En la pequeña ciudad de Colinas Verdes, los fines de semana eran muy especiales, ya que los vecinos solían reunirse para organizar actividades comunitarias. Una de las más esperadas era la jornada de limpieza en el parque central. Este parque era el corazón del barrio, donde los niños jugaban, las familias hacían picnics, y la comunidad celebraba eventos al aire libre. Sin embargo, en los últimos meses, el parque había empezado a acumular basura y a descuidarse, lo que preocupaba a muchos.
Por eso, la escuela “Estrella Brillante” decidió organizar una gran jornada de limpieza. Los estudiantes se mostraron entusiasmados con la idea, y entre ellos estaba Lucas, un niño de 10 años, conocido por su entusiasmo y energía. Lucas siempre estaba dispuesto a ayudar en cualquier actividad, pero a veces su entusiasmo lo llevaba a actuar con un poco de impaciencia.
—¡Va a ser increíble! Limpiar el parque y dejarlo como nuevo para todos —dijo Lucas a sus amigos durante el recreo—. Vamos a ser los más rápidos y eficientes. Si trabajamos juntos, podemos limpiar todo en menos de dos horas.
Sus amigos, Clara y Martín, también estaban emocionados, pero Clara era un poco más cautelosa.
—Sí, será genial, pero no creo que se trate solo de ser rápidos. Debemos asegurarnos de que lo hacemos bien y de ser amables con los demás, especialmente si hay personas que no estén acostumbradas a este tipo de actividades —dijo Clara, con su tono reflexivo habitual.
Martín, que siempre estaba en medio de sus dos amigos, intentó suavizar las cosas.
—Bueno, podemos ser rápidos y amables al mismo tiempo, ¿no? —sugirió, tratando de mantener el equilibrio entre las opiniones de Lucas y Clara.
El día de la jornada de limpieza llegó, y el parque se llenó de estudiantes, padres y algunos vecinos que también querían ayudar. Cada grupo tenía una tarea asignada: recoger basura, barrer las hojas caídas, plantar algunas flores y organizar las áreas de juegos. Lucas, Clara y Martín fueron asignados al equipo encargado de recoger la basura, algo que Lucas veía como una oportunidad perfecta para demostrar lo eficientes que podían ser.
—¡Vamos a terminar antes que nadie! —exclamó Lucas, emocionado, mientras repartía bolsas de basura a sus amigos.
Sin embargo, apenas habían comenzado cuando notaron que había otros niños que no trabajaban tan rápido como ellos. Algunos se tomaban más tiempo para asegurarse de que todo quedara limpio, mientras que otros parecían un poco confundidos sobre cómo usar los guantes o dónde colocar la basura.
Uno de esos niños era Tomás, un estudiante nuevo en la escuela, que estaba un poco perdido entre tanta actividad. Tomás no conocía bien a los demás y se veía tímido y algo torpe con la tarea que le habían asignado.
—Oye, Tomás, tienes que recoger la basura más rápido si queremos terminar a tiempo —dijo Lucas, sin pensar mucho en el tono que usaba.
Tomás, que ya estaba nervioso, se puso aún más incómodo. Intentó apresurarse, pero en su afán por no quedarse atrás, se le cayó una bolsa de basura que se rompió, esparciendo el contenido por el suelo.
Clara, que había visto lo sucedido, se acercó rápidamente a ayudar a Tomás.
—No te preocupes, todos cometemos errores. Vamos a recoger esto juntos —dijo Clara con una sonrisa amable, mientras le pasaba una bolsa nueva.
Tomás le devolvió la sonrisa, agradecido por su amabilidad.
—Gracias, Clara. No soy muy bueno en esto… —dijo Tomás, aún algo avergonzado.
—No tienes que ser el mejor —respondió Clara—. Lo importante es que estamos todos aquí para ayudar, y hacerlo bien toma su tiempo.
Lucas observaba la escena a unos metros de distancia. Aunque su primer impulso había sido apurar a Tomás para que trabajara más rápido, al ver cómo Clara manejaba la situación con calma y amabilidad, empezó a cuestionarse su actitud.
A medida que avanzaba la jornada, Lucas notó que había otras situaciones en las que la amabilidad hacía una gran diferencia. Vio cómo algunos adultos se detenían a charlar con los niños, enseñándoles cómo plantar flores o cómo usar las herramientas de manera más eficiente. Aunque él seguía preocupado por terminar rápido, se dio cuenta de que los que trabajaban con más calma parecían estar disfrutando más del proceso, y al final, el trabajo salía mejor.
