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‘El cazador de almas perdidas’. Creepy pasta 25.

El Asalto a Mocoa Parte 2.

La oscuridad en el barrio Cañaveral de Mocoa parecía más densa y opresiva a medida que los equipos de Oricalco se adentraban en el corazón de la base de la Muerte Plata. Las calles, que habían sido testigos de la vida cotidiana de los habitantes de la zona, ahora se convertían en un laberinto de muerte y desesperación. La humedad en el aire era sofocante, mezclada con el olor acre de sangre y sudor. Cada sombra era una amenaza, cada esquina un posible punto de emboscada.

Drex avanzaba con su equipo, compuesto por Jian, el monje budista, y Alexei, el vampiro ágil y mortal. A pesar de la tensión en el aire, Drex mantenía su mente fría y calculadora. Sabía que la Muerte Plata estaba preparada para resistir, pero también sabía que no tenían elección: debían destruir esta base y acabar con la amenaza de una vez por todas.

Primer Encuentro: La Emboscada de los Nigromantes.

A medida que el equipo de Drex se movía a través de las estrechas calles de Cañaveral, el silencio era roto únicamente por el sonido de sus pisadas y el ocasional aleteo de algún animal nocturno. Pero ese silencio fue abruptamente roto cuando una ola de energía oscura se sintió en el aire. Jian fue el primero en notarlo, su sensibilidad espiritual alertándolo del peligro inminente.

—Cuidado—, susurró el monje, deteniéndose en seco.

Antes de que Drex pudiera responder, un grupo de figuras emergió de las sombras. Eran nigromantes, su piel pálida y ojos vacíos reflejaban la muerte que controlaban. Con un gesto rápido, uno de ellos levantó una mano, y los cadáveres que yacían esparcidos por la calle comenzaron a moverse.

—¡No los dejen completar el conjuro!—, gritó Drex, desenvainando su chokuto y lanzándose al ataque.

Alexei fue el primero en reaccionar, sus dagas cortando el aire con precisión mortal. Saltó hacia uno de los nigromantes, su agilidad vampírica permitiéndole esquivar los ataques que surgían del suelo mientras sus dagas atravesaban la carne pálida del nigromante. Sin embargo, incluso herido de muerte, el nigromante sonrió y susurró una maldición, haciendo que las sombras a su alrededor cobraran vida y atacaran a Alexei.

Jian, por su parte, encendió uno de sus papeles consagratorios y lo lanzó al suelo. El papel comenzó a arder, liberando un humo que brillaba con una luz dorada. Al entrar en contacto con las sombras invocadas por el nigromante, el humo las dispersó, haciéndolas desaparecer en la nada.

Drex se enfrentó al segundo nigromante, su espada cortando a través del aire y de las defensas mágicas del enemigo. El nigromante intentó invocar más muertos, pero Drex fue implacable, avanzando con una furia controlada hasta que su espada atravesó el corazón del nigromante. La energía oscura se disipó instantáneamente, y los cadáveres que habían comenzado a levantarse cayeron al suelo una vez más, inertes.

—Buen trabajo—, dijo Drex, limpiando la sangre de su chokuto—. Pero no podemos detenernos. Esto es solo el comienzo.

El equipo continuó avanzando, conscientes de que los nigromantes eran solo una parte de la resistencia que la Muerte Plata tenía preparada para ellos. La calle siguiente era más estrecha, los edificios a ambos lados creando un pasaje claustrofóbico que parecía cerrarles el paso. Pero Drex sabía que no podían permitir que la geografía los retrasara.

El Asalto de los Ursarii.

El siguiente tramo de su camino los llevó a una plaza pequeña, rodeada de edificios de varios pisos que parecían observarlos con ojos vacíos. Fue aquí donde la Muerte Plata había establecido una de sus defensas más brutales.

Sin previo aviso, el suelo bajo sus pies tembló y un rugido resonó en el aire. Dos Ursarii emergieron de los edificios cercanos, sus enormes cuerpos de apariencia simiesca cubiertos de cicatrices y armaduras improvisadas. Sus ojos brillaban con un odio profundo, un deseo de venganza que ardía en su interior. Drex supo de inmediato que estos no eran enemigos comunes. Eran bestias diseñadas para la destrucción, y habían sido liberadas para aplastar a cualquiera que se interpusiera en su camino.

