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El cazador de almas perdidas – Creepy pasta 74.

 De regreso a la Purga.

La mañana comenzó con un aire de anticipación en la sede de la purga. El ambiente estaba tenso, como si todo el mundo supiera que estaban a punto de embarcarse en algo mucho más grande de lo que habían enfrentado antes. La luz de la mañana apenas comenzaba a filtrarse por las ventanas cuando todos se reunieron alrededor de Vambertoken. Estaba de pie en el centro de la sala, su presencia imponente como siempre, con su mirada fría y calculadora observando a cada uno de los presentes. A su lado, María ya había recuperado su energía habitual, y su buen humor volvía a iluminar la habitación.

Aprovechando que Tatiana aún no había llegado, María no pudo evitar lanzar un par de comentarios irónicos a Drex. Era su forma de alivianar la tensión, de recordar que, pese a todo lo que enfrentaban, la vida seguía teniendo sus pequeños momentos de humor.

—Así que, Drex —dijo María con una sonrisa maliciosa—, me he enterado de que alguien ha estado bastante ocupado estos días. Creo que me debes una explicación sobre cómo terminaste exactamente desnudo con mi hermana en ese apartamento.

Drex se rió entre dientes, un poco avergonzado, pero al mismo tiempo acostumbrado a los chistes de María. Sabía que no lo decía con mala intención, sino más bien como una forma de burlarse de él de manera amistosa.

—No hay mucho que explicar —respondió Drex con un tono despreocupado—. Supongo que tu hermana y yo necesitábamos… hablar en profundidad.

—¿”Hablar”? —repitió María con ironía, arqueando una ceja—. Si eso es lo que tú llamas hablar, debería empezar a usar ese término más seguido.

Antes de que Drex pudiera responder, Fabián se acercó a ellos, interrumpiendo su conversación con un tono más serio.

—Lo que ocurrió en el apartamento lo dejamos para otro día. Hay noticias desde el Vaticano —dijo Fabián, llamando la atención de todos—. Julián ya viene de regreso. Trae las tablillas que Vambertoken solicitó, junto con unos manuscritos antiguos de los archivos secretos del Vaticano.

El ambiente en la sala cambió de inmediato. Todos sabían lo que significaba la llegada de esos objetos. Eran la clave para desbloquear un poder y un conocimiento que podría alterar el equilibrio de fuerzas en todo el continente. La conexión con las tablillas de los Tayos y el acceso a la información ancestral que poseían era una ventaja monumental para Vambertoken.

—¿El Vaticano aprobó la solicitud tan rápido? —preguntó Drex, sorprendido.

Fabián asintió.

—Sí, y no solo eso. Según Julián, el mismísimo Papa intervino para que la solicitud de Vambertoken fuera aprobada sin dilación —explicó Fabián—. Además, han asignado un traductor oficial de los idiomas perdidos de América Latina. Llegará en las próximas semanas para unirse a nuestro equipo.

Drex se quedó pensativo por un momento. Todo esto era parte del gran plan de Vambertoken, pero estaba claro que había más en juego de lo que él o los demás entendían. Vambertoken no solo estaba acumulando poder; estaba buscando algo mucho más profundo. Mientras Drex procesaba la información, sintió una presencia detrás de él. Era Vambertoken, acercándose sigilosamente, como solía hacerlo, su voz cargada de ironía y satisfacción.

—Veo que has estado juntando las piezas, Drex —dijo el vampiro con una sonrisa casi burlona—. No esperaba menos de ti. Tienes una capacidad notable para ver más allá de lo evidente.

Drex giró para mirarlo. A pesar de la frialdad en la voz de Vambertoken, había una especie de respeto tácito en sus palabras, como si reconociera que Drex no era simplemente un subordinado más.

—A veces, es necesario anticiparse a los movimientos —respondió Drex, cruzando los brazos.

Vambertoken se acercó un poco más, su mirada se endureció, pero no dejó de sonreír.

—Mi padre, como muchos vampiros, siempre creyó que nuestra inmortalidad nos hacía superiores en todo sentido —comenzó, con un tono más reflexivo—. Pero yo he aprendido algo diferente en mi tiempo aquí. He visto mortales como tú, Drex, seres capaces de superar a los vampiros más antiguos en ingenio, determinación e incluso poder. Es por eso que estás aquí, y es por eso que confío en ti para lo que viene.

El comentario, aunque halagador, también llevaba consigo una advertencia implícita. Vambertoken veía el potencial en Drex, pero también lo observaba de cerca, esperando más de él con cada paso.