En un momento, Lucas se encontró recogiendo basura cerca de una anciana llamada Doña Rosa, una de las vecinas más queridas del barrio. Doña Rosa llevaba años cuidando el parque y se la veía emocionada por la jornada de limpieza.
—Qué bueno verte tan entusiasmado, Lucas —dijo Doña Rosa con su voz suave—. Este parque es muy importante para todos nosotros, y no se trata solo de que quede limpio rápido, sino de cómo lo hacemos, de trabajar juntos y disfrutarlo.
Lucas, que hasta ese momento había estado muy enfocado en su meta de ser eficiente, se detuvo por un momento a pensar en las palabras de Doña Rosa. No solo se trataba de hacer el trabajo, sino de hacerlo con amabilidad, ayudando a los demás y asegurándose de que todos se sintieran parte de la actividad.
—Tienes razón, Doña Rosa —dijo Lucas—. Creo que me estaba concentrando demasiado en terminar rápido y no en disfrutar de la compañía de todos.
—A veces, la prisa nos hace olvidar que lo más importante es el viaje, no el destino —respondió la anciana con una sonrisa.
Después de hablar con Doña Rosa, Lucas decidió cambiar su enfoque. Se dio cuenta de que ser amable no solo ayudaba a los demás a sentirse mejor, sino que también hacía que la actividad fuera más agradable para todos. Empezó a prestar más atención a cómo podía ayudar a sus amigos y compañeros, en lugar de solo intentar ser el más rápido.
Durante el resto de la jornada, Lucas se unió a Clara y Martín en varias tareas. A medida que trabajaban juntos, no solo lograron avanzar en la limpieza, sino que también disfrutaron más del tiempo que pasaban ayudándose mutuamente. Al final del día, el parque se veía más limpio y cuidado que nunca, y los vecinos estaban encantados con el trabajo de los niños.
Después de su conversación con Doña Rosa, Lucas cambió su actitud. Ya no estaba tan preocupado por ser el más rápido ni por terminar antes que los demás. Se dio cuenta de que, si bien la eficiencia era importante, el verdadero valor de la jornada de limpieza estaba en la oportunidad de compartir, aprender y ayudar a los demás. Decidió que, desde ese momento, intentaría ser más paciente y amable con todos, especialmente con aquellos que no tenían tanta experiencia.
Mientras Lucas, Clara y Martín trabajaban en una esquina del parque, notaron que Tomás seguía luchando con las bolsas de basura. Esta vez, en lugar de apurarlo, Lucas decidió acercarse y ofrecer su ayuda de una manera diferente.
—Oye, Tomás, ¿te gustaría que te enseñe cómo atar las bolsas de una manera más fácil? —le dijo Lucas con una sonrisa.
Tomás, sorprendido por el cambio en el tono de Lucas, asintió con alivio.
—Sí, por favor. No quiero que se me vuelva a caer la basura.
Lucas le mostró un truco sencillo para asegurarse de que las bolsas no se rompieran y cómo distribuir el peso correctamente. Tomás, agradecido, empezó a trabajar con más confianza. A medida que recogían la basura juntos, Lucas notó que ayudar a alguien no solo hacía que el trabajo fuera más fácil, sino que también creaba una atmósfera más agradable para todos.
Mientras tanto, Clara y Martín estaban ocupados barriendo las hojas caídas en otra parte del parque. Al notar que una de las estudiantes más pequeñas, Isabel, tenía dificultades para barrer las hojas que se amontonaban en su área, Clara fue a ayudarla.
—Parece que las hojas se están acumulando demasiado rápido, ¿verdad? —dijo Clara, riendo suavemente.
Isabel asintió, frustrada, con el rostro lleno de esfuerzo.
—Sí, no importa cuánto barro, siempre hay más. ¡Es imposible!
—No te preocupes, vamos a hacerlo juntas —dijo Clara, tomando una escoba extra—. A veces, cuando algo parece imposible, es porque lo estamos intentando solos. Con un poco de ayuda, se vuelve mucho más fácil.
Isabel sonrió, agradecida, y juntas lograron barrer las hojas mucho más rápido. Mientras lo hacían, Clara le contó historias divertidas sobre cómo había aprendido a barrer cuando era pequeña, lo que hizo que Isabel se sintiera más relajada y motivada.
