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En un rincón mágico del mundo, donde las montañas tocan el cielo y las nubes parecen algodones de azúcar, se encuentra el Páramo de las Nubes. Este lugar, oculto entre las alturas, es un refugio de paz y belleza, conocido por sus vastas praderas verdes y sus riachuelos de aguas cristalinas que serpentean a través de colinas ondulantes.

En este paraíso vivía una niña llamada Luna. Con ojos brillantes y una sonrisa que iluminaba el día más gris, Luna era conocida por su bondad y alegría. Pasaba sus días explorando el páramo con su fiel compañero, un perro llamado Charlie. Charlie, un pastor ovejero de pelaje dorado, era tan leal como valiente y siempre estaba a su lado, listo para cualquier aventura.

Un día, mientras caminaban por una colina cubierta de flores silvestres, Luna y Charlie encontraron una oveja perdida. La oveja, de lana blanca y esponjosa, parecía asustada y desorientada. Luna, con su corazón generoso, se acercó lentamente para no asustarla más.

—Hola, pequeña —dijo Luna con voz suave—. ¿Estás perdida? No te preocupes, te ayudaremos a encontrar tu hogar.

Charlie movió la cola, comprendiendo la situación. La oveja, todavía temblorosa, se acercó a Luna, sintiendo la calidez y la seguridad que emanaba de ella. Con cuidado, Luna acarició la cabeza de la oveja, tranquilizándola.

—Vamos, Charlie —dijo Luna—. Tenemos que encontrar al dueño de esta ovejita.

Juntos, los tres emprendieron el camino a través del páramo. Mientras caminaban, Luna cantaba canciones alegres para mantener el ánimo de la oveja, y Charlie corría a su alrededor, vigilando el camino.

El Páramo de las Nubes era un lugar lleno de maravillas. En su camino, pasaron por campos de girasoles que se mecían al ritmo del viento y arroyos donde los peces nadaban en círculos de colores brillantes. Luna siempre encontraba tiempo para maravillarse con la naturaleza, incluso cuando estaba en una misión importante.

Después de una larga caminata, llegaron a una pequeña aldea al pie de una montaña. Las casas, hechas de piedra y madera, parecían sacadas de un cuento de hadas. La aldea estaba llena de vida: niños jugaban en las calles, y los adultos trabajaban en sus jardines o cuidaban de sus animales.

Luna se acercó a un grupo de aldeanos que charlaban animadamente.

—Disculpen —dijo Luna, sonriendo—. Hemos encontrado a esta oveja perdida en el páramo. ¿Alguien sabe de quién podría ser?.

Los aldeanos dejaron de hablar y miraron a la oveja. Uno de ellos, un hombre mayor con barba blanca y ojos amables, dio un paso adelante.

—¡Es la oveja de la señora Margarita! —exclamó—. Ha estado buscándola por todas partes. ¡Qué alegría que la hayan encontrado!.

El hombre guió a Luna, Charlie y la oveja hasta la casa de la señora Margarita, una casita acogedora rodeada de flores y enredaderas. La señora Margarita, una mujer dulce de cabello gris y ojos brillantes, salió corriendo al ver a su oveja.

—¡Oh, mi pequeña! —dijo con lágrimas de alegría en los ojos—. Estaba tan preocupada. ¡Gracias, gracias por traerla de vuelta!.

Luna sonrió ampliamente, sintiendo una calidez en su corazón.

—Fue un placer ayudar —dijo Luna—. Siempre es importante cuidar de los demás.

La señora Margarita invitó a Luna y Charlie a su casa, ofreciéndoles una merienda de pan casero y miel. Mientras comían, la señora Margarita les contó historias sobre la aldea y el Páramo de las Nubes.

—Este lugar es un refugio de paz —dijo la señora Margarita—. Pero no siempre fue así. Hace mucho tiempo, había conflictos y desconfianza entre los aldeanos y los habitantes del páramo. Fue solo cuando todos decidimos trabajar juntos y tratarnos con bondad que encontramos la verdadera paz.

Luna escuchó atentamente, inspirada por las palabras de la señora Margarita. Sabía que la bondad y una sonrisa podían hacer una gran diferencia en el mundo.

Cuando terminaron la merienda, la señora Margarita les agradeció nuevamente y les dio un tarro de miel como muestra de gratitud. Luna y Charlie se despidieron y regresaron al páramo, sabiendo que habían hecho algo bueno.

