Que tenemos para ti

Lee GRATIS

En una granja encantadora y llena de vida, vivían dos niños muy especiales: Estrellita y Luisito. Estrellita, una niña de cabello rizado y ojos brillantes, siempre estaba llena de curiosidad y entusiasmo. Su hermano menor, Luisito, era un niño risueño con una sonrisa traviesa que siempre encontraba maneras de divertirse.

La granja, propiedad de sus abuelos, Don Tomás y Doña Clara, era un lugar mágico. Cada rincón estaba lleno de color y de vida, con animales de todo tipo y plantas que florecían en cada estación. Había vacas, caballos, cerdos, ovejas y hasta una familia de patos que vivía junto al estanque.

Una mañana soleada, mientras los pájaros cantaban y las flores se mecían con la brisa, Estrellita y Luisito salieron corriendo de la casa hacia el corral. Estaban emocionados por el nuevo día y por todas las aventuras que les esperaban.

—¡Mira, Estrellita! —exclamó Luisito señalando hacia el cielo—. ¡Hay una mariposa gigante!

Estrellita levantó la vista y sonrió al ver la mariposa multicolor que revoloteaba cerca de ellos.

—Sí, Luisito, es preciosa. Pero primero, debemos ir a ayudar a la abuela con las tareas del granero —respondió Estrellita, recordando las palabras de su abuela.

Llegaron al granero, donde Doña Clara ya estaba ocupada alimentando a las gallinas. La abuela era una mujer sabia y cariñosa, siempre tenía una sonrisa para sus nietos y les enseñaba valiosas lecciones sobre la vida en la granja.

—Buenos días, abuela —dijeron los niños al unísono.

—Buenos días, mis pequeños ayudantes —respondió Doña Clara con una sonrisa—. Hoy tengo una tarea especial para ustedes. Necesito que recojan los huevos de las gallinas y los lleven a la cocina. Pero recuerden, deben pedirle permiso a cada gallina antes de tomar sus huevos.

Estrellita y Luisito se miraron con sorpresa. Nunca antes les habían pedido que hablaran con las gallinas.

—Pero abuela, ¿cómo le vamos a pedir permiso a las gallinas? —preguntó Luisito, un poco confundido.

—Es muy sencillo —respondió Doña Clara—. Solo tienen que decir “por favor” y “gracias”. Son palabras mágicas que abren corazones y puertas.

Los niños asintieron, aunque todavía no entendían del todo, y se dirigieron hacia el gallinero. Las gallinas picoteaban tranquilamente el suelo, y los niños se acercaron despacio.

—Vamos a intentarlo, Luisito —dijo Estrellita con determinación.

Se acercaron a una gallina blanca que estaba tranquilamente posada en su nido. Estrellita se agachó a su lado y con una voz suave dijo:

—Gallinita, ¿podrías darnos tus huevos, por favor?

Para sorpresa de los niños, la gallina hizo un suave cacareo y se movió ligeramente, dejando a la vista dos huevos blancos y brillantes.

—¡Funcionó! —exclamó Luisito—. Ahora yo lo intentaré.

Luisito se acercó a otra gallina, una marrón con plumas esponjosas, y repitió las palabras mágicas:

—Gallinita, ¿puedo tomar tus huevos, por favor?

La gallina también respondió con un cacareo y permitió que Luisito tomara los huevos. Los niños estaban encantados y continuaron pidiendo con cortesía a cada gallina. Al final, tenían una canasta llena de huevos frescos.

—No olviden dar las gracias —les recordó Estrellita.

—Gracias, gallinitas —dijeron ambos niños al unísono.

Volvieron a la cocina con su canasta y Doña Clara los esperaba con una sonrisa.

—Hicieron un trabajo maravilloso, mis pequeños —dijo la abuela—. Ahora saben el poder de las palabras mágicas. “Por favor” y “gracias” pueden hacer que incluso las gallinas sean más amigables.