El vampiro no perdió más tiempo en charlas innecesarias. Levantó la mano para llamar la atención de todos los presentes y comenzó a explicar lo que venía a continuación.

—La Muerte Plata es más poderosa de lo que pensamos. Su red de contactos y su influencia se extiende mucho más allá de lo que calculamos inicialmente. Eliminarla será una tarea titánica, pero lo haremos —dijo, con una certeza que resonó en la sala—. Nuestro próximo paso será ir hasta la Patagonia, a las rutas comerciales que usan para transportar artefactos antiguos y contrabando. Nos moveremos a Córdoba, Argentina, donde comenzaremos la siguiente fase de la purga.

Vambertoken miró a cada uno de los presentes con intensidad, como si midiera sus capacidades.

—Tatiana, tú estarás a cargo nuevamente mientras yo me dirijo a Perú. Tienes plena autoridad para actuar según lo veas necesario. —Luego, sus ojos se dirigieron a Óscar, quien estaba al fondo de la sala—. Y tú, Óscar… Irás con ellos. Me aseguraré de que cumplas con tu misión, pero ten por seguro que Tatiana tiene permiso total para acabar contigo si considera que tu utilidad ha llegado a su fin.

Óscar tragó saliva, aunque trató de mantener una expresión neutral. Sabía que estaba caminando sobre una cuerda floja, y cualquier error podría costarle la vida.

—Nuestra primera parada será en el barrio El Cóndor, en Córdoba hay una pequeña oficina separatista que ha estado operando en la zona, recibiendo artefactos que luego son enviados hacia el norte, a través de Ecuador, y eventualmente a México. Quiero que eliminen esa oficina —dijo Vambertoken, su tono frío—. Y asegúrense de que no quede nadie con vida.

El plan estaba trazado. Vambertoken no dejaba nada al azar. Y antes de que pudieran partir hacia Córdoba, todos debían estar reequipados y listos para lo que fuera que les esperara en ese lugar.

Tatiana se puso de pie y comenzó a asignar las nuevas armas y equipamiento a todos.

—María, voy a darte lo que necesitas para tu protección —dijo Tatiana, mientras sacaba una serie de talismanes de protección mágica y un conjunto de brebajes especiales—. También tenemos una nueva capa táctica hecha de materiales imbuidos con runas de protección. Esto debería mantenerte a salvo mientras haces tu trabajo.

María asintió agradecida. Sabía que estar en el campo sin las protecciones adecuadas sería un riesgo enorme.

Fabián fue el siguiente en recibir su reequipamiento. Tatiana le entregó una pistola cargada con munición especial para enfrentarse a humanos, algo que Fabián prefería evitar, pero que sabía que era necesario.

—No te entusiasmes demasiado —dijo Tatiana con una sonrisa—. Sé que prefieres tus métodos más ortodoxos, pero a veces un arma de fuego hace el trabajo más rápido.

Fabián no discutió. Sabía que Tatiana tenía razón.

Finalmente, llegó el turno de Drex. Tatiana le entregó una serie de frascos.

—Aquí tienes las pociones de cicatrización rápida y las de transformación extra. —Le dio una sonrisa cómplice mientras le pasaba un pequeño frasco—. Y, por supuesto, las pociones para tus… emociones. Por si acaso.

Drex tomó los frascos, agradecido, sabiendo que cada uno de ellos podría marcar la diferencia en los días venideros.

—Nos vemos en los helicópteros en diez minutos —dijo Vambertoken, dando por finalizada la reunión.

Con todos reequipados, listos y mentalmente preparados, el equipo se dirigió hacia los helicópteros, sabiendo que el próximo paso los llevaría a una nueva batalla, una nueva purga.

La fría brisa del amanecer soplaba con suavidad cuando el helicóptero tocó tierra en la zona remota del operativo. El ambiente tenso envolvía a los miembros del equipo de purga. María estaba de pie junto a Oscar, quien no podía evitar notar cómo sus manos temblaban, pese a su intento por parecer firme. Había pasado por mucho, más de lo que cualquier ser inmortal podría soportar. Convertido, purgado, vuelto a convertir y ahora prisionero de sus circunstancias, Oscar ya no sabía si debía temer más a sus enemigos o al vampiro que lo había vuelto a este oscuro ciclo.

—Escucha, Oscar —dijo María con su tono suave pero seguro—. Ninguno de nosotros está aquí por una simple casualidad. Tienes que creer que hay algo más allá de todo esto. A veces, lo que parece una trampa es una oportunidad disfrazada. Pero debes mantenerte firme, mostrar tu valía.