Esa noche, mientras el sol se ponía detrás de las montañas, Luna se sentó en una colina con Charlie a su lado. Miraron las estrellas que comenzaban a brillar en el cielo, sintiéndose en paz.

—¿Sabes, Charlie? —dijo Luna, acariciando la cabeza de su amigo—. Creo que la paz comienza con una sonrisa. Hoy lo hemos visto con la ovejita y la señora Margarita. Si todos pudiéramos sonreír y ser amables con los demás, el mundo sería un lugar mejor.

Charlie ladró suavemente, como si estuviera de acuerdo. Luna sonrió, sintiéndose más determinada que nunca a difundir la alegría y la bondad dondequiera que fuera.

Y así, en el Páramo de las Nubes, Luna y Charlie continuaron viviendo sus días llenos de aventuras y sonrisas, llevando consigo el mensaje de que la paz comienza con una simple sonrisa y un acto de bondad.

El verano estaba en pleno apogeo en el Páramo de las Nubes, y Luna y Charlie pasaban sus días explorando nuevas áreas y haciendo nuevos amigos. Un día, mientras paseaban cerca de un antiguo bosque, se encontraron con un conejo blanco de orejas largas y ojos inquietos. El conejo parecía muy preocupado y, al ver a Luna y Charlie, corrió hacia ellos.

—¡Ayúdenme, por favor! —exclamó el conejo—. El sol ha desaparecido y la aldea de los conejos está en total oscuridad. Sin el sol, no podemos cultivar nuestros vegetales ni jugar al aire libre.

Luna frunció el ceño, tratando de comprender la situación.

—¿El sol ha desaparecido? —preguntó—. Eso suena muy extraño. El sol no puede simplemente desaparecer.

El conejo asintió con desesperación.

—Lo sé, pero algo extraño está sucediendo. Por favor, vengan conmigo y hablen con nuestra líder, la señora Lunares. Ella sabrá qué hacer.

Luna y Charlie siguieron al conejo a través del bosque hasta llegar a un claro donde se encontraba la aldea de los conejos. Las pequeñas madrigueras estaban en sombras, y los conejitos se movían nerviosos, sin saber qué hacer. La líder, una coneja sabia y anciana llamada señora Lunares, los recibió con una mezcla de esperanza y preocupación en su rostro.

—Gracias por venir —dijo la señora Lunares, con una voz calmada pero firme—. Estamos pasando por un momento muy difícil. El sol, que solía brillar sobre nuestra aldea, se ha ocultado detrás de una espesa niebla negra. Hemos intentado todo para disiparla, pero no hemos tenido éxito.

Luna sintió un fuerte deseo de ayudar. Miró a Charlie, quien movió la cola en señal de apoyo.

—No se preocupen, señora Lunares —dijo Luna con una sonrisa—. Haremos todo lo posible para encontrar la causa de esta niebla y devolver el sol a su aldea.

La señora Lunares les explicó que la niebla parecía emanar de una cueva oscura situada en el borde del páramo. Era un lugar al que pocos se atrevían a ir debido a las leyendas sobre criaturas misteriosas que vivían allí. Pero Luna no se dejó intimidar. Sabía que la paz y la luz eran esenciales para todos, y estaba decidida a resolver el misterio.

Con la guía del conejo blanco, Luna y Charlie se dirigieron hacia la cueva. El viaje no fue fácil. Tuvieron que atravesar terrenos rocosos y senderos empinados. A medida que se acercaban, la niebla se volvía más densa, oscureciendo el cielo y enfriando el aire.

Al llegar a la entrada de la cueva, se encontraron con un guardián inesperado: un búho de grandes ojos amarillos que los observaba desde una roca. El búho extendió sus alas y habló con voz profunda y resonante.

—¿Qué buscan en esta cueva? —preguntó el búho—. Este lugar ha estado cerrado al mundo exterior por siglos.

Luna, con su habitual gentileza, respondió.

—Hemos venido para encontrar la causa de la niebla que ha cubierto el sol de la aldea de los conejos. Queremos devolver la luz y la paz a su hogar.

El búho miró a Luna con atención, como si estuviera evaluando su sinceridad.

—Este lugar esconde secretos antiguos y magia olvidada —dijo finalmente el búho—. Si realmente desean ayudar, deberán enfrentar grandes desafíos y demostrar que su corazón está lleno de bondad y valentía.

Luna asintió, sintiéndose lista para cualquier cosa. El búho extendió sus alas nuevamente y señaló la entrada de la cueva.

