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En el corazón del bosque encantado, donde los árboles susurraban historias antiguas y las flores cantaban melodías suaves, se encontraba la Arboleda de los Susurros. Este mágico lugar era conocido por su atmósfera de calma y serenidad, un refugio para todas las criaturas que buscaban un momento de paz y reflexión.

Lily, una joven ardilla de pelaje dorado y ojos brillantes, vivía en lo alto de un gran roble, uno de los árboles más antiguos y sabios de la arboleda. Era conocida por su energía y curiosidad sin límites. Siempre se encontraba explorando cada rincón del bosque, en busca de nuevos amigos y aventuras.

Un día, mientras correteaba cerca del río Murmullos, Lily encontró a Rosi, una tímida coneja de orejas largas y blancas. Rosi era todo lo contrario a Lily; prefería pasar su tiempo en la tranquilidad de su madriguera, leyendo libros y escuchando los susurros de los árboles.

—¡Hola, Rosi! —saludó Lily con entusiasmo—. ¿Qué haces aquí sola?

Rosi levantó la vista de su libro y sonrió ligeramente.

—Hola, Lily. Estoy disfrutando de la calma del río y leyendo un poco. ¿Y tú? ¿Qué te trae por aquí?

—¡Estoy buscando a Willi! —respondió Lily—. Dijo que tenía algo increíble que mostrarme cerca de la colina de los Vientos. ¿Quieres venir con nosotros?

Rosi dudó por un momento. Aunque le encantaba la compañía de Lily, prefería la tranquilidad de la arboleda. Sin embargo, la emoción en los ojos de su amiga era contagiosa.

—Está bien, iré contigo. Pero solo por un rato —dijo Rosi, cerrando su libro y poniéndose de pie.

Las dos amigas se dirigieron hacia la colina de los Vientos, donde encontraron a Willi, un joven ciervo de patas largas y cuernos pequeños. Willi era conocido por su paciencia y sabiduría, siempre dispuesto a ayudar a los demás con sus problemas.

—¡Ah, ahí están! —exclamó Willi al verlas acercarse—. Tengo algo que mostrarles. Es un secreto muy especial de la Arboleda de los Susurros.

Lily y Rosi se miraron con curiosidad mientras seguían a Willi por un sendero estrecho que serpenteaba entre los árboles. Después de caminar durante un rato, llegaron a un claro donde un árbol muy antiguo se alzaba majestuosamente. Sus ramas parecían tocar el cielo y sus raíces se extendían como brazos protectores sobre la tierra.

—Este es el Árbol del Tiempo —dijo Willi con reverencia—. Se dice que guarda el secreto de la paciencia. Pero hay un problema… —Willi bajó la voz y miró a sus amigas—. Necesitamos paciencia para descubrirlo.

Lily frunció el ceño.

—¿Paciencia? ¡Yo no tengo tiempo para eso! —exclamó—. ¡Quiero saber el secreto ahora!

Rosi, en cambio, miró el árbol con interés.

—Creo que podemos intentarlo, Lily. Si el secreto es tan importante, valdrá la pena esperar.

Willi asintió.

—El Árbol del Tiempo solo revelará su secreto a aquellos que demuestren verdadera paciencia. Deberemos venir aquí todos los días, sentarnos y esperar. Tal vez tarde días, semanas, o incluso meses.

Lily suspiró, pero decidió intentarlo por el bien de sus amigos. Así, los tres comenzaron a visitar el Árbol del Tiempo cada día, sentándose a su sombra y esperando pacientemente. Los días pasaron y, aunque al principio Lily se impacientaba, poco a poco comenzó a apreciar la calma y la belleza de la arboleda.

Un día, mientras estaban sentados bajo el árbol, escucharon un suave susurro en el viento. Era como si el árbol les hablara.

—La paciencia es una virtud —dijo el susurro—. Aquellos que sepan esperar, encontrarán la verdadera sabiduría.

Lily, Rosi y Willi se miraron con asombro. El árbol les estaba revelando su secreto. Comprendieron que la paciencia no era solo esperar sin hacer nada, sino aprender a apreciar cada momento, a valorar la calma y a encontrar la paz en el proceso.

Desde ese día, Lily se volvió más paciente y reflexiva. Aprendió a disfrutar de los momentos de tranquilidad y a valorar la compañía de sus amigos. Rosi, por su parte, ganó confianza para salir de su madriguera y explorar el mundo con Lily y Willi. Y Willi, siempre sabio, continuó guiándolos con su calma y serenidad.

