su clarividencia, ya había trazado el plan de ataque. Con su capacidad de proyectarse espiritualmente en animales, había enviado aves nocturnas y ratas para espiar los terrenos, asegurándose de que el terreno estuviera despejado para el asalto.
El equipo de Fabián y Julián estaba armado con el poder del Vaticano. Los frascos de agua bendita, los crucifijos y las balas de plata les daban la ventaja que necesitaban para enfrentarse a vampiros y otras criaturas sobrenaturales. Pero lo que los hacía temibles era su fe inquebrantable. Julián, siendo el más experimentado de los dos, invocaba la Palabra Sagrada con una precisión y poder que repelía a las criaturas más oscuras, mientras que Fabián, aunque menos experimentado, seguía siendo un adversario formidable gracias a su fervor religioso.
Óscar, el vampiro restaurado, había demostrado ser un aliado útil, aunque Drex seguía sin confiar plenamente en él. Portaba un rifle de asalto y una daga corta, y su entrenamiento militar lo hacía eficiente en el combate.
Cuando la operación comenzó, Drex y sus escuadrones se movieron rápidamente hacia el flanco derecho del edificio. Sus pistolas 9mm modificadas, cargadas con balas mixtas de plata y mercurio, disparaban con precisión letal, eliminando a los vampiros que custodiaban la entrada. La fuerza y velocidad de Drex en su forma humana eran suficientes para mantener a raya a los enemigos, pero sabía que la verdadera batalla aún no había comenzado.
En el frente, Tatiana lideraba a su equipo con una precisión fría. Sus espadas cortaban el aire con gracia mortal, y sus pistolas mantenían a raya a los enemigos que intentaban acercarse. Los animales que había controlado vigilaban cada movimiento, dándole una ventaja táctica sobre sus enemigos.
Pero mientras avanzaban, algo cambió.
Una energía oscura emanaba del interior de la mansión, algo que Tatiana no había percibido antes. Drex también lo sintió: una presencia antigua, más peligrosa que cualquier vampiro que hubieran enfrentado antes. No estaba seguro de qué era, pero podía sentir que esta batalla sería diferente.
—Hay algo más aquí —murmuró Tatiana por el comunicador—. No estamos solos.
La batalla se intensificó rápidamente. Drex, ahora enfrentando a una cantidad mayor de enemigos, sintió cómo la bestia dentro de él comenzaba a tomar control. No podía contenerla más. Con un rugido, se transformó en licántropo, sus garras desgarrando a los vampiros con una fuerza brutal. Mientras Drex luchaba, los vampiros restantes comenzaron a retirarse, pero no sin desatar algo más oscuro desde las entrañas de la mansión.
La sede de operaciones de la Purga en Ecuador estaba sumida en un ambiente tenso. Las luces de las lámparas se reflejaban en las paredes de concreto, mientras los agentes de Oricalco revisaban sus armas y preparaban los equipos tácticos. El aire denso de Quito era una constante en esos últimos cinco días, pero esa noche, la presión era aún más palpable.
Drex había vuelto de una cacería solitaria, durante la cual había rastreado una importante célula separatista de La Muerte Plata. Tras largas noches acechando en las sombras de Quito, había logrado obtener información clave sobre los movimientos de la organización. Sabía que la Muerte Plata había tenido acceso a un mapa que contenía detalles de la Killa Rawa, antes de haberla perdido en los eventos de Pisac. Aquella reliquia había sido crucial en el intento fallido de los separatistas de tomar el control de Paititi, la ciudad mítica.
Tatiana estaba al mando en ausencia del Archiconde Vambertoken, quien seguía en la sede principal de la Purga. Tatiana, aún afectada por la tensión personal con Drex, no podía permitirse dejar que sus emociones interfirieran con la misión. Desde el momento en que Drex entregó la información, ella sabía que la situación era crítica.
Fabián, por su parte, había estado recolectando información de todos los sacerdotes y curas de Ecuador, utilizando su influencia en la Iglesia Católica para acceder a rutas secretas, monasterios antiguos y archivos sellados. Había descubierto que la Muerte Plata no solo se movía en la oscuridad de la ciudad, sino que había establecido rutas comerciales y centros logísticos en templos y lugares sagrados.
