El cazador de almas perdidas – Creepypasta 287.
El Amanecer de Fuego y Piel.
La luz del amanecer acariciaba sus cuerpos, pero en la penumbra de la habitación, el aire seguía cargado de la energía de la noche anterior. Tatiana yacía sobre Drex, su cuerpo desnudo todavía vibrando de cada impacto, cada mordisco, cada embestida. Las marcas en su piel no eran solo cicatrices, sino trofeos de una batalla íntima, una victoria compartida. Cada vez que intentaba moverse, el dolor la inundaba, como una oleada de calor en su carne. Y lo amaba. Lo había pedido.
—Drex… —susurró, con la voz aún quebrada por el cansancio, pero llena de una satisfacción tan profunda que apenas podía contenerla—. Me duele… todo. Cada parte de mí. —Dejó escapar una risa suave, ahogada—. Justo lo que quería.
Él la observaba en silencio, sus manos recorriendo su espalda, sintiendo cada surco, cada marca que había dejado. Sabía que había sido una noche salvaje, brutal, pero el brillo de los ojos de Tatiana, el modo en que sonreía incluso con las lágrimas aún frescas en su rostro, le confirmaban que ella lo había disfrutado tanto como él.
—¿Todo? —preguntó Drex con una sonrisa cargada de complicidad. Se inclinó hacia adelante, besando su cuello suavemente, como si no hubiera sido el mismo lugar donde había hundido los colmillos horas antes—. Quiero saber qué parte te duele más, Tatiana.
Ella lo miró, su respiración acelerada por el simple roce de sus labios. Sabía exactamente lo que Drex quería escuchar. Sabía cuál era su parte favorita.
—Mis piernas… no puedo ni moverlas —susurró, pero entonces dejó que sus ojos bajaran, su sonrisa volviéndose traviesa—. Y mi entrepierna, Drex… me arde como el infierno. Pero lo que más me duele… lo que siento con cada maldito movimiento… —Se inclinó hacia él, sus labios rozando los suyos—. Son mis nalgas.
Drex dejó escapar un gruñido bajo, oscuro, mientras sus manos bajaban lentamente por su espalda, trazando las marcas de sus dedos en sus caderas y descendiendo hacia ese lugar que tanto amaba. Las yemas de sus dedos encontraron los moretones que había dejado en su piel, sus manos palparon suavemente las zonas hinchadas y sensibles, y Tatiana se estremeció bajo su toque.
—¿Aquí? —preguntó, apretando suavemente una de las zonas más sensibles, provocando que Tatiana se mordiera el labio para no gemir—. ¿Te arde aquí, mi amor?
Tatiana asintió, su aliento entrecortado. El dolor la atravesó como una lanza, pero era exactamente lo que quería. El recordatorio de lo que él le había hecho.
—Sí… —jadeó, sus ojos cerrados mientras se aferraba a él con más fuerza—. Me arde tanto… pero me encanta, Drex. Cada vez que me muevo, siento tus manos en mí, siento cómo me marcaste. —Una sonrisa de satisfacción absoluta cruzó su rostro—. Me dejaste exactamente como quería.
Drex bajó la mano aún más, rozando suavemente las líneas de los moretones en sus nalgas, antes de apretarlas con más fuerza. Tatiana dejó escapar un gemido bajo, sus caderas temblando bajo su toque, pero no apartó la mirada de él.
—Me aseguré de que te doliera aquí —murmuró él, inclinándose para besar el borde de su mandíbula mientras sus dedos seguían trazando los contornos de sus marcas—. Sabía que esto te haría recordarlo… con cada paso, cada sentada, cada vez que intentes moverte. Quería que mis manos se quedaran en ti, mucho después de que termináramos.
Tatiana dejó escapar un suspiro profundo, sus lágrimas ahora no eran de tristeza ni agotamiento, sino de pura satisfacción. Cada parte de su cuerpo contaba una historia de lo que habían hecho, de cómo había dejado que Drex la poseyera de una forma que nunca antes lo había hecho.
—Y lo lograste… —murmuró ella, inclinándose para besarlo, un beso lento y profundo, cargado de complicidad—. Cada centímetro de mí te pertenece. Me dejaste marcada… mis nalgas, mi entrepierna… me duelen como nunca antes, Drex. Pero… me encanta. —Su voz se volvió apenas un susurro, llena de orgullo—. Porque cada golpe que me diste, cada embestida… me recuerda que soy tuya.
Drex sonrió contra sus labios, su mano seguía explorando el terreno que había conquistado. La forma en que sus dedos se hundían en la carne sensible de sus nalgas, cómo Tatiana respondía a cada presión, era la prueba de que ella no solo había soportado el dolor, sino que lo había disfrutado.