—¡Formación defensiva!—, ordenó Drex, sabiendo que debían coordinarse si querían sobrevivir a este encuentro.

Jian se colocó al frente, su exoesqueleto de energía brillando con intensidad. A su lado, Alexei preparó su rifle de asalto, apuntando a los Ursarii con una calma letal. Drex, en el centro, se preparó para contrarrestar cualquier ataque con su chokuto.

El primer Ursarii cargó hacia ellos, sus pisadas retumbando en el suelo como un martillo gigante. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, levantó un puño enorme, dispuesto a aplastar a quien tuviera enfrente. Pero Jian estaba preparado. Con un movimiento fluido, expandió su exoesqueleto, creando una barrera que detuvo el ataque del Ursarii. El impacto fue brutal, el sonido del choque resonó en toda la plaza, pero la barrera aguantó, protegiendo al equipo del ataque devastador.

Alexei aprovechó el momento para disparar, sus balas golpeando al Ursarii en los puntos más vulnerables de su armadura. Aunque la bestia apenas sintió el impacto, cada bala fue guiada con precisión hacia las articulaciones y los puntos débiles, debilitando lentamente al monstruo.

El segundo Ursarii no se quedó atrás. Con una velocidad sorprendente para su tamaño, se lanzó hacia Drex, intentando agarrarlo con una mano que parecía capaz de aplastar huesos con facilidad. Drex esquivó el ataque con un movimiento ágil, rodando por el suelo antes de levantarse y lanzar un corte limpio a través de la pierna de la bestia. El metal de la armadura rechinó bajo la hoja de la chokuto, pero el golpe fue lo suficientemente fuerte como para hacer que el Ursarii tambaleara.

Jian, viendo la oportunidad, lanzó otro de sus papeles consagratorios al aire. Esta vez, el humo que se dispersó tenía un efecto corrosivo, atacando la armadura del Ursarii y debilitándola aún más. Alexei, aprovechando la distracción, se acercó con una velocidad vampírica, clavando sus dagas en los puntos más débiles de la armadura del Ursarii, causando daños internos que finalmente hicieron que la bestia cayera de rodillas.

Drex no perdió tiempo. Con un salto ágil, subió por la espalda del Ursarii y clavó su chokuto en la base de su cráneo, cortando su columna vertebral y acabando con su vida al instante. El cuerpo de la bestia se desplomó en el suelo con un estruendo sordo.

El primer Ursarii, aún en pie, rugió con furia al ver caer a su compañero. Lanzó otro ataque devastador hacia Jian, pero esta vez el monje estaba preparado para algo más. Con una serie de movimientos rápidos y fluidos, Jian usó su exoesqueleto para desviar el ataque y luego contraatacó, concentrando toda su energía en un solo punto. El golpe resultante fue tan poderoso que rompió la armadura del Ursarii y lo lanzó hacia atrás, dejándolo vulnerable.

Alexei y Drex aprovecharon el momento de debilidad, lanzándose al unísono sobre el Ursarii restante. En una serie de ataques perfectamente coordinados, las dagas de Alexei y la espada de Drex cortaron la bestia hasta que finalmente cayó, derrotada.

—Esto fue solo un calentamiento—, dijo Alexei, limpiando la sangre de sus dagas mientras observaba los cuerpos inertes de los Ursarii.

Drex asintió, aunque sabía que cada batalla estaba drenando sus energías. No podían detenerse, pero también tenían que ser conscientes de sus límites.

—Vamos—, dijo Drex—. Todavía tenemos mucho camino por delante.

El Equipo de Diana: Un Chocante Encuentro.

En otra parte de Cañaveral, Diana avanzaba con su equipo, con Kuari, el chamán, a su lado. A diferencia de los otros equipos, Diana lideraba con una mezcla de sigilo y agresividad controlada. Sabía que la Muerte Plata esperaba enfrentarse a los vampiros y licántropos en una batalla directa, pero planeaba utilizar la sorpresa y la velocidad para desestabilizar sus defensas.

Sin embargo, la sorpresa no siempre jugaba a su favor. Mientras cruzaban una serie de callejones oscuros, el suelo bajo ellos comenzó a vibrar. Diana se detuvo en seco, sus sentidos agudizados detectando el peligro inminente.

—Hay algo en el aire—, murmuró Kuari, su voz profunda resonando con inquietud.