Oscar, con el rostro sombrío, asintió lentamente. Sabía que María tenía razón, pero la sombra de Vambertoken lo oprimía. Aun así, las palabras de María le dieron una chispa de esperanza. Era su oportunidad para demostrar que no era un peón descartable, que tenía algo más que ofrecer.

Al bajar del helicóptero, Tatiana tomó rápidamente el mando de las operaciones. Sus órdenes eran claras: mantener el perímetro seguro mientras María utilizaba sus habilidades de clarividencia para ubicar la sede subterránea de la Muerte Plata. Todos sabían que el tiempo era esencial, pero también sabían que la emboscada era inevitable.

—María, necesitamos que empieces a buscar ya —ordenó Tatiana mientras organizaba a las tropas de Oricalco.

María cerró los ojos y comenzó a concentrarse. Sentía las vibraciones de la tierra, buscando ese rastro oculto bajo la superficie. Mientras tanto, Drex permanecía a su lado, en su forma humana, aunque sabía que en cualquier momento tendría que transformarse si las cosas se complicaban.

El ataque comenzó súbitamente.

Sin previo aviso, una horda de vampiros sanguijuelas se abalanzó sobre el equipo. Gritos y disparos resonaron en la vasta extensión mientras las unidades de Oricalco intentaban contener la embestida. Tatiana gritaba órdenes, su voz firme como un ancla en medio del caos.

—¡Mantengan la formación! ¡Protejan a María a toda costa! —rugió, mientras descargaba su rifle de asalto en dirección a los vampiros.

Oscar, impulsado por su deseo de redención, fue uno de los primeros en abalanzarse sobre los sanguijuelas. Era como si su deseo de demostrar su lealtad a Drex y al equipo lo hiciera más fuerte. Sus movimientos eran precisos, brutales, decapitando a dos vampiros con su daga en cuestión de segundos.

—¡Drex, a tu izquierda! —gritó Oscar, salvando a Drex de un ataque sorpresa. Drex asintió, agradecido, mientras transformaba su brazo en una garra bestial, acabando con otro enemigo.

Mientras tanto, Fabián, recitando versos sagrados en voz baja, avanzaba hacia María, quien estaba completamente vulnerable mientras utilizaba sus habilidades. Sin embargo, fue en ese momento cuando un sanguijuela saltó hacia María, y Fabián, sin pensarlo dos veces, se lanzó en su dirección, recibiendo una herida superficial en el brazo al protegerla.

—¡Estoy bien! —dijo Fabián, apretando los dientes, mientras continuaba luchando. Sabía que la herida era menor, pero no podía distraerse. No podía permitirse fallar.

El número de sanguijuelas parecía interminable. El equipo de Oricalco comenzaba a flaquear, y uno a uno, algunos cayeron en la batalla. Tatiana intentaba mantener la calma, pero sabía que estaban en peligro. Las trampas no solo eran físicas, sino que cada vampiro parecía estar coordinado como si estuvieran siendo dirigidos por una fuerza invisible.

María estaba cerca, muy cerca de encontrar la ubicación. Su respiración era agitada, pero mantenía la concentración. Sabía que la batalla dependía de ella. Mientras los otros luchaban por sus vidas, María conectaba con las energías ocultas bajo la superficie.

—Tatiana, ¡creo que lo encontré! —gritó María de repente, abriendo los ojos—. Está ahí, a unos metros bajo tierra, pero el túnel de acceso está bien oculto. Tenemos que ir hacia la fachada.

—¡Vamos, equipo! —gritó Drex, cambiando rápidamente de forma humana a licántropo, sintiendo el poder crudo de su transformación llenarlo mientras desgarraba a un último sanguijuela que se interponía en su camino.

Con la señal de María, el equipo comenzó a moverse hacia el lugar indicado. Oscar corría a la vanguardia, dispuesto a sacrificarse si era necesario. No podía fallar ahora. Mientras avanzaban, Tatiana no podía dejar de observar la dedicación de Oscar y su transformación en un aliado leal.

Cuando llegaron a la fachada, el aire estaba pesado y denso. Habían logrado vencer a la horda de sanguijuelas, pero sabían que el verdadero peligro aún los esperaba bajo tierra. María señaló la entrada oculta, un pasadizo oscuro que descendía profundamente en el suelo. El equipo sabía que este era solo el comienzo de lo que les esperaba.

Gracias por acompañarnos en este viaje al terror. ¡Nos vemos en el próximo episodio!”

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