—No solo te marqué… —dijo él en un tono más grave, su mano ahora acariciando con más suavidad las zonas más inflamadas—. Te hice mía de una forma que nadie más podrá hacer. Nadie más podría dejarte así… ardiendo, satisfecha, llorando de puro placer.
Tatiana rió suavemente, inclinándose hacia él mientras sus cuerpos se mantenían tan cerca como siempre. Sus lágrimas seguían cayendo, pero ahora eran un río de pura felicidad. Cada dolor era un recordatorio de lo que había querido.
—Nunca había llorado así… —admitió ella, sus ojos fijos en los suyos—. Pero esto… es pura felicidad, Drex. Me duele todo, cada parte de mí arde, pero… nunca me he sentido más plena, más tuya. —Tatiana levantó una mano y la deslizó por su cuello, acariciando el lugar donde él había dejado su marca más profunda—. Me hiciste lo que quería. Me desarmaste y me reconstruiste. Y quiero más.
Drex soltó un suave gruñido, su otra mano subiendo por su muslo para acariciar con ternura la piel marcada. Tatiana se estremeció bajo su toque, pero en vez de alejarse, se acercó aún más, como si quisiera más de ese dolor delicioso.
—Cada vez que te duele, Tatiana… —murmuró él contra su oído, su voz baja y ronca—. Quiero que recuerdes lo que me pediste. Quiero que sepas que no hay límite para lo que puedo hacerte sentir. Si quieres más, siempre lo tendrás. —Apretó sus nalgas una vez más, provocando que Tatiana soltara un gemido bajo, satisfecho—. Siempre serás mía.
Tatiana se aferró a él, sus lágrimas mezclándose con su sonrisa. Estaba completa, ardiendo, marcada en cuerpo y alma. Y mientras sentía cada dolor, cada ardor en su piel, supo que había alcanzado lo que siempre había querido.
—Siempre tuya, Drex —susurró, mirándolo a los ojos, antes de besarlo con una intensidad renovada—. Y cada marca, cada dolor… es el recuerdo de que me dejaste así. No podría estar más feliz.
La complicidad entre ellos estaba más fuerte que nunca. Tatiana se deleitaba en el ardor de sus marcas, disfrutando del dolor como un guerrero orgulloso de sus cicatrices. Drex sabía que la había llevado al límite, pero el brillo en sus ojos y la satisfacción en sus lágrimas le confirmaban que ambos habían cruzado un umbral del que nunca volverían.
El amanecer llenaba lentamente la habitación, pero el calor que permanecía entre Tatiana y Drex no tenía nada que ver con los rayos del sol. Ambos estaban envueltos en un sudor compartido, pero mientras el cuerpo de Drex estaba sereno, el de Tatiana aún ardía con el fuego de la noche anterior. Las marcas que recorrían su piel, la hinchazón en sus piernas y el dolor abrasador en sus nalgas la mantenían anclada a la cama, su mente llena de placer, pero también de una urgencia que comenzaba a despertarse: tenía un día por delante.
Tatiana, con un gemido ahogado, trató de moverse. Diez minutos intentando levantarse, intentando ponerse de pie, pero el dolor en sus piernas, en su vientre y, sobre todo, en su entrepierna, la mantenía clavada en la cama. Cada intento de apoyar su peso sobre las piernas se sentía como una chispa que incendiaba su cuerpo. Pero lo peor de todo era el profundo ardor en sus nalgas, el más delicioso y punzante recordatorio de lo que Drex le había hecho.
—No puedes ni pararte, ¿verdad? —murmuró Drex con una sonrisa oscura en sus labios mientras la observaba desde la cama, disfrutando del espectáculo. Su mirada era una mezcla de satisfacción y curiosidad.
Tatiana soltó una risa suave, entrecortada por el dolor, apoyando las manos en la cama mientras trataba de enderezarse. Su cuerpo temblaba bajo el esfuerzo, y tuvo que volver a caer de rodillas sobre el colchón, sus piernas incapaces de soportar su propio peso. Pero a pesar de todo, sonreía.
—Llevo más de diez minutos intentando levantarme —admitió, con la voz cargada de picardía—. Pero, honestamente… me encanta que no pueda.
Drex soltó un gruñido bajo, su mirada fija en ella, admirando la forma en que sus caderas temblaban con cada movimiento. Sabía que la había dejado exactamente como quería: marcada, dolorida, y completamente satisfecha. Su mano se deslizó por la cadera de Tatiana, acariciando las líneas profundas que había dejado en sus nalgas. Ella se estremeció al sentir el contacto, una mezcla de placer y dolor que la atravesó por completo.
—Esto fue lo que pediste —le recordó Drex, su voz ronca mientras la observaba luchar con su propio cuerpo—. Rogaste por estas marcas, Tatiana. Y ahora las llevas contigo, cada vez que intentes moverte, te recordaré.
