‘El cazador de almas perdidas’. Creepy pasta 39.
El Cazador en la Noche – La Vida de Drex en Bogotá.
La noche había caído sobre Bogotá, sumiendo la ciudad en una tranquilidad engañosa. Las luces de la calle brillaban tenuemente, proyectando sombras largas y sinuosas en los callejones, mientras la vida nocturna comenzaba a despertarse. Drex, caminando por las calles vacías, sentía el peso de su hambre latente y la urgencia de alimentarse.
El Peso del Hambre.
Hacía ya demasiado tiempo que Drex no se alimentaba correctamente. Su vida como cazador no le dejaba mucho espacio para las necesidades básicas, y aunque había recibido una generosa paga de Vambertoken, suficiente como para no tener que trabajar en meses, el hambre que sentía no era algo que el dinero pudiera aliviar. Como licántropo, necesitaba más que comida humana: necesitaba un corazón humano para mantener el control sobre la bestia que habitaba en su interior.
Las provisiones de Drex estaban casi agotadas. Su cargador de balas estaba prácticamente vacío, y la última vez que había comido un corazón humano había sido antes de partir a Perú. Sabía que si no se alimentaba pronto, corría el riesgo de perder el control, algo que no podía permitirse.
Mientras caminaba, observaba a las pocas personas que aún deambulaban por las calles, analizando a cada una de ellas con ojo crítico. No todos eran adecuados para lo que necesitaba; tenía que elegir con cuidado, especialmente porque no quería dejar rastro alguno que pudiera atraer la atención de las autoridades.
Cazando en Bogotá
Drex había sido policía antes de convertirse en lo que era ahora, y esa experiencia le había enseñado cómo cubrir sus huellas. Bogotá era una ciudad grande, pero incluso en una metrópolis, un cazador tan meticuloso como él debía ser extremadamente cuidadoso. No podía permitirse un error, no cuando sabía lo que estaba en juego.
Caminó por las calles del centro, observando a los posibles objetivos, buscando a aquellos que eran lo suficientemente insignificantes para que su desaparición no levantara sospechas, pero lo suficientemente culpables para justificar lo que estaba a punto de hacer. Sabía que alimentarse de un inocente lo acercaría peligrosamente a convertirse en un Devorado, y eso era algo que no podía permitir.
Finalmente, sus ojos se posaron en un grupo de tres hombres que caminaban juntos, hablando en voz baja y con risas furtivas. La forma en que se movían y la manera en que miraban a su alrededor le dijeron a Drex todo lo que necesitaba saber: eran delincuentes de bajo nivel, probablemente traficantes o ladrones. Nadie importante, nadie que fuera a ser echado de menos si desaparecían.
Drex siguió al grupo a una distancia segura, manteniéndose en las sombras mientras los hombres entraban en un callejón lateral, un lugar lo suficientemente oscuro y apartado como para que nadie notara lo que estaba a punto de suceder. El corazón de Drex latía con fuerza mientras se preparaba para lo que venía.
La Caza
El grupo de delincuentes se detuvo en el callejón, encendiendo cigarrillos mientras intercambiaban palabras que Drex apenas podía oír. Él se movió en silencio, aprovechando su agilidad y su habilidad para moverse sin ser detectado. Sabía que tenía que actuar rápido, pero también sabía que debía hacerlo de manera limpia y precisa.
Con un movimiento rápido, Drex se lanzó hacia el primer hombre, inmovilizándolo en un segundo. Sus colmillos se hundieron en el cuello del hombre antes de que este pudiera siquiera gritar, cortando la arteria y acabando con él en cuestión de segundos. El segundo hombre apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que Drex se abalanzara sobre él, sus manos transformándose en garras que desgarraron su garganta.
El tercer hombre intentó correr, pero Drex fue más rápido. Un salto lo llevó directamente sobre su presa, derribándolo al suelo. Este fue el que Drex eligió para alimentarse. Con un rugido bajo, se transformó completamente, su forma humana dando paso a la bestia que habitaba en su interior. La transformación fue rápida y brutal, sus garras y colmillos afilados listos para el banquete.
Drex arrancó el corazón del hombre con precisión quirúrgica, devorándolo antes de que el cuerpo terminara de enfriarse. El sabor metálico de la sangre llenó su boca, y por un momento, todo lo demás dejó de existir. Solo estaba el hambre y la necesidad de saciarla. Mientras masticaba el corazón, sentía la energía regresar a su cuerpo, revitalizándolo y dándole el control que tanto necesitaba.