La Arboleda de los Susurros se convirtió en un lugar aún más especial para ellos, un refugio donde la paciencia y la amistad florecían, y donde cada día era una nueva oportunidad para aprender y crecer juntos.

Y así, con el secreto del Árbol del Tiempo en sus corazones, Lily, Rosi y Willi vivieron muchas más aventuras, siempre recordando que la paciencia es una virtud que les ayudaría a enfrentar cualquier desafío que encontraran en su camino.

Con el tiempo, Lily, Rosi y Willi se volvieron inseparables. La lección de paciencia del Árbol del Tiempo había dejado una huella profunda en sus corazones. Pero la vida en la Arboleda de los Susurros no siempre era tranquila, y pronto se enfrentarían a un desafío que pondría a prueba su recién descubierta virtud.

Un día, mientras Lily y Rosi recolectaban bayas cerca del río Murmullos, notaron que el agua fluía más lentamente de lo habitual. Se miraron con preocupación y decidieron seguir el curso del río hasta su origen, en la montaña de los Susurros. El viaje fue largo y agotador, pero su curiosidad y sentido de responsabilidad las impulsaron a seguir adelante.

Al llegar a la montaña, descubrieron que una gran roca se había desprendido y estaba bloqueando el flujo del agua. La roca era enorme, y ni siquiera los animales más fuertes del bosque podrían moverla solos. Lily y Rosi se sintieron abrumadas por la magnitud del problema.

—¿Qué vamos a hacer? —preguntó Rosi, desesperada—. Si no solucionamos esto, el río se secará y todas las criaturas de la arboleda sufrirán.

Lily, con su energía habitual, intentó empujar la roca, pero fue en vano. Sus patas resbalaban en la superficie lisa y dura. Rosi también lo intentó, pero su fuerza no era suficiente.

—Necesitamos ayuda —dijo Lily, jadeando—. Vamos a buscar a Willi. Él sabrá qué hacer.

De regreso en la arboleda, encontraron a Willi pastando tranquilamente. Le explicaron la situación, y él, con su habitual calma, asintió.

—Este es un problema grave —dijo—. Pero no podemos resolverlo solos. Necesitaremos la ayuda de todos nuestros amigos del bosque. Y más importante aún, necesitaremos mucha paciencia.

Lily y Rosi asintieron, aunque la palabra “paciencia” les parecía un poco frustrante en ese momento. Quería solucionar el problema rápidamente, pero sabía que Willi tenía razón. Así que, juntos, comenzaron a reunir a todas las criaturas del bosque.

Llamaron a Tito, el castor, conocido por su habilidad para construir y mover objetos pesados. Buscaron a Mariela, la búho sabía, que siempre tenía buenos consejos. Invitaron a Blanca, la cierva fuerte y amable, y a muchos otros amigos.

Pronto, un gran grupo de animales se reunió en la base de la montaña de los Susurros. Todos miraban la enorme roca con preocupación, pero también con determinación. Sabían que trabajando juntos y con paciencia, podrían encontrar una solución.

Willi tomó la iniciativa.

—Primero, intentemos empujar la roca todos juntos. Si no funciona, pensaremos en otra estrategia. Lo importante es no rendirnos.

Los animales se alinearon alrededor de la roca y, a la señal de Willi, comenzaron a empujar. El esfuerzo fue monumental. Los músculos se tensaban, las patas se hundían en la tierra, pero la roca apenas se movía. Después de varios intentos fallidos, se sentaron agotados y desanimados.

Lily, aunque cansada, se negó a rendirse.

—Debemos seguir intentándolo. Tal vez si usamos algunas herramientas o encontramos una manera de reducir el peso de la roca…

Mariela, la búho sabia, interrumpió.

—Lily tiene razón. La paciencia es clave aquí. Tal vez podamos encontrar ramas fuertes para usar como palancas. Y si Tito puede construir un sistema de poleas, podríamos tener una mejor oportunidad.

Los animales comenzaron a buscar ramas fuertes y Tito, con su destreza, comenzó a construir un sistema de poleas usando lianas y troncos pequeños. Fue un proceso largo y tedioso, y algunos animales comenzaron a impacientarse. Pero cada vez que alguien quería rendirse, Willi les recordaba la importancia de la paciencia.