Tatiana lo miró por encima del hombro, sus ojos brillando con una mezcla de orgullo y devoción. Sabía que no podría levantarse sin sentir que cada músculo en su cuerpo estaba en llamas, pero eso solo la hacía sentirse más completa. Más poderosa.
—Voy a caminar por la sede hoy… —dijo con una sonrisa traviesa, mientras trataba de empujarse de nuevo hacia arriba, sus piernas temblando bajo el esfuerzo—. Como si nada hubiera pasado. Pero por dentro… estaré ardiendo por ti. Cada paso que dé será un recordatorio de lo que me hiciste.
Drex la observó con una mirada cómplice, su mano aún trazando los contornos de sus nalgas, apretándolas ligeramente para ver cómo Tatiana se estremecía. Le encantaba verla así, temblorosa pero fuerte, incapaz de moverse, pero llena de un poder silencioso que solo él podía entender.
—¿Y cómo vas a manejarlo? —preguntó él, con una sonrisa socarrona—. No podrás sentarte en todo el día, y lo sabes. Tus piernas no te van a sostener, y mucho menos podrás soportar sentarte con esas marcas que llevas.
Tatiana rió de nuevo, pero el sonido se quebró cuando otro espasmo de dolor recorrió su entrepierna. Sabía que Drex tenía razón. No podría sentarse sin sentir que su cuerpo entero se incendiaba, y cada paso sería una tortura deliciosa. Pero eso era parte del juego, uno que ahora compartían en secreto.
—Ahí está lo divertido —susurró ella, inclinándose hacia él, su aliento caliente contra su oído—. Nadie en la sede lo sabrá. Seré la directora de Oricalco, como siempre… firme, decidida. Pero tú y yo sabremos la verdad. Sabremos que… mientras estoy sentada en esa sala de conferencias, estaré sufriendo las marcas que me diste. —Una sonrisa de pura malicia se extendió por sus labios—. Me verán como la líder, pero solo tú sabrás cuánto me duele cada centímetro.
Drex rió suavemente, deslizando su mano desde sus nalgas hacia sus muslos, acariciando la piel sensible mientras Tatiana se mordía el labio, conteniendo un gemido.
—Y disfrutarás cada segundo, ¿no es así? —preguntó él, observándola mientras se deleitaba en la idea.
Tatiana asintió lentamente, su respiración entrecortada mientras sus piernas temblaban bajo su peso. No podría soportar mucho más, pero no quería parar. No ahora.
—Cada segundo —confirmó ella, su voz apenas un susurro—. Voy a caminar con tu marca en mí todo el día. Y nadie sabrá lo que llevo debajo de la ropa, excepto tú. —Hizo una pausa, sus ojos brillando de emoción—. Es nuestra pequeña fechoría, Drex. Nuestro secreto sucio.
Drex la miró, sus dedos trazando un camino lento y tortuoso por su entrepierna, provocando que Tatiana se estremeciera y gimiera suavemente. Sabía que ese día sería una prueba para ella, pero también sabía que no lo haría de otra forma. Ella quería ese dolor. Había rogado por ello.
—Tienes un plan, como siempre —murmuró él, inclinándose para besar su cuello—. Y yo solo tengo que esperar… para verte sufrir en silencio. —Apretó con suavidad las marcas en sus nalgas una vez más, provocando un jadeo ahogado de Tatiana—. Me encanta la idea.
Tatiana soltó un suspiro profundo, su cuerpo vibrando con la combinación de dolor y satisfacción. No importaba lo que viniera ese día, no importaba cuánto le costara levantarse o moverse. Lo haría. Y lo haría con orgullo, sabiendo que cada paso, cada punzada de dolor, era un recordatorio de la noche que habían compartido. El juego ahora era suyo, y lo jugarían en silencio, solo para ellos.
—Hoy… voy a caminar por esa sede como si nada —dijo, con un brillo de desafío en sus ojos—. Y mientras todos me vean como su líder, tú sabrás que… en el fondo, cada parte de mí está ardiendo por ti.
Drex soltó una última carcajada suave, antes de besarla con intensidad. Sabía que el día que se avecinaba sería duro para Tatiana, pero ella no lo querría de otra forma. Porque aunque el dolor la invadiera con cada movimiento, ese era su trofeo, su marca de lo que habían compartido.
Y mientras Tatiana intentaba nuevamente ponerse de pie, sintiendo el dolor abrasador recorrer su cuerpo, su sonrisa no desaparecía. Había ganado su batalla, y ahora llevaría las cicatrices de la victoria con orgullo.
“Les narró con mucho gusto, el dios de los audiolibros. Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. No olviden suscribirse y activar la campanita para recibir todas nuestras actualizaciones. En la descripción encontrarán más relatos espeluznantes. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”
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