El cazador de almas perdidas – Creepypasta 329.
El Honor de los Latshiktor.
Los aposentos de Asha Latshiktor Vambertoken y su esposo, Seraph Vambertoken
Latshiktor, eran una exhibición de poder. Cada detalle gótico y oscuro hablaba de la
autoridad de los Latshiktor. Asha y Seraph se sentaban en sus tronos, con una calma casi
peligrosa, mientras que, junto a ellos, el invitado de honor, Adkaj Latshiktor, padre de Asha
y miembro del Consejo de Ancianos Vampíricos, los observaba todo con ojos fríos y
calculadores. Frente a ellos, Tatiana y Olfuma esperaban en silencio.
Olfuma, vestida con pieles de animales, lucía completamente como una licántropa. La ropa
era un mensaje claro, especialmente para Adkaj, quien veía esas prendas como propias de
bestias y esclavos. Eso era lo que debían transmitir, una señal de que no había quedado
nada de la bruja Fabiola, solo Olfuma, una licántropa sin recuerdos de su pasado. Adkaj,
con su semblante rígido, aprobaba con su silencio. No había rastro de debilidad ni error.
Asha, siempre controlando la situación, giró suavemente su mirada hacia Tatiana.
—Haz las preguntas —dijo Asha, con una dulzura que solo Tatiana podía interpretar como
una orden disfrazada.
Tatiana respiró hondo. Olfuma, a su lado, parecía tranquila. Y esa tranquilidad se debía a
una cosa: confiaba en Tatiana. No comprendía por qué estaban frente a estos vampiros,
pero Tatiana estaba a su lado, y eso le bastaba. Tatiana era de la manada, una hermana, y
eso la reconfortaba.
Con un tono sereno, Tatiana comenzó la serie de preguntas.
—Olfuma, ¿sabes quién es Fabiola?
La pregunta provocó una expresión de confusión en Olfuma. Ese nombre no significaba
nada para ella.
—No… no sé quién es —respondió sinceramente, buscando la mirada de Tatiana para
entender si había respondido bien. Al ver la tranquilidad de su amiga, su calma regresó.
Tatiana asintió, y luego formuló la siguiente pregunta.
—¿Conoces a Olfum Latshiktor?
Otra vez, Olfuma frunció el ceño. El nombre no le era familiar.
—No, no conozco a nadie con ese nombre —dijo con absoluta sinceridad, aún tratando de
entender el motivo de las preguntas.
Tatiana mantuvo su expresión tranquila, continuando con la siguiente.
—¿Quién es Asha para ti?
Olfuma sonrió, relajándose un poco.
—Asha es una amiga. Ella y María me ayudaron a elegir mi ropa y mi corte de cabello
cuando empecé a tener recuerdos. —Lo dijo con una inocente sinceridad que mostraba lo
poco que comprendía de la gravedad de la situación.
Adkaj permanecía en silencio, pero en sus ojos no había más que satisfacción. Todo
estaba saliendo como debía. Asha, por su parte, sonrió abiertamente, satisfecha de que
cada respuesta era exactamente lo que había esperado.
Finalmente, llegó la última instrucción.
—Olfuma, ahora debes transformarte —dijo Tatiana suavemente, pero con firmeza—, y
comer los corazones que hemos preparado para ti.
El ambiente cambió de inmediato. Olfuma no se sentía cómoda con la idea de
transformarse frente a tantos vampiros. Comer en público, aún peor. Su mirada ansiosa
buscó a Tatiana, buscando una señal de que todo estaba bien. Tatiana lo notó al instante.
—No te preocupes, estoy aquí contigo —dijo Tatiana con una sonrisa tranquila. Para
calmarla, tomó uno de los corazones de la mesa y, sin dudar, comenzó a morderlo,
pedazo por pedazo, con naturalidad.
El impacto fue inmediato. Adkaj, Seraph e incluso Asha la observaban con asombro.
Tatiana, una humana, comiendo un corazón con total tranquilidad, mientras que los
licántropos necesitaban transformarse para hacerlo. Tatiana continuó comiendo,
manteniendo su mirada en Olfuma, brindándole seguridad.