—Sigan adelante, pero recuerden: la verdadera fuerza viene del corazón y la paz comienza con una sonrisa.

Adentrándose en la cueva, Luna y Charlie se encontraron en un laberinto de túneles oscuros y pasajes estrechos. La niebla era tan densa que apenas podían ver unos pasos adelante. Sin embargo, la determinación de Luna nunca flaqueó. Con cada paso, se repetía las palabras del búho y mantenía una sonrisa en su rostro, confiando en que encontrarían la solución.

Después de lo que pareció una eternidad, llegaron a una gran cámara iluminada por un resplandor tenue. En el centro de la cámara, un cristal enorme y brillante estaba rodeado por una espiral de niebla negra. La niebla parecía emanar del cristal, retorciéndose y expandiéndose como una nube viva.

Luna se acercó al cristal, sintiendo una mezcla de asombro y preocupación. Sabía que este cristal era la fuente de la niebla, pero no estaba segura de cómo detenerla.

—¿Qué podemos hacer, Charlie? —preguntó Luna, buscando una respuesta en su amigo leal.

Charlie, con su instinto protector, ladró y señaló hacia una inscripción en la pared de la cueva. Luna la leyó en voz alta:

—”La oscuridad se disipa con la luz del corazón y la paz se restaura con la sonrisa sincera.”

Luna entendió que debía usar su propia luz interior para combatir la niebla. Cerró los ojos y recordó todos los momentos felices y amables que había vivido: las sonrisas de sus amigos, las risas compartidas con Charlie, y el amor que sentía por su hogar en el Páramo de las Nubes.

Con el corazón lleno de amor y gratitud, Luna abrió los ojos y sonrió, irradiando una luz cálida y brillante. La niebla, ante el poder de su sonrisa, comenzó a retroceder, disipándose lentamente hasta desaparecer por completo. El cristal brilló con una luz pura y clara, y el sol, que había estado oculto, volvió a brillar con fuerza sobre la aldea de los conejos.

Luna y Charlie salieron de la cueva, llevando consigo la luz del sol. Los conejos los recibieron con gritos de alegría y agradecimiento. La señora Lunares se acercó a Luna y Charlie, con lágrimas de felicidad en los ojos.

—Gracias por devolvernos la luz y la paz —dijo la señora Lunares—. Has demostrado que la verdadera fuerza viene del corazón y que la paz realmente comienza con una sonrisa.

Luna, con una sonrisa radiante, abrazó a la señora Lunares y se sintió más feliz que nunca. Habían logrado algo increíble, y sabía que la magia de una sonrisa podía cambiar el mundo.

El sol volvió a brillar con fuerza sobre la aldea de los conejos y el Páramo de las Nubes. La niebla oscura había desaparecido gracias a la luz interior y la sonrisa de Luna. Los conejos, llenos de alegría, organizaron una gran fiesta para celebrar el regreso de la luz y para agradecer a Luna y a Charlie por su valentía y bondad.

Durante la fiesta, la aldea estaba llena de risas y música. Los conejos bailaban y saltaban de alegría, y todos disfrutaban de una abundante comida con vegetales frescos y frutas jugosas. Luna y Charlie se unieron a la celebración, sintiendo la calidez de la gratitud y la felicidad que emanaban de todos a su alrededor.

La señora Lunares se acercó a Luna, llevando consigo un pequeño obsequio envuelto en hojas verdes.

—Querida Luna —dijo la señora Lunares—, queremos darte esto como muestra de nuestra gratitud. Sin tu sonrisa y tu corazón valiente, nunca habríamos recuperado la luz.

Luna abrió el obsequio y encontró un hermoso collar con un colgante en forma de sol. El colgante brillaba con un resplandor cálido y dorado.

—Gracias, señora Lunares —dijo Luna, emocionada—. Este collar me recordará siempre la importancia de una sonrisa y la luz que puede traer a los demás.

Después de la fiesta, Luna y Charlie se despidieron de sus nuevos amigos y regresaron al Páramo de las Nubes. En el camino de regreso, Luna no podía dejar de pensar en todo lo que habían vivido. Habían enfrentado la oscuridad y habían descubierto que la verdadera fuerza venía del corazón. Más importante aún, había aprendido que la paz realmente comenzaba con una simple sonrisa.