Los días pasaron y Estrellita y Luisito continuaron usando las palabras mágicas en cada tarea que realizaban en la granja. Descubrieron que no solo funcionaban con las gallinas, sino también con otros animales. Los caballos permitían que los cepillaran, las vacas se dejaban ordeñar sin problemas y hasta el perro guardián, Max, se mostraba más dócil y cariñoso.

Una tarde, mientras jugaban en el campo de flores, Estrellita y Luisito encontraron a su amigo Pedro, que vivía en una granja cercana. Pedro estaba intentando alcanzar una manzana en el árbol, pero no podía llegar a ella.

—Hola, Pedro —saludó Estrellita—. ¿Te gustaría que te ayudáramos a alcanzar la manzana?

—Sí, por favor —respondió Pedro con una sonrisa.

Luisito, que era un poco más alto, trepó al árbol y alcanzó la manzana roja y jugosa. La bajó con cuidado y se la entregó a Pedro.

—¡Gracias, Luisito! —dijo Pedro, muy agradecido.

—De nada, Pedro —respondió Luisito—. Es bueno decir “por favor” y “gracias”. Nos enseñaron que son palabras mágicas.

Pedro se quedó pensando en esas palabras mientras mordía la manzana. Desde ese día, también empezó a usar las palabras mágicas y descubrió que la vida en la granja se volvía mucho más fácil y agradable.

Estrellita y Luisito, con su ejemplo, no solo aprendieron una valiosa lección, sino que también la compartieron con otros. La granja se convirtió en un lugar aún más feliz y armonioso, donde todos los habitantes, grandes y pequeños, entendieron la importancia de la cortesía y el respeto

El verano avanzaba y la granja de Don Tomás y Doña Clara seguía floreciendo bajo el cuidado de toda la familia. Estrellita y Luisito continuaban ayudando en las tareas diarias, siempre usando las palabras mágicas “por favor” y “gracias”. La vida era tranquila y feliz, pero una mañana, algo inesperado sucedió que pondría a prueba todo lo que habían aprendido.

Esa mañana, Don Tomás reunió a toda la familia en el patio. Sus ojos brillaban con emoción mientras anunciaba:

—Hoy vendrá a visitarnos el Señor Murillo, un viejo amigo mío que tiene una granja muy grande en el otro lado del valle. Quiere ver cómo trabajamos aquí y quizás nos comparta algunos de sus conocimientos. Es muy importante que todo esté en perfecto orden y que lo tratemos con mucha cortesía.

Estrellita y Luisito asintieron con entusiasmo. Habían escuchado muchas historias sobre el Señor Murillo y su granja, que era famosa por sus productos de alta calidad y su eficiencia.

—¿Cómo es el Señor Murillo? —preguntó Estrellita, llena de curiosidad.

—Es un hombre sabio y experimentado, pero también muy estricto —respondió Doña Clara—. Quiere que todo se haga de la mejor manera posible.

Los niños se dispusieron a hacer sus tareas con más dedicación que nunca. Querían asegurarse de que todo estuviera perfecto para la visita. Sin embargo, mientras trabajaban, empezaron a notar algo extraño. Los animales parecían estar más inquietos de lo habitual.

—Max está ladrando mucho hoy —observó Luisito mientras trataba de calmar al perro guardián—. ¿Qué le pasará?

—No lo sé, pero también las vacas están nerviosas —dijo Estrellita, mirando a las vacas que se movían inquietas en el corral.

La inquietud de los animales no pasó desapercibida para los abuelos. Don Tomás frunció el ceño preocupado y Doña Clara decidió investigar. Juntos, caminaron por la granja tratando de descubrir la causa del alboroto.

—Estrellita, Luisito, quédense cerca de la casa mientras nosotros revisamos los alrededores —dijo Doña Clara con tono serio.

Los niños asintieron y se sentaron en el porche, esperando pacientemente. Sin embargo, su curiosidad fue más fuerte y decidieron seguir a sus abuelos a una distancia prudente. Caminando sigilosamente, vieron cómo sus abuelos se dirigían hacia el bosque cercano.