Olfuma, viendo la serenidad de Tatiana, respiró hondo. Si Tatiana lo hacía, ella también
podía hacerlo. Cerró los ojos y permitió que su cuerpo cambiara. Su transformación fue
suave, natural, y cuando abrió los ojos, ya en su forma licántropa, se acercó a los
corazones. Comenzó a comer lentamente, pero a medida que avanzaba, su confianza
creció.
El silencio en la sala era absoluto. Adkaj no mostró ninguna reacción, pero sus ojos decían
todo. No había rastro de Fabiola, y eso era lo que importaba. Olfuma era lo que debía
ser: una licántropa bajo el control de su hija. Eso devolvía el honor a los Latshiktor.
Asha y Seraph intercambiaron miradas de satisfacción. Todo había salido a la perfección.
—Eso será todo por ahora —dijo Asha, levantándose de su trono con elegancia.
Tatiana y Olfuma fueron despedidas, regresando al patio de la Purga, donde la manada las
esperaba… Y, mientras se alejaban, el aire fresco del patio fue un alivio para Tatiana. Junto
a ella, Olfuma volvía a su forma humana mientras caminaban hacia la manada. Diana
estaba al borde de los nervios, esperando ansiosa. Cuando vio que Olfuma estaba bien,
corrió hacia ella, sus ojos llenos de lágrimas.
—Gracias a los dioses… —susurró Diana, abrazando a Olfuma con fuerza, como si no
quisiera soltarla. Para Diana, Olfuma era como una hija, y la idea de que algo pudiera
pasarle la había llenado de miedo.
Tiranus y Drex se acercaron también, sus expresiones de alivio evidentes. Todos
compartían el mismo temor: los vampiros eran impredecibles, y la seguridad de Olfuma no
estaba garantizada hasta ese momento.
—Todo salió bien —murmuró Tatiana, aún con los nervios resquebrajados. Pero ahora que
veía a la manada alrededor de Olfuma, sabía que había valido la pena.
La manada había llegado a una decisión importante. No importaba quién había sido
Olfuma antes, lo único que importaba ahora era que Olfuma era una de los suyos. No se
volvería a hablar de Fabiola, de su pasado ni de lo que hizo. A partir de este momento,
solo hablarían de Olfuma. El pasado no tenía cabida en la manada.
Diana, recuperándose de la emoción, se volvió hacia Tatiana con gratitud evidente.
—Tatiana… no sé cómo agradecerte. Has cuidado de ella como si fuera tuya, y lo que has
hecho por Olfuma y por todos nosotros es… —las palabras se le quebraron en la garganta,
pero su agradecimiento era claro.
Tiranus también se acercó. Como líder de la manada, siempre mantenía una postura
imponente, pero sus ojos revelaban respeto por Tatiana.
—Tatiana, solo quiero recordarte algo —dijo en voz baja pero firme—. No estás en la
manada solo por tu cercanía con Drex o tu sincronía con la bestia. Estás aquí porque eres
Tatiana. —Su mirada dejaba claro que sus palabras venían del corazón.
Tatiana asintió, conmovida. No era solo una humana entre licántropos, era parte de
ellos por mérito propio.
Drex, sabiendo que la tensión necesitaba disiparse, sonrió y decidió aligerar el ambiente.
—Deberían haber visto a Tatiana antes de que comenzara a mirarme con esos ojos —dijo,
con un tono divertido—. Le decía a María que los licántropos éramos demasiado peligrosos,
que mejor no se acercara. —Las risas estallaron de inmediato.
Tatiana se sonrojó, sus mejillas manchadas de sangre aún por el reciente banquete, pero rió
con el resto. La manada no la juzgaba, la aceptaban, y se divertían con su historia.
Incluso Olfuma, quien siempre era más callada, preguntó con curiosidad.
—¿De verdad? ¿Eras así, Tatiana?
Tatiana no pudo evitar reírse. Había cambiado mucho desde entonces, y era feliz de ser
quien era ahora, una parte integral de la manada; sonrojada y aún con las manos
manchadas de sangre del corazón que había comido antes, rió junto al resto. No podía
negar que alguna vez pensó de esa manera, pero las cosas habían cambiado. Ella había
cambiado. Ahora no solo era parte de la manada, sino que lo hacía con orgullo.