Antes de que pudieran reaccionar, el callejón fue invadido por una ráfaga de energía oscura. La fuente de esta energía se reveló rápidamente: otro grupo de nigromantes, más poderoso que el que enfrentó Drex, emergió de las sombras, sus manos alzadas mientras canalizaban su poder hacia los muertos que yacían a su alrededor.

Los cadáveres comenzaron a levantarse, sus ojos vacíos reflejando la muerte que los animaba. Pero estos no eran simples no-muertos; estaban imbuidos con una energía oscura que les daba una fuerza y velocidad que superaba con creces la de los no-muertos comunes.

Diana no perdió un segundo. Con un rugido de furia, se lanzó al ataque, sus cuchillas cortando a través de los no-muertos con una precisión letal. Pero por cada uno que derribaba, dos más tomaban su lugar, y los nigromantes seguían levantando más cuerpos.

Kuari, manteniéndose a la retaguardia, comenzó a entonar un cántico en un idioma antiguo, su voz resonando con poder. El cántico invocó un escudo espiritual que rodeó a su equipo, protegiéndolos de los ataques más directos de los no-muertos. Pero incluso con esta protección, sabían que estaban en desventaja.

—¡Debemos atacar a los nigromantes directamente!—, gritó Diana, esquivando otro ataque y cortando el brazo de un no-muerto que se acercaba demasiado.

Uno de los vampiros del equipo de Diana, un guerrero ágil y letal, se lanzó hacia el primer nigromante, su velocidad vampírica permitiéndole atravesar las filas de no-muertos antes de que pudieran reaccionar. Pero el nigromante estaba preparado. Con un gesto rápido, lanzó una maldición oscura que golpeó al vampiro en pleno vuelo, deteniéndolo en seco y haciéndolo caer al suelo, inmovilizado.

Diana vio esto y supo que no podían permitir que los nigromantes siguieran controlando el flujo de la batalla. Se lanzó hacia el segundo nigromante, sus cuchillas girando con furia mientras intentaba atravesar la barrera de no-muertos. Pero por cada corte que hacía, parecía que las sombras a su alrededor se hacían más densas, dificultando su avance.

Kuari, viendo la dificultad de la situación, quemó otro de sus papeles consagratorios. Esta vez, el humo que se liberó tenía un efecto purificador, disipando las sombras y debilitando a los no-muertos que rodeaban a Diana.

—¡Ahora!—, gritó Kuari.

Aprovechando la oportunidad, Diana atravesó la barrera de no-muertos y alcanzó al segundo nigromante. Con un movimiento rápido y preciso, sus cuchillas atravesaron el corazón del nigromante, rompiendo su conexión con los no-muertos y causando que estos cayeran al suelo, inertes una vez más.

El primer nigromante, al ver caer a su compañero, intentó retroceder, pero uno de los vampiros de Diana fue más rápido. Con un movimiento ágil, le cortó el cuello, haciendo que la cabeza del nigromante cayera al suelo con un golpe sordo.

—Primera baja significativa—, dijo Diana, su respiración entrecortada mientras observaba los cuerpos caídos a su alrededor.

Kuari asintió, aunque su expresión mostraba que estaba consciente de que la batalla estaba lejos de haber terminado.

El Equipo de Tiranus: Un Enemigo Más Oscuro.

En otra parte del barrio, Tiranus y su equipo avanzaban con una determinación fría y calculada. Daniel, siempre alerta, caminaba a su lado, sus espadas y pistolas listas para cualquier amenaza que pudiera surgir. Habían encontrado resistencia, pero nada que no pudieran manejar… hasta ahora.

Al girar una esquina, se encontraron frente a una calle que parecía más oscura de lo normal. La oscuridad no era natural; había algo en ella, algo que parecía consumir la luz misma. Daniel fue el primero en notar que la oscuridad tenía un origen sobrenatural.

—Esto no es normal—, murmuró Daniel, sus ojos intentando penetrar la penumbra.

Tiranus asintió, sabiendo que se enfrentaban a un enemigo más poderoso. A medida que avanzaban, la oscuridad se volvió casi tangible, envolviéndolos en un manto de sombras que parecía absorber todo sonido y luz. Fue entonces cuando lo sintieron: una presencia oscura, poderosa, y completamente maligna.