—¿Qué crees que están buscando? —preguntó Luisito en un susurro.

—No lo sé, pero debemos estar preparados para ayudarlos si necesitan nuestra ayuda —respondió Estrellita, decidida.

Al llegar al borde del bosque, vieron una figura desconocida entre los árboles. Era un hombre alto y delgado, con una barba gris y una expresión severa. Estaba discutiendo con Don Tomás.

—¡Es el Señor Murillo! —susurró Estrellita—. Debemos acercarnos y ver qué está pasando.

Los niños se acercaron un poco más, lo suficiente para escuchar la conversación.

—Tomás, he notado que tus animales están muy inquietos hoy —dijo el Señor Murillo con voz firme—. ¿Estás seguro de que todo está en orden?

—Sí, todo está bien. Pero tus comentarios me preocupan. ¿Has notado algo extraño en tu camino aquí? —respondió Don Tomás, visiblemente preocupado.

—Sí, he visto huellas de algún animal grande cerca de tus tierras. Podría ser un lobo o algún otro depredador —dijo el Señor Murillo—. Deberíamos investigar más a fondo.

En ese momento, un fuerte aullido resonó en el aire, haciendo que todos se estremecieran. Los niños, aunque asustados, sabían que debían hacer algo para ayudar.

—Debemos proteger a los animales —dijo Estrellita, tomando la mano de Luisito—. Vamos a buscar a Max. Él podrá ayudarnos a encontrar al intruso.

Corrieron de regreso a la granja y encontraron a Max en el patio, todavía inquieto. Estrellita se arrodilló junto al perro y lo acarició suavemente.

—Max, necesitamos tu ayuda. Por favor, ayúdanos a encontrar al lobo —dijo con voz suave y firme.

Max parecía entender y se levantó, listo para seguir a los niños. Juntos, se dirigieron nuevamente hacia el bosque, siguiendo el rastro del Señor Murillo y sus abuelos. Max olfateaba el aire, guiando a los niños hacia el origen de los aullidos.

A medida que avanzaban, los sonidos se hacían más fuertes. Finalmente, llegaron a un claro donde vieron a un lobo solitario atrapado en una trampa. El animal gemía de dolor y trataba de liberarse sin éxito.

—¡Pobrecito! —exclamó Luisito—. Debemos ayudarlo.

—Pero es un lobo, podría ser peligroso —dijo Estrellita, aunque también sentía compasión por el animal.

En ese momento, Don Tomás y el Señor Murillo llegaron al claro, seguidos de cerca por Doña Clara. Al ver la situación, Don Tomás se acercó con cautela al lobo.

—Es un lobo joven. Parece que ha estado buscando comida y cayó en esta trampa —dijo Don Tomás—. Debemos liberarlo, pero con mucho cuidado.

—¿Podemos ayudar, abuelo? —preguntó Luisito, decidido a hacer algo.

—Sí, pero manténganse a una distancia segura —respondió Don Tomás.

Con la ayuda del Señor Murillo, Don Tomás logró abrir la trampa y liberar al lobo. El animal, aunque asustado y dolorido, no mostró agresividad. Simplemente miró a sus salvadores con ojos llenos de gratitud antes de desaparecer entre los árboles.

—Es importante tratar a todos los seres vivos con respeto y compasión —dijo Doña Clara, abrazando a los niños—. Incluso a los que nos parecen peligrosos.

—Gracias por ayudarnos a liberar al lobo —dijo Estrellita, dirigiéndose a su abuelo y al Señor Murillo.

—Ha sido una lección para todos nosotros —respondió el Señor Murillo con una sonrisa—. La amabilidad y el respeto siempre deben guiar nuestras acciones.

Los niños regresaron a la granja, sintiéndose más sabios y agradecidos por la experiencia. Habían aprendido que las palabras mágicas “por favor” y “gracias” eran importantes, pero también que la amabilidad y la compasión hacia todos los seres eran igualmente esenciales.