Pero esas palabras resonaron en Olfuma, mientras la manada seguía aún entre risas, a su
lado, Tatiana conversaba con la manada, como si fuera una más de ellos. Pero para
Olfuma, la transformación de Tatiana no solo había sido física. La Tatiana que veía ahora
era muy diferente a la mujer que había escuchado en las historias. Había sido alguien que
desconfiaba de los licántropos, alguien que los veía con recelo, y sin embargo, ahora era
una de las figuras más importantes de la manada. Tatiana había cambiado, y Olfuma no
podía dejar de preguntarse cómo había ocurrido.
¿No podría Alexia cambiar también? La pregunta la acosaba desde que la manada había
decidido apartar a Alexia. Sabía que Alexia había cometido un error grave al convertir a
Drex y abandonarlo, pero ¿acaso eso significaba que no podía redimirse? Olfuma pensaba
en la propia Tatiana: si ella, siendo humana, había logrado convertirse en una pieza clave
para los licántropos, ¿por qué no darle a Alexia la oportunidad de demostrar que
también podía cambiar?
La historia de Alexia seguía pesando sobre la manada. Convertir a Drex y dejarlo solo
durante su transformación había sido una traición difícil de perdonar. Diana, en particular,
había sido muy clara al respecto. Olfuma recordaba perfectamente las palabras de Diana,
cuando había enfrentado a Alexia por su cobardía. La había llamado traidora por haber
dejado a Drex a su suerte, sin guiarlo en uno de los momentos más difíciles de su vida.
Diana despreciaba a los que abandonaban a los recién convertidos, y eso había
marcado a Alexia para siempre ante los ojos de la manada.
Tiranus también había sido firme en su juicio. Para él, Alexia no era confiable porque no
solo había fallado a Drex, sino que había mostrado una actitud que para los licántropos era
inaceptable: la falta de lealtad. La lealtad era la base de todo, el pilar que sostenía a la
manada, y Alexia, al abandonar a Drex, había demostrado que carecía de ese valor
fundamental. Pero ¿no podían darle una segunda oportunidad para demostrar que había
cambiado?
El conflicto en el corazón de Olfuma no desaparecía. Ella misma estaba en medio de una
transformación brutal, y sabía lo difícil que era pasar por todo aquello. Pero a diferencia
de Drex, ella había tenido a la manada a su lado, apoyándola en cada paso, guiándola y
mostrándole el camino. Sin ellos, Olfuma no habría podido lograr nada. ¿Cómo habría
podido sobrevivir Drex solo? Era comprensible que estuviera resentido, pero, aun así, la
duda persistía: ¿Y si Alexia había aprendido de sus errores?
Tiranus, como si hubiera sentido el conflicto en el aire, se giró hacia Olfuma. Sus ojos eran
serios, pero no hostiles.
—Sé lo que estás pensando, Olfuma —dijo Tiranus, su tono grave resonando en el patio—.
Pero debes entender algo. Tatiana y Alexia no son lo mismo. Tatiana era desconfiada al
principio, sí, pero cuando llegó a nosotros ya estaba sincronizada con Drex. Ella nunca nos
traicionó.
Olfuma lo miró en silencio, tratando de comprender la diferencia.
—Alexia, en cambio —continuó Tiranus—, sabía lo que significa ser licántropo. Sabía lo
que Drex iba a pasar, y aun así lo dejó solo. No guiar a alguien a quien tú mismo has
convertido es un acto de traición. Eso es lo que no podemos aceptar.
Diana, que había estado en silencio, finalmente habló. Como siempre, su tono era firme,
pero lleno de sabiduría.
—Tatiana tuvo la lealtad desde el principio —dijo Diana—. Alexia abandonó a Drex, y eso no
es algo que podamos olvidar fácilmente. Convertir a alguien y dejarlo a su suerte va en
contra de todo lo que representamos. No es solo un error, Olfuma, es una traición a
nuestra naturaleza.
Olfuma asintió, comprendiendo el punto, pero no podía dejar de lado la pregunta que seguía
quemando en su interior: ¿No merecía Alexia la oportunidad de demostrar que podía
cambiar? Si alguien como Tatiana había logrado ganarse un lugar en la manada, ¿por qué no Alexia?
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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