En otra parte del parque, Martín estaba ayudando a plantar algunas flores con un grupo de adultos. Aunque al principio estaba nervioso por trabajar con personas mayores, pronto se dio cuenta de que los adultos también necesitaban ayuda y que, con una actitud amable, todos podían aprender unos de otros.
Uno de los hombres mayores, don Ernesto, parecía tener problemas para cavar el hoyo para plantar un arbusto.
—¿Le ayudo, don Ernesto? —preguntó Martín, acercándose con una pequeña pala.
Don Ernesto, sorprendido por la oferta del niño, sonrió.
—¡Claro que sí, joven! Estos brazos ya no son tan fuertes como antes.
Juntos, don Ernesto y Martín plantaron el arbusto, y el hombre mayor le enseñó a Martín cómo asegurarse de que las raíces quedaran bien cubiertas para que la planta creciera sana. Mientras trabajaban, don Ernesto le habló de cómo solía cuidar su jardín cuando era más joven, y Martín escuchó con atención, fascinado por las historias.
A medida que la jornada de limpieza avanzaba, el parque comenzó a transformarse. Las áreas que antes estaban llenas de basura ahora estaban limpias, y las flores recién plantadas añadían un toque de color y frescura al lugar. Los niños y los adultos trabajaban codo a codo, y el ambiente era de cooperación y alegría.
Lucas, Clara y Martín se reunieron cerca de la fuente, donde Doña Rosa les ofreció unos vasos de limonada para refrescarse.
—Han hecho un trabajo excelente, chicos. El parque no solo se ve más limpio, sino que todos parecen más felices —comentó Doña Rosa, mientras miraba a los voluntarios trabajando—. La amabilidad tiene ese efecto, ¿saben? Cuando eres amable con los demás, no solo haces que las cosas sean más fáciles, sino que también creas un ambiente más positivo para todos.
Lucas, bebiendo su limonada, reflexionó sobre las palabras de Doña Rosa. Recordó cómo había comenzado el día, enfocado solo en la rapidez y la eficiencia, y cómo había cambiado su perspectiva al ver que ser amable y paciente no solo hacía el trabajo más llevadero, sino que también unía a las personas.
—Tienes razón, Doña Rosa —dijo Lucas—. Al principio, solo quería terminar rápido, pero ahora veo que ayudar a los demás y ser amable es lo que realmente hace que todo valga la pena. Hoy aprendí que el trabajo en equipo es más fuerte cuando nos tratamos bien.
Clara y Martín asintieron en acuerdo, mientras Isabel y Tomás, que estaban cerca, se unieron a ellos. Todos compartieron historias sobre cómo habían ayudado a otros durante la jornada y cómo esa amabilidad había hecho que la experiencia fuera mucho más significativa.
La jornada de limpieza estaba llegando a su fin, pero el parque había cambiado de una manera que iba más allá de lo físico. Los niños y adultos que participaron se sentían más conectados, y el ambiente en el parque era de celebración. La comunidad no solo había limpiado su espacio, sino que también había fortalecido sus lazos a través de la cooperación y la amabilidad.
Con el parque limpio y reluciente, los estudiantes de la escuela “Estrella Brillante” se reunieron en un círculo alrededor de la fuente, donde Doña Rosa les agradecía a todos por su esfuerzo y dedicación. Los niños estaban cansados, pero llenos de satisfacción. Sabían que no solo habían hecho un buen trabajo, sino que lo habían hecho de la mejor manera posible: trabajando juntos y siendo amables con los demás.
—¡Miren qué bien se ve todo! —exclamó Lucas, mirando a su alrededor con una sonrisa—. No solo terminamos el trabajo, sino que lo hicimos de una manera en la que todos nos ayudamos.
Clara asintió y añadió:
—Creo que la amabilidad hizo que todo fuera más fácil y divertido. Si hubiéramos tratado de hacerlo todo rápido y solos, habríamos terminado agotados y probablemente habríamos dejado cosas sin hacer.
—Sí, y además, todos aprendimos algo nuevo ayudándonos entre nosotros —dijo Martín—. Yo aprendí mucho plantando flores con don Ernesto. ¡Nunca pensé que me gustaría tanto trabajar con plantas!