Limpiando la Escena
Con su hambre satisfecha y la bestia controlada, Drex se tomó un momento para observar la escena a su alrededor. Tres cuerpos y un charco de sangre en un callejón de Bogotá. Sabía que no podía dejar nada atrás, nada que pudiera conectar los asesinatos con él. Ser cazador significaba ser también un experto en ocultar los rastros de su caza.
Lo primero que hizo fue buscar los teléfonos móviles de los hombres. Sabía que la policía siempre revisaba los registros telefónicos, así que los destruyó completamente, aplastándolos con su fuerza sobrenatural. Luego, se aseguró de que no hubiera cámaras de seguridad en la zona. Había elegido este callejón precisamente porque estaba fuera del alcance de cualquier dispositivo de vigilancia, pero aun así, siempre era mejor estar seguro.
Drex movió los cuerpos, colocándolos en posiciones que hicieran parecer que se habían atacado entre ellos. Sabía que los crímenes entre delincuentes no eran raros, y la policía solía dejar de lado esos casos, especialmente cuando no había testigos ni pruebas concluyentes. También se aseguró de borrar cualquier huella de su presencia, usando el agua de una tubería rota en el callejón para limpiar la sangre y sus huellas.
Finalmente, Drex se deshizo de las garras y los colmillos, volviendo a su forma humana. Se tomó un momento para asegurarse de que todo estaba en orden antes de salir del callejón, caminando tranquilamente hacia la salida, como si nada hubiera pasado.
Reflexiones en la Oscuridad.
Mientras se alejaba del lugar de la caza, Drex no pudo evitar reflexionar sobre su vida. Era un cazador, eso era lo que hacía, lo que siempre había hecho. Incluso con el dinero suficiente para vivir cómodamente durante meses, no podía escapar de su naturaleza. Cazar era lo único que sabía hacer, y aunque intentaba justificarse diciendo que solo cazaba criminales, sabía que, en el fondo, era algo más que eso.
La vida de un cazador era solitaria y peligrosa. Aunque tenía aliados y amigos, como las hermanas González, Diana y Tiranus, sabía que al final del día, era él quien tenía que lidiar con la bestia que llevaba dentro. Cada caza, cada corazón que devoraba, lo acercaba un poco más a la bestia, y aunque luchaba por mantener el control, sabía que era una batalla que nunca terminaría.
Drex se detuvo en una tienda de conveniencia, comprando una botella de agua y algo de comida para mantener su energía. Sabía que no necesitaba la comida humana tanto como otros, pero era parte de mantener las apariencias. Mientras pagaba, se dio cuenta de que, aunque su vida estaba llena de peligros y secretos, había algo en esa rutina, en esa caza nocturna, que le daba un propósito.
El Rastro de la Caza.
De vuelta en su pequeño apartamento en Bogotá, Drex se desvistió y guardó cuidadosamente sus armas. Tenía pocas balas, y sabía que necesitaba reabastecerse pronto, pero eso podía esperar. Por ahora, estaba más preocupado por asegurarse de que no quedaran rastros de su caza.
Se dirigió al baño, lavándose meticulosamente las manos y el rostro, quitando cualquier rastro de sangre. Aunque había sido cuidadoso, sabía que incluso un pequeño error podía ser su ruina. Mientras el agua corría por el desagüe, observó su reflejo en el espejo, viendo no solo al hombre que una vez fue, sino también a la bestia que ahora era.
El teléfono de Drex vibró en la mesa, interrumpiendo sus pensamientos. Lo tomó y vio un mensaje de Vambertoken, breve y directo:
“El trabajo nunca termina. Prepárate para lo que viene.”
Drex dejó escapar un suspiro y apagó el teléfono. Vambertoken tenía razón; el trabajo nunca terminaba. Pero por ahora, al menos por esta noche, Drex podía permitirse un breve respiro. Había cazado, se había alimentado, y había limpiado sus huellas. Por un momento, el mundo estaba en equilibrio.
Se recostó en su cama, cerrando los ojos, dejando que la oscuridad de la noche lo envolviera. Sabía que la paz nunca duraría mucho tiempo, pero estaba listo para enfrentar lo que viniera después. Mientras el sueño comenzaba a reclamarlo, Drex se permitió un último pensamiento:
Era un cazador. Y siempre lo sería.
Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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