Al llegar a casa, Luna decidió compartir su historia con los demás habitantes del páramo. Organizó una reunión en el claro principal, donde todos se reunieron para escucharla. Estaban presentes sus amigos, sus padres y otros animales del páramo, incluidos los pájaros, los zorros y las ardillas.

Luna se puso de pie frente a todos y comenzó a relatar su aventura. Habló sobre la niebla oscura que cubrió la aldea de los conejos, sobre su encuentro con el búho sabio y sobre cómo había utilizado su luz interior para disipar la oscuridad.

—Aprendí que la paz comienza con una sonrisa —dijo Luna al concluir su relato—. A veces, los problemas pueden parecer grandes y aterradores, pero si enfrentamos todo con una sonrisa y con bondad en nuestros corazones, podemos superar cualquier desafío.

Los habitantes del páramo aplaudieron con entusiasmo, inspirados por la valentía y la sabiduría de Luna. Desde ese día, la historia de Luna y Charlie se convirtió en una leyenda en el Páramo de las Nubes. Los niños crecían escuchando su historia y aprendían la importancia de la bondad y la sonrisa.

Pasaron los años, y Luna y Charlie continuaron viviendo sus días llenos de aventuras y alegrías. Luna se convirtió en una joven conocida y respetada por todos, y su sonrisa seguía siendo un faro de esperanza y paz para los habitantes del páramo.

Un día, mientras paseaban cerca del bosque donde había comenzado su aventura con la oveja perdida, Luna y Charlie encontraron a un joven zorrito que parecía perdido y asustado. Luna se acercó al zorrito con su habitual gentileza.

—Hola, pequeño —dijo Luna—. ¿Estás perdido? No te preocupes, te ayudaremos a encontrar tu hogar.

El zorrito miró a Luna con ojos llenos de esperanza y, poco a poco, dejó de temblar.

—Me llamo Rayo —dijo el zorrito con voz temblorosa—. Me he perdido y no puedo encontrar a mi familia.

Luna sonrió, extendiendo la mano para acariciar la cabeza de Rayo.

—Vamos, Rayo. Charlie y yo te llevaremos a casa.

Juntos, comenzaron a buscar la familia de Rayo. Mientras caminaban, Luna le contó a Rayo la historia de cómo ella y Charlie habían encontrado a la oveja perdida y cómo habían devuelto la luz a la aldea de los conejos. Rayo escuchaba con atención, sintiéndose más seguro y confiado con cada palabra.

Finalmente, después de un largo día de búsqueda, encontraron a la familia de Rayo en una colina cercana. La madre de Rayo, una zorra de pelaje brillante, corrió hacia él con lágrimas de alegría en los ojos.

—¡Rayo, mi pequeño! —exclamó, abrazándolo con fuerza—. Estábamos tan preocupados. Gracias por traerlo de vuelta.

Luna sonrió, sintiendo una vez más la satisfacción de haber ayudado.

—Es un placer ayudar —dijo Luna—. Recuerden siempre que la paz y la luz pueden encontrarse en una sonrisa.

La familia de Rayo los invitó a quedarse para una comida en agradecimiento. Mientras cenaban, Luna y Charlie compartieron más historias de sus aventuras y enseñaron a los zorros jóvenes sobre la importancia de la bondad y la sonrisa.

Esa noche, mientras Luna y Charlie regresaban a su hogar bajo el cielo estrellado, Luna se sintió más conectada que nunca con el Páramo de las Nubes y sus habitantes. Sabía que cada sonrisa, cada acto de bondad, contribuía a hacer del mundo un lugar mejor y más pacífico.

A medida que el tiempo pasaba, Luna continuó difundiendo su mensaje de paz y bondad. Fundó una pequeña escuela en el páramo, donde enseñaba a los niños y a los jóvenes animales sobre la importancia de la sonrisa y el poder del corazón. Charlie, siempre a su lado, ayudaba a guiar y proteger a los estudiantes en sus propias aventuras.

El Páramo de las Nubes prosperó bajo la influencia de Luna y Charlie. Las historias de sus aventuras y su sabiduría se transmitían de generación en generación. Y así, en el corazón de este mágico rincón del mundo, la paz y la alegría reinaban, recordando a todos que la verdadera fuerza y la paz comienzan con una sonrisa.

La moraleja de esta historia es que la paz comienza con una sonrisa y que con una sonrisa se puede alegrar el alma.

Y colorín colorín, este cuento llegó a su fin. bueno mis amables oyentes. NOS VEMOS MAÑANA, CON UN NUEVO CUENTO CON MORALEJA.

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