Finalmente, después de varios días de trabajo arduo y colaboración, el sistema de poleas estuvo listo. Los animales se alinearon una vez más, esta vez usando las palancas y las poleas para multiplicar su fuerza. Lentamente, muy lentamente, la roca comenzó a moverse.

El esfuerzo combinado y la paciencia finalmente dieron frutos. La roca se desplazó lo suficiente para permitir que el agua del río Murmullos volviera a fluir libremente. Los animales celebraron con alegría, sabiendo que habían logrado algo extraordinario juntos.

Lily, Rosi y Willi se miraron con orgullo. Habían aprendido una valiosa lección sobre la importancia de la paciencia, no solo para ellos mismos, sino también para toda la comunidad.

—Lo logramos gracias a la paciencia y al trabajo en equipo —dijo Willi con una sonrisa—. Nunca olvidemos lo que el Árbol del Tiempo nos enseñó.

La Arboleda de los Susurros volvió a su estado de calma y serenidad, pero los animales sabían que siempre estarían listos para enfrentar cualquier desafío, armados con la virtud de la paciencia y la fuerza de su amistad.

Desde entonces, el río Murmullos siguió su curso, llevando consigo la historia de cómo la paciencia y la colaboración salvaron a la arboleda. Y cada vez que Lily, Rosi y Willi pasaban por el Árbol del Tiempo, agradecían por la sabiduría y la paz que habían encontrado en su sombra.

Con el río Murmullos fluyendo nuevamente, la vida en la Arboleda de los Susurros volvió a su armonía natural. Los animales se sentían más unidos que nunca, agradecidos por la lección de paciencia y colaboración que habían aprendido. Sin embargo, el mayor desafío para Lily, Rosi y Willi estaba aún por llegar, poniendo a prueba no solo su paciencia sino también su valentía.

Una mañana, mientras los tres amigos paseaban cerca del Árbol del Tiempo, notaron que algo extraño sucedía en el bosque. El aire estaba cargado de una energía inquietante, y los susurros de los árboles parecían más urgentes, como si intentaran advertirles de algo.

—¿Sientes eso? —preguntó Lily, frunciendo el ceño—. Algo no está bien.

Willi asintió, sus ojos serios y alertas.

—Vamos a investigar. Tal vez podamos descubrir qué está causando esta perturbación.

Mientras se adentraban en la espesura del bosque, encontraron a varios animales reunidos alrededor de un claro. En el centro, una figura imponente y desconocida se erguía: un gran búho de plumas oscuras y ojos penetrantes, que parecía observarlos con una mezcla de curiosidad y desdén.

—¿Quién es ese? —susurró Rosi, escondiéndose detrás de Willi.

Willi, con su habitual calma, dio un paso adelante.

—Soy Willi, y estos son mis amigos, Lily y Rosi. Este es nuestro hogar. ¿Quién eres tú y qué haces aquí?

El búho, con una voz profunda y resonante, respondió.

—Soy Solon, el búho de la noche. He venido desde tierras lejanas porque he escuchado los susurros de este bosque. Dicen que aquí se encuentra el Árbol del Tiempo, un árbol que guarda el secreto de la paciencia. Quiero saber si es verdad.

Lily, siempre impulsiva, respondió sin dudar.

—Sí, el Árbol del Tiempo está aquí, pero su secreto no puede ser revelado a cualquiera. Debes demostrar que eres digno de conocerlo.

Solon sonrió, sus ojos brillando con una luz enigmática.

—Muy bien. Estoy dispuesto a demostrar mi valía. ¿Qué debo hacer?

Willi pensó por un momento antes de responder.

—La paciencia es la clave. Debes demostrar que puedes esperar, que puedes ser paciente y escuchar los susurros del bosque. Solo entonces el Árbol del Tiempo te revelará su secreto.

Solon asintió, aceptando el desafío. Durante los días siguientes, se quedó en la arboleda, observando y escuchando. Pero su presencia inquietaba a los animales del bosque. No estaban acostumbrados a tener un visitante tan imponente y extraño entre ellos, y algunos comenzaron a preocuparse.

Una noche, mientras los tres amigos discutían sobre la situación, Rosi expresó sus dudas.

—No estoy segura de que Solon tenga buenas intenciones. Parece demasiado interesado en el Árbol del Tiempo.