Había algo aún más inquietante: el visitante misterioso que había hablado con Vambertoken había desaparecido tan rápido como había llegado. Nadie, salvo el mismo Vambertoken, sabía de qué habían hablado, pero la urgencia de los movimientos del Archiconde indicaba que aquello era más importante de lo que imaginaban.
Mientras Tatiana repasaba el plan en su mente, Julián y Fabián decidieron que era hora de informar a Vambertoken sobre lo que sabían. No podían seguir investigando sin tomar medidas. Los separatistas de la Muerte Plata estaban a punto de reactivar sus redes, y si no los detenían ahora, podría ser demasiado tarde.
Cuando la respuesta de Vambertoken llegó, no fue lo que esperaban. El vampiro, en su acostumbrada calma calculada, les dio una orden clara: atacar esa misma noche. No había tiempo para más indagaciones. La Muerte Plata debía ser eliminada antes de que tuvieran la oportunidad de reaccionar.
—Prepara a las unidades, Tatiana —fue lo único que dijo Vambertoken antes de que la comunicación se cortara.
Tatiana inmediatamente comenzó a movilizar a todos los escuadrones disponibles de Oricalco. Sabía que no había margen de error. Mientras revisaba el mapa de Quito con los puntos estratégicos señalados, se dio cuenta de lo arriesgado que sería un ataque tan repentino. Aún así, la orden de Vambertoken era clara.
Drex, que estaba ajustándose el equipo, observó cómo Tatiana daba las últimas órdenes a los escuadrones. Sabía que esta misión no solo pondría a prueba su fuerza física, sino también su capacidad para mantener el control sobre la situación con Tatiana. Los dos aún no habían tenido tiempo de hablar en profundidad sobre lo ocurrido en La Vega, pero había algo que Drex necesitaba demostrar: que podía ser profesional y mantener la cabeza fría, independientemente de las emociones personales.
—Vamos a tomar la sede principal de La Muerte Plata en Quito —dijo Tatiana a los líderes de los escuadrones—. Drex, tú irás con cuatro escuadrones de Oricalco por el flanco derecho. Fabián y yo atacaremos el frente. Julián y Óscar tomarán el flanco izquierdo. No dejaremos que nadie escape.
Las palabras de Tatiana resonaron con firmeza. Cada uno sabía lo que tenía que hacer.
Los escuadrones se movilizaron con rapidez y precisión. Drex, acompañado por sus cuatro escuadrones, se movía como un depredador en la noche. Sabía que la sede principal de la Muerte Plata estaba fuertemente custodiada, pero había aprendido a no subestimar su propia habilidad para enfrentar a los enemigos.
Fabián y Julián, con su entrenamiento del Vaticano, lideraban el asalto frontal. Aunque su forma de combatir difería del resto de Oricalco, eran efectivos en su propio estilo. Fabián, con su fe como su principal arma, llevaba consigo frascos de agua bendita, crucifijos y estacas de plata, armas diseñadas específicamente para eliminar a los vampiros. Julián, por su parte, era un veterano de muchas batallas contra criaturas sobrenaturales, y sus poderes mágicos adquiridos al leer la Palabra Sagrada eran mucho más potentes que los de Fabián. Ambos estaban preparados para enfrentarse a cualquier amenaza no humana.
Óscar, aunque restaurado a su forma vampírica por Vambertoken, se mantenía en calma. Su rifle de asalto y su daga corta eran sus herramientas principales, pero lo que lo diferenciaba era su precisión y su capacidad para adaptarse a cualquier situación de combate. Había sido un agente externo tanto para la Muerte Plata como para Ragnarok, y su experiencia en el combate lo hacía un aliado formidable, aunque no confiable del todo para Drex.
Por otro lado, Tatiana era una guerrera por derecho propio. Sus habilidades de clarividencia, aunque no tan desarrolladas como las de su hermana María, le permitían prever los movimientos de sus enemigos antes de que ocurrieran. Sus dos pistolas 9mm modificadas y su rifle de asalto eran su equipo principal, pero lo que realmente la convertía en una amenaza era su capacidad de usar sus espadas largas en combate cuerpo a cuerpo. Con una espada en cada mano, Tatiana era letal.
A medida que los escuadrones avanzaban por las calles estrechas de Quito, Tatiana enviaba animales bajo su control para espiar los alrededores, asegurándose de que no hubiera emboscadas. Su capacidad para proyectarse en criaturas le daba una ventaja táctica que ninguno de los demás poseía.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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