Esa noche, mientras se preparaban para dormir, Estrellita y Luisito se prometieron a sí mismos que seguirían usando las palabras mágicas y mostrarían amabilidad en todas sus acciones. Sabían que, con ese poder, podrían enfrentar cualquier desafío que la vida en la granja les presentara.

El incidente con el lobo dejó una marca en la memoria de Estrellita y Luisito. Habían aprendido una valiosa lección sobre la compasión y el respeto hacia todos los seres vivos, y la vida en la granja continuó con esa sabiduría renovada. Sin embargo, la verdadera prueba de sus nuevas habilidades estaba por llegar.

Los días pasaron rápidamente y llegó la época de la cosecha, un momento muy especial en la granja de Don Tomás y Doña Clara. La cosecha era una celebración anual que reunía a todas las familias del valle para recolectar los frutos de su arduo trabajo y disfrutar de un festín comunitario. Estrellita y Luisito estaban emocionados y ayudaban en los preparativos con gran entusiasmo.

—Este año, la fiesta de la cosecha será más grande que nunca —anunció Don Tomás mientras inspeccionaba los cultivos—. Todos han trabajado muy duro y queremos agradecer a nuestros amigos y vecinos por su apoyo.

Los niños estaban ocupados decorando el granero con guirnaldas de flores y luces, mientras Doña Clara y otras mujeres de la comunidad preparaban deliciosos platillos para el festín. Los animales también parecían emocionados, como si sintieran la energía positiva en el aire.

Finalmente, el día de la cosecha llegó. Desde temprano, las familias comenzaron a llegar a la granja, trayendo consigo cestas llenas de alimentos, herramientas y, lo más importante, una actitud festiva. Estrellita y Luisito corrían de un lado a otro, saludando a los invitados y ayudando en todo lo que podían.

—¡Hola, Pedro! —saludó Estrellita a su amigo, quien había llegado con su familia—. ¿Te gustaría ayudarnos a organizar los juegos para los niños?

—¡Claro que sí! —respondió Pedro, emocionado—. Podemos organizar una carrera de sacos y un concurso de lanzamiento de anillos.

Mientras los niños organizaban los juegos, los adultos se encargaban de la cosecha. La música y las risas llenaban el aire, creando un ambiente de alegría y camaradería. Todos trabajaban juntos, recordando la importancia de la cooperación y la gratitud.

Luisito, mientras corría hacia el corral, se encontró con el Señor Murillo, quien observaba con una sonrisa en el rostro.

—¡Señor Murillo! —exclamó Luisito—. Gracias por ayudarnos con el lobo el otro día. Aprendimos mucho de esa experiencia.

—Fue un placer, Luisito —respondió el Señor Murillo, inclinándose hacia el niño—. Estoy muy orgulloso de cómo manejaron la situación. Ustedes demostraron un gran corazón y eso es lo más importante.

A medida que avanzaba la tarde, los juegos y las actividades continuaron. Hubo un concurso de pasteles, una competencia de espantapájaros y hasta una pequeña feria de animales donde los niños podían aprender más sobre el cuidado de los mismos.

Estrellita y Luisito participaron en todas las actividades, pero una de sus favoritas fue el concurso de cuentos. Cada niño debía contar una historia relacionada con la vida en la granja. Estrellita decidió contar la historia del lobo atrapado en la trampa y cómo lo liberaron usando amabilidad y respeto.

—Había una vez un lobo joven y asustado que cayó en una trampa —comenzó Estrellita, con todos los niños y adultos escuchando atentamente—. Mis abuelos, mi hermano y yo lo encontramos y decidimos ayudarlo. Aunque teníamos miedo, sabíamos que debíamos mostrar compasión. Usamos las palabras mágicas “por favor” y “gracias” y el lobo entendió que no queríamos hacerle daño. Al final, logramos liberarlo y aprendimos que todos los seres merecen respeto.