Lily, siempre optimista, intentó calmar a su amiga.

—Tal vez solo esté buscando sabiduría, como todos nosotros. Debemos darle una oportunidad.

Willi, sin embargo, compartía las preocupaciones de Rosi.

—Es cierto que debemos ser pacientes y darle una oportunidad, pero también debemos estar atentos. No sabemos nada sobre él ni sobre sus verdaderas intenciones.

Mientras los días pasaban, Solon parecía cada vez más impaciente. Aunque intentaba ocultarlo, su frustración se hacía evidente. No comprendía por qué el Árbol del Tiempo no le revelaba su secreto, a pesar de sus esfuerzos por ser paciente.

Una tarde, cuando el sol comenzaba a ponerse, Solon se acercó al Árbol del Tiempo, decidido a obtener respuestas. Se sentó bajo sus ramas y comenzó a susurrar.

—He esperado pacientemente. He demostrado mi valía. ¿Por qué no me revelas tu secreto?

El Árbol del Tiempo permaneció en silencio, sus hojas susurrando suavemente en la brisa. Solon, perdiendo la paciencia, se levantó de un salto y gritó.

—¡Dime tu secreto! ¡He esperado lo suficiente!

En ese momento, Lily, Rosi y Willi aparecieron en el claro. Willi dio un paso adelante, su voz firme pero serena.

—Solon, la paciencia no es solo esperar. Es aceptar el tiempo que sea necesario sin perder la calma. Si realmente quieres conocer el secreto del Árbol del Tiempo, debes aprender a ser verdaderamente paciente.

Solon miró a Willi con frustración, pero algo en sus palabras lo hizo reflexionar. Se dio cuenta de que, aunque había esperado, no había sido verdaderamente paciente. No había aceptado el tiempo necesario ni había valorado el proceso.

Con un suspiro profundo, Solon se sentó de nuevo, esta vez con una nueva actitud. Cerró los ojos y comenzó a escuchar los susurros del bosque, dejando de lado su impaciencia. Los días pasaron, y poco a poco, la calma volvió a sus ojos. Finalmente, una mañana, el Árbol del Tiempo comenzó a susurrar.

—La paciencia es una virtud —dijo suavemente—. No se trata solo de esperar, sino de encontrar paz en el proceso. Aquellos que puedan hacerlo, encontrarán la verdadera sabiduría.

Solon, comprendiendo finalmente, asintió con gratitud. Se dirigió a Lily, Rosi y Willi, su expresión ahora tranquila y humilde.

—Gracias por ayudarme a entender. La paciencia no es solo una espera pasiva, sino una aceptación activa del tiempo necesario para cada cosa.

Con una última mirada agradecida al Árbol del Tiempo, Solon extendió sus alas y se preparó para partir.

—Debo regresar a mi hogar y compartir lo que he aprendido. La Arboleda de los Susurros es realmente un lugar especial. Siempre lo recordaré.

Lily, Rosi y Willi lo despidieron con sonrisas, satisfechos de haber ayudado a otro a aprender la valiosa lección del Árbol del Tiempo. Mientras Solon se alejaba en el cielo, los tres amigos se sentaron bajo el árbol, reflexionando sobre todo lo que habían vivido.

—Hemos aprendido mucho —dijo Rosi, acariciando suavemente las raíces del árbol—. La paciencia realmente es una virtud poderosa.

Lily asintió, su mirada llena de determinación.

—Sí, y siempre debemos recordar que la paciencia nos ayudará a enfrentar cualquier desafío.

Willi, con su habitual sabiduría, sonrió.

—La paciencia nos ha unido y nos ha hecho más fuertes. La Arboleda de los Susurros siempre será nuestro hogar, un lugar donde la calma y la sabiduría florecen.

Y así, con el secreto del Árbol del Tiempo firmemente en sus corazones, Lily, Rosi y Willi continuaron sus vidas en la arboleda, siempre listos para enfrentar cualquier reto con paciencia y amistad. La Arboleda de los Susurros siguió siendo un refugio de paz y sabiduría, donde las lecciones del pasado guiaban a todos hacia un futuro mejor.

La moraleja de esta historia es que la paciencia es una virtud muy importante.

Y colorín colorín, este cuento llego a su fin. bueno mis amables oyentes. ¡hasta MAÑANA! CON UN NUEVO CUENTO CON MORALEJA.

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