De las sombras, surgió una figura imponente, envuelta en una capa negra que parecía fundirse con la oscuridad a su alrededor. Sus ojos brillaban con un rojo intenso, y una sonrisa sádica se dibujó en su rostro pálido.

—Bienvenidos a su tumba—, dijo el vampiro oscuro, su voz resonando como un eco en la penumbra—. Soy Valthor, y será un placer acabar con ustedes.

Daniel reaccionó al instante, disparando con una de sus pistolas directamente al corazón de Valthor. Pero el vampiro oscuro simplemente sonrió mientras las balas se desintegraban antes de alcanzarlo, absorbidas por la oscuridad que lo rodeaba.

—Esto va a ser complicado—, murmuró Tiranus, consciente de que estaban en desventaja.

Valthor levantó una mano, y la oscuridad a su alrededor comenzó a moverse como un ser vivo, extendiéndose hacia el equipo de Tiranus con una velocidad aterradora. Los vampiros a su alrededor intentaron esquivar la sombra, pero la oscuridad era demasiado rápida. Uno de los vampiros fue atrapado por la sombra, su cuerpo se contorsionó en un grito de agonía antes de ser consumido completamente, dejando solo un vacío donde antes había estado.

Tiranus sabía que tenían que actuar rápido. Levantó ambas manos y desató una ráfaga de fuego, intentando disipar la oscuridad con su piroquinesis. Las llamas iluminaron la calle, combatiendo la penumbra con un brillo intenso. Valthor gruñó, molesto por la resistencia, pero aún mantenía su control sobre las sombras.

Daniel, viendo la oportunidad, se lanzó al ataque con sus espadas. Las armas brillaron con una luz oscura mientras cortaban a través de la oscuridad, acercándose a Valthor. Sin embargo, el vampiro oscuro no era un oponente fácil. Con un movimiento rápido, esquivó el ataque de Daniel y contraatacó, su mano envuelta en sombras golpeando a Daniel en el pecho y lanzándolo varios metros hacia atrás.

—¿Eso es todo lo que tienen?—, se burló Valthor, su risa resonando en la oscuridad.

Tiranus no respondió con palabras. En su lugar, aumentó la intensidad de su ataque, lanzando una oleada de fuego aún más poderosa hacia Valthor. Las llamas rugieron, chocando contra la oscuridad con un estruendo ensordecedor. Por un momento, pareció que el fuego estaba ganando, pero Valthor simplemente aumentó su propio poder, haciendo que las sombras se volviesen más densas y resistentes.

Daniel se levantó, sacudiéndose el polvo y la sangre. Sabía que no podían seguir luchando a la defensiva. Necesitaban una estrategia diferente.

—Tiranus—, llamó Daniel—. Necesitamos desestabilizar su control sobre las sombras. Si logras romper su concentración, podré atacarlo directamente.

Tiranus asintió, comprendiendo la lógica detrás del plan. Desvió su ataque, dirigiendo el fuego hacia el suelo, donde se encontraban las raíces de la oscuridad. Las llamas comenzaron a consumir el pavimento, extendiéndose hacia Valthor desde abajo.

Valthor, sorprendido por el cambio de táctica, retrocedió momentáneamente, su control sobre las sombras tambaleándose.

—¡Ahora!—, gritó Daniel.

Con un rugido, Daniel se lanzó hacia Valthor una vez más, sus espadas brillando con una luz intensa. Esta vez, Valthor no pudo esquivar el ataque. Las espadas de Daniel atravesaron su defensa, cortando profundamente en su carne. Valthor soltó un grito de furia y dolor, sus sombras dispersándose mientras intentaba retroceder.

Tiranus, viendo la debilidad de su enemigo, concentró todo su poder en un solo ataque. Con un movimiento fluido, levantó ambas manos y lanzó una columna de fuego puro hacia Valthor. Las llamas envolvieron al vampiro oscuro, consumiéndolo completamente en un rugido de energía ardiente.

Cuando el fuego se disipó, todo lo que quedó de Valthor fue un montón de cenizas, dispersas por el viento.

—Eso lo hará pensar dos veces antes de meterse con nosotros—, murmuró Daniel, guardando sus espadas.

Tiranus asintió, aunque sabía que la victoria había sido difícil y costosa. Habían perdido a uno de sus compañeros, y la batalla estaba lejos de haber terminado.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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