Mientras los niños compartían sus experiencias, algunos vecinos del barrio comenzaron a llegar al parque, asombrados por el cambio que había tenido lugar en tan poco tiempo. Las familias que solían visitar el parque empezaron a comentar lo bonito que se veía todo, y algunos padres agradecieron a los niños por su esfuerzo.
—¡Esto es increíble! ¡Gracias por devolvernos nuestro parque! —dijo una mamá, mientras sus hijos corrían hacia el área de juegos, ahora limpia y segura.
Doña Rosa, con una sonrisa cálida, se acercó a los niños para darles una última reflexión antes de que se fueran a casa.
—Hoy no solo limpiaron un parque. Ustedes nos recordaron a todos lo importante que es trabajar juntos y ser amables. La amabilidad es como las flores que plantaron hoy: cuando la cultivan, crece y embellece todo a su alrededor. Y eso es lo que han hecho aquí, han sembrado algo que hará que nuestra comunidad sea aún más fuerte.
Las palabras de Doña Rosa resonaron en el corazón de los niños. Lucas, que había comenzado el día pensando solo en ser rápido y eficiente, entendió ahora que el verdadero valor de lo que habían hecho no estaba en cuántas bolsas de basura habían llenado ni en qué tan rápido habían trabajado, sino en la manera en que habían colaborado y tratado a los demás.
—Tienes razón, Doña Rosa —dijo Lucas—. Hoy me di cuenta de que ser amable no solo ayuda a que el trabajo salga mejor, sino que hace que todos se sientan bien. No importa qué tan grande o pequeño sea el trabajo, lo más importante es cómo lo hacemos.
Clara, siempre reflexiva, añadió:
—Sí, y ser amable no cuesta nada, pero cambia todo. A veces, es lo único que alguien necesita para sentirse bien y seguir adelante.
Martín asintió, pensando en cómo había disfrutado trabajar con don Ernesto y aprender algo nuevo.
—Creo que la amabilidad es como un súper poder. ¡Puede hacer que cualquier cosa difícil sea más fácil!
Los tres amigos se sintieron orgullosos de haber sido parte de algo tan especial. Sabían que, aunque el trabajo había sido arduo, la verdadera recompensa era ver cómo todos habían disfrutado de la jornada, ayudándose y aprendiendo unos de otros. La lección que habían aprendido ese día no era solo sobre mantener limpio un parque, sino sobre el poder de la amabilidad para transformar cualquier situación en algo positivo.
Al final de la jornada, la directora de la escuela, la señora Gómez, llegó para felicitar a los estudiantes.
—Estoy muy orgullosa de todos ustedes —dijo la directora, con una gran sonrisa—. Hoy no solo demostraron responsabilidad al cuidar nuestro parque, sino que también mostraron a toda la comunidad lo que significa ser amables y trabajar en equipo. Este es el tipo de actitud que queremos ver en todos los aspectos de nuestras vidas.
La directora entregó diplomas de reconocimiento a cada uno de los niños por su participación en la jornada de limpieza, pero lo que más valoraban ellos no era el diploma, sino la experiencia de haber trabajado juntos y haber hecho algo bueno por su comunidad.
Cuando el sol empezó a ponerse y el parque quedó vacío, Lucas, Clara y Martín caminaron de regreso a casa, comentando lo bien que se sentían por todo lo que habían logrado.
—Sabes, Lucas, al principio pensaba que solo te importaba terminar rápido, pero me alegra que cambiaras de idea —dijo Clara con una sonrisa.
—Sí, yo también. Creo que aprender a ser amable y ayudar a los demás es mucho más importante que ser el más rápido. Hoy me di cuenta de que la verdadera fuerza está en ser amable, y eso es algo que no quiero olvidar nunca —respondió Lucas, con una sonrisa satisfecha.
Y así, los niños regresaron a sus casas, sabiendo que habían hecho algo más que limpiar un parque: habían aprendido una lección de vida sobre el valor de la amabilidad y la importancia de trabajar en equipo. Y desde ese día, Lucas, Clara y Martín se comprometieron a llevar esa lección a todas las áreas de su vida, sabiendo que, con amabilidad, podían hacer que el mundo a su alrededor fuera un lugar mejor.
moraleja ser amable siempre es la mejor opción al desarrollar una actividad comunitaria.
Y colorín colorín, este cuento llegó a su fin. bueno mis amables oyentes. ¡NOS VEMOS MAÑANA! CON UN NUEVO CUENTO CON MORALEJA.
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