El público aplaudió con entusiasmo y el Señor Murillo, que era uno de los jueces, le entregó a Estrellita una medalla de honor.

—Tu historia nos recuerda la importancia de la bondad y la cortesía —dijo el Señor Murillo—. ¡Bien hecho, Estrellita!

La fiesta de la cosecha culminó con un gran banquete en el patio principal de la granja. Todos se sentaron alrededor de largas mesas adornadas con flores y frutas frescas. Doña Clara y las demás mujeres sirvieron platos deliciosos, desde pasteles de manzana hasta estofado de verduras.

Antes de comenzar a comer, Don Tomás se levantó y pidió la palabra.

—Queridos amigos y vecinos, quiero agradecerles a todos por estar aquí hoy y por su arduo trabajo durante todo el año. La cosecha es una celebración de nuestra comunidad, de nuestra capacidad para trabajar juntos y apoyarnos mutuamente. Este año, mis nietos Estrellita y Luisito nos han enseñado una lección muy importante sobre la amabilidad y el respeto. Quiero que todos levantemos nuestras copas y brindemos por ellos y por el espíritu de comunidad que nos une.

Todos levantaron sus copas y brindaron, sintiendo un calor especial en sus corazones. La comida se disfrutó en un ambiente de risas y conversaciones animadas. Los niños corrían de un lado a otro, compartiendo anécdotas y jugando bajo las estrellas.

Después del banquete, llegó el momento de la música y el baile. Una banda local comenzó a tocar melodías tradicionales y pronto todos estaban bailando y cantando. Estrellita y Luisito se unieron al círculo de danza, riendo y disfrutando de cada momento.

Finalmente, cuando la luna estaba alta en el cielo y las estrellas brillaban con intensidad, la fiesta llegó a su fin. Los invitados comenzaron a despedirse, agradeciendo a Don Tomás y Doña Clara por la maravillosa celebración.

—Gracias por todo, abuela y abuelo —dijo Estrellita mientras se acurrucaba en el regazo de Doña Clara—. Hoy fue un día increíble.

—Sí, gracias a ustedes aprendimos que las palabras mágicas realmente pueden cambiar el mundo —añadió Luisito, con una sonrisa soñolienta.

—Estoy muy orgullosa de ustedes, mis pequeños —respondió Doña Clara, abrazándolos con ternura—. Nunca olviden la importancia de ser amables y agradecidos.

Mientras los niños se dirigían a sus camas, sintieron una profunda satisfacción y felicidad. Habían vivido un día lleno de enseñanzas y diversión, rodeados de personas que apreciaban y valoraban. Sabían que la granja seguiría siendo un lugar especial, donde las palabras mágicas “por favor” y “gracias” continuaban haciendo maravillas.

La moraleja de esta historia es que las palabras “por favor” y “gracias” son mágicas

Y colorín colorín, este cuento llego a su fin. bueno mis amables oyentes. ¡NOS VEMOS MAÑANA! CON UN NUEVO CUENTO CON MORALEJA.

Audio Libro GRATIS

¿Te gustaría disfrutar de este contenido en formato de AUDIO LIBRO GRATIS? Aprovecha!!

Volver a la Lista de Cuentos

Recuerda que siempre puedes volver a consultar nuestros libros en formato de AUDIO LIBRO GRATIS en nuestro canal de Youtube. NO OLVIDES SUSCRIBIRTE

Síguenos en las Redes

Descarga nuestra App

Disfruta GRATIS de los mejores libros para Leer o Escuchar sobre Esoterismo, Magia, Ocultismo.

Disfruta GRATIS de los mejores libros para Leer o Escuchar para los pequeños grandes del mañana.

Disfruta de la historia de Terror más oscura y MARAVILLOSA que está cautivando al mundo.

Retira en Nequi, Daviplata, Tarjetas Netflix, Bitcoin, Tarjeta Visa Prepagada, ETC.